Fenomenología y actitud filosófica  

 

 

Mario Germán Gil Claros*

Resumen

Una actitud filosófica asumida desde una postura de vida individual significa un acto de transformación, de aprendizaje, en la búsqueda de lo que se pretende ser desde la intimidad, abierta al Otro. La transformación que experimenta se da entre la ética, la política y la razón, las cuales fenomenológicamente se asumen como estilos de vida, tal como lo vemos con la filosofía de Husserl, Sartre, Habermas y el mismo Foucault, en un diálogo polémico como lo pretende este artículo.

 

Palabras clave: Actitud filosófica, actitud natural, actitud trascendental, intencionalidad, conciencia, otro, êthos.

 

Summary

A philosophical attitude assumed from an individual life.  It means an act of transformation, of learning, in the search of which it is pretended to be from the privacy, opened to another one. The transformation experimented between ethics, politics and reason, which phenomenological are assumed like life styles, as we see it in the philosophy of Husserl, Sartre, Habermas and Foucault, in a controversial dialogue, is what this article tries to be.

 

Key words: Philosophical attitude, natural attitude, transcendental attitude, intentionality, conscience, another, conscience, another one, êthos.

 

La actitud natural es la posición que asume el sujeto ante el mundo cotidiano, atraviesa la vida en sus múltiples manifestaciones como los negocios, la administración de la casa, los juegos infantiles, la ciudad. A la vez es un mundo del cual tenemos plena conciencia de lo que hacemos como sujetos. La actitud natural es la de aquellos hombres de conciencia, la cual ayuda a orientarlos y dar sentido al orbe en el que viven. Husserl nos lo describe como: “un mundo de valores y de bienes, un mundo práctico”.1 La actitud es el vehículo -como disposición-, que nos permite abrir las puertas a otras situaciones que tocan la vida. Trascender a partir de diversas actitudes en comunidad, nos permite abrirnos al mundo o ampliar nuestro ver-conocer desde distintas perspectivas; para Husserl sería desde un conocimiento que permita descifrar el fenómeno que está “ahí”, “delante”, ante un ser arrojado al mundo que busca conocerlo en su trascendencia lógica. En este sentido, el mundo de la lógica y de la ética marcha en profunda armonía en el fundamento de la subjetividad, en la cual se destaca el mundo psicológico y el mundo racional, que para Husserl son inaugurados por Aristóteles, como ciencias que van a estudiar al sujeto, desde el flujo de la conciencia; mundo que trae sus dificultades y cuestionamientos. La conciencia fenomenológica busca descubrir la vida misma, a través de su teorización o conceptualización, dada por actos de conciencia; para ello se precisa de una disposición (actitud) para el filosofar, que pasa de la mera actitud natural de la vida cotidiana como experiencia,* a una actitud filosófica que invita ser dueños del pensamiento, y proyectarse con seguridad en el mundo cuando lo interpretamos, en un yo que desde su conciencia asume una actitud filosófica en el logro de verdades que se fundamentan en él y en una ciencia dueña de sus actos, que se comprende y se responsabiliza a sí misma.

 

Cuando hablamos de actitud, es preciso destacar que el mundo es el que señala los rumbos de la conciencia. Aquí, la reducción fenomenológica, pasa del mundo fáctico, el de la actitud natural en el cual se desenvuelven las vidas de los hombres, al mundo de la idea fenomenológica, el de conceptos filosóficos, de las ideas que determinan lo que es el fenómeno en su comprensión, y trasciende desde una conciencia subjetiva al abordar el mundo. Este tipo de filosofía aborda al mundo en su esencia, como el ser de las cosas. En este sentido, la conciencia es vivencia, en el tiempo es percepción, recuerdo, signo temporal y requiere, de acuerdo con Husserl, un cambio de actitud en la comprensión del mundo. Es decir, se pasa de una actitud natural a una actitud filosófica cargada de reducción, de intuición y de constitución trascendental ontológica, exteriorizada en el mundo. El sujeto se autojustifica en su relación con los fenómenos del mundo como experiencia, modifica su actitud, pues el fenómeno en su independencia frente a él, rompe su ensimismamiento para vincularlo plenamente al orbe.* Es la posición que se asume ante el mundo y la manera de abordarlo. En buena medida son las “vestiduras” del saber (espisteme) que llevan los hombres en su trajinar, las modifican y se adaptan al saber de las ciencias y de las demostraciones, asumidas desde posturas existenciales críticas, que toman un actitud ante los procesos de racionalización de la vida moderna, acarreando serias dificultades en los procesos culturales, de unas existencias que han de interpretarse y explicarse mediante una radical postura ante el mundo, en especial el de la vida diaria cargada de “evidencias originarias”, según Husserl.

 

Lo anterior nos lleva a afirmar que toda acción teórica, todo propósito de pensamiento, todo imaginario o ficción, culminan y se autorrealizan en el mundo de la actitud natural, el mundo de la vida, en la que la filosofía toma su real importancia; pues la vida se transforma en centro de preocupaciones del pensamiento filosófico, llevada a cabo por lo que Husserl llama las actitudes de interés, tomadas simultáneamente desde distintos puntos de vista como sujetos de conciencia o, cotidianamente, como un profesional en determinado estudio superior, como vecino de barrio, como padre o como madre, como ciudadano, como deportista. En esta dirección, la pretensión de la filosofía en un ejercicio pedagógico, torna la vida del sujeto como ser pensante. “vivir significa constantemente vivir – en – la – certeza – del mundo. Vivir despierto significa estar despierto para el mundo, ser constante y actualmente “consciente” del mundo y de sí mismo en cuanto viviendo en el mundo, vivenciar realmente y ejecutar realmente la certeza del ser del mundo”.2 La filosofía lo hace suyo, lo transforma por medio de la actitud, en nuestro caso, la actitud filosófica modifica la actitud natural, pues interpreta el fenómeno desde la misma trascendencia. “En particular y ante todo importa mostrar que el que filosofa se abre a una nueva índole de experiencia, del pensar, del teorizar, en la que, puesto por encima de su ser natural y por encima del mundo natural, no pierde nada de su ser y sus verdades objetivas, y tampoco nada de las adquisiciones espirituales de su propia vida mundana y de toda la vida histórica en común; solamente que él – en cuanto filósofo, por la particularidad única de la dirección de su interés – se priva de toda ejecución natural de su vida mundana, es decir, de plantear cuestiones, preguntas ontológicas de valor, prácticas sobre el ser y el no ser, sobre el ser-útil, el ser bello, el ser bueno, etcétera, sobre el terreno del mundo existente. Pero no ha por ello desaparecido el mundo exactamente así como era antes para mí y como lo es aún, el mundo en cuanto mío, nuestro, el mundo de la humanidad que siempre vale según modos subjetivos; sólo que durante la epojé consecuentemente llevada a cabo se presenta ante la mirada como puro correlato de la subjetividad que le da sentido de ser y por cuyo valer ese mundo ‘es’ ”.3Esta actitud sólo se desenvuelve en la intencionalidad que se tiene para con los demás, inicialmente se va a reflejar en la actitud natural, en las formas de comportamiento, en la realización de la vida práctica, que a medida que se complejiza en actitud abstracta, conduce a lo que Husserl llama “tomas de posición” en la unidad del horizonte de vida. Es pues que en la intencionalidad viene la fuerza de la actitud del sujeto en la constitución del sentido de vida en el mundo del cual tiene conciencia, relacionándose con otras conciencias en la orientación que imprimen a sus acciones, en un mundo para todos. El estar con los otros enriquece el sentido particular de mundo del sujeto, e implica a los otros en la realización de sus intenciones, en una comunidad real de carne y hueso, en una conciencia que va más allá de lo natural, para alcanzar una autointerpretación que vendría a ser, según Husserl, filosofía trascendental, sin que deje o niegue la condición natural del sujeto.

 

La fenomenología a través de la intencionalidad busca la esencia misma de aquello que afecta y despierta en el sujeto el interés por conocer, mediado por la universalidad eidética, forma de abordar el mundo en un constructo mental, impresionado en sus experiencias, que modifican la actitud natural del sujeto, en la elaboración de una nueva forma de mirar y de conocer ese mundo, en una metodología que reposa en la actitud, cuyo foco es la conciencia misma. En esta nueva actitud filosófica, el sujeto no existiría como sujeto psicológico, sino puesto en el mundo (objetivo), frente al otro, ante el cual emito juicios, valores, etc. Esta actitud trascendental, es lo propio de la filosofía con relación al saber del mundo, que percibo y deseo intencionalmente para la comprensión de sus significados y me fuerza a reflexionar sobre sí mismo. “La filosofía sólo puede empezar y sólo puede desarrollarse en toda su ulterior actividad filosófica como ciencia, en la actitud fenomenológico-trascendental”.4 La nueva actitud filosófica trascendental permite pensar y ubicar al sujeto en el mundo con pleno sentido, en especial para vivirlo y relacionarse con el otro. Es decir, lo que hace la fenomenología es desprender al sujeto de las redes de un mundo natural, de un mundo psicológico, y trascender al mundo de la reflexión filosófica, para así poder conocer, saber y posicionarse a través de la conciencia en el mundo. “Este mundo existe para mí y es lo que es para mí sólo en tanto cobra sentido y valor verificado por obra de mi propia vida pura y de la vida de los demás que se franquea en la mía”.5 Es el mundo objetivo, el de la experiencia, con el cual me relaciono y consolido mi forma de vida. La labor última de la actitud trascendental, es descubrir la constitución fenomenológica de los objetos, de los seres que conforman el mundo, adentrándonos en una fenomenología pura, la de la actitud filosófica. Por tanto, la esencia fenomenológica es la idea central de lo que el ser es desde la conciencia pura. Es una actitud o conocimiento que vuelve a la búsqueda de todo principio de validez del propio conocimiento, en un ser dispuesto a interpretar y dar sentido al mundo.

 

Veamos el papel que juega la actitud en lo que sería una fenomenología pura. Husserl parte de lo que es una actitud natural, el mundo de las vivencias y de las relaciones cotidianas de los hombres y de las mujeres. “Empezamos nuestras meditaciones como hombres de la vida natural, representándonos, juzgando, sintiendo, queriendo ‘en actitud natural’”.6 Es el sujeto de conciencia, condición fundamental para desarrollar una postura, pues la conciencia permite saber de un mundo cuya extensión y comprensión superan toda condición del sujeto, el cual lo experimenta y se relaciona inicialmente con él a través de lo inmediato: los sentidos, lo que está delante, al cual trata de encontrarle significado en la existencia, previa intencionalidad, que ha afectado su modo de vivir. De este modo, la conciencia permite saber que se está en el mundo y en consecuencia, establece desde las intenciones que se tengan para ese mundo una relación mundana de vida en común.

 

El yo, como primera persona, es el que despliega la actitud ante el mundo, lo hace en las acciones diarias, Husserl nos diría del ser-humano de la vida natural, asumido en actitud natural, a través de la conciencia y del horizonte de vida, el cual da cuenta de un mundo mucho más grande de lo que se pensaba. La actitud natural hace saber esta situación y condición ante el universo humano, que está delante, ahí, frente a mí. Todas estas formas por las cuales me relaciono con el mundo, son posibles por la conciencia que tiene y desarrolla el yo (cogito) ante lo que tiene delante, abordado reflexivamente.

 

En la actitud natural nos encontramos con un sujeto, el cual involucra su potencialidad de ser de manera inmediata, en la resolución de los asuntos de la vida diaria y en las relaciones que establece con los demás en común. “Pero el mundo natural, el mundo en el sentido habitual de la palabra, está constantemente para mí ahí mientras me dejo vivir naturalmente”.7Es el sujeto que aún no está pensando en otro tipo de actitud, en trascender su condición de vida, que no precisa de teorización alguna para afrontar los asuntos domésticos.

 

¿Cómo pasar de la actitud natural a una actitud filosófica? En el momento que la conciencia pone en duda lo que está en su mundo natural, recurriendo a la duda cartesiana, se lleva a cabo una “desconexión” con lo inmediato de la actitud natural; quedando en suspenso (epojé) ante la nueva posibilidad de pensamiento, aunque siga determinando nuestro modo de relacionarnos con los demás y con el mundo. Podemos decir que la nueva actitud trascendental en su esencia, permite fijar una construcción eidética adecuada de una esencia pura. Para Husserl es tener “conciencia de algo”. “conciencia pura en su absoluto ser propio”.8 De lo anterior es preciso destacar lo siguiente, respecto a la actitud natural y a la actitud fenomenológica o filosófica:

1. Los actos mediante los cuales el mundo está ahí para nosotros.

2. Las cogitaciones que están ahí, delante.

3. El cultivo de las ciencias naturales, que se lleva a cabo mediante actos de pensamiento ordenados según la lógica de la experiencia, que al ser trascendida concluye en nuevas experiencias.

4. El ser que pasa a vivir una nueva situación: la conciencia pura, las vivencias infinitas del mundo de la fenomenología.

 

La realidad abordada por una conciencia pura, es parte del mundo porque tiene sentido; Husserl lo llamaría unidades de sentido, que por su esencia dan validez. En consecuencia, la fenomenología: “Quiere ser una ciencia descriptiva de las esencias de las vivencias puras trascendentales en actitud fenomenológica, y como toda disciplina descriptiva, no constructiva y no idealizante, tiene su propio derecho a la existencia”.9

 

La actitud fenomenológica que describe las esencias concretas como vivencias, apunta hacia un sujeto trascendente como conciencia pura o racional, se vuelve al mundo por medio de su propia interrogación en la búsqueda de sentido y significado de su existencia. Los términos fenomenología del hombre y fenomenología del espíritu social, se constituyen en objeto de la conciencia pura, desde una actitud reflexiva, entendida como aquello que modifica a la conciencia; pues la reflexión surge como un cambio de actitud, esto es, una transformación de la vivencia dada en la conciencia. La intencionalidad para Husserl es “ser conciencia de algo”, en la cual el yo vuelca su mirada sobre ese algo, que ha afectado su horizonte de vida, despertando toda clase de percepciones, sentimientos, entre otras; para así por medio de una actitud reflexiva, establecer una relación intencional. Es un mundo de intuiciones que ayudan a confirmar la actitud fenomenológica. En consecuencia, lo que se pretende desde la actitud fenomenológica, es describir la esencia de ese “algo” que ha afectado mi condición y horizonte de vida, conservando su pureza.

 

La actitud fenomenológica, entendida como actitud filosófica, es pensar el pensar, objeto central de sus preocupaciones. Es pues, que la actitud filosófica correspondería a este tipo de reflexión de corte fenomenológico: pensarse a sí mismo,* en la toma de posición tética del sujeto pensante, que incorpora flujos de vivencias en la constitución de una imagen del mundo. La actitud filosófica, además de pensarse a sí misma, exige conocerse, cuidarse y gobernarse, para así desarrollar una disposición o toma de posición de vida a partir de sí misma, reflejada en una actitud reflexiva y crítica en un sujeto con conciencia de sí mismo, tal como lo ha planteado Husserl. En síntesis, nos hallamos ante un sujeto agudo en las observaciones de los fenómenos, ante los cuales desarrolla un complejo conocimiento, en las distintas posturas que asume ante lo observado en una conciencia pura. Provisionalmente podemos decir: La actitud filosófica es una toma de posición ante el fenómeno, asumida desde una conciencia posicional en el sujeto.

 

Enumeremos algunos puntos de lo que sería una toma de posición en un sujeto de conciencia:

1. Los actos llevados por el sujeto son vivencias intencionales que implican tomar posición.

2. Una posición que parte de lo tético puede llegar a ser una posición dóxica.

 

Los anteriores puntos están ligados a la obtención del significado lógico del mundo, que persigue el sujeto de conciencia en la construcción de dicha imagen como modo de vida. La actitud filosófica se mueve en el logos, en el concepto, en la búsqueda de sentido o significado, de un mundo en el cual el noéma va a cumplir un papel primordial entre la conciencia y el fenómeno. El mundo en el cual estoy se convierte en referente para realizar mis intenciones y mis actitudes, en lo que deseo ser mediante la constitución de un sentido o significado de lo que él representa.  En este contexto, el sujeto de conciencia, de actitud fenomenológica, lo que hace es objetivarse intersubjetivamente en el mundo en el cual aspira realizarse.

 

Pasar de la actitud natural a la actitud filosófica, es pretender el fundamento del pensamiento filosófico a partir de una subjetividad empírica a una subjetividad trascendental, caracterizada por vivencias y facultades trascendentales, cuya experiencia teórico-descriptiva es posible en el suspenso (epojé) de la actitud natural al paso de la actitud trascendental, como método para llegar a una fenomenología pura posible, mediante la reducción fenomenológica. La actitud filosófica en este caso, es una percepción intelectual de orden interno, en una subjetividad que ha trascendido el mundo natural, cuya estructura lógica fortalece la consecución de ideas universales como verdades. En esta dirección, la actitud filosófica juzga o valora por medio del fenómeno puro, el sujeto y el mundo en la búsqueda de sentido, tal como lo pretende la actitud fenomenológica. “Su única tarea y función es la de aclarar el sentido de este mundo, exactamente el sentido en que este mundo vale para cualquier hombre como realmente existente y vale así con verdadero derecho”.10 Se pretende descubrir la constitución fenomenológica de los objetos, los cuales afectan y son afectados por las intencionalidades, inscritas en unas relaciones intersubjetivas que comparten tradiciones comunes en un sujeto situado en el mundo, el cual despliega su horizonte de vida en su efectiva realización. En la relación que se establece con el mundo, se parte de un sujeto consciente de sí mismo, de sus intenciones y actitudes, cuando entra a juzgar su posición en dicho orbe. Es así que nos encontramos ante un sujeto consciente de la cosa que está delante y no distante, convertida en experiencia fundante de la vida y del pensar. A partir de aquí asumo una posición radicalmente distinta, la actitud filosófica se hace inquisitiva con el mundo, su atención se concentra en la relación que establece intencionalmente con lo otro, incluyendo en gran medida la propia actitud natural. “Igualmente acontece con todas las restantes asunciones que pertenecen a la corriente de mi vida, además de las constitutivas de la experiencia del mundo: con mis representaciones no intuitivas, juicios, valoraciones, resoluciones, determinaciones de fines y medios, etcétera, y en especial con las íntimas posiciones que necesariamente se toman en la actitud natural, no reflexiva, no filosófica, de la vida, en la medida en que tales posiciones presuponen el mundo, esto es, encierran en sí una creencia en la realidad del mundo”.11 O sea, más que un sujeto de conciencia empírica, es un sujeto que piensa y abstrae el mundo en su pleno sentido o significado, valorado en un horizonte de vida abierto, previa reducción fenomenológica.

 

En la intención se da el sentido de lo que se quiere trascender respecto del objeto percibido, a la vez que es, “conciencia de algo perteneciente al mundo”,12 que se piensa a sí mismo, es decir: “se tiene conciencia de la conciencia del mundo”.13 Entre el sujeto de conciencia y el mundo se encuentran los objetos, mediados por la intencionalidad; además el yo se halla alojado no sólo en la existencia, sino en el mundo, en el cual los objetos existentes para él son experiencias reducidas a la idea pura. En la intencionalidad hay motivación de conciencia hacia lo constituido; supone la constitución de una intersubjetividad, que para Husserl es de carácter trascendental, al permitir el reconocimiento (asociativo) de los objetos que hacen parte de dicho mundo, del cual se parte desde una actitud natural trascendida como realidad. En la intención trascendental, el sujeto se objetiva, devela y expone su existencia en el mundo. Por tanto, el mundo en el cual estoy es compartido por otros sujetos de conciencia. “La constitución anímica del mundo objetivo se entiende, por ejemplo, como mi experiencia real y posible del mundo: la mía, la del yo que se experimenta a sí mismo como hombre”.14 Las experiencias en los horizontes de vida, se caracterizan por ser abiertas en la consecución de nuevos significados vitales, reflejados en el mundo de la cultura humana. Por lo tanto, tener una actitud trascendental me abre al mundo mediante una toma de postura, la cual me relaciona culturalmente con él y enriquece todas mis posibilidades de vida como sujeto de conciencia.  

 

Sólo en el mundo social y cultural, el sujeto toma y cobra importancia real; comenzando por un autoexamen, acompañado de una autorreflexión como autorreferencia en su estructura formal, en su actitud material y racional, en los fines que se pretenden en el ámbito de lo universal y lo cultural de manera específica, en su realización en comunidad desde una actitud ética. Es decir, sin que se pierda la condición del sujeto en su particularidad, se realiza en el mundo comunitario o en el mundo de los demás, alimentado por un proyecto de vida (Sartre). En esta dirección, lo que se pretende saber es cómo constituir una vida ética en comunidad. De ahí que para Husserl el sujeto en la cultura tenga una voluntad libre y participativa, interviene conscientemente en ella, en su transformación y configuración, parte central de la ética humana. En la autovaloración, entendida como parte de la actitud ética en el conocimiento de sí mismo, nos damos ante los demás, en la consecución de una vida plena en la cultura. “Llamamos en general y en el sentido más amplio <<vida ética>> a toda vida que se gobierna a sí misma conforme a la exigencia categórica de la idea-meta de naturaleza ética (también, pues, a la que no es enteramente coherente). Y llamamos al sujeto de esta vida, como sujeto que se determina a sí mismo a una autodisciplina ética, personalidad ética – también en el sentido más amplio”. 15

 

La vida asumida desde el êthos, posibilita la empresa cultural del hombre en la asunción de una vida política. En otras palabras: un sujeto con actitud filosófica, con postura ante la vida y el presente. De este hombre surge un estilo de vida que Husserl llama la de un hombre verdadero, acorde con su voluntad ética y con actitud fenomenológica. Es el hombre capaz de decidir responsablemente, no sólo de sus actos, también de la comunidad, en la consecución de un mejor vivir, de una vida acorde con una conciencia moral. Este hombre, se autodisciplina, pone en práctica la libre reflexión, la libre decisión; y tiene además una voluntad de vida moral o, cuando menos, una actitud ética hacia la vida, una inclinación a comportarse éticamente.

 

El interés del hombre cuya actitud ética es la consecución del bien en sí mismo, busca realizarlo en la comunidad por medio de múltiples posibilidades y expresiones. Esta actitud ética, “revela nuestro talante o disposición moral y hace de nosotros sujetos de un valor absoluto, y sin embargo, sólo sujetos que tienen un valor inalienable, sujetos que nos limitamos a tener – nosotros y nuestras vidas – un valor relativo. Por cuanto desde la misma forma ética – como una verdadera disposición moral – podríamos dar a nuestra vida un sentido mucho más alto”.16Ya que esta posición moral o ética, se da en seres auténticos de carne y hueso. Este tipo de saber, verdad o certeza, Husserl lo llama “actitud teorética”, es un interés por lo objetivo, mediado por unas intenciones, como vemos en Sartre y Levinas, en morales que buscan un pensamiento certero a través de una actitud cognoscitiva. La fenomenología se involucra en la posición de quien vive y se piensa como sujeto de conciencia, para así proyectarse intencionalmente hacia el mundo de manera significativa. Ésta ayuda a una toma de postura judicativa trascendental; es decir determina lo que es válido para el sujeto reflexivamente en su horizonte de vida.

 

Por último, se puede decir lo siguiente respecto a la fenomenología en Husserl: el mundo de la actitud natural es el terreno de lo pre filosófico, el mundo de la vida en común, es el modelo a perseguir en primera instancia; el sujeto se entrega a él directamente sin mediación alguna. El sujeto se reduce para sí mismo en su condición mundana, ésta nos fuerza intencionalmente a pensar nuestra situación desde una posición trascendental, en la cual la actitud natural queda en suspenso, entredicha, como mundo ingenuo, pero no ausente. Es así como entra en escena la pregunta por el orbe como problema, abordado en una actitud trascendental en la que se da el cambio para el pensamiento, para la acción, para el compromiso, para la vida, en la que la mirada hacia el otro me empuja a una toma de posición, no sólo frente a él sino ante el mundo, la cultura, la sociedad, la política. En síntesis, el mundo de la vida en la que me doy a conocer por medio de mis actos si soy un  hombre de buena  o mala fe, si desarrollo un proyecto de vida ligado a los demás, asumidos como parte de mi responsabilidad humana, tal como se aprecia en Sartre y Levinas.

 

Ahora bien, el sujeto devela en el acto sus intenciones de vida, pone al descubierto lo que es y persigue; “fundamenta” las intenciones en el pensar y en el modo de ser llevados a cabo en el ámbito de la expresión y de la praxis. En esta dirección lo que devela y da sentido al ser es la pregunta por la actualidad. La vida a partir de la elaboración de una actitud, como êthos, como soporte, permite ser ante sí mismo, ser ante los otros, como lo concreto en el devenir en el mundo, como experiencia que se da en el actuar, como compromiso de vida en su relación con el otro (mundo). En síntesis, es lo que plantea una actitud cargada de sentido. Develando nuestra manera de ser. Es así, que cabe la pregunta sartriana por la actitud, respecto a la relación del individuo para con el mundo: “¿qué nos revela esta actitud?”17 Ante todo podemos decir en primera instancia, una posición (postura) ante el mundo. Y en segunda instancia, la forma de vivir el mundo como realidad humana; en nuestro caso implica su comprensión por medio de la conducta. Lo que Sartre diría un disfraz de vida. En este sentido, la actitud negativa es una forma de conducirse conscientemente en la vida; ella evita el enfrentamiento directo, pues provoca la revelación de la mala fe. El acto o disposición de ánimo en la actitud negativa encierra una relación fuertemente conflictiva entre el para sí y el mundo, ya que el conflicto encierra la disposición al enfrentamiento, al deseo de dañar, parte constitutiva del ego; conformado por el yo y por el mí, compuesto por las cualidades como una disposición de ánimo, por los estados que son accidentales o contingentes y por actos que son sintéticos como actitud. El acto es el “objeto virtual de la conciencia reflexiva”.18

 

La actitud se caracteriza por diferenciar los sujetos en sus maneras de ser en el presente, como presencias que se develan por medio de ella en el modo de ser siendo en dicha presencia, como la forma de llevar a cabo todas las intenciones de vida en dicho presente, en conexión con el mundo de los otros, cargado de intenciones y de actos que afectan a los sujetos en dicha relación, provocando alegría, cólera, tristeza, indiferencia, solidaridad, amistad, entre otras. Es lo que podemos llamar la actitud utilizadora; es decir, el cuerpo es el punto de remisión de las intenciones o posturas de vida y de pensamiento, plasmados en una facticidad que se manifiesta en Sartre. “actitudes significantes del cuerpo”.19 Queriendo decir, la misma moral alojada en él, declarada como experiencia vivida, en un ser ahí, que permite relacionarse y percibir al otro. El deseo que se da en la actitud, se da en el mundo a partir del ser ahí, el cual desarrolla sus expectativas y proyectos de vida. Tenemos una conciencia deseante, que se expresa por medio de la percepción o del lenguaje, llevándonos a una actitud imaginante, que busca una significación de lo que desea, en un sujeto encarnado en el acto, proyectado en el mundo con la mera intención de realizarse, previo proyecto de vida. En esta dirección, la actitud pasaría de ser meramente deseante a una actitud reflexiva. Podemos decir que hay una serie de actitudes “fundamentales” que son la fuerza y la energía del comportamiento de los sujetos. “Tales actitudes – fundamento pueden permanecer veladas, como un esqueleto lo está por la carne que lo rodea”.20 Actitudes que establecen relaciones con otras que tienen semejantes intenciones y son limitadas por el ámbito social ante el cual pretendemos incidir. En consecuencia, la actitud consumada es la transformación clara y “consciente” del mundo, en un sujeto que se proyecta en el entorno por medio de sus actos como expresión de libertad. Es la objetivación de la actitud en el espacio público. Podemos decir que la actitud es estrictamente existencial, que su fundamento y fuerza descansan en la elección de ser libre, en cuanto “es elección de mí mismo en el mundo y, al mismo tiempo, descubrimiento del mundo”.21 Es saber que se es, es decir, saber lo que queremos; Sartre lo llamaría “tomar conciencia de sí”, diría una toma de actitud filosófica, desarrollada en una relación ontológica con nuestro presente, nuestra actualidad, que va marcando nuestra forma de ser y pensar, pero – aquí está la importancia de Foucault y del mismo Sartre – a partir de una actitud crítica frente a ella en su incidencia en las conductas, gestos, posturas y formas de ser. Este tipo de posición precisa de una clara autonomía (ser dueño de sí mismo en el escenario político) para su efectiva realización, puesto que las mediaciones y presiones en la red social, son múltiples hacia el sujeto. Es cuando podemos decir que tiene una conciencia de sí como postura, como actitud, que genera un compromiso y un proyecto de vida, determinado por la tensión y el conflicto, que incide en los acontecimientos humanos. Por lo tanto, lo que hace inconfundible al sujeto en medio del colectivo es su estilo de vida, parejo a una conducta ética. En este sentido, la biografía toma importancia en el mundo, como el mundo en ella. Por ejemplo, la constitución de una corriente pública crítica, donde el estilo y la actitud de vida se ponen a prueba en su desarrollo como tal, como pensamiento y como práctica, en el que el diálogo es clave en la conformación de una voluntad política.

                          

Aquel que participa del diálogo, justifica racionalmente sus posturas teóricas y morales en el escenario público de su cultura, desde una actitud reflexiva. Que van a depender de la actitud que elaboren, ya sea una actitud subjetiva, que vienen a ser las vivencias del individuo, en un ámbito no compartido, pero válido. Una actitud objetiva, donde despliega ante los otros partes de su manera de ser, es decir, un sentimiento, un deseo, una opinión. Actitud que ha de ser compartida y confrontada como verdad, desde un punto de vista lingüístico en la consolidación de una o varias imágenes del mundo. Es el principio de la acción lingüística ligada a la existencia, a los proyectos de vida de los individuos, antes de hablar de un polémico mundo consensual. “Winch insiste con razón en que las formas de vida representan <<juegos de lenguaje>> concretos, configuraciones históricas compuestas de prácticas, de pertenencias a grupos de patrones de interpretación cultural, de formas de socialización, de competencias, de actitudes, etc., en que el sujeto ha crecido”.22 Por medio de una actitud objetivante, el actor – como lo llama Habermas -, impulsa una actitud realizativa, para ser fijada en la cultura a través de sus normas, una vez aceptada en su validez y legitimada en el mundo social del cual hacen parte los sentimientos, deseos y estados de ánimo como “necesidades” a ser suplidas en el actor, parte constitutiva de una actitud subjetiva, que invita a la toma de postura frente a determinadas vivencias, que sólo se pueden llevar a cabo por medio de la acción lingüística para su entendimiento, como toma de postura racionalmente motivada. El actor asume una actitud de implicación para someter a prueba la pretensión de validez de otro actor, para llegar a asumir una actitud realizativa, una vez sometida a la crítica de quien aspira decir una verdad racional que obedece a unos fines específicos, que van a servir para la vida cotidiana o para el mundo de la ciencia, asumida desde una actitud teorética. “El observador científico rompe con su actitud natural (o realizativa) y se coloca de un brinco en un lugar situado allende su mundo de la vida, y en general allende todo mundo de la vida, es decir, en un lugar extramundano”.23Para Habermas la actitud teorética es la del observador desinteresado, distanciado de las posiciones cotidianas o naturales, que comunicativamente se ve envuelto en dicho mundo, ya que el científico como ser real y no como ser metafísico, hace parte de la vida misma de cualquier comunidad e incide en su comportamiento, encontrándose implicado lingüísticamente en la comprensión de su mundo natural y social, objeto de su trabajo de investigación. “Por eso la investigación social debería ser considerada como una forma particular de vida junto a otras formas de vida”.24 Y prosigue: “Un mundo de la vida constituye, como hemos visto, el horizonte de procesos del entendimiento con que los implicados llegan a un acuerdo o discuten sobre algo perteneciente al mundo objetivo, al mundo social que comparten, o al mundo subjetivo de cada uno. El intérprete confronta sus posiciones de vida ante el otro. El querer en su fase realizativa queda atrapado en una racionalidad que le hace perder su poder inicial, dejando de ser, para ser un ente lingüístico universal, portador de la verdad. El saber acumulado en la cultura se transforma en formas de vida de los individuos y de los grupos, de un lado, y en formas de vida social o en esferas de la vida, en órdenes de la vida, como Weber dice en vez de subsistemas sociales, de otro”. 25

 

La toma de postura, llevada a través de una actitud ante el mundo, es, según Habermas, expresión de un proceso de racionalización de un orden concreto y sistemático del mundo; reflejada en una celestial intencionalidad del deber ser que busca una apertura, por medio de una actitud sistematizada y centrada en las acciones y producciones diarias que se ejerce metódicamente. Esto nos lleva a decir con Habermas. “Frente a la naturaleza externa puede tomar una actitud objetivante, pero también una actitud expresiva. Frente a la sociedad una actitud de conformidad con las normas, pero también una actitud objetivante; y frente a la naturaleza interna una actitud expresiva, pero también una actitud de conformidad con las normas. Estas posibilidades de <<pasar>> de una actitud a otra constituyen un rasgo distintivo de la gran libertad que una comprensión descentrada del mundo entraña”.26 Esto último, inscrito en un mundo plural que podría generar conflictos permanentes entre culturas sojuzgadas, e incluso entre estilos de vida, si no media, como lo plantea Habermas, en una conflictiva actitud consensual en la resolución de los conflictos entre las partes involucradas por medio de razones.

 

El significado en la acción comunicativa está cargado de una actitud intencional (fenomenológica) que busca ser correcto normativamente en el acto de habla. Estas pretensiones de validez lingüística son las que se ponen a prueba por los involucrados en un diálogo de orden habermasiano, a partir de una actitud objetivante, para luego desarrollar una actitud expresiva, en la cual el actor expone parte de su mundo objetivo, en la consecución de una actitud de conformidad, en la que se cumplen las normas legítimas de comportamiento. Y el directivo, quien realiza la intención o la actitud proposicional. En síntesis, podemos decir que toda actitud realizativa se desenvuelve para su validez, en una red de problematizaciones que surgen del mundo social, e impactan nuestra visión de mundo, ya que toda acción comunicativa adquiere su real importancia en la sociedad, en especial en la vida cotidiana; en el caso de Habermas, racionalizada en un actor que se resiste a ser desnaturalizado.

 

Quien consolida su biografía es capaz de llevar adelante una historia en el entramado social; Sartre diría la realización de un proyecto de vida, Foucault, un estilo de vida. Es el mundo cotidiano ante el cual desarrollamos una postura como êthos, en la consecución de formas de vida concretas, que aspiran ser autónomas en sus comportamientos colectivos. “ahora bien, un modo de vida autónomo depende por su parte de la decisión o de las decisiones sucesivamente repetidas y revisadas acerca de <<quien quiere uno ser>>.”27 En este sentido la filosofía se convierte en un êthos, reflejado en una actitud filosófica, caracterizada por una postura y gobierno de sí mismo. En términos de fenomenología, estaríamos hablando de conciencia de sí ante el mundo. Es la filosofía vista como ascesis, con sus reglas y procedimientos, en el mundo social.

 

Finalmente, para Foucault, la clave del verdadero filósofo, el que procura las artes de la existencia, está en la ética, unida al espacio público, a su actitud filosófica particular. Es una actitud política ante las relaciones de poder y de saber frente a la verdad, manifestada de múltiples maneras. 28 Es un ejercicio de modelación de la verdad del sujeto, mediada por una actitud ética en la búsqueda de dicha veracidad en el mundo. Este tipo de actitud ética y de ascesis filosófica, se realiza en la libertad del sujeto, dentro de un marco histórico. En cierta forma podemos apreciar la aparición de la verdad del sujeto a través de la libertad, principio de autoafirmación, en su desenvolvimiento en el mundo social, como manera de ser, como práctica de ella misma. Es el sujeto que toma posición y asume el presente con un estilo de vida propio, regulado por acciones de orden ético y por políticas que enrutan la existencia. Es lo que Foucault ha llamado: la actitud ante la actualidad. Romper, transformar, transgredir el presente, como paradigma, es ir más allá de nuestra manera de pensar el mundo y nuestra condición de vida. Es proponerse como ejercicio saber qué es la filosofía. Retomar esta pregunta es pensar el asunto de la vida desde su creación estética y desde una actitud como postura frente a nuestro presente. Filosofía que está atravesada por los gestos, las formas, las imágenes, las percepciones corporales e incorpóreas en un solo terreno que es la vida misma. Son los llamados procesos de subjetivación los que permiten transgredir aquel estilo de vida convertido en un límite existente, que frente a lo otro controla, impone, hace obedecer y establece reglas morales para vivir. Es contra este mundo de la servidumbre y lo orgánico que el filósofo, desde una actitud creativa, participa en los acontecimientos, como lo llama Foucault: la práctica como un intensificador de pensamiento, que se transforma en vida filosófica, una vida ética contraria a una vida contemplativa, ligada a acontecimientos cotidianos como la política.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Foucault, Michel.  Dits et Ecrits. T. IV. Gallimard, Paris, France. 1994.

 

Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Crítica de la razón funcionalista. Dos volúmenes. Taurus. Bogotá, Colombia. 1999.

 

Husserl, Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Fondo de Cultura Económica. México. 1995.

 

                              Filosofía primera. Norma. Bogotá, Colombia. 1998.

 

                               Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Folios. México. 1984.

                            

                               Meditaciones Cartesianas. Fondo de Cultura Económica. México. 1986.

 

                               Renovación del hombre y de la cultura. Antrhopos y Universidad Autónoma Metropolitana. Barcelona, España.  2002.     

 

Sartre, Jean Paul.   El ser y la nada.  Losada. Buenos Aires, Argentina. 1983.

 

 

 

 

 

 

*Licenciado y Magíster en filosofía por la Universidad del Valle. Santiago de Cali. Colombia. Doctorate in Philosophy (Ph. D). School of Social Human Studies. Atlantic International University. AIU. Honolulu. Hawaii. Profesor de tiempo completo del Departamento de Humanidades, Universidad Santiago de Cali Colombia. Director del grupo de investigaciones registrado ante Colciencias: Humanidades y Universidad. Presidente suplente de la fundación para la filosofía en Colombia. Miembro de la Red de Biopolítica. Chile. Libros: Consideraciones en torno a La Actitud Filosófica en el Sujeto Moderno. Segunda edición. S & S. Madrid España. 2009. Encuentros coloquiales de filosofía práctica con Michel Foucault. Universidad Santiago de Cali. 2007. Artículos recientes: Introducción a la biopolítica: entre la inclusión y la exclusión. Vivir en el límite. En Multiculturalismo, conflictos y pluralismo jurídico. Memorias. Universidad del Cauca. Popayán. Colombia. 2007. La Idea de Humanismo en Garaudy, Sartre y Althusser: una polémica. A parte. Rei. Revista de filosofía. Madrid. España. #57. Mayo de 2008. Humanismo, libertad y pluralidad en Isaiah Berlin A parte. Rei. Revista de filosofía. Madrid. España. #60. Noviembre de 2008. E. mail: mario.gil00@usc.edu.co. WEB de la Universidad Santiago de Cali. http://www.usc.edu.co/, http://www.usc.edu.co/humanidades Se va a portafolio docente luego base de datos.

 

 

 



1 Husserl, Edmund. Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica. Fondo de Cultura Económica. México. 1995. P. 66.

* Al respecto nos dice Husserl: Filosofía primera .Norma. Bogotá, Colombia.1998. P.157 “La experiencia externa, la experiencia objetiva en general, es experiencia en la actitud natural, de la que forma parte la experiencia de sí mismo que tiene corrientemente el ser humano. Es la experiencia de sí que, en su vida práctica activa en el trato con sus vecinos, él tiene, referido sin cesar a sí mismo y alternando con la simple experiencia de las cosas, como actividad vital natural, libre y espontáneamente”.

* ¿Qué entendemos por mundo, por horizonte? Podemos decir que el mundo es aquello en lo cual estamos arrojados al nacer. Lo que hacemos al interpretarlo, es comprendernos y entendernos a sí mismos. De ahí que el mundo exista como horizonte, como experiencia viva, moviéndonos con otros horizontes de vida semejante. Estar en el mundo, es devenir-siendo, o mejor hacer mundo como lo argumenta Gadamer. Mundo es lo humano, es el lugar que habita el ser, es lo imaginario, la ficción compartida como las instituciones sociales, para así relativamente estar seguros al orientarnos en nuestros horizontes, posibilitando el entendimiento mutuo a través del diálogo, que en cierta forma es interpretarnos a nosotros mismos y a la naturaleza, de la cual arrancamos “secretos” que incorporamos a nuestras vidas. También podemos decir que una persona, en nuestro caso el sujeto de conciencia, tiene un mundo particular, que a la vez conoce el mundo de los otros, el mundo cultural de la humanidad.  

2 Husserl, Edmund. Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Folios. México. 1984. P.146

3 Ibíd. 155.

4 Op. Cit. Husserl. Ideas relativas… P. 381.

5 Ibíd. P. 383.

6 Ibíd. P.64.

7 Ibíd. P. 67.

8 Ibíd. P. 115.

9 Ibíd. P. 166.

* Para el cognitivismo sería lo metacognitivo.

10 Ibíd. P. 386.

11 Husserl, Edmund. Meditaciones Cartesianas. Fondo de Cultura Económica. México.1986. P. 61.

12 Ibíd. P. 92.

13 Ibíd. P. 92.

14 Ibíd. P. 197.

15 Husserl, Edmund. Renovación del hombre y de la cultura. Antrhopos y Universidad Autónoma Metropolitana. Barcelona, España.  2002, p. 41.

16 Ibíd. P. 51.

17 Sartre, Jean Paul. El ser y la nada.  Losada. Buenos Aires, Argentina. 1983. P.32.

18 Ibíd. P. 224.

19 Ibíd. P. 436.

20 Ibíd. P. 505.

21 Ibíd. P. 569.

22 Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Crítica de la razón funcionalista. T. I. Taurus. Bogotá, Colombia. 1999. Pp. 108 – 109.

23 Ibíd. P. 172.

24 Ibíd. P. 177.

25 Ibíd. P. 184.

26 Ibíd. P. 318.

27 Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa. Crítica de la razón funcionalista. T. II. Taurus. Bogotá, Colombia. 1999. P. 157.

28 Foucault, Michel. Dits et Ecrits. T. IV. Gallimard. Paris, France.1994. P. 618.

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