ASPECTOS GENERALES REFERENTES AL CONCEPTO DE BANALIDAD DEL MALEN HANNAH ARENDT

 

Joseph Alexander Freire

 

Introducción

Hannah Arendt (1906-1975), es una celebre filosofa y teorista política que nos ha heredado un corpus del que trasciende y remite a todo un contexto de juicios de valor al respecto de la impronta humana.

Dentro de los términos ampliamente descritos por ella, el de “banalidad del mal” ha sido objeto de toda una disección (como veremos más adelante) y que en el presente documento ha de realizarse, si bien somero, un esfuerzo por describir su concepción desde una postura interpretativa que si bien no hace un verdadero juicio al impacto real del significado del término “banalidad del mal”, ha de ser recibido como un marco teórico referente al tema.

Estudios recientes  como los de Carnahan y McFarland (2007),Halsam y Reicher (2008, 2007a, 2007b), Rees (2005),Turner (2006), Zimbardo (2007) presentan grandes avances en materia de interpretación del comportamiento de Mal en las sociedades.  Y, es precisamente el concepto de “banalidad del mal” la plataforma sobre la cual ya otros investigadores del tema han desarrollado toda una serie de teorías al respecto del surgimiento del mal en sociedad (Abel (1986), Arendt (1951, 1963), Browning  (1992), Haney, Banks y Zimbardo (1973), Hobsbawm (1995), Milgram (1974)).  Quizá el gran aporte de todos estos científicos y filósofos no radica en su valorización de juicio al respecto, sino en el utillaje utilizado para tal fin.  Este radica, fundamentalmente en el recurso histórico y psicológico de que han echado mano.

Al respecto vemos toda una serie de fenómenos cuyo efecto parece satélite alrededor del ‘mal’. El miedo y la coacción son elementales para un todo a lo que el concepto de mal se refiere.  Por ejemplo, El miedo político ha sido un concepto examinado por casi más de dos milenios que lleva de existencia la filosofía. Desde Aristóteles hasta Hobbes, pasando por las más variadas perspectivas, como la de Montesquieu o la de Tocqueville, todos han visto en el miedo una variable importante de la vida social y política de un Estado o ciudad (Robin, C. 2009). Y, según Hayek la coacción elimina al individuo como ser pensante que tiene un valor intrínseco y hace de él un mero [[Instrumento]] en la consecución de los fines de otro […], por lo que el individuo deja de poseer su bien más preciado, su propia humanidad.  No obstante, en la consecución de las acciones en la radicalidad del mal tiene sentido verlo de esa manera, pero, en la banalidad del mal, se asumen otras posturas totalmente diferentes.

 

I

Es indudable la influencia que sobre ella tuvo Agustín de Hipona (354-430 d. C.) y el mismo Heidegger.  Al respecto de la búsqueda de ¿cuál es la naturaleza del mal?, Agustín teoriza basado en sus controversias antimaniquea, antidonatista y antipelagiana; cada una con sus respectivas variaciones,en dondeencontramos sus fundamentos ontológicosal respecto del mal.

Los maniqueos creen en la dualidad del bien y el mal, esto forma el pensamiento de Agustín respecto al problema del mal; éste indica: “…en el bien no puede haber mal, pero, el en mal si hay bien”.  Es acá donde inicia la búsqueda sobre el origen, su origen en la voluntad humana y en último término en la angélica;siendo él, el primero en reconocer la voluntad precisamente como algo último, como raíz: “La mala voluntad es la causante del acto malo; pero no hay nada que sea causante de la mala voluntad” (civ. XII, 6.),comprendiendo así que no es eficiente la causa, sino deficiente. […] “Es como si alguien quisiera ver las tinieblas u oír el silencio”(civ. XII, 7.). sabiendo que no es cualquier privación la que constituye un mal, sino, una inconveniencia enemiga de la sustancia (mor. II, 7, 10.).

“Mi voluntad estaba en manos del enemigo”, dice Agustín, “de ella había hecho una cadena con la que me tenía preso […]” Pues de la voluntad pervertida nace la pasión, de servir a la pasión nace la costumbre, y de la costumbre no combatida nace la necesidad”(conf. VIII, 5, 10.). Como lo indica Swenson, se trata de una cadena que va desde voluntas perversa, a libido y consuetudo, para acabar en necessitas.

Lo anterior hace referencia a que el mal es simplemente la privación. La privación del bien.

 

II

Pero si hablamos de mal en Arendt, se hace necesario indicar el alcance de su término en todas sus dimensiones. Arendt recurre muy a menudo a dos términos: mal radical y de banalidad del mal, para describir la totalidad de los actos por ella descritos. Pero, antes de continuar es necesario establecer a qué nos referimos, a decir:

 

ü  Mal: objeto negativo del deseo o, en general, del juicio de valoración; es decir, un juicio carente de valor.

ü  Banal: que puede en su mejor interpretación ser definido como lo trivial, es decir, aquello que adolece de importancia, interés, novedad o trascendencia.

ü  Radical: máxima o extrema en la que se funda el comportamiento; máxima de alejarse, ocasionalmente, de la media, del estándar.

 

La cuna del término “mal radical” descansa en los movimientos totalitarios siendo el simple resultado de un proceso que inicia con el antisemitismo; que en términos muy generales podríamos indicar que se trata de un odio bien identificado hacia el pueblo y las tradiciones judías.

El mal radical, un mal que antecede al mal banal, se manifiesta en la humanidad por medio del establecimiento delos campos de concentración, con la aparición de medidas radicales encaminadas a tratar a la gente como si nunca hubieran existido y para hacerlas desaparecer en el sentido literal de la palabra (Arendt, 1951. pp 355-356) por medio de un sistema de categorías donde la gente es tratada con mucha indiferencia.

            Los Alemanes por medio de la ideología social-nacionalista ejercían tales categorías existiendo todas en un mismo campo.  Bajo el estricto aislamiento unas con otras; dicho sistema categórico estaba basado bajo el principio de consideraciones puramente raciales.  Por ejemplo, se dividían en dos grupos; el de aquellos en que el exterminio se hallaba fijado en agenda para fecha inmediata (tal es el caso de los judíos) o podía esperarse en un futuro previsible como en el caso de los polacos, rusos y ucranianos; y el de aquellos que no se veían todavía afectados por instrucciones relativas a semejante [solución final] general, como en el caso de los franceses y belgas.

           

A diferencia de estos, el sistema Ruso implementó, como lo indica H. A., tres posibles sistemas bien identificables, a saber:

 

ü  Grupos de trabajo forzado que vivían en limitados períodos de trabajo,

ü  Campos de concentración; el material humano es implacablemente explotado pero se hallan organizados para fines de trabajo,

ü  Campos de aniquilamiento, en donde los internados son sistemáticamente exterminados a través del hambre y la ausencia de cuidados.

 

Por lo tanto podemos entender al mal radical como la posibilidad de dar permanencia al mismo “proceso de morir” y de imponer una condición en la que tanto la muerte como la vida son efectivamente obstruidas por igual (LOT. Pág., 356). Esto lo entendemos de la siguiente manera, en el mal radical se dan dos fenómenos importantes.  Este mal radical pone fin a la noción de desarrollo y transformación de cualidades ya que adolece de:

 

a)      Normas políticas,

b)      Normas históricas,

c)      Normas morales.

 

Por lo tanto, el mal radical lo entendemos como el remplazo de un sistema político por un sistema de estado de todo o nada, es decir, una indeterminada infinidad de formas de vida o nada.  Y, cuando se indica que “nada” se entiende como una victoria de los campos de concentración en el destino de la raza [[judía]]; en resumen, aniquilamiento.

Esto supone pensar que, podría ser, precisamente, el aniquilamiento, siendo la victoria por excelencia de los campos de concentración y en esa exaltación encontrar el verdadero sentido del termino, mal banal. 

Arendt, tuvo que suponer al hombre como bueno por naturaleza, tomando en consideración que es de Agustín de Hipona de donde hereda su concepción de maldad, ya que acepta el termino mal radical que podemos encontrar con facilidad en Kant.  Es decir que, acepta con ello que el bien y el mal es inherente a la voluntad del hombre.

 

III

Una búsqueda de las raíces de la concepción nos a de llevar por un sendero muy gastado a través de muchos de los más famosos estudios psicológicos.  Iniciando con los estudios de Salomón Asch en donde se puede verificar como compañeros de un grupo pueden influir en la gente con el objetivo de negar hechos aún ante la evidencia que lo confirma con el fin de manipular la realidad. Continúa a través de los estudios de obediencia de Stanley Milgram (1974) en los que, hombres bien adaptados socialmenteparticipan en un experimento de falsa memoria que demostró su disposición de actuar violentamente contra otra persona.

Culminando con el famoso experimento de Stanford Philip Zimbardo en una prisión. Donde fueron seleccionados estudiantes universitarios al azar para ser guardias en una prisión simulada en condiciones controladas las 24 horas del día, donde se apropiaron de sus roles con tal brutalidad que el estudio tuvo que ser detenido justo a la mitad. 

No obstante, los justificantes de dicho comportamiento, no son psicológicos únicamente.  Al mismo tiempo, que Milgram acababa sus estudios en Estados Unidos, Hannah Arendt estaba en una sala del tribunal de Jerusalén presenciando el juicio contra Adolf Eichmann; uno de los principales arquitectos del Endlösung der Judenfrage (solución final a la cuestión judía), donde de muchas maneras Eichmann debió ser la personificación del mal (radical).  Sin embargo, al juicio de Arendt, él no era nada parecido a alguien malvado, por el contrario, era un tipo completamente normal, sin pasión, un hombre sencillo.  Esto era para Arendt lo verdaderamente aterrador, porque significaba que Eichmann no podría ser tachado de loco y/o diferente del resto de nosotros.  Para Arendt (1963) esto desafiaba su pensamiento del mal.  El punto de vista de que la gente común puede hacer cosas monstruosas no lo explica la psicología ni la historia por separado. Sino, la convergencia de ambas.  Según Harlem et al, (2008),dicha convergencia se extiende más allá de la identificación del fenómeno, a la forma en que se manifiesta.  Según Arendt, Eichmann y sus compañeros burócratas se obsesionaron con los [[detalles técnicos]] del genocidio (p.e. horarios de transporte a los campos de exterminio) y al hacerlo perdieron de vista la imagen de la realidad.  No tenían conciencia que sus actos estaban equivocados.  Siguiendo ordenes mecánicamente, sin imaginación, sin cuestionamientos. 

Cuando Milgram, trató de darle sentido a lo que había ocurrido, en sus propios estudios de obediencia, él adoptó la concepción de banalidad del mal, señalando que “Arendt describe una verdad que es más real de lo que uno podría imaginar”(1974, p. 23).  En sus propios estudios, él tradujo las ideas de Arendt en el concepto de un [[estado agencial]] en el que las personas suspenden su capacidad para hacer juicios morales y renunciar a toda responsabilidad de sus acciones (Milgram, S. 1974); una ves en ese estado agencial, la única preocupación de la persona es lo bien que ejecutan las ordenes.  Zimbardo sostiene que el sentido de la obligación y el deber a los que Milgram hace referencia no eran independientes de la fuerte presencia de figuras de autoridad.  Agregando que las personas pueden ser llevadas a perpetrar atrocidades no porque siguen ordenes ciegamente, sino porque se ajustan ciegamente a lo que se espera de ellos como miembros de un grupo determinado.  Así, en el estudio de Stanford, los actos de agresión por parte de los guardias fueron realizados simplemente como consecuencia del ‘hecho natural’ de estar en el uniforme de un guardia y la afirmación del poder inherente en ese rol (Haney et al, 1973).  Haslam sugiere que el mensaje en este hecho es clave y radica en que incluso la persona más reflexiva y humana se convertirá en un zombi brutal si se le pone en el tipo adecuado de grupo.  En todo caso, la tiranía no es un acto del que tengamos control ni responsabilidad, ya que no solo es ‘natural’ sino en muchos casos es inevitable.

El historiador Christopher Browning (1992),  basa sus análisis en las observaciones históricas de Arendt y utiliza las explicaciones psicológicas de Zimbardo para identificar y definir las acciones de la policía del batallón 101, una unidad nazi que mato a 40.000 polacos y judíos durante la segunda guerra mundial.  Browning sostiene que los integrantes de esta unidad eran hombres comunes y que la situación de Polonia en 1940 junto con las expectativas del rol puesto sobre los integrantes del batallón nazi fue suficiente para hacer de ellos asesinos en masa;  del mismo modo que el experimento de Stanford, la prisión por si sola era suficiente condición para producir el aberrante comportamiento antisocial de los estudiantes universitarios (Browning, 1992, p. 168); indicando, además, que ‘si los hombres del batallón 101 pudieron convertirse en asesinos bajo tales circunstancias, qué grupos de hombres no pueden? (p. 189). 

Haslam nos indica que hasta hace poco, ha habido un consenso claro entre los psicólogos sociales, historiadores y filósofos de que ‘todo el mundo sucumbe a la presión de grupo y por lo tanto nadie puede resistir al mal una vez se encuentra en medio de el.  Pero, en la actualidad esto no parece tan ciento. 

David Casadi (2004) realiza un meticuloso examen a la vida y crímenes de Eichmann, sosteniendo que el análisis de Arendt fue ingenuo, pero, no menos importante.  Esto se debió a que ella sólo asistió al inicio del juicio.  Momento en el que Eichmann trabajó mucho para socavar la acusación de que él era un fanático peligroso y presentándose como una inofensiva persona.  Al término del juicio se podía identificar a un hombre identificado fuertemente con el antisemitismo y la ideología nazi; un hombre que no lo hicieron simplemente cumplir con sus ordenes, y que fue pionero creativo de nuevas políticas; un hombre que estaba bien consciente de lo que estaba haciendo y estaba orgulloso de sus logros.

En Haslam y Reicher (2007ª) se puede comprobar como una serie de libros han hecho similares argumentaciones acerca de la psicología de los funcionarios nazis en general. Todos ellos sugieren que muy pocos nazis podían verse como ‘simplemente siguiendo ordenes, ya que las ordenes de la jerarquía nazi eran muy vagas; como resultado, los individuos necesitaban imaginación e iniciativa para actuar sobre las ordenes que se les dieron.  En Halsam (2008) se puede consultar algunas notas de Ian Kershaw, donde se indica que los nazis no obedecieron a Hitler sino que, trabajando hacia él, trataban de superarse mutuamente en sus esfuerzos.  Pero de la misma manera, tenían también un alto grado de discreción, algo a lo que en el libro de Laurence Rees (2005) sobre Auschwits y la solución final, se identifica como lo que hizo el sistema nazi de manera muy dinámica; incluso en la más brutal de las circunstancias, a la gente no la hicieron matar y solo algunos optaron por hacerlo.  Es así que, como nos indica de igual manera Halsam (2008), lejos de encontrarse simplemente en situaciones inhumanas o grupos inhumanos, los asesinos se identificaron y recrearon el grupo; creando situaciones inhumanas y colocándose así mismos en el epicentro. Así el exceso de brutalidad no está justificada por la obediencia mecánica. Por el contrario, se esperaba que los miembros del grupo superaran los limites de la violencia normal. 

Todos estos estudios sugieren que la brutalidad se produce cuando las personas se identifican fuertemente con los grupos que tienen una ideología brutal. 

Por último, un estudio más reciente, Carnagham y McFarland (2007) colocaron dos anuncios en un periódico.  El primero es un anuncio de invitación para participar en un experimento psicológico estándar.  El segundo, era el anuncio original del estudio de Zimbardo, llamando a la gente a participar en un ‘estudio psicológico de la vida en la prisión’ y asumir el rol al azar en la prisión.  El problema surgió cuando varios de los asignados al rol de guardias se negaron a aceptar tal papel.  El principal problema para estas personas era como el personificar un papel en el grupo de guardia impactaría sobre sus otros grupos valorados.  La pregunta según Halsam es, socavaría la conducta tiránica sus identidades sociales en casa, en el trabajo, en el ocio?  Esto sugiere que la gente está menos propensa a identificarse con grupos con normas diferentes a las de los grupos que pertenecen. 

 

Conclusión

            La gran mayoría de los estudios al  respecto de la banalidad del mal sugieren que hombres comunes, bajo las condiciones y grupos adecuados y la influencia de grupos y lideres determinados pueden convertirse en un asesinos en masa.  Donde el aspecto político histórico que Hannah Arendt aportó a dicho comportamiento ha sido crucial en el entender el surgimiento y permanencia de regímenes totalitarios, y que si bien el mal radical es lo que mueve las determinadas circunstancias de los lideres, es el mal banal el que mueve el ejercicio de las masas en la consecución del dichos regímenes siendo imperialistas y totalitarios.

 

 

Literatura consultada

1.      www.thepsychologist.org.uk

2.      Abel, T. (1986). Why Hitler came to power.Cambridge, MA: Harvard UniversityPress.

3.      Arendt, H. 1951. The origins of the totatitarianism.  Harcourt Brace Jovanovich, Inc., Nueva York.

4.      Arendt, H. (1963). Eichmann in Jerusalem:A report on the banality of evil. NewYork: Penguin.

5.      Banyard, P. (2007). Tyranny and thetyrant. The Psychologist, 20(8), 494–495. See www.thepsychologist.org.uk.

6.      Browning, C. (1992). Ordinary men. London: Penguin.

7.      Carnahan, T. & McFarland, S. (2007). Revisiting the Stanford Prison Experiment. Personality and Social Psychology Bulletin, 33, 603–614.

8.      Cesarani, D. (2004). Eichmann: His life and crimes. London: Heinemann.

9.      Christensen, C.B. (2006). The women from Lublin: The guards of Majdenek. Historisk Tidsskrift, 106, 583–585.

10.  Fiske, S.T., Harris, L.T. & Cuddy, A. (2004). Why ordinary people torture enemy prisoners. Science, 306, 1482–1483.

11.  Haney, C. Banks, C. & Zimbardo, P. (1973). Interpersonal dynamics in a simulated prison. International Journal of Criminology and Penology, 1, 69–97.

12.  Haslam, S. A. and Reicher, S. D. 2008. Questioning the banality of evil; re-examine the established view, in an article based on the 2007 Argyle Lecture:http://www.thepsychologist.org.uk/archive/archive_home.cfm?volumeID=21&editionID=155&ArticleID=1291

13.  Haslam, S.A. & Reicher, S.D. (2007a). Beyond the banality of evil. Personality and Social Psychology Bulletin, 33, 615–622.

14.  Haslam, S.A. & Reicher, S.D. (2007b). Identity entrepreneurship and the consequences of identity failure. Social Psychology Quarterly, 70, 125–147.

15.  Hobsbawm, E. (1995) Age of extremes: The short twentieth century 1914<ETH>1991. London: Abacus.

16.  Krueger, J.I. (in press). Lucifer’s last laugh. American Journal of Psychology.

17.  Milgram, S. (1974). Obedience to authority. New York: Harper & Row.

18.  Rees, L. (2005). Auschwitz: The Nazis and the Final Solution. London: BBC

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