DOS PERSPECTIVAS…

DOS PERSPECTIVAS EN RELACION AL METODO Y LA COMPRENSION:

EL PROBLEMA DE LA INDETERMINANCIA EN W.V. QUINE Y EN H.G. GADAMER [1]

David Martínez-Amador*

 

I

 

He aqui una manera de acercarnos al lenguaje: El lenguaje, o aquella porción de lenguaje que es respetable en términos cognitivos puede ser completamente expresable en términos behavioristas y extensionales. Podemos determinar su estructura objetiva por medio de una matriz bien definida, compuesta de oraciones de primer orden y elementos de lógica cuantificativa; asi como también, elementos técnicos propios para la eliminación de descripciones como el propuesto por B. Russell. El estudio del lenguaje debe, entonces, limitar su campo de cuestionamientos al análisis de discursos ordinarios y la observación de episodios diarios que sean capaces de producir paráfrasis. Ninguna otra cosa más es requerida para los propósitos del discurso científico-matemático. 2

 

Otra manera de acercarnos a la problemática del lenguaje es la siguiente: El lenguaje es una forma de vida, un fenómeno “vital” tan esencial para la supervivencia y desarrollos humanos cómo lo serian el mismo acto de respirar y la nutrición.  El lenguaje es un fenómeno dinámico, que se recrea perpetuamente y siempre se halla en un constante estado de flujo. No es un instrumento que permita reducciones extra-linguísticas o manipulación temática; mucho menos es una entidad que pueda ser lógicamente puro y preciso. Un lenguaje humano en contraposición con un lenguaje artificial contiene un indefinido stock de variables, compuestas éstas, de material no rígido producto de condicionamientos históricos, prácticas sociales Inter.-subjetivas y factores propios del contexto. Todos estos elementos se originan y hacen manifiestas en la evolución del lenguaje.  3

 

El primer enfoque encaja perfectamente con lo propuesto por W.V. Quine, en cuanto a un marco teórico propio de un empirista lógico maduro. La propuesta de Quine favorece el rigor metodológico, exhibe al mismo tiempo una distintiva preferencia por la formulación de criterios transparentes y claramente definidos (formales, extensionales, observacionales) y rechaza toda aquella propuesta que se aleje de estas restricciones epistemológicas. Esta demarcación nos permite construir la estructura básica de “la realidad” y poder distinguir ante todo, entre el sentido y el sin-sentido. Ontológicamente, nada más importa. Las porciones del discurso humano que puedan resistir una paráfrasis  “canónica” y “testeos empíricos” son incompletas  y no dan lugar a una inteligibilidad epistémica o filosófica. 4

 

El enfoque Gadameriano de una finalidad fluida en torno a un porvenir lingüístico  (siendo este nuestro segundo enfoque) es una propuesta crítica en cuanto a la glorificación de las identidades de condicionamiento mecánico así, como, de propuestas que diseñan el discurso humano y el lenguaje natural.  En la búsqueda de un procedimiento efectivo o  “algoritmos privilegiados” que sean capaces de registrar verdades en cuanto al mundo exterior, proyectos científicos similares al de Quine (y de muchos otros) deliberadamente se han alejado de los contenidos históricos, lingüísticos, aspectos comunales del discurso y vivencias diarias. Siendo esto así, niegan reconocer su carácter de simples formas de discurso. Más aún, hierran deliberadamente al no reconocer que sus proposiciones formales se originan en el contexto de la cotidianidad de la vida humana y del discurso ordinario, siendo éste un marco donde una manera de describir el mundo puede reclamar la misma validez que cualquier otra. Este tipo de cosmovisión impide el continuo proceso de compresión hermenéutica que conecta las ciencias naturales y humanas con la totalidad de las experiencias vividas, así como, de la posibilidad de construir pasajes interpretativos entre nuestras experiencias presentes y el pasado; es decir, entre lo familiar y lo que nos es ajeno. 5

 

Estas dos aproximaciones a las cuestiones lingüísticas son claramente incompatibles, en sustancia y forma. Esta incompatibilidad es meramente un reflejo de dos íconos filosóficos que se constituyen, a la vez, en dos grandes nombres de la filosofía moderna del siglo XX que representan la dicotomía institucional entre lo analíticos versus lo continental, lo formal contra lo hermenéutico, lo científico frente a lo histórico. Y aún así, detrás de este tradicional dualismo de nuestras prácticas intelectuales, en el quehacer de la filosofía contemporánea, se revela un análisis mucho más profundo en cuanto a las contribuciones propias de Quine y Gadamer al estudio del significado,  el método y la mente: Encontramos una interesante similaridad concerniente a su puntos de vista en torno al status ontológico y metodológico de la traducción. De hecho, más  allá del valor heurístico de ser íconos del pensamiento con diferencias textuales, ambos, Quine y Gadamer, alcanzan similares conclusiones en relación al aspecto del significado y la idea corolaria de la traducción para concluir conjuntamente en cuanto que tanto traducción y significancia, encuerpan una indeterminancia sistemática.   

 

            Esta comparación no es sólo de interés histórico. Presenta una importante lección en torno a los límites y limitaciones acuerpadas en éstas dos aproximaciones sobre el fenómeno del lenguaje.  Considérese el contraste retórico en las conclusiones derivadas en torno a la existencia de una indeterminancia de carácter putativo en los sistemas de lenguaje humano. Para Quine, “comprensión y traducción” son conceptos intelectualmente inferiores pues se encuentran ambos, irremediablemente dañados por la indeterminación, y por ende, desposeídos de cualquier significancia científica. Gadamer, por el otro lado, considera que tanto “comprensión como la traducción” se hallan “enriquecidos”, “embellecidos” y “cultivados” por la indeterminación y, desde el punto de vista hermenéutico, son libres de condicionamientos específicos.

 

¿Que compone esta drástica y dramática diferencia en actitudes respecto de la tesis referente a la indeterminación?  La respuesta,  he de argumentar,  se halla encapsulada de la siguiente manera: La molestia de Quine y su consecuente repudio ontológico de posibles significados lingüísticos es una clara manifestación de residuos de behaviorismo selectivo, producto de su herencia científica a pesar de, -dicho sea de paso- su criticismo al Círculo de Viena.  Por el otro lado, la argumentación de Gadamer se liga directamente a una visión general de un lenguaje natural e infinito fundamentado en un constante proceso de expansión. 6. Esta es una realidad completamente dispar con la visión en cuanto a que el lenguaje pueda ser descrito por medio de un meta-lenguaje neutral.  Siendo esto así, los esfuerzos de Gadamer se concentran esencialmente en un intento por “desmitologizar” el estudio del lenguaje y, al mismo tiempo, en un intento por probar que las funciones indeterminadas no son más que una condición ontológica irreductible para la comprensión hermenéutica de interpretar los textos que el lector encuentra.  En lo que a esto respecta, solo puedo ofrecer un breve esquema de lo que pretendo afirmar en torno a los aspectos que conllevan a estos dos autores a derivar conclusiones idénticas. A manera de cierre,  consideraré de manera breve lo que creo es la importancia filosófica del contraste generado en las perspectivas de Quine y Gadamer.  Sin embargo, y antes de, coloquemos el presente debate en un plano más amplio.

 

II

 

Objetividad y neutralidad en torno a la noción del pre-juicio. Para Gadamer tal noción constituye una total aberración.  La tarea de comprender un texto se hace posible en primera instancia, por las pre-suposiciones y valores históricos incrustados en la  “comunidad de intérpretes.“ Lo que permite que se genere una red de creencias no es más que “las experiencias vividas” (utilizando una metáfora de Quine) y esto sugiere que al momento de referirse a un texto en particular, el interprete no hace más que proyectar sus  ¨vivencias¨ sobre lo que texto presenta. De lo contrario, la aproximación nos resultaría completamente “ ajena”. Gadamer explica claramente que la figura del pre-juicio no distorsiona para nada la categoria de verdad sino que por el contrario :

 

… the historicity of our existence entails that prejudices…constitute the

 initial directedness of our ability to experience. Prejudices are biases of

 of our openness to the world. They are… conditions whereby we experience

 something—whereby what we encounter says something to us.7

 

Este interesante pasaje tiene un fuerte carácter kantiano: El pre-juicio es el elemento que hace posible la comprensión hermenéutica,  y consecuentemente, define el terreno donde la fusión de horizontes presentes y pasados toma lugar. El significado, entonces, envuelve una noción implícita de pre-juicio. Consecuentemente no puede existir un “stock” determinado de significantes formulados de manera aislada en una cotidianidad  de vida pre-teórica en concordancia con un punto de referencia pre-concebido y a-histórico. Para Quine, las bases culturales y conceptuales son precisamente lo que posibilita la existencia de significados dados (y la traducción) de manera científica aceptable. Gadamer, en cuanto a esto último estaría de acuerdo. Pero Quine afirmaría sin embargo, que esto es precisamente lo que deberían lamentar los partidarios del significado o la comprensión: Sin identidad no hay entidad. Y dado que una clase aceptable de condiciones de identidad puede ser solamente provisto por métodos completamente libres de un pre-juicio y contexto de relatividad; entonces, el postulado de la significación es un caso de alucinación. El pre-juicio hace la significación imposible.

 

El esquema presentado ilustra mi argumentación general: Nos encontramos con dos conclusiones en cuanto a la naturaleza del significado (que de manera muy abrupta conllevan nociones de prejuicio y consecuentemente una indeterminación ineludible) que son cualitativamente idénticas pero aun así, opuestas en dos líneas básicas. Debo de sugerir de manera tentativa que, la posición de Quine, se vería ampliamente enriquecida con la aceptación de la propuesta Gadameriana en cuanto al carácter fundamentalmente lingüístico de las experiencias de vida.  Expliquemos entonces, la hostilidad de Quine en cuanto a la noción de significación de una manera un tanto más detallada.

 

III

 

 

Para Quine, el problema fundamental de la significación así como lo relacionado a las nociones de analicidad, sinonimia, definiciones y “el ser “ es una problemática esencialmente que se reduce a formular una identidad de condiciones coherentes y de carácter científico en cuanto a la categoría del “llegar a tener sentido”. De una manera más detallada, el mencionado problema requiere que sean provistas una serie de condiciones únicas que nos permitan realizar operaciones mecánicas en un cuerpo de texto y llegar a determinar así cuando dos palabras – w y w –  poseen una equivalencia intencional o un sentido de definición. Lo ideal seria poseer un aparato de leguaje extensional dado el problema de la formalidad objetiva, pero desafortunadamente, un aparato de lenguaje extensional puede asegurar una igualdad del sentido de verdad pero no puede garantizar una igualdad de significados. Entonces, el acuerdo entre dos formas predicativas no es una condición suficiente para satisfacer las exigencias de intencionalidad que aquí hemos mencionado.

 

El tan familiar ejemplo de “Hesperus is Phosphours” muestra claramente como dos estructuras  verbales pueden coincidir en términos extensionales pero diferir en aspectos de significación. Sin embargo, éste no es el caso con la formalidad idéntica de: “A brother is a male sibling” puesto que esta oración envuelve dos estructuras que son supuestamente similares en cuanto significado. El acuerdo extensional fracasa en garantizar similitud de significancia. De manera similar, un criterio formal (como el propuesto por Frege para reducir oraciones analíticas o verdades lógicas a través de la substitución de sinónimos) se reduce a un argumento circular que implica instancias ilícitas en nociones intencionales no claras de sinonimia y modalidades de adverbio de “ carácter “ necesario.

 

Pero, ¿Que en cuanto a un índice compuesto de patrones explícitos de comportamiento? ¿Podemos derivar algún sentido en cuanto a la propuesta de “similitud de significancia”  en términos de una estructura de estímulo-respuesta? El enfoque ciertamente llenaría las demandas del escrúpulo científico de Quine, y, además,  se enmarcaría perfectamente en su visión relacionada al lenguaje e individuos en cuanto que sujetos de un bombardeo de estímulos verbales y no verbales que condicionan nuestra capacidad discursiva. Quine, sin embargo sostendría que una explicación “behaviorista” de la intencionalidad y la significación es, por un lado, o  insatisfactoria, o por el otro, imposible de construir.  De tal suerte que que no hay tal cosa como un método que pueda decidir objetivamente cuando dos palabras –w y w – concuerdan en significado. 8  De hecho es en base a lo anterior por lo cual afirma la existencia de una irreductibilidad en cuanto a la indeterminancia del significado:

“Language is a social art.  In acquiring it we have to depend entirely on inter-subjectively available cues as to what to say and when. Hence there is no justification for collating linguistic meanings, unless in terms of men’s dispositions to respond overtly to socially observable stimulations.

 

A efecto de reconocer esta limitante el proceso de la traducción se encuentra envuelto en una profunda indeterminancia.9 La cita anterior enfatiza el punto crucial en la argumentación: Un criterio behaviorista es el único parámetro que según Quine el lingüista es capaz de construir.  Mas aún, la inexistencia de una explicación satisfactoria en términos de la justificación constituye la muerte de la significación. De tal suerte que, la noción de significancia es un caso de hipostatización, una especie de “mentalismo pernicioso” completamente aberrante desde todo punto de vista científico. El caso, equivaldría a recurrir a nociones de “ brujería” para explicar fenómenos físicos de carácter confuso. 10

 

Quine niega que exista tal cosa como “un significado lingúístico de carácter neutral”, y más aún, que exista un vocabulario de carácter supra-general en el cual se puedan trasladar cuerpos de oraciones y a la vez, determinar si existe una identidad semántica. De manera similar, la noción de un método que explique la noción pre-analítica del significado como entidades análogas a las proposiciones de Fregue (inherentes a la mente del interlocutor) es una noción que completamente carece de justificación. La limitación que Quine desea mostrar se refiere a que, si intentamos derivar un sentido científico de la semántica vernácula, (tanto en el sentido de Brentano como de Anscombe) debemos postular las relaciones de traducción de manera objetiva, y al mismo tiempo, de manera behaviorista, aunque indeterminada en cuanto a las disposiciones discursivas  reconstruidas en una comunidad dada. 11 Este postulado presupone que el lingüista puede en principio, construir una traducción acertada (o lo que Quine denomina hipótesis analíticas) con entradas de significado tan únicas para la serie de oraciones que constituyen el lenguaje de una comunidad, y que, dicho sea de paso, son completamente disparatadas y desiguales. Pero éste optimismo analítico que supone la posibilidad de uniformidad psicológica en la constitución mental de los seres humanos es un plano sin fundamento. La única evidencia para el linguista es de tipo conductual, presumiblemente, representada en la forma de inferencias inductivas en cuanto a las disposiciones verbales capaces de responder a estímulos verbales; y, las cuales, son construidas a través de la observación. 12

 

La pregunta obvia es, entonces, ¿Porque esta realidad produce una pesadilla empírica para el lingüista? Quine respondería que la base de evidencia conductual es insuficiente: No existe una única manera adecuada de realizar una traducción. Este aspecto es profundo. Postula que las simples y ordinarias estructuras de palabras y redes de oraciones pueden ser traducidas e interpretadas en una y mil diversas maneras. Incluso, sistemas analíticos rivales pueden corresponder perfectamente con la totalidad de disposiciones discursivas y, a pesar de todo, derivar en traducciones inconsistentes y mutuamente excluyentes.  De hecho, pueden ser tan fuertemente inconsistentes que sean capaces de excluirse mutuamente. 13

 

Supongamos que hemos tomado cualquier manual de traducción e intentamos interpretar el lenguaje de una comunidad determinada de interlocutores. Cualquiera de los manuales seleccionados puede, sobre las bases de la evidencia disponible, proponer esquemas con composiciones sintácticas divergentes e incompatibles.

 

Ahora bien, los manuales de traducción difieren debido a que, de muchas maneras, las posibles propuestas de un diccionario pueden diferir. Consideremos el ejemplo que el mismo Quine menciona en cuanto a la discursión del término gavagai. Este término nativo figura prominentemente en el discurso de  hasta ahora comunidades vírgenes.  Más aún, la palabra es utilizada afirmativamente en cada caso que se halla presente un animal al cual normalmente denominaríamos conejo. El lingüista debe entonces, establecer una fuerte evidencia de unión entre la estimulación no – verbal (la presencia del animal) y un episodio de carácter verbal (la utilización del termino “gavagai”). Para nuestro conocimiento ordinario la traducción más natural del término gavagai será conejo en la medida en que, según los casos observados, los nativos se refieran de esta manera hacia la entidad que denominamos “conejo”.  Desafortunadamente, esta es una situación de estímulo verbal donde la expresión gavagai puede traducirse de diversas maneras: “conejo”, “fusión de conejo”, “estado de conejo”, “parte de conejo” y demás. El problema central, como apunta Quine, es que el término “conejo” es un término de referencia dividida como la mayoría de términos que se refieren a cuestiones de índole natural. Y no podemos individualizar la traducción correcta sobre simples bases de ostentación, sin importar, incluso, que tan persistente sea el acto de referencia visual. Todas las posibilidades anteriores son “equivalentes en términos behavioristas”, y dado que la única evidencia posible para que el lingüista pueda construir la “entrada idiomática” mas acorde es de tipo behaviorista , no existe un procedimiento objetivo que pueda ayudarnos a encontrar las expresiones más apropiadas. Desde un punto de vista behaviorista tal opción carece de cualquier esperanza.

 

Ahora bien, este caso no es la excepción de la regla. Quine directamente apunta a que posibles esquemas de traducción conlleven en si mismas conexiones sintácticas. La forma de traducción más simple que encontramos de la palabra nativa a la que nos hemos referido corresponde a la categoría verbal de “conejo”. Sin embargo, no sucede lo mismo en cuanto términos un tanto más complejos como “estadio de conejo” puesto que, esta estructura verbal posee una cópula un tanto mas compleja que podría incluso llegar a significar “estadios del mismo animal”; o si la expresión fuese “ parte no tocada del conejo” la traducción correspondiente al conectivo apropiado sería “ es parte del mismo animal”. En concordancia, nuestras elecciones dictan la forma sintáctica de otras oraciones y por deducción lógica, la de futuras oraciones. Siendo esto así, en principio, podemos construir dos estructuras gramaticales que son completamente consistentes en cuanto con la evidencia behaviorista y aun así, opuestamente diferentes en la lógica. Si esta consideración se mantiene para el término tan común como “conejo” es prácticamente posible que la consideración se mantenga para estructuras más complejas.  Entonces, en principio, pueden construirse dos traducciones que son completamente consistentes con la evidencia behavioral disponible y, al mismo tiempo, diferir en cuanto a su estructura lógica más básica. Las condiciones de verdad, entonces, pueden ser mutuamente incompatibles para cualquier oración del lenguaje que se pretenda traducir.

 

Aunque la tesis de Quine es puesta cómo una categoría de aserción me permito proponerla en la categoría de condicional: Si la evidencia que guía nuestras elecciones al seleccionar un posible manual de traducción responde a criterios estrictamente behaviorales, entonces, estamos sujetos a una indeterminación del proceso de traducción. Pero, ¿Por que estamos sujetos y limitados a la evidencia conductual? No puede negarse que, el lingüista, puede apelar a principios razonables de traducción cómo por ejemplo que un determinado objeto físico pueda tener una corta definición con respecto a su referente. Y seguramente, nuestros niveles de racionalidad incluyen este principio como una ayuda simple y explicatoria al traducir episodios verbales que se refieren a las ya referidas expresiones nativas.  En efecto, este principio de homogeneidad sugiere que pudiésemos comprender la expresión “gavagai” de dos maneras distintas:

 

1) El nativo cree ver un conejo; el nativo quiere comer el conejo; entonces, ingresa a la escena.

En lugar de 

2) El nativo cree que ve un (…). El nativo quiere (…), así que, el entra a la escena. 

 

El caso a explicar es que, en esta situación, la opción (2) puede ser reemplazada por cualquier excéntrica expresión behaviorista que sea equivalente. Y esto se debe a que, desde nuestra perspectiva, el término equivalente en la opción (1) es simple, natural, mientras que el término en el caso (2) es molestamente dispar.14 Sin  embargo, de acuerdo a Quine, esta máxima utilizada constituye una imposición de nuestra parte en torno a la resolución de aspectos behavioristas indeterminados. Esta situación se deriva de nuestro propio contexto-relativo en cuanto a los principios de explicación y es, al mismo tiempo una acción arbitraria. La decisión para escribir una entrada o palabra determinada como en el caso (1) se enmarca en nuestro esquema conceptual más básico de un “hacer o debiese” donde las reglas que nos permiten elegir opciones correctas tienden a convertirse en una imposición conceptual. Y este es, dicho sea de paso, el esquema conceptual y las prácticas lingüísticas que pertenecen al parlante de un idioma particular. 15

 

La tesis general en la línea de Quine seria entonces la siguiente: No existe un criterio objetivo que nos permita aplicar procesos algorítmicos para determinar cual seria la traducción correcta entre los lenguajes L y L. La traducción es, entonces, una noción intencional, funcional, conductivamente incrustable y por ende, carente de toda sustancia teórica. Ningún sentido científico puede aquí derivarse. 

 

 

 

IV

 

Resulta interesante notar que los vicios que Quine condena son las virtudes que Gadamer celebra. De manera general, Gadamer piensa que la regimentación general y formal del lenguaje es una petrificación de la constitución lingüística de nuestras prácticas diarias, relaciones intersubjetivas y conexiones lógicas con el mundo. 

La voz popular que se refiere a la forma lógica y natural del lenguaje es juzgada cómo auto-contradictoria desde la perspectiva hermenéutica de Gadamer. El lenguaje se encuentra en un constante estado de modificación y recreación. Es entonces una locura buscar la fabricación de un vocabulario maestro en el cual todos los juegos de palabras completados por un condicionamiento histórico y limitados temporalmente a una comunidad determinada pueden ser traducidos con precisión para rendirse neutralmente a todas las partes involucradas en el proceso de conversación.  Nuestra tarea interpretativa no consiste en la reconstrucción de un vocabulario privilegiado que une a los interlocutores en un “terreno común” donde el esfuerzo por comprender puede llevarse a cabo con precisión temática. El reto es, precisamente, construir la unión entre sujeto y objeto; pero mientras Gadamer considera al lenguaje como el medio que une el pasado y al presente, lo familiar y lo extranjero; esto no significa que sea posible delimitar el rango de definiciones posibles en un específico menú de opciones. Esta es precisamente, nuestra condición humana, y significa un predicamento incurable. (Tal y como lo es para el lingüista desde la perspectiva de Quine).

 

De hecho, el lenguaje y la interacción lingüística con el mundo externo se hallan en una relación de contextos unidos donde quedan fuera los pre-juicios y además, poseen un multiforme trasfondo de suposiciones teóricas que constantemente se auto manifiestan en la constitución del discurso público, y ante todo, en la relación de Yo y el Tu.16. Para Gadamer, nuestros hábitos diarios lingüísticos y nuestras inter-subjetivas conversaciones sugieren que la esperanza de comprensión se encuentra ligada a nuestra presente situación de diálogo, estrechamente ligados a los elementos que conforman nuestra constitución en el proceso de conversación además de, las tradiciones que moldean nuestra cultura y que heredamos de la historia. En esta interacción dual entre el pasado y el presente nuestras consideraciones pre-analíticas forman un ingrediente esencial para cualquier esfuerzo interpretativo y la posibilidad de establecer comprensión de textos y episodios desconocidos.  Aún más, así cómo el lenguaje da cabida a estos pre-juicios pre-teóricos, también así encuerpa la tradición histórica del texto al que nos referimos.

 

En palabras de Gadamer:

 

What is said in language constitutes the common world in which we live and to which belongs; also the whole great chain of tradition reaching us from the literature of foreign languages, is that into which we are take up when we hear it what is said. 17

 

“Aquello que se dice” puede ser congelado al elaborar un índice de los episodios del discurso humano en situaciones temporales pre-arregladas. Al hacerlo, nos alejamos de poder encontrar toda una red de significados. Dada nuestra naturaleza de criaturas envueltas constantemente en el diálogo jamás podremos ponerle un alto al contenido del lenguaje y la conversación. Lenguaje es sinónimo de limitación, no tiene pre-arreglos y no tiene una finitud especificada. La relación entre el sujeto interpretativo y la heremenéutica de un episodio dado en la forma discursiva es dependiente de una naturaleza de mutua expansión. En cuanto a la búsqueda de un indefinido número de preguntas y respuestas en cuanto a como una pieza discursiva debe ser interpretada, se refleja que es siempre posible formular nuevas conjeturas en torno a lo que un texto intenta decirnos.

 

El esfuerzo, entonces, por encontrar la “correcta descripción” que de manera más ajustada refleje el significado de un contenido de texto, episodio o porción de mundo, es virtualmente, imposible en cuanto a su planeación. Entonces, la falta de una indeterminancia es lo que hace el esfuerzo interpretativo posible. Al trascender la búsqueda de la rigurosidad metodológica y al colocar el lenguaje en una íntima conexión con las experiencias diarias de la cotidianidad Gadamer afirma que, la continuidad de los textos así como las investigaciones interpretativas que podamos realizar son de un número indefinido. 

Nuestra ligada cercanía con el presente y con los pre-juicios de nuestro contexto vinculan virtualmente la imposibilidad ( y la pobreza del intento) de manufacturar un meta-lenguaje libre donde puedan existir iluminados agentes que provean veredictos infalibles en cuanto al significado de las palabras, oraciones, piezas de discurso y textos en general.  Esto sería entonces, a lo sumo, un sistema artificial y cerrado incapaz de retener la naturaleza propia del lenguaje humano. 18

 

El rol fundamental que la noción del pre-juicio juega en nuestras actividades teóricas así, como, en el proyecto de construir una vía de comprensión entre lo “familiar y lo extraño” y los elementos de comprensión ajenos que resisten la asimilación en nuestra forma discursiva  sugiere dos conclusiones. Primero, que no puede existir un determinado juego objetivo de significados, – ya sea de palabras, oraciones o lenguajes – ; y segundo, que la construcción de este sistema objetivo que pudiera delimitar la forma y contenido del lenguaje humano constituye una ingenua ilusión estrechamente similar a los problemas que enfrenta el lingüista según la postura de Quine. Cualquier elemento lingüístico es en última instancia, el producto de experiencias vividas y el condicionamiento de varias tradiciones históricas.

 

Podemos hacer familiar aquello que nos es ajeno, pero no es posible derivar sólo así en una interpretación correcta. Esto debido a que los factores históricos-culturales que moldean el significado del discurso y el texto conllevan innumerables posibilidades en cuanto a como pueden interpretarse el sentido de lo “local” y lo “ajeno”.  Ambas instancias tienen intrínsecamente infinitas formas de comunicarse. Esta consideración precisamente lleva a Gadamer a su maravillosa tesis con respecto a que cada elemento lingüístico en cualquier lenguaje natural encierra un “circulo de lo inexpresado.“ La rica tradición histórica que forma y moldea nuestro presente echa mano de palabras y expresiones que, en definitiva, conllevan un significado oculto. La relación es de tipo elíptico en cuanto a la infinidad de conjunciones proposicionales que no pueden ser especificadas en número y además, poseen una continuidad de elementos históricos y culturales responsables por su presente uso y status.  A la luz de lo anteriormente expuesto, es imposible pensar que una traducción perfectamente exacta de cualquier expresión dada pueda consumarse.  19

 

Esto sin embargo, -debe aclararse- no implica afirmar que sea imposible realizar cualquier esfuerzo de traducción. Implica, eso si,  que no es posible llevar a cabo una traducción de las consideraciones contextuales. Así cómo con la noción del pre-juicio, Gadamer es capaz en este caso de derivar una posible conclusión pesimista de una manera muy positiva. La actividad hermenéutica consiste en la traducción de lo “ ajeno y extraño” a un contexto lingüístico donde pueda ser comprendido y apreciado usando las pre-concepciones culturales y conceptos que gobiernan la vida y contexto situacional del interprete.  Más aún, la labor de traducción es la arena donde “aquello que nos es ajeno” y  “aquello que nos es propio” se funden en una nueva estructura proveyendo al texto de un nueva validez.20 Y esto, es posible dado el vasto embragaje de significados ocultos que cada expresión posee. Consecuentemente, es imposible  eliminar la ambigüedad de las expresiones lingüísticas o reducirlas a una estructura lingüística canónica sin deshacer la significación completa que cada término conlleva. A este respecto, Gadamer es irónicamente similar a Quine. Acepta que probablemente a través de una estructura apropiada de restricciones -que asemeje fuertemente la propuesta de Leibnitz- seria posible llevar a cabo el que dos elementos predicativos pudiesen ser intercambiados en una misma estructura gramatical sin perder sus valores de verdad y significación. Sin embargo, niega que este principio semántico tenga aplicación sistemática al discurso humano donde por lo general, el contexto determina el significado de la expresión y consecuentemente se genera mayor ambigüedad.  Visto de esta manera, la noción de similitud de significaciones se opone tercamente a un análisis preciso. (Recuérdese aquí la constante negativa de Quine en cuanto a la noción de inter-subjetividad). Incluso, dos expresiones de prueba pueden conllevar diferentes significados dependiendo del contexto donde sean utilizados. La contraparte de la expresión germana que se refiere al término “ lágrima” puede significar de manera distinta ya sea que se utilice en contextos ordinarios o en contextos poéticos. Si no es posible, entonces, sustituir legítimamente las expresiones sin sacrificar la significación, la tesis de la significación semántica se derrumba cuando consideramos series de oraciones y cuerpos de oraciones. La esperanza de construir una réplica o copias exactas prácticamente no existe, y es inocentemente optimista puesto que, aquello que “ se dice” en este complejo contexto tiene un dominio inexausitible.

 

Esta noción en cuanto a que una expresión lingüística conlleva en si misma un rango amplio de posibles significados, escondidos en el contexto de la historicidad gramatical, fija su curso perfectamente con la contención Gadameriana en cuanto a que el lenguaje se encuentra en un constante proceso de crecimiento. Mas aún, le hace justicia a la virtual proposición axiomática en cuanto a que la traducción de dos lenguajes distintos requiere cambios; sin embargo, es difícil delinear la naturaleza de este requerido cambio. Según Gadamer, traducir un cuerpo de discurso por otro no es un manifiesto “despertar” del origen del texto sino una recreación que es guiada por un esfuerzo interpretativo por entender aquello que es propuesto.  Por eso afirma Gadamer:

 

No one can doubt that we are dealing here with interpretation, and not simply with reproduction. A new light falls on the text from the other language and for the reader of it. The requirement that a translation should be faithful cannot remove the fundamental gulf between the two languages. 21

 

No importa que fieles puedan ser nuestras intenciones, existirán decisiones no deseadas que se llevarán a cabo en cuanto a la elección de las distintas opciones de traducción. Esto requiere un esfuerzo interpretativo y la necesidad de descifrar lo que la investigación hermenéutica considere importante. Siendo esto así, el problema por caracterizar afirmaciones pasadas en formas gramaticales actuales no es una problemática que simplemente busque una determinada traducción que excluya las otras posibles, sino; que rescate el significado de un texto en cuanto a su entorno  histórico y socio cultural.

 

V

 

La formulación más general en cuanto a esta tesis puede ser descrita de la manera siguiente:

 

(I)   No existe un vocabulario especial, ni un procedimiento efectivo, tampoco un número de condiciones específicas que puedan ayudarnos a traducir con determinancia neutra y objetiva un cuerpo de discurso por otro.

 

La restricción propuesta por Quine en cuanto a la evidencia conductual a la que el lingüista tiene acceso le permite establecer la tesis en cuanto a la posibilidad de construir un indefinida cantidad de manuales para el lenguaje de una comunidad extraña que por un lado, pueden ser consistentes en cuanto al comportamiento lingüístico de sus miembros, pero por el otro, incompatible entre ellos mismos.  No importa que tanto sean observados los hábitos lingüísticos de una comunidad determinada, es imposible definir un camino objetivo que derive en la traducción correcta. Y no muy lejos de esta realidad, esta el reconocer que las mismas limitaciones se aplican igualmente a lenguajes familiares o conocidos. La indeterminancia se mantiene aún en nuestra lengua madre puesto que, siempre habrá equivalencias conductuales pero a la vez, maneras incompatibles de describir lo que el “otro” expresa.22 Claramente, este es un argumento informal que puede ser formalmente generalizado por la tesis expuesta en el punto numero (I).

 

Entonces, podemos afirmar que Gadamer y Quine entonces, estrechan las manos en este particular respecto. Pero aun así, existe un sentimiento en cuanto a que las consideraciones de Quine calumnian el proyecto Gadameriano. La falta de rigor y precisión implícita en la noción de significación y traducción es, para Quine, equivalente a la proposición que afirma que un par de conceptos son una aberración científica o un espécimen de postulaciones míticas. Pero la inhabilidad para crear un sentido científico de estas nociones es una inhabilidad que también es compartida por las Geisteswissenschaften  (o Ciencias del Espíritu en la terminología original de W. Dilthey): Ninguna cantidad dada de marcos de referencia teóricos y observacionales nos pueden permitir entender el significado exacto y perfecto de lo que nuestro interlocutor pretende decir; incluso, aunque pensemos que sea posible predecir y describir la totalidad de episodios discursivos. Esto es parte del holismo al que Quine se adhiere. Oraciones simples tomadas separadamente de su rol en un esquema conceptual interconectado y complejo carecen de significado y un contenido indeterminado: Pueden significar una multitud de cosas. La unidad actual de significado empírico es el todo de la ciencia, unido a sus proposiciones constitutivas y modelos explicativos. 23

 

Desde el horizonte de Quine, Gadamer se encuentra envuelto en una empresa que lidia con nociones conductuales inescrutables alejadas de toda verdad funcional.  Ligarnos a realidades por significación y atribuciones de creencias individuales es todo un proceso que no envuelve verdad alguna, puesto que, todo esto se encuentra fuera de las preferencias extensionalistas y científicas del paradigma descrito. Esto es precisamente lo que hace a las Geisteswisenchaten cuestión de risa para el naturalista: Desde un punto panficisista no hay esperanza alguna de claridad.

 

Richard Rorty ha correctamente objetado la proposición de Quine, afirmando que esta postura involucra una clara contradicción epistémica. La perspectiva holística marca aún la gran diferencia entre la ciencias naturales y las denominadas hoy ciencias sociales puesto que, existe un deseo de proveer un claro y preciso parafraseo de la estructura última de la realidad, reduciéndolo todo a un simple lenguaje canónico. Esta diferencia, para Rorty, es sencillamente anti-estética.24 Y aunque Gadamer no iría tan lejos para evaluar la distinción como un simple producto del gusto, se opondría a todas luces a un proyecto como el de Quine puesto que implica un preferencialismo y manipuleo de la ciencia como el único vocabulario legítimo. Quine sostiene aquí una postura diferente debido a su favoritismo por el panficisismo dado que de acuerdo a la visión Gadameriana que Rorty provee, aún no se ha superado los escollos epistémicos; además de aún preocuparse en divisar  un método que privilegie la verdad objetiva.

 

La teoría de la physis propuesta por Quine es el último criterio a través del cual determinamos aquello que es verdad. Este argumento se presenta como el parámetro para afirmar que no hay tal cosa como “ una filosofía primera” y  para declarar que no hay matriz alguna que pueda juzgar el quehacer científico desde un contexto a-histórico.

 

Concretamente, esto significa entonces, que aquello que no puede ser ratificado por referencia a paradigmas de testeo científicos no pertenece a la porción de lenguaje que es respetable en términos cognitivos e inteligibles. Aquí,  entonces, colocamos el proceso de traducción. Sin embargo, es irónico a esta altura que Quine se detenga en el punto donde la consistencia holística no se detiene. La perspectiva holística, la unidad empírica de investigación y de significancia congnitiva no se restringe “al todo de la ciencia”.  Esto incluye, precisamente, lo que Gadamer recalca: La totalidad del lenguaje humano y la totalidad de las experiencias vividas. Intentos por operar fuera de esta demarcación niegan su finitud y carácter histórico. De hecho, la argumentación de Quine en favor de una phisis teorética apela a una filosofía primera; que termina trascendiendo mas allá de las experiencias vividas. Lo interesante de todo el caso es que, tenemos ante nosotros un encomendable argumento holístico en contra de los intentos cientificistas provenientes de uno de los mas formidables campeones del holismo  del siglo XX.

 

Nuestra argumentación general ha sido recalcar que la tesis de la indeterminancia en cuanto a la significación juega un papel prominente en la perspectiva filosófica de estos dos íconos de la filosofía contemporánea. Es, de hecho, interesante notar que ambos pensadores derivan en una conclusión idéntica en torno al problema de la indeterminancia; a pesar de, sus diferencias en cuanto a la intencionalidad y al lenguaje. Quine podría contra-argumentar  que el holismo Gadameriano es propensamente teórico. La noción mental que tomamos por sentado en nuestro contexto pre-teórico se ajusta al esquema proto-teórico de la significación y el lenguaje, pero a la vez, resiste la precisión metodológica en cuanto a la intentona holística de construir una serie dadas de creencias. Por lo tanto, no puede considerarse como científicamente respetable en términos de un paradigma de evaluación bien definido y bien establecido. Es, a lo sumo, una forma de phronesis, y no, de noesis en cuanto a todo sentido de significación teorética.

           

Sin embargo, la pregunta es, ¿Quién cae en el argumento circular? Es ésta precisamente, la disputa real  detrás de todo el contraste y comparaciones detrás de las dos perspectivas y enfoques que hemos manejado en cuanto al fenómeno del lenguaje y la significación. Es de hecho, una disputa fundamental, y a la vez, elemental. La ciencia es, sin lugar a dudas, producto de la experiencia humana y envuelve muchas alternativas para describir el mundo en el cual el teórico es solamente una parte del mismo. Sostener que hay implícita una determinancia de carácter objetiva es implicar que existen series dadas de afirmaciones que pueden adecuadamente representar el mundo externo.  Esta es, dicho sea de paso, la forma como pienso que Gadamer entendería la restricción holística de Quine.  Me parece que esto constituye un repudio implícito del principio expresado en nuestra definición (I); esencialmente, a que existen distintas maneras de describir la exterioridad de nuestro entorno. Implica también, afirmar que no existe un vocabulario especial con mayor significación que otros posibles.

 

La propuesta de Quine se encuentra un paso atrás de Gadamer, y dicho sea de paso, debía haber considerado  para determinar sus propios principios holísticos.

 

 

BIBLIOGRAFIA.

 

Quintessence: Basic Readings from the Philosophy of W. V. Quine. Harvard University Press, 2004.

 

Gadamer, "Selbstdarstellung," Gesammelte Werke, 10 vol. (Tübingen: J. C. B. Mohr, 1986-1995), II, p. 497. (Henceforth GW).

 

 *M.A. en Ciencias Sociales y director del Centro Ibn Khaldun en la Universidad Francisco Marroquín.

 



[1] Quisiera agradecer al Padre Giacommo Gianmateo,  Distinguished Professor of Philosophy en la Universidad Estatal de Massachusetts, de quien fui alumno. , sus valiosos comentarios y sugerencias sobre la línea básica de argumentación que se desarrolla es en presente texto.

2 Véase   W.V. Quine en  “Two Dogmas of Empiricism,” en  From a Logical Point of View (Cambridge, 1980), p. 30.

 

3 Véase a Hans George Gadamer, “Man and Language,”  en Philosohica1 Hermeneutics (Berke1y, 1978), pp. 62-63

4  Puede afirmarse de de manera típica, Quine entiende los modismos de locución  como no intelegibles. De manera similar, encuentra una seria problemática en la propuesta de cuantificación a contextos modales.  Véase  “Reference and Moda1ity,” en  From a Logica1 Point of View, pp. 139-160.

5 Gadamer, en  “The Universa1ity of the Hermeneutica1 Prob1em,” en Phi1osophica1 Hermeneutics, pp. 10-11.

 

6 Como lo ha sugerido Calvin Schrag, una manera útil de capturar la diferencia entre las actitudes filosóficas de Quine y Gadamer respecto del concepto de significación se logra al afirmar que el concepto de significado es una forma de vice-lingüístico o virtud lingüística. La misma observación puede aplicarse al concepto de interdeterminancia del lenguaje.

7 “The Universa1ity of the Hermeneutica1 Prob1em,” p. 9.

8 Esta es una reducción del argumento de Quine presentado en contra de la analicidad en las secciones II y III de su obra “Two Dogmas.”

 

9 Véase a W.V. Quine, en  Word and Object (Cambridge, 1960), p. ix.

10  Véase Gi1bert Harman, “Quine on Meaning and Existence I,” Review of Metaphysics 21 (1967), p. 125.

 

11 Word and Object, p. 221.

12 Word and Object, p. 28.

13 Word and Object, pp. 73-74

14 Esta es una adaptación del argumento de Hilary Putnam formulado sobre la tesis de Quine en la obra  Meaning and the Moral Sciences (London, p. 78), p. 40.

15 Este argumento aparece en detalle en Quine, particularmente en su ensayo clásico : “Onto1ogical Relativity,” en Onto1ogica1 Re1ativity and Other Essays (New York, 1969), pp. 26-69.

 

16 Véase “Man and Language,” p. 66

17 Véase “Man and Language,” p. 65

18 Véase  “Man and Language,” p. 65

19 Esto en referencia a la linea de argumentación presentada en “Aesthetics and Hermeneutics,” in Philosophical Hermeneutics, pp. 96-97.

 

20 Véase “Semantics and Hermeneutics,” p. 94.

21 En referencia a  Gadamer en  Truth and Method (New York, 1984), pp. 347-348.

22 Esto es  otro intento mayor de apelar a la relatividad ontológica.

23 Esta es precisamente la tesis fundamental the la última sección de la obra “Two Dogmas.” .  

24 Véase a Richard Rorty, en Philosophy and the Mirror of Nature (Princeton, 1979), p. 201.

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