Dios para fundamentar la victimización – por Sayra Cardona

DIOS PARA FUNDAMENTAR LA VICTIMIZACIÓN

Sayra Cardona*

 

         La Iglesia Católica con su Carta Pastoral El Clamor por la Tierra ha definido su postura en cuanto a los conflictos que aquejan al país. La iglesia pone énfasis: en las desigualdades económicas que existen en la población[1], la solidaridad ante el dolor y pobreza ajena que como cristianos debemos tener[2] y la incorrecta distribución que actualmente existe de la tierra[3].

         Según la iglesia católica las desigualdades sociales que hay en el país aumentan la brecha entre ricos y pobres, fortaleciendo a ciertos sectores de la población y dejando desamparados y a su suerte a otro mayoritario sector de la población. Y como enfatiza la iglesia todos estos problemas y vicisitudes enfrenados por los campesinos e indígenas son vistos con indiferencia y en ocasiones comercializados por la población[4].      

         La iglesia concluye haciendo un llamado a las personas a reflexionar respecto a su codicia e indiferencia ante las citaciones afrontadas por estas personas. Invita a las personas para que recapaciten acerca de las “injusticias” que se están cometiendo en el país. Fundamentando que la voluntad y el mandato divino deberán prevalecer[5].     

         Ante tal argumentación surgen cuestionamientos respecto a los siguientes puntos.

¿Qué es lo que hace al hombre cooperar en sociedad? ¿Cuáles son los principios de igualdad que nos rigen? ¿Qué define la acción del hombre? ¿Cómo aprende el individuo en sociedad? ¿Cuál es el locus de control? ¿Será que existe en la humanidad una inteligencia superior capaz de la realizar una “justa” distribución de la riqueza? ¿Cuáles son sus implicaciones?                      

         La presente investigación pretende comprobar que un locus de control externo favorece la vitimización de la población guatemalteca, lo cuál incrementa la conformidad antes los principios de autoridad. En Guatemala existe una tendencia a delegar la responsabilidad en los demás, el cuál se perpetúa con la imitación de modelos que no asumen su responsabilidad. La personas sueles decir: “es que mi papa tiene la culpa”, “el problema es mi esposo toma mucho, “es que el gobierno debería darles trabajo”, “el gobierno tiene la culpa”, “porque no me recordó las tareas que había que realizar”, “Dios nos va a proteger” y “ese profesor me puso una mala nota”. El lenguaje que emplean los guatemaltecos por lo general es en tercera persona, es decir el, ella, el otro y ellos.

         Estas frases y dichos que comúnmente escuchamos muestran las características de personalidad de los guatemaltecos. O sea, los guatemaltecos tienden a inculpar al otro pues se les dificulta asumir su responsabilidad. Debido a que por medio del lenguaje la sociedad fomenta el que los individuos no asuman su responsabilidad, en Guatemala se da el juego de roles victima-victimario. Podemos decir una persona inculpa a otra por las situaciones que le tocan vivir (víctima); inculpa a una persona que por poseer poder es depositario de dicha responsabilidad (victimario). Hay una persona que no asume las consecuencias de sus actos ni considera que puede hacer algo para cambiar su situación pues hay una figura de autoridad por encima de ella la cuál se supone debería satisfacer todas sus necesidades. Se considera que esa figura es el poseedor de una verdad y un conocimiento absoluto por lo que todos deben recurrir a él para poder encontrar la solución. Por ejemplo: el padre en la casa, el gobierno en la sociedad, el maestro en el colegio y el sacerdote en la iglesia. Esta percepción de las figuras de autoridad es propia del locus de control externo, pues delega y asume que alguien más es el responsable.                 

 

El hombre, ser social

         Al nacer el ser humano, en palabras de R. Linton[6], “se ingesta en una organización que ya es una entidad funcionando. Su problema como individuo no es ayudar a organizar una nueva sociedad, sino el de ajustarse a los patrones de un grupo viviente, que desde mucho antes de nacer él llego a implantarse”. Es decir, que al nacer el niño es inmerso en una cultura a la que tiene que incorporarse para poder trasmitirla a la siguiente generación.

         La pregunta por el origen del hombre nos lleva al debate naturaleza-cultura. La cultura nace de la naturaleza del hombre, sin embargo el hombre natural no posee ninguno de los comportamientos naturales y adaptativos de los animales. En otras palabras, la cultura toma las necesidades biológicas que compartimos con otros animales y nos enseña a expresarlas de formas particulares. Las personas tienen que comer, pero la cultura nos enseña qué, cuándo y cómo. Por eso, lo cultural se refiere a lo adquirido, lo social, a lo construido e instituido.

         La cultura aparece cuando el ser humano ante la aleatoriedad y el caos existente en la naturaleza y en su grupo social, responde con unas construcciones cognitivas determinadas, creadas y consensuadas; dentro del grupo, que los distintos miembros repiten para mantener la percepción cognitiva de control que facilita la supervivencia.     

           La cultura es el estudio de las forma de comportamientos, ideas, actitudes y tradiciones duraderas compartidas por un gran grupo de personas, la cuales son trasmitidas de generación en generación. Estos patrones culturales “[…] representa la normal, anticipada, de cualquier miembro de la sociedad a una situación determinada”[7]. Todos los individuos pertenecen a una cultura.

         La sociedad es una vida organizada en grupos regida por normas. Las sociedades tienen una duración mayor que la vida del individuo. Por lo que “[…] la gente nace, vive y muere como miembros de la misma sociedad”[8]. Como nos explica C. Menger[9] la sociedad no es producto de ningún acuerdo, sino surge espontáneamente de la convivencia e interacción de los individuos. En otras palabras, el orden social es producto de la evolución humana y no de la razón.   

         Hayek[10] nos dice: “[la mayor ventaja] de la vida social, especialmente en las formas más avanzadas que denominamos «civilización», descansa en el hecho de que el individuo se beneficia de mas conocimientos de los que posee”. Es decir, hay un orden más extenso de cooperación social. Para Hayek la civilización son las formas complejas de una vida en sociedad caracterizadas por el uso del conocimiento disperso y por la ignorancia en cuanto a su funcionamiento. La civilización comienza cuando el individuo en la consecución de sus fines sobrepasa los límites de su ignorancia y se aprovecha de conocimientos que no poseía antes.

         Hayek nos explica que de cierta forma el hombre ha creado su civilización, pues está constituida por las acciones humanas de centenares de generaciones; sin embargo, esto no significa que la civilización sea resultado de los designios humanos o que los hombres sepan de qué depende su funcionamiento y continuada existencia. Por lo tanto es totalmente falsa la idea de que el hombre está dotado de una mente capaz de concebir y crear civilización.

         Descartes, en su obra El discurso del método, expone su idea de que la razón humana es el juez-tribunal que todo lo resuelve. Hayek nos dice que a raíz de estas ideas, expuestas por Descartes, broto un erróneo intelectualismo que proponía que la razón humana era independiente de la naturaleza y experiencia para poseer conocimientos y ejercer la capacidad de razonar. Sin embargo, el desarrollo de la mente humana es parte del desarrollo de la civilización. La mente humana en sí misma es un sistema que cambia constantemente como resultado de sus esfuerzos para adaptarse al ambiente que lo rodea.

         Para Hayek el hombre es racional porque aprende, y ese deposito meta conciente es un aprendizaje. La abstracción son modos semejantes de actuación en circunstancias parecidas. Para él, la abstracción es meta conciente porque tiene que ver con un marco normativo que se expresa en forma de hábito y es parte de la personalidad. Lo propio del ser humano es tener una inteligencia normada. Es decir, la forma más fundamental de inteligencia es la normatividad. La razón es algo del ser humano, que deviene producto del aprendizaje y la convivencia social.

         Mises[11] define que la sociedad es: “[…una] acción concertada; cooperación. Es producto de un comportamiento conciente y deliberado”. Esto no quiere decir que un buen día individuos celebran un contrato en virtud del cuál la sociedad quedo fundada. Las acciones que han realizado la cooperación social y que de nuevo diariamente la realizan no tienden a otra cosa que cooperar y colaborar con otros para alcanzar determinados fines concretos. Es decir, la sociedad es división del trabajo y combinación de actuaciones múltiples para producir un esfuerzo cooperativo.          

             La sociedad humana es fruto de la acción humana, en otras palabras, de la apetencia humana por suprimir el malestar en la mayor medida posible. “La acción es siempre acción de seres individuales. Lo social o el aspecto social es sólo una orientación determinada que adoptan las acciones individuales”[12]. La acción humana es una conducta consciente movilizada a voluntada para ser transformada en actuación, con la cuál se pretende alcanzar fines y objetivos precisos.

         El hombre, al actuar, opta, determina y procura alcanzar un fin. Dos cosas que el individuo no puede disfrutar al mismo tiempo, debe elegir una y rechazar otra. “La acción implica, siempre y a la vez, preferir y renunciar” [13]. La acción implica acudir a ciertos medios para alcanzar cientos fines.  

         Podríamos decir entonces que el orden social no ha sido creado deliberadamente por los seres humanos; sino que por medio de acciones no intencionadas se produjeron instituciones que permiten a los seres humanos convivir y cooperar. La razón humana tiene funciones limitadas, pues es producto de la interacción social que implica el forjamiento del sistema normativo. Por lo tanto no se puede asumir que lo que es resultado de pueda tener el conocimiento para crear aquello de los que es resultado. La sociedad espera de cada uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de innumerables y variables normas.      

 

Aprendizaje social y su relación con el locus de control

         La psicología social es el estudio científico de la manera como las personas piensa, se influyen y se relacionan con los demás. El comportamiento social, varía no sólo por una situación objetiva sino por la forma en que las personas la interpretan. Como interpreten las personas las situaciones esta influido por las representaciones sociales. Creencias socialmente compartidas, ideas y valores ampliamente difundidos que incluyen nuestras presunciones e ideologías culturales.

         La teoría cognoscitiva social ostenta varios supuestos acerca del aprendizaje y la ejecución de conductas que tratan de las interacciones recíprocas de personas, comportamientos y ambientes; del aprendizaje en acto y vicario, así como también de la distinción entre aprendizaje y desempeño.

         Bandura[14] analiza la conducta humana dentro del marco teórico de la reciprocidad triádica, la interacciones reciprocas de conductas, variables ambientales y factores personales como las cogniciones. Según la postura cognitivo social, la gente no actúa impulsada fuerzas internas ni es controlada y moldeada automáticamente por estímulos externos. El funcionamiento del individuo se explica en función de un modelo de reciprocidad triádica en cuál la conducta, los factores de personalidad cognoscitivos y de otra clase, así también como los acontecimientos del entorno son variables determinantes que interactúan entre sí. Es decir, unos con otros.      

 


 

Figura No. 1

Modelo de reciprocidad triádica

 

 


        

        

         La reciprocidad triádica es evidente en un importante constructo de la teoría de Bandura: la autoeficacia percibida, o las opiniones acerca de las propias capacidades de organizar y emprender las acciones necesarias para alcanzar los grados de desempeño designados. Con respecto a la interacción de auto eficiencia (un factor personal) y conducta, la investigación muestra que esas creencias influyen en las conductas orientadas a los logros, como la elección de una tarea, la persistencia, el gasto de esfuerzos y la adquisición de habilidades.

         En la teoría cognoscitiva social, el aprendizaje es una actividad de procesamiento de información en la que los datos acerca de la estructura de la conducta y de los acontecimientos del entorno se trasforman en representaciones simbólicas que sirven como lineamientos de la acción. El aprendizaje ocurre en acto, es decir la ejecución real, o en modo vicario por la observación del desempeño de modelos. En ambos aprendizajes el individuo observa las consecuencias de las acciones para retener las que dan resultados exitosos y descartas o perfeccionar las que llevan a fracasos.     

         Las etiquetas, conceptos y representaciones mentales que utilizamos para interpretar definir y expresar el mundo, nos estructuran en la totalidad de nuestro ser como personas. Todas las etiquetas, conceptos y representaciones mentales las aprendemos. Es como si fueran cromosomas sociales pero a diferencias del código genético, se trasmiten de generación a generación por medio del aprendizaje y el modelamiento. Se podría decir entonces que la cultura en sentido extenso no es, después de todo, sino lenguaje (verbal y no verbal) y las derivaciones materializadas que se pudieran dar del mismo. La importancia del lenguaje radica en que los pensamientos están estructurados y se expresan por medio de este. Es decir, que todo lo que es observado o detectado en el mundo humano es una construcción de la mente y de los sentidos por medio del lenguaje. El ser humano no tiene relación con el mundo (la cosas en sí), sino a través de los símbolos o representaciones que los designan (la cosa en mi).

         La personalidad es una organización más o menos duradera de fuerzas internas del individuo asociadas con un complejo de actitudes, valores y modos de percepción bastante consistentes, que responden en parte de la consistencia del comportamiento individual. Las experiencias de la infancia y de las etapas posteriores de la vida se combinan con las predisposiciones genéticas para formar los atributos psicológicos del adulto.

         De aquí se puede inferir la importancia del aprendizaje social para el individuo. Los factores ambientales unidos a su personalidad y conducta crean la forma particular de ser del sujeto. La cultura es tanto pública como individual, pues está tanto en el mundo como en las mentes de los individuos. El individuo y la cultura están vinculados porque la vida social humana es un proceso en el que los individuos hacen suyos los significados de los mensajes públicos.

         Según la teoría de la atribución las personas se explican el comportamiento de los demás, atribuyéndolo a disposiciones internas (rasgos duraderos, motivo y actitudes) o a situaciones externas. La visión del mundo en Norte América, Estados Unidos principalmente, predispone a las personas a suponer que es la gente y no las situaciones la causa de los eventos.

         Dependiendo de la cultura en la que uno se encuentre va a prevalecer un indidivualismo o un colectivismo. El individualismo proporciona una identidad personal definida por rasgos y metas individuales. Prevalecen los derechos y libertades del sujeto, el logro y su satisfacción. Las culturas colectivistas proporcionan una identidad social definida por las relaciones con los demás. Prevalecen las responsabilidades y relaciones sociales, las metas y solidaridad con el grupo. Guatemala es un país colectivista que predispone a las personas a suponer que son las situaciones externas la causa de los eventos.    

         Los procesos de percepción y las estrategias de adaptación del hombre habían sido estudiados por la psicología en términos de funciones como la memoria, la atención, la inteligencia, etc. Pero la percepción de control cognitivo que tienen las personas sobre su medio no fue estudiada científicamente hasta 1975 por los psicólogos sociales.

         Es a partir del fallo de uno los experimentos con sus perros que Seligman empieza a desarrollar un modelo cognitivo para explicar la sensación, percepción cognitiva de control individual, de indefensión de los animales y de las personas ante la aleatoriedad de los acontecimientos a los que nos enfrentamos diariamente.

         El locus de control se refiere al grado en que las personas perciben sus logros ya sea controlables desde dentro de sus propios esfuerzos y acciones, o controlados desde fuerza por el azar o las fuerzas externas. Las culturas colectivistas favorecen a que las personas tengas un locus de control externo mientras las individualistas favorecen un locus de control interno.          

         En Guatemala los individuos manifiestan una necesidad de depender del otro. Es por medio de ese otro que pueden justificar todas sus acciones. En otras palabras, si hay una persona en la que se concentra el poder y se asume que tiene la respuesta a todas las preguntas, los individuos van a depender de ese otro para que les solucionen los problemas. Por lo cuál la responsabilidad y la causa de los acontecimientos estarán delegadas a factores externos. Según la terapia cognitiva de Aarón Beck[15] existe una creencia central llamada desamparado que tiene la presunción que si nadie me ayuda no sobreviviré; no soy capaz de mantenerme a mí mismo. Esa necesidad de depender o delegar en otro, locus de control externo, es la indefinición o desamparo que han manifestado las personas a raíz de la conquista, las dictaduras y el conflicto armado interno entre otros acontecimientos. La idea que nos hacemos del pasado individual o colectivo depende de la manera cómo interpretamos que ese pasado está determinando nuestro presente. El individuo no actúa en función de la historia tal cuál es, sino tal cuál nos la representamos.

         A lo largo de la historia guatemalteca podemos encontrar varios ejemplos de regímenes autoritarios. La familia, como grupo primario inmediato, resulta reciclando el entorno de la violencia; es decir, el autoritarismo (la coerción, la coacción, el chantaje, el abuso, el maltrato o la agresión) que experimenta como individuo en su interacción social, con el gobierno o figuras de autoridad. El gobierno de Guatemala representa a ese padre o madre que ejerce en su casa un liderazgo paternalista-autocrático. En el cuál este líder concentra todo el poder de decisión, sobreprotege al grupo, quiere asistir a todos las personas y proporcionarles lo que necesitan.

         Hayek[16] utiliza el término estado benefactor para describir el resultado de un liderazgo paternalista-autocrático. Como Hayek bien hace énfasis el problema del estado benefactor no son los fines perseguidos de ayudar y proporcionar vivienda, salud y educación a los individuos; sino los métodos o medios empleados por la sociedad. El gobierno no debería asumir el papel de ese ente al cuál todas las personas deben recurrir para solucionar sus problemas. Él señala bien que los partidarios de la libertad descubren que los planes del estado benefactor tienen actividades que rebasan bastante lo que se considera legítimo e indiscutible. Ejemplo de estas actividades serían los precios tope que los gobernantes sugieren para algunos productos de la canasta básica; también podríamos mencionar la expropiación y redistribución de la tierra y los subsidios.     

         Las sociedades en las que el poder se concentra en una persona desincentiva la responsabilidad individual, delegando en ese otro que tiene el poder todas las consecuencias de las propias acciones. Los sentimientos de indefensión hacen que los individuos jueguen el papel de víctima e inculpen al otro de todas las situaciones que le ocurren, pues este individuo se considera incapaz de realizar acciones para cambiar su situación.

         La sociedad guatemalteca por medio de la imitación y el modelamiento fomenta en los sujetos un locus de control externo, que hace percibir la auto eficacia como el resultado de agentes externos. La personas no se consideran capaces de realizar acciones que induzcan al cambio por lo que se estacan en su situación actual y culpabilizan a otros de cómo se encuentran. Está visión representa un obstáculo para la libertad, pues no hay libertad sin responsabilidad. Es por eso que resulta para el individuo preferible seguir delegando la responsabilidad en el otro inculpándolo de las consecuencias de sus actos que asumir responsabilidad y tener que realizar acciones que generen cambios. Solamente  al asumir esta responsabilidad el individuo va a poder disfrutar de la libertad.                         

         Podríamos decir entonces que si el gobierno se limitara al cumplimiento de de sus funciones, seguridad y justicia, dejaría de seguir ejerciendo el liderazgo paternalista-autocrático que fomenta un locus de control externo y la vitimización de los sujetos. Pues si no existiera esa persona o situación externa que va a resolver los problemas, los individuos asumirían la responsabilidad de sus actos, surgirían soluciones creativas a sus problemáticas y se sentirían más satisfechos con el trabajo que realizan.

 

La esfera pública y privada

         La pensadora Hannah Arendt[17] explica que el nacimiento de las cuidades-estado en Grecia significo que el hombre recibiera además de su vida privada, una especia de segunda vida; la denominada bios políticos. Ahora todo ciudadano pertenece a dos órdenes de existencia, y existe una tajante distinción entre lo que es suyo (idiom) y lo que es comunal (koinon). Es un hecho histórico el referido por Aristóteles, el que la fundación de la polis fue precedida por la destrucción de todas las unidades organizadas que se basaban en el parentesco, tales como la phratria y la phylé.  

         Se podría decir que el cambio principal en el proceso de la evolución de la cultura se produjo con el paso de la comunidad a la sociedad. La comunidad estaba caracterizada por las relaciones de parentesco, status, sentimientos y una interacción persona a persona. La sociedad dio paso a las relaciones interpersonales, contractuales, formales y una interacción segmentaría y pragmática.

         Como nos explica H. Arendt[18] que tras la caída del Imperio Romano, la iglesia católica ofreció a los hombres un sustituto a la ciudadanía. En palabras de ella “la tensión medieval entre la oscuridad de la vida cotidiana y el grandioso esplendor que esperanzaba a todo lo sagrado, con el concomitante ascenso de lo secular a lo religioso, corresponde en muchos aspectos al ascenso de lo privado a lo público en la antigüedad”.

   “Con la decadencia de la familia y el auge de la sociedad inicia claramente la absorción de la unidad familiar en los correspondientes grupos sociales. La igualdad de los miembros de estos grupos, lejos de ser una igualdad entre pares, a nada se parece tanto como a la igualdad de los familiares ante el despótico poder de la cabeza de familia, excepto que en la sociedad, donde la fuerza natural del interés común y de la unánime opinión está tremendamente vigorizada por el puro número, el gobierno verdadero ejercido por un hombre, que representa el interés común y la recta opinión, podría llegar a ser innecesario. El fenómeno del conformismo es característico de la última etapa de este desarrollo moderno”[19].  

 

         En la esfera privada de la familia era donde se cuidaban y garantizaban las necesidades de la vida, la supervivencia individual y la continuidad de la especie. Una de las características de lo privado, antes del descubrimiento de lo íntimo, era que el hombre existía en esta esfera no como verdadero ser humano, sino únicamente como espécimen del animal de la especie humana.

         El carácter monolítico de todo tipo de sociedad, su conformismo que sólo tiene en cuenta un interés y una opinión, está enraizado básicamente en la unicidad de la especie humana. Debido a que dicha unicidad no es fantasía ni siquiera simple hipótesis científica, como por ejemplo la «ficción comunista» de la economía clásica, la sociedad de masas, en la que el hombre como animal social rige de manera suprema y donde en apariencia puede garantizarse a escala mundial la supervivencia de la especie, es capaz al mismo tiempo de llevar a la humanidad a su extinción. Según Arendt ésta era la razón básica del desprecio sentido en la antigüedad por lo privado. El auge de la sociedad ha hecho cambiar la opinión sobre la esfera privada, pero no ha conseguido cambiar su naturaleza.

         En la sociedad estamental, el sujeto puede atribuir la adversidad de su destino a circunstancias ajenas a sí mismo. Le hicieron de condición servil y por eso es esclavo. La culpa no es suya no tiene porque avergonzarse. La mujer se queja que no es duquesa porque su marido no lo es y el marido dice que no lo es porque su padre no lo fue.  

         Según Foster[20] la visión del mundo del campesino, denominada imagen del bien limitado, consiste en percibir como finito: tierra, riqueza, salud, amor, amistad, honor, respeto, status, poder, influencia, seguridad. Al ver todo como escaso, los campesinos creen que los individuos sólo pueden descollar en algo porque se apropian de una parte mayor de la que les correspondería en términos proporcionales de lo que es una especie de reserva común, lo que implica privar a otro de lo que sería su parte.

         Ayn Rand[21] nos dice: “la noción tribal de bien común ha servido como la justificación moral de muchos sistemas sociales –y de todas las tiranías– en la historia. El grado de esclavitud, o de libertad en una sociedad, corresponde al grado en que aquella consigna es invocada, o ignorada”. “El bien común (o el interés público) es un concepto indefinido e indefinible: no hay tal cosa como la tribu o el público; la tribu (o el público o la sociedad) es sólo un número de individuos. Nada puede ser bueno para la tribu como tal. Lo bueno y lo valioso sólo les conciernen a los organismos vivientes –a los organismos vivientes individuales– no a relaciones agregadas incorpóreas”.

         Mises[22] nos explica claramente que “el ser humano nace siempre en un ambiente que se encuentra socialmente organizado. Sólo en tal sentido puede afirmarse que –lógica o históricamente– la sociedad es anterior al individuo. En cualquier otro sentido la afirmación es engañosa y falsa. Es cierto que el individuo vive y actúa en el marco social, pero la sociedad no es más que la combinación de actuaciones múltiples para producir un esfuerzo cooperativo. En ninguna parte existe fuera de las acciones de los individuos y es puro espejismo imaginarla fuera del ámbito en el que los individuos actúan”

 

Dios como argumento de autoridad

         La religión se ha utilizado para mantener el orden y la estratificación sociales. La desgracia, la conquista y la esclavitud se pueden sobrellevar más fácilmente si los oprimidos creen que la otra vida les reserva algo mejor. Los mitos trágicos retratando deidades impresionantes, previenen a la gente de cuestionar la autoridad de los dioses o de los gobernantes y líderes religiosos que los representan en la tierra.

         H. Arendt[23] propone que es difícil identificar lo público y lo religioso, pues la esfera secular bajo el feudalismo fue por entero lo que había sido la esfera privada en la antigüedad. El jefe de familia de los griegos y romanos podía aplicar las normas más duras o suaves pero siempre ateniéndose a la ley. A diferencia el señor feudal podía administrar justicia en su territorio; es decir, él era la ley. En una economía de libre mercado los individuos tienen que estar sujetos a leyes generales, abstractas e impersonales.

         Desde un punto de vista católico, no cabe una acción puramente humana. Si el hombre es imagen de Dios, toda acción humana, grande o pequeña, la haga quien la haga, esconde algo divino, algo que la hace naturalmente religiosa. Como pudimos observar en el hombre, ser social: la acción humana es una conducta consciente movilizada a voluntada para ser transformada en actuación, con la cuál se pretende alcanzar fines y objetivos precisos.

         Como Weber explica, si la esencia del “espíritu capitalista”[24] es la posibilidad de una acción puramente humana, esto se opondría a la esencia antropológica católica. Esto vendría a derrocar al argumento de la acción naturalmente religiosa, pues al ser la acción consciente y un medio para alcanzar un fin implica el empleo de la mente humana y de la subjetividad del individuo para su realización. Por lo tanto son sus decisiones las que determinaran sus acciones.

         El liberalismo no opone ningún obstáculo a que el hombre adapte voluntariamente su conducta personal y ordene sus asuntos privados a tenor de las enseñanzas del evangelio, según él mismo, su iglesia o su credo las interpreten. A lo que se opone terminantemente es a todo intento de impedir, mediante la apelación a la intuición religiosa o a la revelación, el estudio racional de los problemas que el bienestar social suscita. El liberalismo a nadie impone el divorcio o el control de la natalidad. Pero combate a quienes quieren impedir a los demás que analicen libremente las razones en pro y en contra de estos asuntos.    

         Al criticar los argumentos propuestos en la Carta Episcopal, no se está juzgando la fuente o el origen de donde provienen dichos argumento; sino la fundamentación lógica de los mismos. La iglesia continuamente desresponsabiliza a la personas pues fomenta la creencia de desamparo y la posición de victima al considerar que las otras personas son las responsable del bienestar de los individuos.

         Los sujetos se conforman pues asumen el papel de víctima. Consideran que son incapaces de hacer algo para cambiar la situación y es así como delegan en otros la responsabilidad. Recurren a una terceridad más allá del mundo material para poder justificar lo que les sucede. No es Dios, ni el estado el responsable del bienestar del individuo, sino es el sujeto mismo que se procura dicho bienestar por medio de sus acciones. El bien común es “un concepto vacío, a menos que sea tomado literalmente, en cuyo caso sólo puede significar que es la suma del bien de todos los individuos involucrados”[25].

         Para terminar podríamos reafirmar lo que dice Moser[26], la vida sería insoportable en una sociedad donde todo dependiera exclusivamente de la valía individual. Somos proclives a sobreestimar nuestra capacidad y nuestros merecimientos; de ahí que, cuando la posición social viene condicionada por factores ajenos, quienes ocupan lugares inferiores toleran la situación- las cosas son así– conservando la dignidad y la propia estima, convencidos que valen tanto o más que los otros. En cambio, el planteamiento varía si sólo decide el mérito personal; el fracaso se siente humillado; rezuma odio y animosidad contra quienes le superan.

         La sociedad en la que el mérito y la propia ejecutoria determinan el éxito o el hundimiento es la que el capitalismo, apelando al funcionamiento del mercado y de los precios, extendió por donde pudo. Sería entonces para el individuo preferible vivir condicionada de factores ajenos pues los individuos no se sentiría inferiores ni humillados.

 

        


Bibliografía

 

  • Arendt, Hannah. La condición humana. (Barcelona: editorial Paídos, 1998).
  • Hayek, Friedrich von. Los fundamentos de la libertad. (Madrid: Unión Editorial, 1982.).
  • Kottak, Conrad P. Antropología, una exploración de la diversidad humana. (México: McGraw-Hill, 1994). 
  • Quinto, E. El modelo cognitivo: la psicoterapia. (Guatemala: Editorial Kyrios, 2002).
  • Linton, R. Cultura y personalidad. (México: Fondo de Cultura Económica, 1963).
  • Mises, L. La acción humana. Tratado de economía. (Madrid: Unión Editorial, 1995).
  • Myers, David G. Psicología social (Colombia: McGraw-Hill Interamericana, S. A, 2000). 
  • Rand, Ayn. Capitalism: The Unknown Ideal. (New York: New American Library, 1966).
  • Schunk, D. Teorías de la personalidad. (México: Prentice Hall, 1997).
  • Termes, Rafael. Capitalismo y cultura cristiana (España: Ediciones Universidad de Navarra, S. A, 1999).  

 

* Estudiante de Psicología de la Universidad Francisco Marroquín.



[1] “En efecto, nos sentimos cuestionados porque estas hirientes desigualdades entre quienes gozan de la posesión de los bienes de la tierra aún en demasía y los que nada o casi nada poseen, no sólo aumentan cada día más la inmensa brecha entre ricos y pobres, sino se dan en un pueblo que se confiesa y considera cristiano”. 

 

[2] “La solidaridad es lo contrario al individualismo egoísta, pues nos hace pensar en los demás al mismo tiempo que pensamos en nuestra propias necesidades. Nos hace buscar la solución a los problemas de los demás. Tienen su base en el sentido cristiano de la fraternidad, pues la solidaridad se basa precisamente en una verdad fundamental del cristianismo: todos somos hermanos porque somos hijos de un mismo Dios, estamos dotados de la misma dignidad, gozamos de los mismos derechos y estamos llamados a la misma glorificación con Dios”. 

 

[3] “Por vuestra parte, responsables de los pueblos, clases poderosas que tenéis a veces improductivas las tierras que esconden el pan que a tantas familias falta, la conciencia humana, la conciencia de los pueblos, el grito del desvalido, y sobre todo la voz de Dios, la voz de la Iglesia os repiten conmigo: No es justo, no es humano, no es cristiano continuar con ciertas situaciones claramente injustas”. También: “legislar en vista de un distribución equitativa de la tierra, principiando con las vastas propiedades estatales y “las propiedades cultivadas, a favor de quienes sea capaces de hacerlas valer”.  

 

[4] “El ver al campesino o indígena vestido con harapos, enfermo, sucio y menospreciado nos parece de lo más natural. Hacemos “folklore” y turismo de los ranchos húmedos, inhóspitos e insalubres”. 

[5] “Esa liberación empieza para la creación, cuando los bienes de la tierra dejan de ser medios de rivalidad y explotación de los hombres para convertirse en medios de fraternidad y comunión”. “La fe en el Señor Resucitado y la fraternidad que le sigue como fruto, hace brotar la tierra nueva donde habitará la justicia (2P3, 13). “Entonces habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, no habrá no muerte ni llanto, ni gritos, ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado” (Ap 21, 1-4).

[6] Linton, R. Cultura y personalidad. (México: Fondo de Cultura Económica. 1963), p. 31.

[7] Ibíd., pág. 34

[8] Ibíd., pág. 31

[9] Romero A. Rückher zu menger. Profesor del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín.

[10] Hayek, Friedrich von. Los fundamentos de la libertad. (Unión Editorial, Madrid, 1982), pp. 47-49. 

[11] Mises, L. La acción humana. Tratado de economía. (Madrid: Unión Editorial, 1995), pp. 173, 177.   

[12] Ibíd., pág. 173

[13] Ibíd., pág. 17

[14] Schunk, D. Teorías de la personalidad. (México: Prentice Hall, 1997), pp. 108 y 109.  

[15] Quinto, E. El modelo cognitivo: la psicoterapia. (Guatemala: Editorial Kyrios, 2002).

[16] Hayek, Friedrich von. Los fundamentos de la libertad. (Madrid: Unión Editorial. 1982), p. 347

[17] Arendt, H. La condición humana. (Barcelona: Editorial Paídos, 1998).

[18] Arendt, H. La condición humana. (Barcelona: editorial Paídos, 1998), p. 46.

[19] Ibíd., pág. 51

[20] Kottak, Conrad P. Antropología, una exploración de la diversidad humana. (México: McGraw-Hill, 1994).   

[21] Rand, Ayn. Capitalism: The Unknown Ideal. (New York: New American Library, 1966), p. 20

[22] Mises, L. La acción humana. Tratado de economía. (Madrid: Unión Editorial, 1995), p. 173  

[23] Arendt, H. La condición humana. (Barcelona: editorial Paídos, 1998), p. 46.

[24] Weber dice: no es el proceso material de producción y acumulación de la riqueza el que genera una ideología, sino, que por el contrario, ese proceso sería inexplicable sin la existencia de un espíritu que lo impulsa y desarrolla. Espíritu, que no es más que un aspecto del único espíritu absoluto que dentro del campo de la actividad económica, contribuye a que el Estado acabe configurándose como la expresión máxima de la objetivización del espíritu absoluto. Espíritu del capitalismo, se manifiesta en aquella mentalidad que aspira a obtener un lucro ejerciendo sistemáticamente una profesión, una ganancia racionalmente legítima.

Termes, Rafael. Capitalismo y cultura cristiana (España: Ediciones Universidad de Navarra, S. A, 1999), p. 130.  

[25] Rand, Ayn. Capitalism: The Unknown Ideal. (New York: New American Library, 1966), p. 20.

[26] Moser, Justus. Ningún ascenso por méritos. (Berlín: B. R. Abeken, 1842), vol. II, pp. 187-191.

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