La superioridad científica, moral y política de la sociedad libre

 

José Antonio Romero*

 

Ojos vistas las mismas inspiraciones intelectuales de Friecrich A. Hayek que también sufrió el pensamiento de Karl Raimund Popper (1902-1994) no debería causar tanto asombro la coincidencia casi plena de la que dan muestras los enfoques de estos coetáneos vieneses, a los que además unía la mutua admiración de una estrecha amistad, situación que fatalmente les habría de conducir a cometer el yerro de nombrar a su postura epistemológica “racionalismo crítico” y, en el peor de los casos, contribuir por descuido en el manejo preciso de términos a que algunos críticos confundieran la legítima postura que defiende la necesaria unidad de método con el error del monismo metodológico[1]. La adopción hayekiana de muchas ideas consideradas típicamente popperianas luego de la lectura en 1934 de la obra de su compatriota La Lógica de la investigación científica tiene explicación en el hecho de que Hayek antes de conocer a Popper ya sustentaba una visión afín a la de su colega acerca de la índole hipotético-deductiva del método científico[2]. A la luz de esta premisa Popper disuade a Hayek de la incongruencia en la posición que tras las huellas del positivismo comteano sostiene que el método de las ciencias naturales en general y de la física en particular es el inductivo, amén de que el criterio de demarcación entre discurso científico y metafísica pasa por el principio de verificación, pero también de la inconsistencia que ese supuesto entraña al proponer que la actitud acertada consiste en evitar la extrapolación del método experimental al estudio de la sociedad[3]. Por lo pronto, esta manifiesta comunidad de puntos de vista da cuenta del interés del economista austro-británico por publicar en la revista Economica, de la cual era director, tres entregas de Popper, las dos primeras en 1944, la última en 1945, de un trabajo titulado “The Poverty of Historicism”, al que, ante la negativa de G. G. Moore en imprimirlo en las prensas de Mind, Hayek brindó todo su apoyo para que viera la luz como libro. En 1945, una vez más hizo valer su prestigio a favor del filósofo austríaco en apuros, pues nada menos que veinte editores habían rechazado la solicitud, frente a Herbert Read que aceptó publicar en Routledge & kegan Paul, The Open Society and Its Enemies. En fin, Hayek además sacaría de penas a Popper al conseguirle regentar una cátedra en la London School of Economics and Political Science[4]. De su profundo sentido de gratitud hacia Hayek, Popper se tomó el cuidado de dejar constancia en una emotiva carta dirigida al amigo entrañable: “Cuando estaba en Nueva Zelanda, fuera de todo el mundo y olvidado de todos mis colegas filósofos, tú te acordaste de mí. Por medio de ti (y de Ernst Gombrich) se publicó La sociedad abierta, tras un período de tiempo que nos llevó a Hennie y a mí casi a la desesperación. Y cuando, siempre por medio de ti, vine a la LSD, fui objeto de un gran impulso y apoyo por tu parte. Jamás habrá igualdad y reciprocidad entre tú y yo. Yo no he podido nunca hacer nada por ti, y es muy improbable que pueda hacerlo […] No me considero intelectualmente a tu altura […] Sé que tú has abierto nuevos caminos completamente más allá de mi alcance”[5]. La dedicatoria a Hayek de Conjectures and Refutations forma parte, pues, de los reconocimientos que Popper no escatimó en rendirle[6]. En esta obra, cabalmente, Popper hizo suya la censura de Hayek al holismo, en cuanto que conjuntos o clases semejantes a “capitalismo” o “socialismo” no tienen más realidad que la de constructos elaborados por nuestra mente. Los colectivos sociales no tienen existencia empírica, antes bien consisten en el precipitado muchas veces imprevistos de las ideas que dirigen las acciones intencionales de seres humanos individuales. Es más, acepta la tesis hayekiana de que la preocupación principal de las ciencias sociales es detectar los efectos no previstos del interactuar de los hombres. En esta misma línea de pensamiento compartió con Hayek la explicación sobre la formación espontánea del orden institucional[7]. Como se ve, de hecho, Popper prefirió destacar más los aspectos que ponían de relieve la afinidad fundamental que le aproximaba a Hayek y no las discrepancias que lo pudieran distanciar. Expresó su acuerdo con Hayek en el reconocimiento de nuestra insoslayable ignorancia y propensión al error que hunden sus raíces en los límites de la humana cognición, pero que alerta de continuo al ejercicio de la modestia sobre todo en el seno de los círculos científicos[8]. Como contrapunto, Hayek encontraría en la alocución pronunciada con motivo de la concesión a su persona del Nobel de Economía, la tribuna privilegiada para expresar públicamente a Popper el agradecimiento por haber aportado un parámetro fiable para discriminar la cientificidad o no de cualquier tipo de discurso que la pretenda: “[…] Nunca agradeceremos lo suficiente a algunos modernos filósofos de la ciencia, como Karl Popper, el habernos proporcionado un criterio seguro para distinguir entre lo que debemos o no aceptar como científico, criterio que seguramente falla en algunas de las doctrinas que hoy se aceptan […]”[9]

 

§1. Criterio de demarcación entre ciencia y pseudo-ciencia

 

En 1919 Viena había trocado el prestigio científico-cultural de capital del imperio austrohúngaro por las tensiones sociales de una ciudad abrumada por el hambre y la tendencia incontrolable al alza en el precio de los productos. Joven de diecisiete años, Popper, miembro de la asociación de estudiantes socialistas de escuelas secundarias, sucumbe a los cantos de sirena de la propaganda comunista que promete conseguir un mundo mejor mediante el conocimiento de fuerzas que rigen la marcha inexorable del devenir histórico[10]. Junto con el marxismo atrajeron poderosamente el interés del filósofo el psicoanálisis freudiano, la psicología individual de Adler y la teoría einsteniana de la relatividad[11]. La fascinación comunista duró tan poco tiempo que no superó los tres meses. El motivo de tan rápido desencanto lo proporcionó el incidente de una manifestación organizada por los dirigentes del partido, con la cual intentaban provocar desórdenes para ayudar a escapar correligionarios detenidos en la sede de una comisaría de Viena[12]. Con la ingenuidad propia de un simpatizante que no cuenta ni siquiera con la edad para formar parte de la entidad política, Karl se pone a disposición para lo que se ofrezca. Participa en la demostración que es ahogada por la represión policial con cauda de ocho muertos, todos jóvenes socialistas desarmados[13]. Popper siente indignación por la brutalidad de las fuerzas del orden, pero en no menor medida vergüenza de la poca capacidad crítica de la dirigencia partidaria al secundar las instrucciones recibidas de Moscú, la inmoral justificación del sacrificio de las vidas temerariamente arriesgadas en aras de la bondad de la causa revolucionaria. En un supremo juicio de autocrítica, nuestro autor experimenta horror de sí mismo por el escaso discernimiento personal al someter la conciencia individual a una malentendida lealtad hacia los amigos o la causa de un movimiento que consideraba que la supuesta cientificidad de su socialismo autorizaba disponer sobre la vida de unos jóvenes[14]. Tal circunstancia lo impele a sumergirse en un concienzudo estudio del marxismo a fin de evaluar el manido argumento del valor científico del que su discurso tanto se jactaba. Lo que en el intento más bien adquirió el autor de La Lógica de la Investigación Científica fue la conciencia de la facilidad con que la ignorancia humana eleva la posibilidad de que las teorías se equivoquen y, por consiguiente, de la necesidad apremiante de que la actividad intelectual asuma la modestia como actitud fundamental. El empeño de los marxistas por descubrir en todos los acontecimientos la verificación de su teoría de la historia los emparentaba más con la arrogancia ingenua de los conocimientos míticos con los que adivina dogmáticamente la astrología que con los críticos con los que arriesga sus explicaciones la astronomía[15]. A menudo reprochaban a quienes no creían en su verdad evidente mala voluntad al no retirar la venda que ocultaba mezquinos intereses de clase. No obstante, con igual o mayor frecuencia se esforzaron cerrilmente por inmunizar las previsiones contenidas en muchos de sus enunciados básicos, desacreditadas por la falsificación del curso de los acontecimientos que actuaban a título de instrumentos de control empírico; la revolución bolchevique desmintió la predicción de que el socialismo ocurriría en países tecnológicamente desarrollados; en contraste con la previsión en el sentido que la evolución técnica de los medios de producción determinaría la superestructura ideológica, la prueba contundente de los hechos históricos demostraría que la dictadura de Lenin y Stalin señalaría a los medios de producción la dirección de su desarrollo[16]. Mayores cotas de patetismo ofrecen el freudismo y el adlerismo. Por principio descartan la posibilidad que exista un comportamiento particular que sea susceptible de interpretación fuera de la que proviene de las luces que proyectan sus teorías. De esta manera, las observaciones clínicas verifican continuamente la teoría piscoanalítica[17]. En el caso de la psicología individual de Adler, la observación presente depende de las previas por lo que se la considera confirmación de las mismas. El propio filósofo vienés con su experiencia refiere el ejemplo emblemático: “En cuanto a Adler, me impresionó mucho una experiencia personal. Una vez, en 1919, le hablé de un caso que me parecía especialmente ‘adleriano’, pero él lo analizó sin ninguna dificultad en términos de su teoría de los sentimientos de inferioridad a pesar de no haber visto al niño. Algo desconcertado, le pregunté cómo podía estar tan seguro. ‘A causa de mi experiencia de mil casos’, a lo que yo no puede menos de añadir: ‘¡Experiencia que ahora es de mil uno casos!’”[18]. Por el contrario, conforme con el espíritu crítico de la ciencia le pareció la teoría einsteniana de la relatividad cuya actitud antidogmática mantenía, a despecho de las confirmaciones que en mayo de ese mismo año habían recibido derivaciones de las ideas del físico alemán a través de experimentos del astrónomo Arthur Stanley, que cualquier  teoría necesitaba modificarse si un hecho la contradecía[19]. En este sentido, hacia la década de los treinta del siglo XX, Popper, en polémica con los positivistas lógicos del Círculo de Viena (Wiener Kreis), contrapuso al principio verificacionista (Verifizierbarkeit), propio del criterio de significatividad (Sinnkriterium) y del método inductivo, el principio falsificacionista (Falsifizierbarkeit) característico del criterio de demarcación (Aborezungskriterium) y del método hipotético-deductivo, como línea divisoria entre un tipo de información que pueda proporcionarnos conocimiento científico de la realidad, de otro que no ofrezca esa garantía, la metafísica por ejemplo[20]. Popper desdice la afirmación de los positivistas lógicos en el sentido que el único cometido que le compete a la actividad filosófica es aclarar si los enunciados al uso carecen o no de significado, lo cual, a su vez, depende de la experiencia que pueda verificarlo[21]. Por su parte, el soporte sobre el que descansa la práctica de la verificación no es más que el método inductivo, por cuyo intermedio la investigación científica generaliza en forma concluyente la verdad de las teorías a partir de enunciados singulares observables. Naturalmente, todo enunciado verificable reúne como condición necesaria el ser significativo o tener sentido, vale decir, no viola las reglas sintácticas del lenguaje. Pero no todas las proposiciones significativas llenan el requisito de la verificabilidad como razón suficiente[22]. Considérese los casos de juicios portadores de estados internos (“Antonio se encuentra apesadumbrado”) o de acontecimientos históricos (“Alejandro cortó el nudo gordiano”) por el hecho que no se pueden verificar, a saber, son inaccesibles a otras mentes distintas del sujeto a quien se atribuye la vivencia, o no observables, al tratarse de sucesos ocurridos en el pasado, para quien de ellos tiene noticia leyendo documentos que conservan sus testimonios, tendrían que ser despojados del sentido que a todas luces tienen[23]. De cara al futuro tampoco las proposiciones de las ciencias de la naturaleza gozan de la capacidad para formular pronósticos válidos acerca de la verificabilidad en la experiencia del tipo de leyes que en ellas se aplica. Es imposible verificar experimentalmente la totalidad de los casos en el universo entero de enunciados como “El vidrio no conduce la electricidad”[24]. Ciertamente el conocimiento científico ostenta una estructura lingüística; no obstante, la serie de cuestiones relacionadas con su validez y con otras formas de saber, v. g. el de la metafísica, se ordena más a la ardua tarea de aumentar nuestro conocer sobre el mundo que a la limitada función del análisis lógico del lenguaje que la ciencia emplea[25]. Evidentemente, la búsqueda obsesiva del sentido (sinn) resulta contraproducente pues conduce al impase de que los enunciados científicos, por la vía del principio de verificación, acaban compartiendo con los de la metafísica  el mismo destino: el sin sentido. Si bien la clara distinción y separación entre teoría científica y concepciones metafísicas ocupa, según Popper, el escalón de mayor importancia dentro del orden de prioridades de la problemática epistemológica, sin embargo, muestra mayor cautela que los neopositivistas a la hora de enjuiciar el valor de las convicciones metafísicas: muchos mitos o supersticiones de ayer se han convertido en hipótesis científicas hoy, en cuanto que han jugado un papel estimulante en el progreso del pensamiento científico al sugerir con audacia ideas muy avanzadas para la época en que originalmente se expusieron[26]. Tómese en cuenta el atomismo presocrático de Demócrito tan fecundo en la producción de conjeturas que inspiraron la teoría científica de Enrico Fermi. También el culto a la luz solar, de rancia raigambre neoplatónica, orientó la empresa científica de Copérnico al exponer la teoría astronómica heliocéntrica[27]. Ahora bien, si de experiencias particulares no es posible inferir legítimamente por verificación enunciados generales (“Todos los cisnes son blancos” o “Todos los cuervos son negros”); en cambio, sí es lícito por falsificación (Falsifizierbarkeit) o refutación colegir un enunciado general de existencia (“hay cisnes no blancos”, “hay cuervos no negros”) a partir de una sola experiencia particular de un único cisne negro o de un cuervo gris que contradice lógicamente la proposición inicial que, al formularse en su expresión equivalente, reza: “no hay cisnes no blancos”, “no hay cuervos no negros”[28]. Popper insiste de este modo en la asimetría lógica que reina entre verificabilidad y falsificabilidad: por formidable que sea la cantidad de casos en que un enunciado haya coincidido con la experiencia no es suficiente para garantizar su verificación en la totalidad que exige la universalidad; por contra, basta una experiencia que desmienta un enunciado para refutarlo[29]. Es claro que enunciados del tipo: “El agua hierve a 100 grados centígrados”, “Todos los metales se dilatan con el aumento de temperatura”, “Todos los planetas del sistema solar describen orbitas elípticas”, “Cada setenta y cinco años aparece el cometa Halley”, se consideran científicos porque forman parte de las proposiciones científicas con sentido que han superado todos los intentos de falsificación hasta el presente, sin que por ello se descarte la posibilidad de que una experiencia confute lo observado tantas veces en el pasado[30]. Por el contrario, como ninguna experiencia puede refutarla, frase como “lloverá o no llevará aquí mañana” no es un enunciado científico. El conocimiento científico, por ende, no posee validez absoluta. No disfruta de la apodicticidad de verdades definitivas, sino de la modesta provisionalidad de la verosimilitud que da a sus afirmaciones un valor hipotético en el intento sin término de aproximarse más a la verdad[31]. Al someter continuamente a prueba los modelos teóricos que elabora, el científico simplemente corrobora, pues la lección más instructiva que recibe del ejercicio del espíritu crítico es lo mucho que puede aprender de los errores propios y ajenos[32]. La imposibilidad del científico para adquirir verdades incontestables u obtener conocimiento completamente seguro constituye la razón del rechazo popperiano al subjetivismo del cogito cartesiano o del sensismo baconiano. Les reprocha los pobres resultados en su pretensioso intento de encontrar el fundamento último a juzgar por la puesta en duda mutuamente de lo que la parte contraria estima algo evidente[33].      

 

§2. Falibilismo, que no racionalismo o realismo crítico

 

A la delirante ambición de la modernidad tardía por alcanzar un fundamentum certum et inconcussum veritatis, Popper opone como punto de partida del conocimiento la saludable alternativa del falibilismo radical[34]. La radicalidad del falibilismo popperiano alude al calificativo empleado por Eugene Freeman para distinguir el del profesor vienés del sostenido por el filósofo norteamericano Charles Sanders Pearce. Según Freeman, mientras el pensador de Boston, por lo menos ocasionalmente, defendió la así llamada por Popper “teoría de la verdad manifiesta”, el filósofo austríaco niega en forma tajante que seamos capaces de conocer la verdad, más aún, en la eventualidad que lo lográramos, no llegaríamos a saberlo[35]. Como se ve, la postura popperiana sin abdicar a la tarea de la búsqueda de la verdad, renuncia eso sí a la pretensión de poseer explicaciones infalibles. No existe un punto de partida infalible simplemente porque el fundamento último no es más que un mito. Ni la irrefutabilidad constituye una virtud ni el error defecto, sobre todo si se tiene en cuenta que este último es un aspecto inherente al desarrollo cognoscitivo en el que la ciencia avanza por ensayos y errores. No resiste el más mínimo análisis crítico la creencia de que proporcionarnos instrumentos completamente seguros que nos mantengan al abrigo de incurrir en error sea cometido de la actividad científica. El aprendizaje de nuestros propios errores y de las equivocaciones de los rivales forma parte intrínseca del hacer científico. El error transforma así su debilidad en fortaleza. De suyo, el conocer comporta un proceso al interior del cual los organismos enfrentan un problema cuya solución descubren mediante “the method of trial and error”, es decir, con el ensayo eliminan errores. Entretanto, la reacción ante los apremios del entorno incorpora esquemas por los cuales la solución sirve a su vez de planteamiento a una nueva serie de problemas[36]. Por tratarse de conjeturas producto de la creatividad del espíritu humano, con entereza las teorías deben someterse al tamiz de la comprobación y la crítica, así por ello corran el riesgo que las refuten al descubrírseles fallos y se tome con idéntico coraje la decisión de eliminarlos. Popper atribuye a una decisión moral el beneficio de la buena voluntad que se concede a los hombres de ciencia en el sentido que se confía en su disposición y actitud de no recurrir a tácticas o estratagemas encaminadas a proteger hipótesis que sea necesario desechar. Decisión que a su juicio llena el vacío que dejó la ausencia de fundamento[37]. Por lo demás, el programa epistemológico falibilista está tan íntimamente ligado al político reformista que Popper establece una ecuación entre el error de algunos filósofos del conocimiento y de la ciencia al preguntar “¿cómo podemos alcanzar la certeza?” y el de los filósofos de la política al plantear la cuestión “¿cómo podemos asegurarnos que contaremos con los mejores gobernantes?” Desde su perspectiva la correcta formulación en el orden correspondiente es la que sigue: “¿cómo podemos detectar y remediar cuanto antes nuestros errores?” y “¿cómo podemos organizar las instituciones políticas de tal manera que sea imposible a los gobernantes malos o incompetentes causar daños demasiado grandes?”[38] A la crítica por la obsesión de las cuestiones preliminares de fundamentación, Popper agrega contra el racionalismo cartesiano la censura del subjetivismo que aqueja a esta misma tradición en materia de teoría del conocimiento. Aboga a favor del objetivismo desde un punto de vista realista que apuesta por la existencia de un mundo exterior susceptible de ser conocido por las facultades intelectivas, con lo cual rechaza de paso el idealismo que lo reduce a una expresión de nuestros sueños. En la que supone sea la línea de Tarski, suscribe la concepción de la verdad en términos de correspondencia entre enunciados y hechos, sin abandonar la insistencia en su convicción más arraigada relativa a que no contamos con criterios para obtenerla, sino sólo de constantes intentos para acercarnos más a ella[39]. En el marco de las disquisiciones sobre una visión objetivista del conocimiento el autor expone la idea, muy original por cierto, del “conocimiento sin sujeto cognoscente”. En su opinión, se trata de una manera de entender el conocer como independiente del sujeto de conocimiento, merced a la cual un sistema innato que depende  de estadios previos provee el contenido inicial de expectativas que la crítica continua estime necesario modificar en todos sus elementos. A ésta llama Popper “teoría del reflector”, la que comprende como proceso activo y contrapone a la “teoría del cubo”, que visualiza el conocimiento a título de proceso pasivo de recepción directa de datos acumulados por los sentidos[40]. Esto supuesto, el filósofo de la ciencia presenta a continuación su célebre “teoría de los tres mundos” que corresponde con los que, a su manera de ver, constituyen los tres ámbitos de la realidad. Al mundo 1 pertenecen las cosas físicas; el mundo 2 está integrado por los estados de conciencia de la subjetividad; el mundo 3 del pensamiento objetivo lo forman los contenidos lógicos de conocimientos teóricos, cuya información, al consistir en datos, posibilita que se la maneje “casi como si fueran objetos materiales” y gracias a la cual sea legítimo decir que existen “teorías en sí”[41]. Goza, pues, este mundo 3 de autonomía, auto-trascendencia y auto-referencialidad, al menos relativa, por cuanto soluciones de problemas plantean nuevos que el hombre no crea pero sí descubre por efectos que no buscó y ni siquiera pudo haber previsto. Las implicaciones de estas cuestiones sobre el problema de la libertad adquieren la mayor importancia. En efecto, las teorías dirigen nuestras acciones, sin embargo con argumentos se critican las teorías. Podemos aceptarlas libremente, sometiéndonos a ellas, o rechazarlas luego de deliberación reflexiva[42]. Distintos objetos del mundo 3 (teorías, argumentos) se influyen mutuamente. El mundo 3, además, interactúa con los mundos 1 y 2. Por vía de ejemplo, un objeto del mundo 3, la teoría atómica ha modificado un objeto del mundo 1, nuestro entorno, con actitudes que han conducido a la toma de decisiones acompañadas de las respectivas acciones. Respecto al 3, el mundo 2 realiza una función mediadora. Finalmente, en contraste con el estático mundo platónico, el mundo 3 evoluciona y conoce avances[43]. Así y todo, no deja de suscitar inquietante desconcierto que Popper no resista la tentación de llamar a su propia postura gnoseológica con el nombre de corrientes que había sometido a la criba de su implacable censura, en virtud de que incurrían en flagrantes actitudes ingenuas relacionadas con el tema del conocimiento: racionalismo, realismo, empirismo. El apellidar crítico a su racionalismo o realismo no resuelve el problema de la falta de coherencia popperiana. Crítico, entendido en el sentido de los principales movimientos filosóficos de la modernidad, alude al marco trascendental de las condiciones de posibilidad de la experiencia. Se trata del modo (categorías: causa, sustancia, espacio, tiempo) como la conciencia estructura datos sensibles aislados. En cuanto producto de la actividad del sujeto, conciencia y datos sensibles no pueden ser más que de índole subjetiva[44]. Se recae de esta guisa en el rasgo intrínseco al racionalismo cartesiano y al empirismo de Hume que Popper tanto se empeñó en combatir: el subjetivismo. En definitiva, ¿de qué tipo es la diferencia entre el racionalismo ingenuo y el racionalismo crítico? Si es de grado, lo que distingue a uno de otro son aspectos tan accidentales que mantienen intacto el denominador común de los componentes fundamentales, ni siquiera amerita el contraste. Si es de esencia, los cambios son tan radicales que con legitimidad se puede sospechar que los términos comparados no pertenezcan al mismo fenómeno[45]. Lamentablemente no es posible comprender la diferencia entre ambas clases de racionalismo porque Popper no se tomó el trabajo de aclararla mediante su profundización. En este punto radica uno de los mayores fallos de la teoría del conocimiento popperiana, ya que el ilustre pensador vienés nada más da por sentada la distinción[46]. Su entrañable amigo, Friedrich August von Hayek, se hizo cargo de la cuestión en el ensayo titulado “Clases de Racionalismo”, sin resultados relevantes para los efectos que en la presente investigación interesan, los cuales atañen al acierto o no del empleo de la expresión racionalismo crítico como alternativa a la esencia del racionalismo tout-court [47].   

 

§3. La unidad de método no consiste en el monismo metodológico

 

En virtud de que lo mismo en las ciencias naturales que en las sociales el trabajo de investigación radica en el contraste de las teorías expuestas con la realidad, a través del procedimiento que por tanteos elimina errores, Popper mantuvo la unidad básica de método que entre los dos ámbitos existe[48]. Ambos exigen las dosis de espíritu crítico necesario, a efecto de que el progreso científico ocurra. Ciencias de la naturaleza y de la sociedad requieren crítica continua a las teorías que por el camino del ensayo y del error proponen soluciones a problemas. Principio que expuesto en La Lógica de la Investigación científica para las diferentes ciencias experimentales, es por igual de obligada aplicación a las ciencias sociales como demuestra La sociedad abierta y sus enemigos en el caso de la sociología y de la política[49]. La imposición de un punto de vista dentro de una forma de convivencia dominada por un poder centralizado que reprime cualquier manifestación de cuestionamiento carece de legitimidad en línea de máxima. Circunstancia que de antemano valida el rechazo y la oposición irrestricta a quienes intenten implementar ese tipo de sociedad[50]. Aún más, los efectos perversos de los cuales es portadora, proveen razón suficiente para que, en la eventualidad de que la insensatez haya prevalecido instaurando el tribalismo de la sociedad cerrada, sea sustituido por la búsqueda laboriosa de su alternativa, léase el ideal de la sociedad abierta[51]. La defensa inclaudicable del modelo que protege la libertad del ciudadano para opinar e incluso contradecir a los gobernantes, obedece a las mayores ventajas que brinda a la hora de resolver dificultades de la más variada naturaleza práctica, conditio sine qua non si es que en realidad se quiere alcanzar el progreso de la manera más rápida y económica. Dada la esencial procesualidad de la sociedad, los individuos inmersos en ella no pueden menos de tratar de responder a los desafíos que plantea el vértigo de cambios de una estructura que no se resigna a reconocer derechos a la plácida estabilidad de la permanencia[52]. Ni que decir tiene que en este marco de condiciones las teorías políticas, de modo similar que en las más dispares disciplinas de la ciencia, procuren desplazar otras ya existentes, intentando obtener mejores resultados. A semejanza de Conocimiento objetivo, obra en la que Popper proclama el requiescat in pace a toda pretensión fundamentalista de seguridad absoluta en materia de conocimiento, La sociedad abierta y sus enemigos declara la repulsa más inequívoca al meliorismo que encierra la búsqueda de una sociedad perfecta en la esfera de la convivencia[53]. Por supuesto, Popper no desconoce que al interior de la estructura unitaria de la ciencia (Einheitswissenschaft) existen diferencias entre ambos grupos, pero no son de esencia sino de grado, en la medida que se relacionan tanto con la imposibilidad de llevar a cabo experimentos en la sociedad como con la inaplicabilidad en esta última de técnicas cuantitativas[54]. Adicionalmente aclara que a lo que se opone el individualismo es al holismo, debido a que confunde constructos teóricos, por ejemplo la sociedad, con realidades concretas que, en el caso de los individuos, son las únicas que existen como núcleos genuinos de acciones responsables. Al tratarse de un atributo que sólo se puede etiquetar a acciones individuales o a grupos de individuos organizados que los quieran compartir, el altruismo así como su antónimo el egoísmo jamás se pueden contraponer al individualismo[55]. Explica, a su vez, que lo anterior no da pie a las interpretaciones psicologista y conspiratoria, según las cuales los acontecimientos sociales, la pobreza, el desempleo, por mencionar algunos, tienen su raíz exclusivamente en proyectos intencionados de los individuos o en las presiones directas que poderosos sectores ejercen para imponer privilegios. Expone que en la formación y desarrollo de las instituciones sociales tienen cabida resultados no sólo inesperados, aún más, no deseados de las acciones intencionadas de los seres humanos[56]. Desde esta óptica caen por su propio peso, faltas de fundamento, las acusaciones contra el pensamiento de Popper, en el sentido que sus preocupaciones no rebasan los estrechos límites de una razón instrumental o que no superan el positivismo más larvado o de incurrir en el ramplón reduccionismo del monismo metodológico que, con base en el empleo unilateral del paradigma mecanicista galileano, somete las ciencias sociales al yugo fisicalista de la experimentación en tanto que procedimiento o práctica de uso exclusivo en el campo de las ciencias naturales. Evidentemente, Popper rechazó el mote de positivista y John Gray comenta la ironía de que así haya sido tildado quien precisamente emitió el acta de defunción del positivismo[57]. Enfrentado al cabeza de fila de la teoría crítica de la sociedad sustentada por la Escuela de Frankfurt (Th. Adorno) en el Congreso de la Sociedad Alemana de Sociología (1961), el filósofo de la ciencia defendió que pese a la imposibilidad de separar el contexto del descubrimiento (compuesto por aspectos sociopolíticos, existenciales, en cuyo interior bullen intereses que impulsan a los actores sociales junto con la implicación del sujeto teórico que estudia en el objeto social estudiado) del contexto de la justificación (formado por elementos epistemológicos de la verdad y validez de las teorías), lo impide la radical unidad de la realidad en la que ambos aparecen fundidos, sin embargo por motivos de claridad se impone asimismo una nítida distinción a la luz de la cual no sólo destaca la preeminencia del segundo sobre el primero, en razón de que los factores ateoréticos en presencia no comprometen el valor teórico del discurso, sino que a propósito de información relevante sólo interesan aquellos datos relacionados con la lógica de la justificación[58]. Ahora bien, la observación formulada por Adorno en referencia a que el método no es indiferente al objeto debe ser atendida con toda la atención que merece, al menos la suficiente para enjuiciar la afirmación de Popper de que las diferencias de las ciencias naturales respecto de las sociales son de grado pero no de esencia. Sea lo que fuere, en el punto relativo al manejo de la expresión unidad de método se registra la misma clase de inconveniente ya observada en el empleo del término racionalismo crítico: la falta de claridad por imprecisión que induce a la ambigüedad del equívoco. Una de las mayores dificultades es que el santo y seña Einheit der Wissenschaft fue introducido por Otto Neurath en el contexto del Positivismo Lógico y, aunque trascendió las fronteras de esta corriente, cuantos recurrieron a su uso lo entendieron de maneras distintas, incluida la que lo equipara con el monismo metodológico expuesto por Rudolf Carnap[59]. No basta con reconocer las diferencias existentes entre ciencias de la naturaleza y ciencias sociales si a renglón seguido se afirma que la distinción es de grado y no de esencia. En el rigor de los términos más bien hay que decir que a nivel del contenido se da diferencia de esencia aunque en el plano formal la distinción sea sólo de grado. Por lo demás, es necesario no confundir la unidad de método que consiste en el acierto de percibir la similaridad o paralelismo entre diversos ámbitos de una sola realidad con el error fisicalista o cientificista del monismo metodológico al reducir las legítimas semejanzas a una infundada identidad de todas las leyes científicas con el paradigma del programa lógico (conceptos), epistemológico (naturaleza de las leyes), metodológico (técnicas y bases exclusivamente cuantitativas y empíricas) de la ciencia física, aviesa maniobra con la que se intenta imponer la hegemonía de esa disciplina sobre el resto de saberes[60]. Por tratarse del mismo plano de la realidad, las ciencias naturales (astronomía, física, química, biología) trabajan con modelos que tienden a la identidad de la índole de los fenómenos estudiados y, en la eventualidad que se presenten diferencias, éstas son sólo de grado, así la relación tenga que ver con el contenido como con la forma. En el caso de las ciencias humanas (antropología, etnología, historia, política, psicología) y sociales (derecho, economía, ética, lingüística), habida cuenta que no se hallan en el mismo plano de la realidad que las ciencias de la naturaleza, la comparación entre ambos grupos de saberes pasa por imágenes o metáforas, de modo que, si bien el principio de analogía autoriza detectar innegables semejanzas, mayores y más relevantes son las diferencias[61]. Para efectos de ilustración considérese el ejemplo de la relación de la astronomía con la historia al acusar un parecido en el interés por el pasado, pero que difieren abismalmente en el objeto (fenómenos físicos del universo, la primera; acontecimientos de pueblos, naciones e imperios, la segunda) y en el método (aquella sustenta el método experimental con mediciones de técnicas matemáticas; ésta asegura la fiabilidad del relato con la autoridad de las fuentes consultadas)[62]. Desafortunadamente, Popper no atribuyó mayor importancia a los problemas de la precisión terminológica ya que pensaba que con ello se concedía la razón a los positivistas lógicos, quienes juzgaban que los temas filosóficos no contenían más que confusiones del lenguaje. Paradójicamente, ese descuido dio pie al jefe de fila de la Escuela de Frankfurt Theodor Adorno y a su discípulo Jürgen Habermas para acusar a Popper de ser un positivista más[63].  

 

*José Antonio Romero es profesor de Filosofía Social en la Universidad Francisco Marroquín y director de Eleutheria.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                      

 

 

 


[1] Cf. KRESGE S., “Introducción”, en HAYEK F. A., Hayek sobre Hayek. Un diálogo autobiográfico, Unión, Madrid 1997, 19; DE LA NUEZ P., La Política de la Libertad. Estudio del pensamiento político de F. A. Hayek = Nueva Biblioteca de la Libertad 7, Unión, Madrid 1994, 107, 108, 118. Hayek presumió gratuitamente evitar la supuesta equivocidad de la palabra antirracionalismo, tomada en préstamo de Mandeville y Hume, sustituyéndola con el vocablo popperiano racionalismo crítico que, según el ganador del premio Nobel de Economía de 1974, contaba con la ventaja de detentar mayor precisión (cf. HAYEK F. A., La Tendencia del Pensamiento Económico. Ensayos sobre Economistas e Historia Económica = Obras Completas III, Unión, Madrid 1995, 93). De mayor espíritu crítico Hayek supo dar prueba cumplida cuando pese a estar de acuerdo con los procedimientos graduales de reforma evolutiva en el orden social, propuestos por Popper en contra de la impaciencia del radicalismo revolucionario, sin embargo llamó la atención sobre el desacierto de etiquetarlos como “piecemeal social enginiering” (cf. HAYEK F. A., Derecho, Legislación y Libertad III. Una nueva formulación de los principios liberales de la justicia y la economía política. El orden político de una sociedad libre, Unión, Madrid 1982. 290; ANTISERI D., Karl Popper. Protagonista del siglo XX, Unión, Madrid 2002, 82; DATRI E. -´CORDOBA G., Introducción a la problemática epistemológica. Una perspectiva didáctica de las tensiones en la Filosofía de la Ciencia, Rosario, Homo Sapiens 2004, 114; DE LA NUEZ P., op. cit., 117; DUSSEL E., Etica de la Liberación en la Edad de la Globalización y de la Exclusión, Trotta, Madrid 52006, 444; IDEM, Hacia una Filosofía Política Crítica = Palimpsesto Derechos Humanos y Desarrollo 12, Desclée de Brouwer, Bilbao 2001, 282; ECHEVERRIA J., Introducción a la metodología de las ciencias. La filosofía de la ciencia en el siglo XX, Cátedra, Madrid 22003, 103; FAZIO M. – FERNANDEZ LABASTIDA F., Historia de la Filosofía IV. Filosofía contemporánea = Albatros 6, Palabra, Madrid 2004, 247; HERNANDEZ-PACHECO J., Corrientes actuales de Filosofía (II). Filosofía Social, Tecnos, Madrid 1997, 51; KUNG H., ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 21979, 159; MARDONES J. M., Filosofía de las Ciencias Humanas y Sociales. Materiales para un fundamentación científica = CIENCIAS SOCIALES Autores, Textos y Temas 1, Anthropos, Barcelona 1991, 90; MUÑOZ PALACIOS R., Historia de la Filosofía Occidental II. Del siglo XVIII hasta nuestros días = Compendios de Estudios Teológicos 22, EDICEP, Valencia 2005, 616; PERONA A. J., “Popper, Karl R.”, en MUÑOZ VEIGA J. (ed.), Diccionario Espasa Filosofía, Espasa Calpe, Madrid 2003, 694, 695; REALE G. – ANTISERI D., Historia del Pensamiento Filosófico y Científico III. Del Romanticismo hasta hoy, Herder, Barcelona 1988, 901; RUSS H. G., “Sir Karl Raimund Popper (the poverty of historicism)”, en VOLPI F.- MARTINEZ RIU A. (eds.), Enciclopedia de Obras de Filosofía 2: H-Q, Herder, Barcelona 2005, 1740; STORIG H. J., Historia Universal de la Filosofía, Tecnos, Madrid 2004, 775).

   

[2] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 109; KRESGE S., op. cit., 19.

 

[3] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 107. Así al reconocer ciertas convergencias innegables de sus puntos de mira con los de la hermenéutica, Popper declaró: “En realidad, estoy tan alejado del positivismo como (por ejempo) Gadamer: porque resulta que he descubierto –y en ello se basa mi crítica mi crítica al positivismo- que la ciencia de la naturaleza no procede de manera positivista, sino que se sirve esencialmente de un método que trabaja con ‘prejuicios’; sólo que tal vez emplea prejuicios nuevos, y prejuicios que se pueden criticar; y los somete a un crítica rigurosa. (Todo esto se encuentre en La lógica de la investigación, 1934). Incluso he empleado en este sentido la palabra ‘prejuicio’ y he mostrado que Bacon, quien arremetió contra los prejuicios, no comprendió correctamente el método de las ciencias naturales […] De ahí: lo que me separa de Gadamer es una mejor comprensión del método científico, una teoría lógica de la verdad y la posición crítica. Pero mi teoría es tan contraria al positivismo como la suya y he mostrado que la interpretación de textos (hermenéutica) trabaja con métodos auténticos de las ciencias naturales. Además mi crítica al positivismo fue sorprendentemente exitosa. Después de muchos años fue aceptada en gran medida por los miembros supervivientes del Círculo de Viena, de manera que el historiador de la filosofía John Passmore pudo escribir: ‘El positivismo está tan muerto como, en general, sólo puede estarlo un movimiento filosófico.’” (Citado por GRONDIN J., Hans-Georg Gadamer. Una biografía, Herder, Barcelona 2000, 394).

 

[4] Cf. BOLADERAS M., “El Racionalismo Crítico (K. Popper, H. Albert)”, en MUGUERZA J. – CEREZO P. (eds.), La filosofía hoy = Filosofía 38, Crítica, Madrid 22004, 168; EBENSTEIN A., Friedrich Hayek. A. Biography, The University of Chicago Press, Chicago – London 22003, 156-157; HAYEK F. A., La Tendencia del Pensamiento Económico, 38, nota al calce 13 de los editores W. W. Bartley III y Stephen Kresge; HERNANDEZ-PACHECO J., op. cit., 13; HUISMAN D., Diccionario de las mil obras clave del pensamiento, Tecnos, Madrid 22002, 433; PERONA A. J., op. cit., 690.

  

[5] Citado por ANTISERI D., op. cit., 81. En tal sentido, la versión del biógrafo EBENSTEIN A., op. cit., 156-157, atestigua lo que sigue: “In a December 1943 letter, Popper wrote that Hayek’s ‘indefatigable kindness to me promises no less than to change the whole course of my life.” He wrote a few days later, ‘Nobody can feel more strongly than I feel about Hayek’. In his autobiography, Popper said that his friend Ernst Gombrich, ‘together with Hayek, who most generously offered his help (I had not dared to trouble him since I had seen him only a few times in my life)’, found a publisher for The Open Society and Its Enemies (1945), which became Popper’s most famous work. Popper continued his praise, ‘Both wrote most encouragingly about the book. I felt that these two had saved my life, and I still feel so.’ Hayek played a crucial role as well in securing Popper’s readership at LSE following the war. Popper was the one individual to whom Hayek dedicated one of his books, Studies in Philosophy, Politics and Economics (1967). Popper dedicated Conjectures and Refutations (1963) to Hayek.”

[6] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 111; KRESGE S., op. cit., 2. Actitud obsequiosa frente a la que Hayek, como de costumbre, no quiso quedar a la zaga, dedicando a Popper el volumen publicado en 1967 por la londinense Routledge and Kegan Paul con el título de Studies in Philosophy, Politics and Economics (cf. EBENSTEIN A., op. cit., 157).

 

[7] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 111-112. Hayek, empero, no dejó de expresar su desacuerdo con Popper en detalles como el origen marxista de la idea de los efectos no previstos de la interacción humana que subyacen a la formación de las instituciones sociales: “The more recent revival of this conception seems to date from my own article on ‘Scientism and the Study of Society’ where I argued that the aim of social studies is ‘to explain the unintended or undesigned results of many men.’ From this it appears to have been adopted by Karl Popper, ‘The Poverty of Historicism’, where he speaks of ‘the undesigned results of human action’ and adds in a note that ‘undesigned social institutions may emerge as unintended consequences of rational actions  […] (I cannot agree, however, with … [Popper] statement … based on a suggestion of Karl Polanyi, that ‘it was Marx who first conceived social theory as the study of the unwanted social repercussion of nearly all our actions.’ The idea was clearly expressed by Adam Ferguson and Adam Smith, to mention only the authors to whom Marx was unquestionably indebted.) [Studies, 100] Citado por EBENSTEIN A., op. cit., 370.

 

[8] Cf. ibid., 109.

 

[9] HAYEK F. A., Nuevos Estudios de Filosofía, Política, Economía e Historia de las Ideas, Unión, Madrid 2007, 50. En opinión de EBENSTEIN A., op. cit., 57, “Hayek stated a considerable intellectual debt to Popper. He remarked in an interview that: ‘my introduction to what I now almost hesitate to call philosophy –scientific method, I think, is a better description- was to Machian philosophy. It dominated discussion in Vienna. It was the beginning of the Vienna Circle, of whom I was never a member but whose members were in close contact with us […] Well, what converted me is that the social scientist, the science specialists in the tradition of Otto Neurath, just were so extreme and so naïve on economics that it was through [Neurath] that I became aware that positivism was just as misleading […] I owe it to his extreme position that I soon recognized it wouldn’t do. And it took me a long time, really, to emancipate myself from it. It was only after I had left Vienna, in London, that I began to think systematically on problems of methodology in the social sciences, and I began to recognize that positivism in that field was definitely misleading. In a discussion I had on a visit to Vienna from London with my friend Haberler, I explained to him that I had come to the conclusion that all this Machian positivism was no good for our purposes. Then he countered, ‘Oh, there’s a very good new book by a man called Karl Popper on the logic of scientific research.’ To me it was so satisfactory because it confirmed this certain view I had already formed.’”

[10] Cf. ANTISERI D., op. cit., 37, 38; ARTIGAS M., “Popper, Karl Raimund”, in TANZELLA-NITTI – STRUMIA A. (a cura di), Dizionario Interdisciplinare di Scienza e Fede. Cultura Scientifica, Filosofia e Teologia 2, Urbaniana University Press – Città Nuova, Roma 2002, 2057, 2058; BOLADERAS M., op. cit., 169; FAZIO M. – FERNANDEZ LABASTIDA F., op. cit., 240-241; FLORIAN V., Diccionario de Filosofía, Panamericana, Bogotá 52006, 339; HUISMAN D., op. cit., 433; MAGEE B., Historia de la Filosofía, Blume, Barcelona 199, 339; PEDRALS J., “(La) Lógica de la Investigación Científica”, en AA. VV., Los libros de los filósofos. Diccionario-resumen de 850 obras de Filosofía y antología de citas, Ariel, Barcelona 22004, 448.

 

[11] Cf. HUISMAN D., op. cit., 402.

[12] Cf. ANTISERI D., op. cit., 38

[13] Cf. ibid., 38.

[14] Cf. l. cit.

[15] Cf. COLAS D., “MARX Karl”, en RAYNAUD Ph. – RIALS St. (eds.), Diccionario de Filosofía Política = AKAL / DICCIONARIOS 31, Akal, Madrid 2001, 499; FERRATER MORA J., Diccionario de Filosofía 3/ K-P, Alianza, Madrid 51984, 2629.; HUISMAN D., op. cit., 402; PEDRALS J., op. cit., 420.

   

[16] Cuadro que contiene una magnífica visión de conjunto de lo expuesto es el que ofrece ARTIGAS M., op. cit., 2057: “Le esperienze vissute nel 1919, quando aveva solo 17 anni, sono quelle che lo avrebbero portato al nucleo della sua filosofia. In quei momenti, appena terminata la prima guerra mondiale, Popper aveva lasciato dietro di sé condizioni sociali molto precarie. A Vienna, città in cui nacque e crebe, il giovane Popper diventò socialista, e per alcuni mesi comunista. Non aveva l’età richiesta per entrare nel partito, ma offri le sue prestazioni ai dirigenti del partito –tre figli di un noto filosofo- mettendosi a disposizione per qualunque tipo di incarico. Ciò che fin dall’inizio lo sorprese era la scarsa capacità critica di questi dirigenti di fronte ai cambi di consegna che ricevevano da Mosca nonché la facilità con cui giustificavano il loro atteggiamento in ossequio alla rivoluzione per cui lavoravano. Un giorno, una manifestazione in cui egli stesso era stato parte attiva a livello organizzativo provocò l’intervento armato della polizia con la conseguente morte di alcuni giovani operai. L’accadimento lo lasciò pofondamente turbato. Si sentiva infatti responsabile, disponendi egli dei mezzi per istruirsi, di aver collaborato in un modo troppo poco critico (anche se involontario) alla morte di quei giovani, che invece appena godevano du qualche istruzione. Si domandò in virtù di quale titolo il marxismo, che si presentava come una scienza, poteva disporre della vitadi quei giovani. Quando poi si recò alla sede del partito poté constatare che i capi non erano affatto preoccupati; anzi, vedevano quell’avvenimento come qualcosa di positivo, un evento che avrebbe contribuito ad alimentare la lotta per la rivoluzione. Questo atteggiamento lo lasciò inorridito e non tornò più alla sede del partito. Decise di studiare seriamente il marxismo per veerificarne il valore scientifico. Egli stesso affermerà in seguito che, come conseguenza di tutto ciò, si convertì in un fallibilista, ossia in una persona cosciente dell’enorme ignoranza dell’essere umano, dellla possibilità che tutte le teorie siano sbagliate, dell’importanza della modestia intelettuale. Iniziò così a vedere con occhio critico l’atteggiamento dei marxisti, che riscontrava a suo parere anche in alcuni psicoanalisti (Popper lavorò per un certo tempo in una clinica di Vienna): si trattava secondo lui di un’attitudine che affermava dogmaticamente una teoria, interpretando arbitrariamente qualsiasi evidenza contraria perché i fatti potessero quadrare con la suddetta teoria.”

 

[17] Cf. ANTISERI D., op. cit., 40.

[18] Citado por ANTISERI D., op. cit., 92.

 

[19] Con acierto asienta sobre el particular ARTIGAS M., op. cit., 2058, el comentario que sigue: “Di contro a un tale atteggiamento, sempre nel 1919, credette di scoprire un’attitudine razionale e autenticamente scientifica quando sentì affermare da Einstein (la cui teoria della relatività stava riscuotendo grandi succesi) che, se si scopriva qualche fatto che contraddiceva una teoria, bisognava allora modificarla. Concluse quindi che l’unico atteggiamento corretto era quello critico, razionale o scientifico, il quale è sempre aperto a contro-esempi e addirittura ne favorisce la ricerca, allo scopo di individuare possibili errori e migliorare le teorie, in opposizione all’atteggiamento dogmatico, che per difendere le teorie si vede costretto a fozare i fatti nonostante l’evidente contraddittorietà di questi rispetto alle teorie stesse.”

 

[20] En palabras de MILLER D. W., “Popper, Karl Raimund”, en AUDI R. (General Editor), The Cambridge Dictionary of Philosophy, Cambridge University Press, Cambridge (United Kingdom) 22001, 722: “In opposition to logical positivism’s verifiability criterion of cognitive significance, Popper proposes that science be characterized by its method: the criterion of demarcation of empirical science from pseudo-science and metaphysics is falsifiability (Logik der Forschung, 1934, translated as The Logic of Scientific Discovery, 1959). According to falsificationism, science grows, and may even approach the truth, not by amassing supporting evidence, but through an unending cycle of problems, tentative solutions –unjustifiable conjectures– and error elimination; i. e. the vigorous testing of deductive consequences and the refutation of conjectures that fail (Conjectures and Refutations, 1963). Since conjectures are not inferences and refutations are not inductive, there is no inductive inference or inductive logic. More generally, criticism is installed as the hallmark of rationality, and the traditional justificationist insistence on proof, conclusive or inconclusive, on confirmation, and on positive argument, is repudiated.” Cf. BEORLEGUI C., Antropología filosófica. Nosotros: urdimbre solidaria y responsable = Filosofía 28, Universidad de Deusto, Bilbao 22004, 77; DATRI E. – CORDOBA G., op. cit., 99; HUISMAN D., op. cit., 92, 402; MOLINA MONTORO A., “Verificabilidad y refutabilidad (falsabilidad)”, en REYES R. (ed.), Terminología Científico-Social. Aproximación crítica, Anthropos, Barcelona 1988, 1023; O’HEAR A., “Popper, Karl”, en HONDERICH T. (ed.), Enciclopedia Oxford de Filosofía, Tecnos, Madrid 2001, 849; PEDRALS J., op. cit., 419; PERONA A. J., op. cit., 690, 691.

 

[21] Cf. BODEI R., La Filosofía del Siglo XX = Ensayo 189, Alianza, Madrid 2001, 94; ECHEVERRIA J., Introducción a la metodología de la ciencia. La filosofía de la ciencia en el siglo XX, Cátedra, Madrid 22003, 92, 93, 94; GEYMONAT L, Historia de la Filosofía y de la Ciencia, Crítica, Barcelona 32006, 693; KUNG H., El principio de todas las cosas. Ciencia y religión, Trotta, Madrid 2007, 41; LADRIERE J., “Ateísmo y Neo-Positivismo”, en GIRARDI G. (ed.), El Ateísmo Contemporáneo II. El Ateísmo en la Filosofía Contemporánea: corrientes y pensadores, Cristiandad, Madrid 1971, 396; MOLINA MONTORO A., op. cit., 1024; O’HEAR A., op. cit., 849.

 

[22] Cf. HUISMAN D., op. cit., 402; URDANOZ T., Historia de la Filosofía VII. Siglo XX: Filosofía de las ciencias, neopositivismo y filosofía analítica, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 21997, 351.

 

[23] Cf. MOLINA MONTORO A., op. cit., 1025-1026.

 

[24] Cf. O’HEAR A., op. cit., 849.

 

[25] Cf. PERONA A. J., op. cit., 690.

 

[26] Cf. PERONA A. J., op. cit., 691.

 

[27] Cf. BODEI R., op. cit., 95; GEYMONAT L., op. cit., 693; REALE G. – ANTISERI D., op. cit., 900.

[28] Cf. HUISMAN D., op. cit., 403; KUNG H., ¿Existe Dios? Respuesta al problema de Dios en nuestro tiempo, 156; OROZCO SILVA L. E., Filosofía. El hombre: qué es, cómo conoce, donde vive, Bogotá 121992, 261.

 

[29] Cf. ECHEVERRIA J., op. cit., 94, 95-96; GONZALEZ ECHEVARRIA A., Crítica de la singularidad cultural = Autores, Textos yTemas ANTROPOLOGIA 38, Anthropos – Universidad Autónoma Metropolitana, Barcelona-México 2003, 45.

 

[30] Cf. MOLINA MONTORO A., op. cit., 1027; PEDRALS J., op. cit., 420.

[31] Cf. HUISMAN D., op. cit., 403; PEDRALS J., op. cit., 420.

[32] Cf. ECHEVERRIA J., op. cit., 98, 99, 100, 106, 107.

[33] Cf. ECHEVERRIA J., op. cit.., 101; KUNG H., op. cit., 155.

[34] Cf. BENGOA RUIZ J., De Heidegger a Habermas. Hermenéutica y fundamentación última en la filosofía contemporánea = Biblioteca Herder Sección de Filoosfía y Teología 195, Herder, Barcelona 1992, 7-8; BEORLEGUI C., op. cit., 92; GRONDIN J., Introducción a Gadamer, Herder, Barcelona 2003, 18, 114, 116, 178; HERNANDEZ-PACHECO J., Corrientes actuales de Filosofía. La Escuela de Francfort. La Filosofía Hermenéutica, Tecnos, Madrid 1996, 210; KUNG H., op. cit., 156; MAGEE B., op. cit., 222; MUÑOZ PALACIOS R., op. cit., 611, 613; RUSS H. G., op. cit., 1738.

 

[35] Cf. ANTISERI D., La Viena de Popper, Unión, Madrid 2001, 89-90; DATRI E.- CORDOBA G., op. cit., 86; REALE G. – ANTISERI D., op. cit., 896-897.

[36] Cf. FERRATER MORA J., op. cit., 2629; HUISMAN D., op. cit., 92, 93, 403; KUNG H., l. cit.; MUÑOZ PALACIOS R., op. cit., 613; PEDRALS J., op. cit., 122; PERONA A. J., op. cit., 691, 693, 694; RUSS H. G., op. cit., 1736; VEGA L., “Popper y la racionalidad científica (Elementos para una discusión)” en GONZALEZ GARCÍA M. (ed.), Filosofía y Cultura, Siglo Veintiuno, Madrid 32002, 550.

 

[37] Cf. KUNG H., l. cit.; PEREZ RANSANZ A. R. – VELASCO GOMEZ A., “Ciencia”, en BACA OLAMENDI L. et al. (eds.), Léxico de la Política, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales – Fondo de Cultura Económica, México 2000, 33; REALE G. – ANTISERI D., op. cit., 895; RUSS H. G., op. cit., 1735, 1737, 1738, 1740; VEGA L., op. cit., 545, 546, 550, 551, 555.

[38] Cf. ANTISERI D., Karl Popper. Protagonista del siglo XX, 143; KUNG H., op. cit., 159; RUSS H. G., op. cit., 1739; RYAN A., “Popper, Karl Raimund”, en MILLER D. et al. (eds.), Enciclopedia del pensamiento político, Alianza, Madrid 1985, 521.

 

[39] Cf. ANTISERI D., op. cit., 11; HUISMAN D., op. cit., 95; PEDRALS J., op. cit., 124; RUSS H. G., op. cit., 1738.

[40] Cf. HAACK S., Evidencia e Investigación. Hacia la reconstrucción en Epistemología, Tecnos, Madrid 1997, 134; HUISMAN D., l. cit.; PEDRALS J., l. cit.; PEUKERT H., Teoría de la Ciencia y Teología Fundamental. Análisis del enfoque y de la naturaleza de la formación de la teoría teológica, Herder, Barcolona 2000, 117,120.

 

[41] Cf. ANTISERI D., op. cit., 12; DATRI E. – CORDOBA G., op. cit., 104; HUISMAN D., l. cit.; PEDRALS J., op. cit., 124-125, PERONA A. J., op. cit., 693; RUSS H. G., l. cit.; STORIG H. J., op. cit., 754.

[42] Cf. RUSS H. G., op. cit., 1740.

[43] Cf. RUSS H. G., op. cit.1738.

[44] Cf. GONZALEZ A., Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación = Textos Escolares 6, UCA, San Salvador 21991, 53.

[45]Cf. HAYEK F. A., The Sensory Order. An Inquiry into the Foundations of Theoretical Psychology, The University of Chicago Press, Chicago 21976, 26.

[46] En relación con el descuido popperiano para manejar con precisión términos que lo ameritaran, merece la pena citar el siguiente comentario de ARTIGAS M., op. cit., 2060: “La complessità aumenta se si tiene presente che Popper non scrisse opere sistematiche. I suoi scritti erano piuttosto di genere occasionale; inoltre il suo pensiero  subì una certa evoluzione non sempre facile da scoprire. Era anche piuttosto restio ad intrattenersi in spiegazioni concettuali, poiché egli pensaba che le discussioni filosofiche si centrassero troppo frequentemente su questioni terminologiche in luogo di affrontare problemi reali. Il suo stile trasparente si sforza sempre di perseguiré la chiarezza, ritornando una e un’altra volta su quanto messo per iscritto, fino ad ottenere la charezza desiderata. Ma dietro a questa chiarezza si scorgono problermi e concetti difficili, che esigono un’analisi più estesa di quella che a volte egli espone.”

  

[47] Cf. HAYEK F. A., Estudios de Filosofía, Política y Economía,  Unión, Madrid 2007, 149-150.

 

[48] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 107, 108; MAGEE B., op. cit., 223; MARDONES J. M., op. cit., 87, 171, 172; PERONA A. J., op. cit., 693, 695; REALE G. – ANTISERI D., op. cit., 890, 901, 902.

 

[49] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 108; MAGEE B., op. cit., 223; MARDONES J. M., op. cit., 172; RUSS H. G., op. cit., 1739.

 

[50] Cf. MAGEE B., l. cit.; RUSS H. G., op. cit., 1738, 1739.

[51] Cf. MAGEE B., l. cit.

[52] Cf. MAGEE B., op. cit., 223-224.

[53] Cf. MAGEE B., op. cit., 222, 224.

[54] Cf. DE LA NUEZ P., op. cit., 108; PERONA A. J., op. cit., 694.

 

[55] Cf. ANTISERI D., op. cit., 80.

[56]  Cf. ANTISERI D., op. cit., 82, 83.

[57] Cf. BEORLEGUI C., op. cit., 93; DATRI E. – CORDOBA G., op. cit., 103; DE LA NUEZ P., op. cit., 118; MARDONES J. M., op. cit., 35, 133.

 

[58] Cf. ANTISERI D., op. cit., 75, 78; GISPERT C., Atlas Universal de Filosofía. Manual didáctico de autores, textos, escuelas y conceptos filosóficos, Océano, Barcelona 2004, 484; MOSTERIN J. – TORRETTI R., Diccionario de Lógica y Filosofía de la Ciencia, Alianza, Madrid 2002, 130.

 

[59] Cf. MOSTERIN J. – TORRETTI R., op. cit., 587.

[60] Cf. ibid., 239; VIDAL M., Diccionario de ética teológica, Verbo Divino, Estella (Navarra) 1991, 89.

 

[61] Cf. BENZ A., El futuro del Universo. ¿Casualidad, Caos, Dios? Herder, Barcelona 2003, 202, 208, 213, 214, 215, 216; MOSTERIN J.- TORRETTI R., op. cit., 308, 387.

 

[62] Cf. MOSTERIN J. – TORRETTI R., op. cit., 138.

[63] Cf. CHARLESWORTH M. J., “Ateísmo y Filosofía Analítica”, en GIRARDI G. (ed.), El Ateísmo Contemporáneo II. El Ateísmo en la filosofía contemporánea: corrientes y pensadores, Cristiandad 1971, 439; MOLINA MONTORO A., op. cit., 1024.

 

Publicado en ,