Palabras clave: Ironía, Subjetividad, Negación/Negatividad, Sócrates, Dialéctica, Existencia, Verdad
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Introducción
“Om Begrebet Ironi reed stadigt Hensyn til Sócrates” o “Sobre el Concepto de Ironía en constante referencia a Sócrates” es un escrito que ha sido descuidado por estudiosos y académicos de la obra del filósofo danés. En sentido estricto, SCI., fue la primera gran obra importante en la que se establece un tema central de interés. En este trabajo el joven Kierkegaard estudió la ironía en Sócrates para luego compararla con la ironía romántica y finalmente esbozar su propia definición.
Los primeros diarios de Kierkegaard revelan que antes del momento en que escribiera Sobre el Concepto de Ironía ya estaba ocupado con una serie de propuestas que buscaban desarrollar la ironía. En sus diarios titulados “BB” y “DD” escritos en 1837, revelan que leyó obras de autores que desarrollan una comprensión filosófica sobre la ironía romántica.[1] Además, como ha sido posible establecer en el capítulo anterior, sus fragmentos y escritos de juventud respondían a una discusión más amplia sobre las implicaciones del movimiento irónico alemán en que los principales intelectuales daneses de la talla de Møller, Sibbern y principalmente Heiberg exigen un equilibro dialéctico entre la ironía y la presencia de estado de ánimo criticando, por un lado, el distanciamiento e indiferencia que el sujeto romántico despliega desde la ironía pura y, por el otro, estableciendo que por medio de un tipo de ironía que, desde su control y dominio, permite generar una intuición y disposición para una genuina comprensión de la existencia y definición del mundo y la vida.[2] Así, Heiberg y su debate sobre la ironía encuentran en Møller una síntesis adecuada a los intereses futuros de Kierkegaard, por lo que, Møller, establece una especie de distancia de la experiencia personal existencial como el efecto más evidente en el sujeto irónico puro, es decir, antes de Møller, la ironía romántica conducía a problemas estéticos y ahora el debate se mueve a la esfera ética o sea, se presenta como un problema existencial.[3] Ya aquí la ironía controlada que Kierkegaard defenderá en su disertación de 1841 encuentra su fundamento o idea precursora.[4]
Durante la preparación de su investigación Kierkegaard estaba al tanto de las obras que trataban la ironía como problema filosófico y sobre todo del debate en curso que denunció el uso incorrecto de la ironía y sus consecuencias. De este modo, Kierkegaard estableció un genuino diálogo con sus contemporáneos daneses.[5] Dicho en otras palabras, el desarrollo exhaustivo que Kierkegaard realiza en Sobre el Concepto de Ironía es además de una respuesta filosófica a un debate en el mundo intelectual sobre cómo opera la ironía controlada, una respuesta a los problemas estético-éticos abordados por sus propios profesores y amistades. Lo anterior permite establecer con precisión cuáles son las contribuciones únicas a problemas ya presupuestados que Kierkegaard realiza en su obra. Dicho esto, permite justificar que el trabajo de familiarizar la presente investigación con las diversas relaciones intelectuales del joven Søren Kierkegaard y las principales figuras académicas de la edad de oro representó un punto crucial para poder establecer sus fundamentos filosóficos.
En resumen, con el debate de los más importantes intelectuales de Copenhague sobre la dialéctica entre la ironía controlada y la intuición–disposición, el esquema básico de Sobre el Concepto de Ironía está en su lugar y con la idea molleriana de qué la ironía pura es un obstáculo para el desarrollo del yo, el argumento central está dado.
Una vez establecidas las premisas anteriores, el presente capítulo se dedica a analizar cómo las principales influencias intelectuales que moldearon los escritos y trabajos previos del autor danés en su juventud inciden de manera directa en la estructura y constitución de la obra “Sobre el concepto de ironía”. Estas influencias son de vital importancia para comprender el contenido y significado de la obra. Además, arrojan luz sobre la influencia que la historia, cultura y contexto ejercen en la obra, así como en la formación de su identidad. Por último, proporcionan una visión global de la evolución de la obra a lo largo del tiempo.
En su obra “Sobre el Concepto de Ironía”, Kierkegaard se propone realizar una investigación histórica del uso de la ironía. En otras palabras, su objetivo es comprender el origen y desarrollo de la ironía a lo largo del tiempo. En la actualidad, este tipo de estudio se enmarcaría en el campo de la “historia de las ideas”. Por ende, se trata de una obra que podría considerarse como un híbrido. Por un lado, no se trata simplemente de un trabajo histórico en el sentido convencional, ya que a Kierkegaard no le interesa rastrear eventos como monarcas, guerras o expediciones de descubrimiento. Por otro lado, tampoco es una obra puramente conceptual o filosófica.[6] Kierkegaard no se limita a explorar el concepto de ironía en sí mismo, de manera aislada de su contexto histórico. Su interés radica en demostrar cómo dicho concepto se relaciona estrechamente con el contexto histórico en el que surge.
En esta obra, Kierkegaard emplea e involucra ambos elementos como necesarios para abordar este tema en su obra. Sería absurdo encerrarse solo en los fenómenos empíricos ya que esto no resultaría esclarecedor de ninguna manera. Los datos empíricos necesitan interpretación antes de que puedan ser significativos. Asimismo, sería absurdo centrarse exclusivamente en el lado conceptual sin siquiera dar una mirada a los fenómenos empíricos, ya que esto terminaría en una completa abstracción, y el análisis, por así decirlo, flotaría en el aire alejándose de la existencia y la realidad que se interpreta. Se necesitan ambas particularidades, los datos empíricos en bruto de la historia, y la universalidad, la idea o los conceptos puramente filosóficos.
En su obra, Kierkegaard asocia el lado empírico con la historia y el lado conceptual con la filosofía. El análisis y estudio de un concepto desde una perspectiva histórica plantea una dificultad inherente a toda concepción filosófica de la historia. [7] En este sentido, se reconoce que el estudio exhaustivo del desarrollo y despliegue histórico de un concepto no puede abordarse únicamente desde su base filológica, ya que esto implicaría recurrir constantemente al carácter temporal y espacial de la idea. No obstante, a pesar de esta limitación, se reconoce la relevancia tanto del enfoque histórico como del enfoque filosófico para el estudio del concepto en cuestión. Por lo tanto, para nuestro autor, ambas partes tienen su validez, y ambas son necesarias para el tipo de estudio que él está presentando.
Como investigación, Sobre el Concepto de Ironía representa una dificultad mayor que la expresada anteriormente y es que Sócrates no dejó ningún escrito sobre el cual poder sustentar un análisis de su pensamiento y su vida, es decir, su caso no fue el de un filósofo que expone sus opiniones como si (en) esa exposición […] fuese (a) hacerse presente la idea, pues, lo dicho por Sócrates significaba (siempre) algo diferente. [8] Dicha exposición no estaba, según Kierkegaard, en armonía con lo interno, sino que era todo lo opuesto, es decir, jamás hubo armonía entre su exterior entendido como palabra y su interior entendido como pensamiento. Así, Sobre el Concepto de Ironía exigió un esfuerzo de resignificar lo sustancial en Sócrates, fue una reconstrucción de su existencia, una forma nueva de analizar y calcular su interior. Postulando su actitud irónica como lo sustantivante en su existencia, ironía que es postulada en principio como negativa.[9]
Su interpretación única de Sócrates como un “ironista” cuyo único objetivo es la destrucción de los estándares de verdad heredados culturalmente y su tratamiento crítico del movimiento literario alemán conocido como “ironía”, más tarde llamado romanticismo temprano hace de “Sobre el Concepto de Ironía” un texto filosóficamente importante.
Esta obra se enfoca en explorar la naturaleza de la ironía y su impacto en la filosofía y la vida humana en general. En ella, Kierkegaard define la importancia de la subjetividad como resultado de una experiencia individual que se da a la luz del uso de la ironía. En este punto la ironía es presentada como una valiosa herramienta para revelar las limitaciones de la razón y el entendimiento humano, y para mostrar que el camino al verdadero conocimiento sólo es posible a través de la ironía para finalmente cuestionar y desafiar las verdades establecidas empleando nuevas formas de comprender la realidad existencial.
En sentido estricto, la obra se desarrolló como una tesis de habilitación para ejercer el ministerio pastoral. La disertación de esta se defendió el 29 de septiembre de 1841 y se asignó a los profesores de la Universidad de Copenhague, a saber: F.C. Sibbern (decano de la facultad de filosofía) director de la disertación de Kierkegaard,[10] J.N. Madvig (catedrático de latín), F.C. Petersen, P.O. Broensted (catedrático de griego), H.C. Oersted (rector de la universidad), H.L. Martensen (catedrático de teología). Entre quienes concurrieron a su defensa, además del mencionado tribunal, se cuentan J.L. Heiberg, P.C. Kierkegaard -hermano de Søren-, y A.F. Beck. El jurado criticó el estilo literario de la tesis, y cierto exceso irónico, rayando en la vulgaridad y en el mal gusto.[11] Sin embargo, como lo señalara ya en 1877 G. Brandes, la tesis doctoral de nuestro autor reviste una enorme importancia en cuanto manifestación germinal de su pensamiento o como Zubieta lo describe: el semillero de donde surgirán los grandes planteamientos del pensador danés, la plataforma de donde despegará toda su labor literaria y el boceto que contiene a grandes trazos su posicionamiento personal ante sus contemporáneos.[12] Así, el Kierkegaard desarrolla y presenta a la ironía como una herramienta para revelar la brecha que existe entre lo aparente y lo real, por medio de una posición ante la vida y la existencia que cuestionará todo saber. Esta herramienta llevará al sujeto a una comprensión más profunda de la condición humana.
La obra Sobre el Concepto de Ironía está dividida en dos partes. La primera parte examina la ironía como concepto y la segunda, estudia la ironía como fenómeno. La razón de esta estructura es que, sin una definición conceptual, dice Kierkegaard, no es posible comprender al fenómeno. Es decir, estudia la ironía como fenómeno y como esencia. En este punto, Kierkegaard insiste en establecer una definición filosóficamente entendida que permita comprender al mismo tiempo a la ironía como fenómeno.
Para él, la forma más simple de ironía que se conoce aparece cuando lo que decimos contradice lo que pensamos. Así, por ejemplo, si yo odio el clima lluvioso y veo que está lloviendo, yo podría decir ahora: ¡Qué buen clima hace hoy! En este caso se puede inferir inmediatamente que busco significar lo opuesto a lo que estoy diciendo. Según Kierkegaard, en este estado la ironía aparece cuando la esencia contradice al fenómeno.
El interés particular que tiene Kierkegaard en el concepto de ironía radica en que, para él, la subjetividad inicia con la ironía. Dicho en otras palabras, la ironía es el primer paso en el camino que conduce hacia la subjetividad. Para poder comprender tanto el fenómeno histórico y filosófico de este principio de la subjetividad, Kierkegaard estudia la historia de la filosofía de Hegel y fundamenta, en principio, su noción de ironía en éste. Según Hegel, no siempre se vio el caso que los individuos mostraran alguna característica de subjetividad en la vida en sociedad, es decir, no siempre se dio el caso de qué existieran personas que exhibiesen opiniones propias en todos los asuntos de la vida. Para Hegel, la primera persona que mostró esta característica de subjetividad y la antepuso por encima de la tradición fue Sócrates[13] y es por esta razón que Søren Kierkegaard se interesa en la vida de Sócrates. Esta es la razón por la que Kierkegaard se interesa en esta época de su vida por esta especie de filosofía de la subjetividad del individuo.
La filosofía comienza con la duda cartesiana, dice Kierkegaard, pero para él hay algo mucho más importante que la duda especulativa. Para él lo más importante es la vida misma. Para poder vivir como individuos, dice, la vida misma debe y necesita comenzar en y con la ironía porque la ironía es el primer paso hacia la subjetividad, es decir, una vida que puede llamarse humana comienza con la ironía.[14]
En esta primera parte de la obra, Kierkegaard busca encontrar la verdadera historia de la vida de Sócrates, dado que el filósofo nunca escribió nada que permitiera comprender su vida de primera mano. En su investigación, Kierkegaard se fundamenta en los escritos de Platón, Jenofonte y Aristófanes, los cuales son contemporáneos de Sócrates y son un recurso frecuente en la Historia de la Filosofía de Hegel. Estos autores son considerados por Kierkegaard como una fuente clara para entender la vida de Sócrates, ya que todos escribieron durante el mismo período de tiempo.[15] Por lo tanto, Kierkegaard examina los escritos de estos tres autores para determinar cuál de ellos ofrece una versión más precisa de la vida del filósofo.
Nuestro autor, está interesado en averiguar cuál de los tres autores ofrece una versión más precisa de la vida de Sócrates. Para determinar esto, él compara los relatos entre sí, observando qué elementos de la vida de Sócrates son consistentes entre los tres relatos. Esto le permite descartar aquellos elementos que no sean consistentes y llegar a una conclusión sobre cuál es el relato más preciso.
Kierkegaard concluye al estudiar los diálogos de Platón que estos ofrecen una versión más precisa de la vida de Sócrates.[16] En este punto, Kierkegaard se distancia notablemente de la forma en que Hegel describe la vida de Sócrates al basar su relato exclusivamente en los diálogos de Platón. Esto se debe a que Kierkegaard cree que solamente el relato de Platón ofrece una versión correcta de la vida de Sócrates y, por lo tanto, ignora los relatos de Jenofonte y Aristófanes. Esta postura es contraria a la de Hegel, quien utilizó una variedad de fuentes bibliográficas para formar su descripción de la vida de Sócrates.
Brevemente podemos comentar sus motivos.
Kierkegaard ignora el relato de Jenofonte porque en él no encuentra elementos que manifiesten la actitud irónica en Sócrates. Es importante recordar que el método socrático encuentra su fundamento en la ironía y el Sócrates de Jenofonte carece de este aspecto, es decir, que Jenofonte no puede ser una fuente confiable por el simple hecho de que, al momento de describir la actitud de Sócrates, lo hace sin interpretarlo. Dice Kierkegaard: Platón y Aristófanes, en cambio, se abrieron paso a través de la áspera exterioridad hacia una concepción de la infinitud, la cual es inconmensurable con respecto a los numerosos acontecimientos de su vida. Pero esta lectura hecha por Jenofonte puede deberse en parte porque su intención es la de comunicar la imagen de un Sócrates humano sin ningún tipo de idealización, permaneciendo exclusivamente en el terreno de las circunstancias de la vida práctica inmediata. Kierkegaard parece estar en desacuerdo con esta interpretación porque […] la representación de Jenofonte refleja sólo la fiel imagen inmediata de la existencia inmediata de Sócrates, es decir, que no contempló de modo cierto e inmediato todo lo que Sócrates representa en su total objetividad […], no captando la negatividad en su existencia inmediata[17] porque, Jenofonte en su apología, buscó desde un inicio defender a Sócrates retratándolo como un sujeto inofensivo, inocente, alguien loco pero bueno, alguien que no hace ni bien ni mal, que sin molestar a nadie busca de corazón lo mejor para todos los que acepten escuchar lo que compartía, es decir, despojándolo de toda peligrosidad. Este retrato hecho por Jenofonte es para Kierkegaard una reducción al absurdo que dificulta llegar a una clara representación de la personalidad de Sócrates y que hace de su condición, según el danés, una exposición fútil, invisible y monótona que lo sitúa en un punto fijo, simple e inamovible, cuando en realidad Sócrates era todo lo opuesto, porque impide visualizar el auténtico método socrático […], capaz de contemplar instantáneamente la idea aun en el más opaco de los objetos.[18] En resumen, para Kierkegaard, el Sócrates de Jenofonte es una sombra paródica de la idea que representa, es un reflejo vago de su múltiple manifestación que consiste en el bien, lo bello, lo verdadero y armónico.[19] Dicho en otras palabras, al despojar a Sócrates de toda actitud irónica, Jenofonte lo coloca en el plano diametralmente opuesto al mundo filosófico, es decir, que tendría más sentido referirlo al mundo sofista. Así, la ironía que Sócrates representa y que es, en primera instancia comprendida en Sobre el Concepto de Ironía como negación absoluta e infinita, simplemente no existe en el Sócrates de Jenofonte. En resumen, Jenofonte no sólo no es una referencia confiable para analizar la vida de Sócrates, sino que es además errónea.[20]
En aras del tiempo resumiré que el destino del Sócrates de Aristófanes corre igual destino que el de Jenofonte, exactamente por las mismas razones; estos autores no presintieron lo que representaba la existencia de Sócrates, es decir, lo entendieron mal. Por tanto, a los ojos de Kierkegaard, el referente de primera línea para consultarse necesariamente es Platón porque sólo su interpretación sobre la ironía en Sócrates, que desarrolla en sus diálogos, hace válido y posible al individuo-histórico Sócrates.[21]
Una vez resuelto el problema anterior surge uno nuevo, a saber: ¿qué pertenece a Sócrates en la filosofía platónica y qué pertenece a Platón? Para resolverlo Kierkegaard se fundamenta en el método socrático porque para él la significación esencial de Sócrates consiste en su método. Por tanto, el método es tanto el principio como el fin del Sócrates real en los diálogos platónicos.
Cuando Sócrates entabla una conversación con alguien a quien quiere mostrarle que en realidad no sabe de lo que está hablando, por ejemplo, del significado de la belleza o la piedad, él inicia cuestionando el argumento en la siguiente forma: si lo que dices es cierto, debería resultar A. Y a través de las contradicciones, Sócrates muestra que ya no puede ser el caso, lo que ocasiona que la persona revise su idea para luego llegar a B. Sócrates hace lo mismo con la noción de B y opera así sucesivamente, refutando cada nueva revisión a la idea original. Finalmente, Sócrates no dirá qué es la idea, solamente mostrará que no sabemos lo que la idea es. En el mejor de los casos sabremos lo que la idea no es porque, con ejemplos, Sócrates nos habrá mostrado en cada refutación lo que la idea no es. Este estado de conocimiento negativo es conocido como aporía. Esto según Kierkegaard, demuestra que es posible interrogar a las personas de dos maneras diferentes.
La primera forma consiste en hacer preguntas con el objetivo de obtener una respuesta, la otra, busca cuestionar con el objeto de socavar la idea del interlocutor eliminando todo rastro de positividad y toda posibilidad de obtener una respuesta, es decir, busca establecer un vacío en su lugar. En esta segunda forma no existe interés por encontrar una respuesta. Lo que importa aquí es mostrarle al otro que no comprende sobre lo que está hablando. Kierkegaard llama a la primera forma método especulativo y al segundo método irónico. Kierkegaard establece así que es el método irónico el empleado por Sócrates.
La actitud de Sócrates hacia la tradición preocupó a los altos funcionarios de la Grecia clásica. Esto se debe a que Sócrates alentaba a todos a pensar por sí mismos y cuestionar las normas establecidas. Esta actitud era vista como una amenaza a la autoridad de los altos funcionarios, ya que les impedía controlar a la sociedad mediante la imposición de normas y tradiciones sin discutirse. Además, Sócrates también debatía abiertamente la forma en que se llevaban a cabo los negocios en la Grecia clásica, lo que aumentaba la preocupación de los altos funcionarios.
Lo que Sócrates hizo fue trascendental. Según Hegel, él introdujo una nueva forma de ver el mundo, mostrando por medio de la ética que las personas pueden pensar por sí mismas sin depender de la tradición y con este acto dio a luz a la civilización occidental. Lo que hizo se percibió como una amenaza y en consecuencia visto como un hombre muy peligroso.[22] Hegel se refiere a Sócrates como el punto de inflexión mental en la historia del pensamiento occidental. En este punto de SCI, es muy claro para Kierkegaard que es Hegel el que pone a Sócrates como el primero en exhibir la subjetividad, como dice el mismo Hegel: la filosofía de Sócrates no representa ninguna evasión de la existencia y el presente a las libres y puras regiones del pensamiento, sino que forma una unidad hecha de una pieza con su vida, razón por la cual no se desarrolla en forma de sistema,[23] pero en este asunto, además, es donde Kierkegaard encuentra un importante fundamento para la idea de ironía controlada que desarrollará más adelante.
Hasta este punto, la guía para establecer las fuentes primarias que posibiliten la redacción de Sobre el Concepto de Ironía se encuentra en Hegel, Kierkegaard comenta: por eso comenzaré por Hegel y terminaré con Hegel, sin prestar atención ni a sus precursores ni a sus sucesores.[24] Dicho en otras palabras, para nuestro autor la concepción hecha por Hegel de Sócrates en “Las Lecciones de la Historia de la Filosofía” resulta el fundamento filosófico sobre el cual realizará su propia investigación histórica y filosófica sobre el surgimiento de la ironía en el mundo.
Para Kierkegaard, Hegel es el pensador que reúne todas las características necesarias que posibilitan su investigación sobre la ironía, al extremo que hace de él, su única fuente principal. Hegel y sus lecciones sobre historia de la filosofía se convierten en el principal referente para su estudio. Esto es aún más evidente por la importancia que le atribuye al punto de considerarlo en verdad el primero en indicar el camino.[25]
En resumen, Kierkegaard parte de Hegel para establecer dónde, cuándo y en quién puede encontrar el fenómeno de la subjetividad y, en segundo lugar, establece que son los diálogos de Platón la fuente más precisa para entender la imagen de Sócrates. Esto se debe a que Platón fue un contemporáneo de Sócrates y fue testigo directo de su vida. Por lo tanto, los diálogos de Platón, como El Banquete, Protágoras, Fedón, La Apología y el Libro primero de La República ofrecen una imagen más precisa de la vida de Sócrates. Estos diálogos también le proporcionan una mejor comprensión del concepto de ironía.
Es así como los diálogos platónicos se presentan como una fuente esencial para penetrar en la esencia y el fenómeno socrático, que Kierkegaard anhela comprender.[26]
Una vez aclarado lo anterior, es fundamental comprender que la motivación que impele a Kierkegaard a desarrollar una obra en la que interpreta lo fundamental en la vida de Sócrates como lo fue el uso de la ironía, es rescatar la esencia del concepto de ironía. En este punto de la obra es donde el mismo Kierkegaard aclara la justificación para tal empresa. Según él, Hegel no está interesado en el saber fenoménico en la existencia de Sócrates porque su exposición de lo histórico no merece jamás el reproche de haber perdido el tiempo en rencillas domésticas. En este punto, para Kierkegaard, el gran mérito del análisis histórico de Hegel es haber reconocido que el aspecto puramente negativo es lo fundamental en la ironía socrática.[27] Porque en lo referente al fenómeno de la ironía en Sócrates, Hegel no emplea demasiados recursos y utiliza de modo completamente indistinto los Memorabilia y la Apología de Jenofonte tanto como la Apología de Platón pasando por alto lo trascendental en la vida de Sócrates. Es por lo anterior que Kierkegaard ha realizado el análisis referencial descrito páginas atrás a los tres autores (Jenofonte, Aristófanes y Platón). El gran mérito que debe necesariamente atribuírsele a la obra Sobre el Concepto de Ironía de Kierkegaard es buscar describir filosóficamente lo más preciso la presencia de la ironía en vida del Sócrates histórico y fenoménico porque para él, habiendo hecho su aparición en el mundo, la subjetividad no se desvaneció sin dejar rastro.
Es claro para Kierkegaard que la ironía ha tenido muchas significaciones a lo largo de la historia. De estas, son dos a las que presta especial atención. Por un lado, analiza la visión que Hegel tiene sobre la ironía romántica que, en sentido general, es similar a la desarrollada por los intelectuales daneses y, por otro lado, la ironía que él considera superior en forma y esencia. Sobre esto dice el Kierkegaard: Pero la ironía también tiene un aspecto teorético o contemplativo. Tomada en tanto que momento subordinado, la ironía es la mirada segura frente a lo torcido, lo equivocado, lo vano de la existencia. (…) podría parecer que la ironía es lo mismo que la burla, la sátira, el ridículo, (…) que se vuelve contra toda existencia, prosigue, Podría parecer que, en tanto que negatividad absoluta, la ironía es lo mismo que la duda. [28] En este punto, Kierkegaard deja patente que el movimiento interno de la ironía tiene características similares a la duda cartesiana. Algo que necesariamente implica que la ironía bien puede explicitarse como un cuestionamiento radical de las certezas y supuestos racionales en donde se adopta una postura escéptica ante las opiniones e ideas establecidas poniendo en crisis las concepciones del mundo en general que, en tanto radicalidad, todo lo cuestiona en la búsqueda de alcanzar una comprensión más profunda de uno mismo y del mundo. Esto no necesariamente implica que Kierkegaard vea en la ironía una posición escéptica, sino que, la misma ironía funciona como una figura epistémica para algo más allá a manera de compromiso con la existencia y subjetividad misma.
Cuando Kierkegaard se encontraba preparando su investigación era claro para él que sus contemporáneos usaban algo que llamaban ironía. Para él, el movimiento romántico hacía uso de una especie de ironía radicalizada que era completamente incompatible con la manera en que Sócrates la empleaba. Al igual que Hegel y más tarde Heiberg, el joven danés discrepa del movimiento romántico por la manera tan destructiva en que aplicaban la ironía; al menos cuando Sócrates la usó dio a luz sin querer a la subjetividad, pero los románticos como ya lo hemos indicado en el primer capítulo de la presente investigación, solamente buscaban destruir la tradición y las instituciones sin construir nada en su lugar. Para nuestro autor, su época había entrado en una decadencia en la que las personas se habían hecho inmunes al sentido verdadero de la ironía, por lo que: it our age demands, if not lofty pathos them at least loud pathos, if not speculation them at least conclusion, if not truth them at least persuasion, if not integrity them at least protestations of integrity, if not feeling them at least verbosity about feelings.[29] Kierkegaard critica al romanticismo irónico como una confusión filosófica que, cuando se aplica a la práctica, conduce a un aislamiento egoísta del mundo y, en última instancia, a un aislamiento del propio yo. Con esto en mente, Kierkegaard inicia el desarrollo de la segunda parte de la obra.
En este segundo capítulo, Kierkegaard continuamente critica la forma en que los ironistas románticos empleaban la ironía. Él insiste en que ellos usaban la ironía como un medio para vivir poéticamente lo que implicaba vivir la vida como si fuera una obra de arte en la que la vida es vista como una novela, una novela en la que el ironista romántico es el protagonista. Esto, dice Kierkegaard, es peligroso porque un ironista romántico negará toda realidad imaginando que puede inventar una nueva realidad para sí mismo en la que el pasado objetivo no ocurrió, negando la existencia de tales hechos históricos y su vínculo con el presente, por lo que la totalidad dada, sencillamente, no tiene validez. Para Kierkegaard la vida es poética, es: For him, life is a drama, and what absorbs him is the ingenious complication of this drama. He himself is a spectator, even when he himself is the one acting.[30]
De este modo, cuando sucede algo en la vida real que no satisface lo suficiente las expectativas del ironista romántico, él reinventará esos eventos para convertir el proceso histórico en una narrativa estética que se ajuste y complazca sus expectativas. Así, la vida del romántico se desarrolla a base de puros estados de ánimo. Por supuesto que todos los seres humanos, en general, enriquecen su experiencia vital a través de la influencia de diversos estados emocionales, pero en el ironista romántico estos estados se suceden constantemente entre sí. En este fluctuar el aburrimiento es un elemento permanente y constante que lo intensifica todo, por lo que, para Kierkegaard, este es el único modo que persistirá en el ironista romántico que finalmente hará cualquier cosa para no aburrirse.
La gran mayoría de estudiosos han reconocido durante mucho tiempo que el tratamiento de Kierkegaard en Sobre el Concepto de Ironía de la ironía en Sócrates y el romanticismo alemán se asemeja al tratamiento de Hegel en los mismos temas. Esta similitud se debe a que ambos filósofos ven el romanticismo como una forma de confusión filosófica que conduce a un aislamiento del mundo y del propio yo. Sin embargo, hay desacuerdo sobre si la relación entre Kierkegaard y Hegel es positiva o negativa. Algunos estudiosos creen que la similitud entre los dos filósofos es positiva y que ambos comparten una visión común de la ironía de Sócrates y el romanticismo alemán. Por otro lado, otros estudiosos creen que esta similitud es negativa, ya que Kierkegaard critica la forma en que Hegel comprende a la ironía en general.[31]
En la segunda y última parte de su tesis, Kierkegaard continúa el desarrollo de las diversas formas que ha tomado la ironía a lo largo de la historia. Parte de la idea en común que prevalece en todas ellas, a saber, cuando el fenómeno no es la esencia sino lo puesto a la esencia. En esta parte de la obra explica que cuando se habla el significado es la esencia y la palabra es el fenómeno, así que cuando estos dos no coinciden estamos frente a la ironía.
La ironía como proceso de aislarse asimismo es un proceso inicial en el que no se desea querer ser entendido inmediatamente. Por supuesto que la mayoría de las personas dice Kierkegaard, rara vez parecen ser irónicas en este sentido porque poseen una vanidad que les hace querer finalmente ser comprendidos siempre. Kierkegaard no comparte esta forma de proceder porque para él, la forma más elevada de ironía ocurre cuando la persona se mantiene irónica hasta el final. Para él, esto es exactamente lo que ocurre en Sócrates porque su muerte no fue trágica, fue irónica.
Para Kierkegaard, el caso de la muerte de Sócrates le permite reconocer la forma más alta de ironía. La del héroe trágico. Esta categoría la usa para establecer una posición superior en la que el ironista suspende la realidad. Ésta pierde vigencia, pero en el proceso no la destruye solo aguarda a la nueva realidad que ha de cobrar actualidad aún sin conocerla. Kierkegaard ejemplifica esto con la condena de Sócrates. Como hemos señalado, Sócrates tenía en común, con el héroe trágico, el no temerle a la muerte puesto que, para él, el significado convencional sobre la muerte había perdido vigencia. En sus propias palabras: me ha sucedido hoy una cosa muy maravillosa. La voz divina de mi demonio familiar, que me hacía advertencias tantas veces y que en las menores ocasiones no dejaba jamás de separarme de todo lo malo que iba a emprender, hoy, que me sucede lo que veis y lo que la mayor parte de los hombres tienen por el mayor de todos los males, esta voz no me ha dicho nada, ni esta mañana cuando salí de casa, ni cuando he venido al tribunal (…) ¿qué puede significar esto? Voy a decíroslo. Es que hay trazas de que lo que me sucede es un gran bien y nos engañamos todos, sin duda, si creemos que la muerte es un mal.[32]
Aunque Sócrates considera que existe una vida mejor, no está seguro de cómo sea, pero sabe que la muerte ya no significa para él lo mismo que para el mundo. Finalmente cierra diciendo: Pero ya es tiempo de qué nos retiremos de aquí, yo para morir, vosotros para vivir. ¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte? Eso es lo que nadie sabe, excepto Dios.[33] A decir de Kierkegaard, Sócrates no ve la muerte como un castigo, a esto añade: it is an irony over the state that it condemns him to death and believes that it has inflicted punishment upon him.[34]
Para Kierkegaard esta es una forma muy rara de ironía porque en ella, el sujeto irónico puede fingir una posición y no entenderse. Esto le provee al sujeto una especie de alegría única para él, sólo para él. La fuente de su alegría es que nadie se percata del engaño. Nos recuerda que Sócrates siempre afirmó que no sabía nada, pero su actitud irónica podría esconder el hecho de que en efecto él sabe algo, es decir, que afirma no saber nada cuando en realidad sabe. Kierkegaard comprende en este punto que para Sócrates el parecer un ignorante ante el mundo le provee una alegría interna. A esto añade: it can be just as ironic to pretend to know when one knows that one does not know as to pretend not to know when one knows that one knows.[35] El sujeto irónico está, en efecto, libre de toda tradición. Él está libre y por encima de todo, pero esto tiene un precio. Para el sujeto irónico la actualidad pierde validez, todo se vuelve pura posibilidad.
Esta es la ironía en sentido eminente que le interesa a Kierkegaard. Este tipo de ironía opera no contra ideas particulares, sino que lo hace contra toda la realidad dada en un momento histórico concreto. De tal cuenta que cuando alguien emplea esta forma de ironía para demoler una idea en particular, destruye esa idea, pero al mismo tiempo destruye toda realidad entera a la que dicha idea pertenece. Esta es, según Kierkegaard, el lado oscuro de la ironía porque la totalidad de la existencia se contempla bajo el aspecto de lo irónico. Este tipo de ironía Kierkegaard la define como infinita negatividad absoluta. Esta ironía es negativa porque sólo niega, es infinita porque no sólo niega este o aquel fenómeno en particular, lo niega todo, y es absoluta porque posibilita negar todo lo que es.
Hasta este punto Kierkegaard ha logrado mostrar que la ironía que Sócrates utilizó es un tipo de ironía completamente negativa, infinita y absoluta, distinguiéndola así de la ironía romántica. En este punto de la obra SCI, Kierkegaard indica que el sujeto irónico entendido en términos negativos quiere mostrar: The more vain everything becomes, all the lighter, emptier, and volatilized the subject becomes,[36] por tanto, lo que el ironista negativo busca es hacer de lo vano lo más vano posible, pero al hacerlo, toda la existencia se vuelve ajena para él, y a su vez, él se vuelve ajeno para toda la existencia. El ironista al impulsar lo vano de la realidad mediante una actitud aún más vana lo que realmente busca es desafiar la realidad misma hasta que se alcance una comprensión más completa y profunda de la realidad. Al mismo tiempo comprende que la ironía negativa no es necesariamente algo malo. Él cree que la historia necesita de los ironistas porque sin estos no puede haber ningún progreso. Él nos recuerda que fue en Sócrates, por medio de la ironía negativa, en donde la subjetividad hizo su aparición en el mundo, algo que bien puede entenderse en términos de una realidad más profunda.
Kierkegaard propone que la ironía es un elemento constitutivo de la tragedia de la historia universal. Esta visión dialéctica se refiere a un momento de inflexión histórica en el que una realidad colisiona con otra realidad y lo nuevo surge mientras lo antiguo es desplazado. Según esta visión, la ironía se presenta en tres figuras históricas. [37] La primera, es el individuo profético, que es capaz de visibilizar la nueva realidad a la distancia en formas aún indefinidas. La segunda figura, es el héroe trágico, que lucha por reemplazar lo antiguo por lo nuevo en un mundo que, para él, ha perdido completamente su validez. Finalmente, la tercera es el sujeto irónico, que es capaz de ver el mundo en su imperfección, presintiendo la nueva idea, siempre apuntando a algo nuevo. Estas tres figuras históricas representan la ironía en la tragedia de la historia universal y Kierkegaard las encuentra en personajes históricos de la talla de Gerolamo Cardano, Tommaso Campanella, Giordano Bruno y Erasmo de Rotterdam.
Kierkegaard cree que el progreso de la historia exige ironía. Para él, la ironía posibilita demostrar que lo que aceptamos como tradición puede contener aspectos contradictorios y problemáticos. Esto significa que, mediante la ironía, se puede cuestionar la tradición establecida y abrir la realidad a otras posibilidades, y ver las cosas desde una perspectiva diferente y así poder avanzar en la historia. Por lo tanto, para Kierkegaard, el progreso de la historia exige ironía para permitir el cambio y el avance. En este sentido, Kierkegaard ve en el ironista una tarea que califica de profética porque muestra que puede haber otra realidad. Pero el ironista se diferencia del profeta en que el profeta presiente el porvenir y de alguna manera sabe cuál será ese futuro, pero el ironista no lo presiente, él simplemente sabe que el presente perdió validez. Él, al igual que Sócrates al ironizar la muerte, apunta al futuro, pero no sabe cuál es ese futuro y aunque no tiene idea de lo que su futuro es, el ironista se sacrifica por ese futuro. Esto no significa que el ironista siempre necesite sacrificarse, sino que ve en la tarea irónica un fervor al servicio de algo que define como el espíritu del mundo, fervor que inevitablemente lo consume y es en ese proceso en el que el ironista abre el camino para la infinidad de posibilidades. Kierkegaard es muy claro en este punto, él agrega: The ironist is also a sacrifice that the world process demands, not as if the ironist always needed in the strictest sense to fall as a sacrifice, but his fervor in the service of the world spirit consumes him. [38]
En este punto de la obra, Kierkegaard encuentra los elementos necesarios en la historia para proponer lo que él denomina ironía controlada. Como ya se ha indicado, la ironía es necesaria para realizar la adecuada conversión a la individualidad porque, así como la duda es importante para la ciencia y la razón, así, la ironía controlada es importante para la vida personal porque según Kierkegaard: Just as scientists maintain that there is no true science without doubt, so it may be maintained with the same right that no genuinely human life is possible without irony.[39]
Kierkegaard cree que la ironía se puede dominar cuando el sujeto posee una perspectiva de conjunto respecto al mundo. Para lograr esto, el sujeto debe tener una comprensión profunda de la filosofía. Kierkegaard ve a Goethe y Heiberg como arquetipos de esta idea. Para él, ellos han logrado reducir la ironía a un momento que llega a ser realidad en la vida individual. Esto significa que han logrado que la realidad y la idea irónica evolucionen a través de un diálogo constante que les hace estar correctamente situados y establecer límites a la ironía, lo que les permite dominar la ironía en lugar de que ella los domine a ellos. Esto, según Kierkegaard, es lo que le da a la ironía su verdadera significación, ya que limita y restringe, proporcionando así verdad, realidad y contenido. No hacer esto, según Kierkegaard, es pasar por alto la dialéctica de la vida.[40]
La ironía, una vez controlada, es el método que revela y realiza la verdad de la realidad. Esto significa que, para el sujeto que ha controlado la ironía, la realidad no es algo que deba descartarse. En lugar de eso, el sujeto debe enfrentar la realidad de frente y no escapar de ella de manera tibia y consentida. [41] Esto implica que el sujeto debe abrazar la ironía como una forma de ver la realidad y no como una forma de escapar de ella. De esta manera, el sujeto puede emplear la ironía para ver la realidad tal como es y no como una fuga de la realidad.
La ironía auténticamente entendida es aquella que es negatividad infinita y absoluta en tanto se corresponda con la realidad, la cual es tomada por Kierkegaard en un sentido metafísico como resultado de la relación con la idea. Este es un elemento filosófico importante dado que la ironía socrática finalmente es entendida como una realidad concreta que se hace concreta porque la idea es en sí misma concreta, es decir, la ironía es la manera en que la realidad busca hacerse concreta. En este punto es claro que Kierkegaard sigue a Hegel[42] para quien la idea es el principio unificador que da sentido y coherencia a la realidad, pero al mismo tiempo es el resultado de la realidad misma.[43]
En resumen, en “Sobre el Concepto de Ironía” Kierkegaard lucha a favor de la ironía que realiza todo lo real, en contra del anhelo infinitamente errante del miedo y la melancolía. Esta lucha también se extiende al auto abandono del romanticismo irónico que olvida su propia finitud. Esto contrasta con el espíritu trasformador del que nace su propio pensamiento, sabiendo que hay reconciliación en la conocida contradicción entre mundo y el yo. En “Sobre el Concepto de Ironía”, el sujeto debe abrazar la ironía como una forma de ver la realidad y no como una forma de escapar de ella. Esto es lo que le da a la ironía su verdadera significación y lo que permite al sujeto avanzar en la historia.[44]
Literatura citada
Hegel, Georg Wilhelm Friedrich. Lecciones sobre la historia de la filosofía. Editado por Elsa Cecilia Frost. Traducido por Wenceslao Roces Suárez. Vol. 2. Sección de obras de filosofía. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 1995.
Kierkegaard, Soren Aabye. Escritos de Soren Kierkegaard: De los papeles de alguien que todavía vive y Sobre el Concepto de Ironía. Segunda edición. Vol. 1. Madrid, España: Editorial Trotta, 2006.
Kierkegaard, SørenHG. Kierkegaard’s Writings, II: The Concept of Irony, with Continual Reference to Socrates/Notes of Schelling’s Berlin Lectures. Editado por Edna H. Hong. Princeton University Press, 1990. https://doi.org/10.1515/9781400846924.
Platón. Diálogos. Vol. 1. México: Editorial Porrúa, 2015.
Stewart, Jon. Kierkegaard’s Relations to Hegel Reconsidered. Modern European Philosophy. Cambridge: Cambridge University Press, 2003. https://doi.org/10.1017/CBO9780511498367.
———. Søren Kierkegaard: Subjectivity, Irony, and the Crisis of Modernity. First edition. Oxford: Oxford University Press, 2015.
Thulstrup, Niels. Kierkegaard’s Relation to Hegel. Kierkegaard’s Relation to Hegel. Princeton University Press, 1980. https://doi.org/10.1515/9781400857203.
[1]Cf. Söderquist, Kierkegaard´s Contribution to the Danish Discussion, p. 78. Se tiene registro que estudió a detalle las obras de Carl Daub, Johann Eduard Erdmann, Johann Karl Friedrich Rosenkranz, Jean Paul y Johann Georg Hamann, Friedrich Schlegel y Ludwig Tieck. Para profundizar más sobre el tema véase: Cappelørn, et al (red.) (2007). Kierkegaard´s journals and notebooks. Vol. 1 AA, BB, CC, DD. Princeton University Press.
[2] Cf. Capítulo 1, El debate danés sobre la ironía y el proyecto del rescate cultural, pp. 12-14
[3]El trabajo de Møller sobre la ironía se rescató y publicó recientemente por lo que no es claro si Kierkegaard pudo haberlo leído antes de la publicación de su propia versión de The Concept of Irony. Lo que si confirma es que en ese momento se estaba produciendo un importante debate sobre la ironía en Copenhague, que incluía, por supuesto, la disertación de Kierkegaard. Cf. Söderquist, Kierkegaard´s Contribution to the Danish Discussion, p. 91.
[4] Cf. Ibid, p. 88
[5] Cf ibid. pp. 78-79
[6] Cf. Kierkegaard, S. 2006. Sobre el Concepto de Ironía. Trotta. p. 82.
[7] Cf. Ibid., p. 83.
[8] Ibid.
[9] Cf. Ibid. pp. 83, 84.
[10] Cf. Söderquist, Kierkegaard´s Contribution to the Danish Discussion, p. 87.
[11] Cfr. Kierkegaard. Sobre el Concepto de Ironía., pp. 71-72
[12] Cfr. Zubieta, C. G. 2001. Sócrates y Kierkegaard. Espíritu: Cuadernos del Instituto Filosófico de Balmesiana 50. p. 75.
[13] Cf. Hegel. 2002. Lecciones sobre la historia de la filosofía., ed. Elsa Cecilia Frost, trad. Wenceslao Roces Suárez, vol. 2, Sección de obras de filosofía. Fondo de Cultura Económica, pp. 39–43.
[14] Cf. Kierkegaard, S. 1990. Kierkegaard’s Writings, II: The Concept of Irony, with Continual Reference to Socrates/Notes of Schelling’s Berlin Lectures. Princeton University Press, p. 6.
[15] Cf. Kierkegaard. Sobre el Concepto de Ironía, p. 85.
[16] La información que presento sobre Kierkegaard y su crítica a Platón proviene de una variedad de fuentes, incluyendo estudios académicos y análisis de su obra. Aquí hay algunas referencias bibliográficas que pueden ser de ayuda para profundizar en el tema: Kierkegaard, S. (1992). Concluding Unscientific Postscript to Philosophical Fragments. Princeton University Press; Kierkegaard, S. (2009). The Concept of Irony with Continual Reference to Socrates. Princeton University Press; Mackey, Louis (1996). Kierkegaard’s Critique of Reason and Society. Yale University Press; Hong, H. V. et al (2009). The Essential Kierkegaard. Princeton University Press; Lowrie, W. (1940). Kierkegaard. Oxford University Press.
[17] Kierkegaard, Sobre el Concepto de Ironía, pp. 85–87.
[18] Ibid., pp. 88-89.
[19] Cf. Ibid, p. 95.
[20] Cf. Ibid., pp. 85-96.
[21] Cf. Ibid. pp. 89–90, 96.
[22] Cf. Stewart, J. 2015. Søren Kierkegaard: Subjectivity, Irony, and the Crisis of Modernity, First edition. Oxford University Press. p. 29.
[23] Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía II. pp. 48-50.
[24] Kierkegaard, Sobre el Concepto de Ironía, p. 254.
[25] Ibid.
[26] Cf. Ibid. pp. 98-99.
[27] Cf. ibid. p. 255.
[28] Ibid. pp. 274–285.
[29] Cf. Kierkegaard, Kierkegaard’s Writings, II, p. 246.
[30] ibid. p. 283.
[31] Cf. Söderquist. Kierkegaard´s Contribution to. P. 78. Para un tratamiento más exhaustivo, se recomienda especialmente a Thulstrup, 1980. Kierkegaard’s Relation to Hegel. Princeton University Press. y Stewart, 2003. Kierkegaard’s Relations to Hegel Reconsidered, Cambridge University Press.
[32] Platón, Apología, Diálogos, pp. 23-24.
[34] Kierkegaard, Kierkegaard’s Writings, II, p. 271.
[36] Ibid, p. 258.
[37]Cf. Kierkegaard. Sobre el Concepto de Ironía. pp. 285–86.
[38] Ibid., p. 261.
[39] Ibid., p. 326.
[40] Cf. Kierkegaard, Sobre el Concepto de Ironía, pp. 338–39.
[41] Ibid., pp. 340–341.
[42] Cf. Simón, J. (2007), Pensar a través de los nombres: lenguaje y concepto en Hegel. Tropicos 33. pp. 175-192
[43] Cf. Kierkegaard, De los papeles de alguien, p. 26.
[44] Pöggeler, Hegels Kritik der Romantik, p. 221.