El significado de valor moral desde el pensamiento ético de José Luis L. Aranguren
Primera parte
Daniel López Fetzer*
1. INTRODUCCIÓN
La presente investigación se orienta hacia la presentación sistematizada de la ética del filósofo español: José Luis López Aranguren; más conocido como Aranguren. Dicha sistematización responde al objetivo de estructurar, a partir de categorías lógicas, el pensamiento de dicho filósofo. En este sentido se infirieren, relacionan y contraponen sus ideas principales, a fin de dilucidar, dentro de esa estructura ética, el valor moral.
La primera tarea, consistió en identificar el “sistema ético de Aranguren” (capítulo 4). Ello condujo a entender esta ética a partir de: “La realidad moral” y “La determinación extrínseca del êthos”; títulos que Aranguren nunca utilizó[1], y que son un aporte de esta investigación. La realidad moral es la forma en que está, por decirlo así, diseñado el ser humano; es decir, estructuralmente moral. Ahora bien, nuestra estructura moral posibilita la adopción de diversos contenidos morales, como los implícitos en la religión, en nuestros estilos de vida (ways of life), en los ideales de la época, etc. Por lo cual, a partir de criterios lógicos, tan generales como los que se refieren a la validez o invalidez de los razonamientos, se dio paso a “La determinación extrínseca del êthos”; es decir, a la consideración y sistematización de las principales ideas éticas que Aranguren, identificó, descalificó o validó[2]. Con esto se estructuraron tres categorías: “Referentes inválidos (por sí mismos) del êthos”; “Referentes válidos e insuficientes del êthos; y “La fuente de la moral”. El êthos es, como se verá, el carácter, el modo de ser, que se ha formado a partir de la naturaleza moral, y de los principios morales aceptados.
Luego se identificó el significado del valor moral, a partir del sistema ético anteriormente mencionado. Ello no quiere decir que el capítulo sexto verse exclusivamente en inferencias, sino que es una amalgama entre: referencias directas del autor, relativas al valor moral, identificaciones del valor moral a partir de géneros próximos (la virtud, el deber, etc.), y, desde luego, inferencias dado que Aranguren no desarrolló temáticamente el valor como problema moral.
Por último, el capítulo sexto titulado: “Escrutinio de las principales ideas éticas de Aranguren”, es un breve ensayo concerniente a las conclusiones hasta aquí alcanzadas, puestas a prueba a partir de la experiencia, principalmente. No se trata aquí de descalificar al filósofo español, sino de llevar al límite sus ideas para, desde luego, convencernos o no de la veracidad de las mismas.
Aranguren es un conocedor de la religión, de la ética, de la política, como muy pocos. No es un pensador ordinario que relaciona ideas a partir de traducciones, de fuentes secundarias, terciarias… (ello no quiere decir, que sea el Sócrates de la época, ni que alguien que no posee sus conocimientos, no pueda estructurar un nuevo sistema moral), sino que parte de las fuentes originales, ya sea del griego, latín, francés, alemán, inglés, y desde luego, español, al menos en el mayor de los casos. Dada la brillantez del manejo de sus ideas, hace confiable sus meticulosos trabajos. No dudo que la presente investigación sea criticada, ya sea por el pensamiento de Aranguren, o por mis afirmaciones; realmente pretendo someter a juicio o crítica a tan somero pensamiento relativo al valor moral y a la ética que difundido en universidades, colegios, periódicos, conferencias, ONG’s, etc., producto de la mediocridad, tratando de implantar nuevamente a la ya fracasada casuística. ¿Cuándo comenzará a cambiar nuestra crisis moral? Cuando tengamos, además de la valentía…, el conocimiento certero de nuestra parte. Lo cual sin discusión, sin rigor…, es imposible que se pueda lograr.
2. ANTECEDENTES
Es impreciso saber quién por vez primera identificó una entidad como un grado de utilidad (qué tan útil es algo); cualidad de las cosas para el intercambio (dinero); el alcance de significación o importancia de alguna cosa; ánimo humano; firmeza de un acto; eficacia, fuerza o virtud de las cosas al producir sus efectos; fruto o producto de una hacienda o empleo, etc.; es decir, la asociación de las distintas acepciones atribuidas a lo que la Real Academia Española identifica en la actualidad como valor[3]. Por ejemplo: ¿se podría negar acaso, el hecho que un ser humano primitivo no haya discernido el grado distinto de importancia (o valor) que significaba ingerir agua en un día nublado o ante un sol sofocante? Aunque la respuesta a la interrogante anterior sea un rotundo no, ello no significa que estemos ante la identificación del inicio de la conciencia humana por el valor moral, y mucho menos, de la exposición de éste como problema filosófico; es decir, el valor identificado como el grado de importancia de algo (como en el ejemplo anterior del agua) no es producto de la filosofía, ciencia…, sino que ha sido manifestado indistintamente del desarrollo de estas disciplinas, de forma connatural al ser humano. Ahora bien, su identificación como problema, y su asimilación como referente moral, sí ha sido abordado a partir de la filosofía.
Dicha exposición del valor como problema filosófico ha sido abordada, por algunos teóricos como Monique Canto-Sperber[4], quien asoció el término de valor con el concepto griego de valentía; es decir, consideró al valor como una virtud. Ahora bien, si el valor es reductible a la valentía, entonces el valor ha sido considerado filosóficamente desde Sócrates y Platón.
Además, <<una tradición que va de Homero a los escritores romanos, y después a Maquiavelo y a los teóricos políticos del Renacimiento, ha hecho del valor la virtud pública por excelencia, cuyos principales impulsos son el patriotismo y el amor a la patria>>[5]. ¿Acaso esto último no denota también valentía? El valor así expresado es, según Canto-Sperber, la virtud pública y heroica, es decir, un tipo de valentía en función de la sociedad. Sin embargo, Canto-Sperber también hace referencia a otro tipo de valentía, eso sí más personal, la valentía de enfrentar los peligros imaginarios expresados como timidez, vergüenza, aprehensión, melancolía y nostalgia. Pero ello es indiferente en la presente sección. Lo que realmente interesa es la identificación de la valentía expresada como valor.
Por otro lado, según José Luis L. Aranguren[6] el concepto de valor se identifica por vez primera como problema filosófico en la “Fundamentación de la metafísica de las costumbres” de Kant, a finales del siglo XVIII. En esta obra se pregunta Kant acerca del referente adecuado a seguir en el desenvolvimiento del actuar humano, a partir de lo cual discierne el valor moral como algo restringido, es decir, como un referente insuficiente en la toma de decisiones morales. Sin embargo, aunque Kant apela a este concepto en mínimas ocasiones, no deja de tener significativa importancia en la historia del pensamiento axiológico al abrir la puerta a Lotze, quien es el primero[7] en plantear temáticamente el valor como problema. Es Lotze quien funda realmente una ética del valor, es decir, no ya una ética que subordine a los valores, sino los valores como los referentes de la ética. Tras él, Nietzshe jerarquiza a los valores, sólo que en un orden distinto: la moral de los más fuertes, los que encaminan su actuar tras el vivir. No desentraña al valor en cuanto tal sino que cambia el referente (como se mostrará más adelante).
Posteriormente, como producto de la fenomenología e influencia kantiana, apareció la teoría del valor de Max Scheler. Es aquí, donde se desarrolla el paradigma impuesto por Lotze, seguido por Nicolai Hartmann, Hans Reiner…, y problematizado por la Escolástica y por Heidegger, principalmente[8].
Ahora bien, según Aranguren, Scheler entiende a los valores como <<cualidades enteramente objetivas, aprehendidas por los sentimientos intencionales, de análoga manera a como los actos intelectuales aprehenden las verdades y los actos de la percepción sensorial alcanzan la experiencia de los objetos y procesos materiales>>[9]; es decir, un valor es aprehendido de la misma manera a como se nos forman las ideas en la mente de la realidad inmediata. Eso sí, esa aprehensión no sucede por medio de la intuición racional, sino por medio de la intuición emotiva.
Los valores morales son la resultante, según Scheler, de los valores vitales, estéticos, religiosos, filosóficos, etc., dado que un valor estético, por ejemplo, tiene una especificidad, a saber: la belleza y la fealdad. Así mismo los demás valores antes mencionados tienen su especificidad. Pero los valores morales no tienen una especificidad, es decir, una materia propia. Los valores morales cobran sentido a partir de los demás valores y se jerarquizan consecuentemente; es decir, dependiendo de la importancia que tenga la religión, la filosofía, etc., en cada persona, así se jerarquizarán los valores. Así por ejemplo, si la religión es lo más importante en la vida de X persona y la estética lo menos importante, los valores religiosos cobrarán mayor jerarquía y los valores estéticos menor jerarquía. Por lo que los valores morales, en este último caso, consistirán en ser los valores religiosos.
No es tarea aquí contraponer o fundamentar las distintas concepciones relativas al valor moral, sino sólo exponer, quizá de manera demasiado general, atisbos del problema del valor. Aun así, con lo dicho hasta el momento son identificables dos tendencias: la consideración del valor entendido como “valentía” y la fundamentación de la moral en el valor: la teoría del valor de Max Scheler… Ahora bien, ¿qué entiende Aranguren por valor moral? ¿Será que circunscribe su pensamiento a una de estas dos teorías?
*Licenciado en Filosofía, profesor auxiliar del Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín. Presentó estas ideas relativas al valor moral como parte de su tesis.
3. BIOGRAFÍA
José Luis López Aranguren
Nació en Ávila, España (9 de junio de 1909). Estudió en el internado jesuita de Nuestra Señora del Recuerdo (1918-1925). Se licenció en Derecho (1931) y en Filosofía y Letras (1936). Luego (1944), publicó su primer libro: La filosofía de Eugenio d’Ors, tras haber sido premiado, un año antes, por su ensayo titulado: El pensamiento filosófico de Eugenio d’Ors, por parte de la Junta Restauradora del Misterio de Elche. Posteriormente, logró doctorarse con la tesis: El protestantismo y la moral (1951). Y publicó, un año más tarde, su libro: Catolicismo y protestantismo como formas de existencia. Luego, logró la cátedra de Ética y Sociología, de la Universidad de Madrid (1955), y publicó, en el mismo año, su obra: Catolicismo, día tras día. Ya en posesión de dicha cátedra, publicó: Crítica y meditación (1957) y su gran obra: Ética (1958), además de: La ética de Ortega.
El pensamiento de Aranguren transmuta de la religiosidad a la consideración de la moral, es decir, a la ética, a partir de su libro: El Protestantismo y la moral, para luego, tras constituirse como presidente del Movimiento de Reforma Universitaria (1962), publicar: Ética y política (1963). Dicho movimiento, dio paso a la, por él encabezada, multitudinaria marcha estudiantil en la que se exigía libertad de asociación a la rectoría de la Universidad Complutense. Por lo que es expulsado de su cátedra (1965).
En 1966, comienza su travesía como profesor visitante de diversas universidades extranjeras, en los países escandinavos, Francia, Italia, México, Puerto Rico y Estados Unidos. En la Universidad de California, en Santa Bárbara, fue nombrado full professor, en la categoría de Over Scale. En esos años, publicó: La comunicación humana, Remanso de Navidad y examen de fin de año y Obras selectas (1965); Moral y Sociedad, Introducción a la moral social española del siglo XX y Religiositat intelectual (1966); Lo que sabemos de moral (1967); El marxismo como moral y El problema universitario (1968); La crisis del catolicismo y Memorias y esperanzas españolas (1969); El cristianismo de Dostoievski (1970); Juventud, universidad y sociedad (1971); Erotismo y liberación de la mujer (1972); El futuro de la universidad y otras polémicas, Moralidades de hoy de mañana y San Juan de la Cruz (1973); La cruz de la monarquía española y Entre España y América (1974); La cultura española y la cultura establecida y Talante, juventud y moral (1975); Qué son fascismos, Conversaciones y Estudios literarios (1976). Además, se editó el libro colectivo: Teoría y sociedad. Homenaje al profesor Aranguren; por motivo de sus 60 años. En 1971, participó en una conferencia en “Rencontres Internationales de Genève” (Reuniones internacionales de Ginebra), con el lema: Où va la civilisation (¿Dónde está la civilización), donde sólo Ortega y d’Ors lo habían hecho anteriormente.
En 1976, por parte del Gobierno de Suárez, fue repuesto en su cátedra en la Universidad Complutense, tras la por él impartida, primera clase de dicha universidad. Un año después es jubilado y nombrado profesor emérito por la Universidad de Santa Bárbara, y tres años más tarde es jubilado también, por la universidad madrileña. Posteriormente, publicó además: Contralectura del catolicismo (1978); El oficio del intelectual y la crítica de la crítica y La democracia establecida (1979); Sobre imagen, identidad y heterodoxia y Bajo el signo de la juventud (1982); una meditación política y Propuestas morales (1983); El buen talante (1985); Moral de la vida cotidiana, personal y religiosa (1987); Ética de la felicidad y otros lenguajes (1989); La vejez como autorrealización personal y social (1992); y Ávila de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz (1993).
En el transcurso de sus últimos años fue premiado y homenajeado en repetidas ocasiones: recibe la “Creu de Sant Jordi”, medalla de Pierre de Fermat por la Universidad de Toulouse (1982); el premio de Ciencias Sociales “Giner de los Ríos”, por la Universidad Internacional Menéndez (1982); se le homenajeó por motivo de la aparición del primer fascículo de la Revista de Conocimiento (1984); premio nacional de ensayo por su libro Ética de la felicidad y otros lenguajes (1989); se le homenajeó por su libro Ética, día tras día, tras sus ochenta años; recibió la Medalla de la Comunidad Autónoma de Madrid (1991); el premio “León Felipe”, por <<su constante defensa de la dignidad y los derechos de la persona>>; fue investido doctor honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid; homenajeado por un Círculo de Lectores madrileños, con motivo de la edición del libro: Retrato de José Luis L. Aranguren; medalla de Oro de la ciudad de Zaragoza, donde es nombrado <<Abulense de Pro>> por la Cámara de Comercio de Ávila; y por último, es nombrado Profesor Emérito por parte de la Universidad Complutense de Madrid.
Aranguren estuvo casado con María del Pilar Quiñones Villanueva, desde 1938 hasta 1990, fecha en la cual ella muere. Seis años más tarde, el 17 de abril de 1996, muere tras compilar sus Obras por categorías (Filosofía y religión; Ética; Filosofía moral, sociología y política 1 y 2; Escritos literarios y autobiográficos; y Varia), con apoyo de Feliciano Blázquez, y editorial Trotta en 1994.
[1] Sólo mencionó en pocas ocasiones a <<la realidad moral>>, pero nunca como título. Además, no la relacionó, a partir de lo que comprendía por la misma, más que en mínimas ocasiones.
[2] Aranguren validó e invalidó principios éticos, aun sin referirlos a la consideración lógica. El aporte es mío.
[3] DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, (Vigésima segunda edición), http://buscon.rae.es/draeI/
[4] DICCIONARIO DE ÉTICA Y DE FILOSOFÍA MORAL K-W, (México, Fondo de cultura económica, 2001), 1788pp.
[5] Ibid., pág. 1642.
[6] L. ARANGUREN, José Luis, Ética, (Barcelona, Altaya, S.A., 1994), pág. 70.
[7] Ibid.
[8] Lo cual no prescinde de la vasta cantidad de trabajos relativos al valor, sino que establece un referente, es decir, los principales paradigmas axiológicos.
[9] Ibid., pág. 71.