La enfermedad de Pensar: Reivindicacion de la Razón

Niza Valdivia Gómez*

Septiembre 2020

 

“…Las ideas de los economistas y filósofos políticos, tanto cuando sean correctas como erróneas, tiene más poder de lo que comúnmente se entiende. De hecho, el mundo está dominado por ellas. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto. Locos con autoridad, que escuchan voces en el aire, destilan su histeria de algún escritorzuelo académico de unos años antes. Estoy seguro que el poder de los intereses creados es vastamente exagerado cuando se lo compara con el gradual avance de las ideas. No, por cierto, en forma inmediata, pero luego de un cierto intervalo; porque en el campo de la economía y la filosofía política no hay muchos que sean influenciados por nuevas teorías luego de sus veinticinco o treinta años de edad, por lo que las ideas que los funcionarios públicos y políticos, y aún activistas aplican a los eventos actuales no es probable que sean las últimas. Pero, tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados las que son peligrosas para bien o para mal”.

John Maynard Keynes, Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero, 1936, pp.383-384.

 

Hoy nos encontramos con un diagnóstico que hace muchos años atrás había realizado John Stuar Mill en su obra Sobre la libertad, y resulta paradójico que se hable de libertad cuando mencionamos la palabra tolerancia social, porque nos damos cuanta que van unidas, que no hay libertad si no hay tolerancia, pese a que no mata a nadie, induce a los hombres a ocultar sus opiniones o abstenerse de cualquier esfuerzo activo por difundirlas, expresarlas por el medio que desee. Entonces podríamos decir que nos encontramos en un deseo obligado de mantener paz en el mundo intelectual y si es así, ¿pensar está mal? O ¿qué tanto puede dañar al otro lo que yo pueda pensar, si es diferente a su opinión? O ¿ porqué lo que pueda pensar yo debo callarlo sólo porque lo que piensa el otro está moldeado a lo que opina el hombre común?, podríamos llegar al planteamiento que mientras pensamos efectivamente existimos, pues esa fue la idea del racionalismo fundado por el padre de la filosofía moderna René Descartes con su Pienso, y luego existo (cogito ergo sum), y existimos porque llegamos a la idea pura de que el razonar nos lleva a crear y construir nuestras propias convicciones y principios como ser humano que fundamentan nuestra existencia haciéndola genuina, desde el momento en que pensamos, somos únicos y autodeterminados. Fue él mismo quien, a raíz de su teoría del asentimiento a la verdad, señaló que “(..) La ideas en sí mismas no implican error: el error se produce cuando nosotros escogemos dar nuestro asentimiento a una idea que no percibimos clara y distintivamente. Así pues, el error humano es la consecuencia necesaria de la libertad humana, y este aparente mal forma parte de un bien real y mayor”.[1]

Stuart Mill señaló que “Nadie puede ser un gran pensador si no considera como su primordial deber, en calidad de pensador se entiende, el seguir a su inteligencia a donde quiera que ella pueda llevarle. Gana más la sociedad con los errores de un hombre que, después de estudio y preparación, piensa por sí mismo, que con las opiniones justas de los que las profesan solamente porque no se permiten el lujo de pensar”[2], sin embargo ese punto a dónde hoy nos lleva, nos coloca en la encrucijada de la ofensa y la represalía de quien valora que es así, invirtiendo con ello la carga de la prueba. ¿A dónde nos lleva el pensar hoy? Muchos de los intelectuales, hombres pensantes, individuos manqués (en términos de Michael Oakeshott) se encontraron, se encuentran y se encontrarán en la barrera de una atmosfera de esclavitud mental que desea acabar con el tejido intelectual diverso, y cuando hablo de diverso, no me refiero a la inclinación o diversidad sexual, pues es irrelevante si un homosexual o transgénero o un hombre o mujer posee ideas férreas que sean capaces de paralizar la asfixia del vulgo. Y por eso estamos ante una lucha que se forma de ideas, ideas que tienen una causa raíz, ideas que buenas o malas, pueden ser tan poderosas que pueden conllevar a una revolución, o la destrucción o a la ruptura de un sistema democrático, y no sólo resulta imperante entender esas ideas y analizarlas a cabalidad, sino desentreñar de donde provienen y que las hace tan poderosas y llamativas. ¿Por qué Gramsci aún se enseña como uno de los grandes filósofos influyentes de décadas pasadas, cuyos planteamientos resultan desencajados a la realidad actual? O ¿Por qué se habla todavía de Karl Marx quien era el que pregonaba la idea de una sociedad sin clases como una sociedad inmóvil, que nadie cambie en virtud de su suerte o mérito? ¿o porque gusta tanto para algunos nihilistas, los tediosos planteamientos de las maquinarias capitalistas edípicas de Guattari o Deleuze? Y así podemos alargar la lista de ejemplos de intelectuales cuyas obras han marcado un época, que actualmente se estudian con una juventud que no se les enseña cómo pensar, entonces se transforma en una grabadora de ideas llamativas, sin realmente entender su causa o razón y de qué manera pueden hoy en día, impulsar el mundo intelectual o simplemente acabar con él.

Lo fundamental no sólo está en estudiar, investigar sobre diversos temas y acumular información, sino el argumentar, rebatir con fundamentos la opinión contraria, conocer más los aspectos que se contraponen a lo que pensamos y creemos, que a lo que está a nuestro favor. Por ejemplo, Cicerón lo hacia de esa forma para obtener la victoria en los foros, y esto es por una sencilla razón, que quien no conoce más que su propia opinión, no conoce gran cosa, y jamás tendrá motivos para preferir una opinión sobre otra, porque no tiene la libertad intelectual para decidir, determinar sus convicciones, sino que necesita de otros para dejarse guiarse o algo atractivo por la cual sienta más inclinación respecto de otro. Y a renglón seguido, Baruch Spinoza ya señalaba que “esta creciente comprensión de las causas de nuestras acciones es el único concepto legítimo de libertad humana que podemos postular. La libertad no es la liberación de la cadena de la necesidad, sino la conciencia de esa misma necesidad”.[3]

Pero algo es cierto, la masa (en el sentido que lo expresa Ortega y Gasset) no tiene la real necesidad de conocer lo que filósofos, economistas, politólogos tengan que decir en favor o contra de sus endebles opiniones, a menos que estén relacionado con algún evento social, donde aparece alguna figurilla carismática que todo el mundo pregona de él. No está el interés de conocer mas allá, de investigar más, pues parte de la sociedad, pareciera que ha delegado eso en un grupo de personas especificas, parece que entienden que eso les compete a otros; y no a ellos, a menos que salga en algún medio de comunicación, que implique leer algo brevemente para opinar trivialidades, o lo que es peor, llegar a la noción “para qué pensar si otro lo hace por mí, y yo solo entrego mi voto al que más me parezca”.

Cuando uno lee a intelectuales como Foucault, Marcuse, Lyotard, Deleuze, entre otros, no resulta extraño ver la forma reiterada que hablan de sistema de opresión/dominada, y la importancia de derribar los ejes del capitalismo sobre la base de una sociedad que no pretenden dejarla libre, sino reeducarla, pues cuando uno lee sobre La educación depravada de René Schérer y los 4 tomos de La Historia de la Sexualidad de Michael Foucault, no es más que una nueva manipulación para considerar que la liberación del ano, por ejemplo, es una muestra de la ruptura de un sistema falocrático propio de una dominación masculina imperante de hace siglos. Y resulta paradójico, incluso irónico que intelectuales como Foucault, en esa idea de las construcciones sociales burguesa y “las experiencias al límite” (masoquismo, droga, sexo ocasional, etc.), haya llegado con un dejo de soberbia a desconocer, producto de la epidemia del sida que comenzó en esa década, el peligro del exceso sexual, llevándolo a cuestionar a la ciencia, en una prueba de “invencibilidad del yo”, esto es, del propio Michel Foucault.

Todo lo que uno lee debe comprender que hay una intención de persuasión, de convencer al lector de la realidad como la percibe quien escribe, sea una realidad buena o mala, porque finalmente es siempre subjetiva, y a eso llaman “comportamiento convencional”, pues nuestras decisiones las basamos en impresiones de otros, más que en las propias, pues pareciera que es más confiable fiarse de las impresiones comunes de un grupo, pues llevaría una cierta aprobación del medio en que nos desenvolvemos, y por eso es tan importante conocernos y entendernos, pues todas las ideas son capaces de mover grandes masas sin ninguna preparación previa, pues son mas maneables, y si a eso sumanos que sólo conoce cierta área, pueden ser aplastados sus propios argumentos por otros. Hayek lo señalaba, cuando escribe “La civilización descansa en el hecho de que todos nos beneficiamos de un conocimiento que no poseemos (…). Y una de las maneras en que la civilización nos ayuda a superar esa limitación en la extensión del conocimiento individual consiste en superar la ignorancia no mediante la adquisición de un mayor conocimiento sino mediante la utilización del conocimiento que ya existe”, ¿cómo eso sería posible?, es la gran pregunta, parece fácil, pero no lo es, porque implica dedicación, habilidades, y a la conclusión que no es un campo para todos, y sin embargo todos quieren ser parte de ello al mismo tiempo. Si no somos capaces de comprender las ideas y su forma alucinante de emprender movimientos, no podemos operar en el presente, lo mismo si renegamos de la historia misma de las cosas. ¿Alguien se habrá preguntado como el feminismo actual llegó a la odiosa idea del patriarcado y la dominación masculina antes de colocarse el panuelo verde alrededor del cuello?, una dirá “sí, de Simone de Beauvoir” ¿en serio?, hace falta más historia para llegar al concepto puro que quien lo impulsó realmente, fue un hombre del liberalismo, llamado John Stuart Mill en su obra “El Sometimiento de la mujer” (1869), pese a ser posterior a la obra de Mary Wollstonecraft de 1792 cuando escribió “Vindicación de los derechos de la mujer”, y curiosamente en ninguna parte se refiere al patriarcado ni a la violencia simbólica en palabras de Pierre Bordieu en su obra La dominación masculina, pero estas ideas hoy causan una gran conmoción, porque penetran en las emociones del público, quien haya leído la obra de Stuart Mill atisbará que le falta esa emoción, esa retórica pasiva del lenguaje, donde ciertas palabras tienen una mayor connotación que otras, y es ahí la importancia de su mensaje para quien lo recibe.

Creo que en este tema es importante algo que señala el filósofo José Ingenieros en su obra El hombre Mediocre, donde indica  “tres elementos concurren a formar la personalidad: la herencia biológica, la imitación social y la variación individual”[4], y porqué resulta tan relevante al momento de formar nuestro pensamiento, porque tal como lo expuso Humberto Maturana junto a Francisco Varela en su obra El árbol del conocimiento, conocerse a sí mismo, implica conocerse desde un punto de vista biológico, cómo se construye nuestro pensar sobre dos conceptos claves: la octogenia y la filogenia, pues toda esa estructura biológica que se conserva, se adapta, van definiendo su conducta en base al medio en que vive que lo lleva a interactuar con otros y poseer una plasticidad que permite variar sus propias conductas y con ello su conocimiento, porque hemos llegado al aprendizaje, y es así como llegamos a esa idea que plantean sobre “el conocimiento del conocimiento nos obliga”, entonces he aquí un problema que nos enfrentamos hoy en día, y quizás mucho antes, donde poco sabemos de lo que sabemos, y ese poco que sabemos lo hemos llevado al mundo de las emociones, alterando o modificando nuestras impresiones, nuestras realidades sobre la base de lo que logra conmoverme o enganchar mi atención. Ahora bien, este no es un descubrimiento actual, pero ha permitido la entrada de multiplicidades de ideas, palabras, imágenes, que retomando las palabras de Keynes, cuya obra fue prueba de ello; resultan peligrosas, y por eso uno al releer alguna obra, revisa sus anotaciones anteriores hechas al margen, nota la repetición de ciertas palabras e ideas que son similares en otro autor, y ¡vaya! son brillantes para engañar a primera vista para quien piensa con el cerebro de la masa, y no con el propio.

Ahora bien, nuestra libertad en las propias acciones nos imponen aquello que permite convivir con los demás, como mero ejercicio de nuestra razón, aquello de Immanuel Kant llamó como “autonomía”, y sin embargo reconocía que también existía en nuestro mundo aquellos que no siguen los dictados de su propia razón, sino gobernados con sus pasiones, ajenos a toda moralidad, a esos los llamó “heterónomos”, ¿Quiénes son más libres desde la voluntad propia del ser humano?. A este respecto Francis Bacon quien, al elaborar la teoría de los sentimientos morales, señaló que dichos sentimientos proporcionan una fuerza tal que es más poderosa que toda pasión que posee el individuo, reconociendo por tanto, las limitaciones publicas a su propia conducta que dan fe de las costumbres y las leyes insertas en una sociedad que debe y requiere convivir, ¿entonces de qué hablan cuando indican que “no somos” libres para decidir? Y si así fuera, ¿cual es su límite, como llevamos a cabo nuestra subsistencia en un malestar en la cultura, que en palabras de Sigmud Freud, nos permite controlar nuestra agresividad e histeria?. Y en este sentido, resulta importante considerar lo que Kant llamó el imperativo categórico, pues no va supeditado a una condición en mi manera de actuar, lisa y llanamente impone un “deber ser”, y lo peculiar de ello, es que permite alcanzar una objetividad genuina independiente de la razón teórica, esto es, de lo que podría desear, pues pretende obligar al sujeto al margen de sus deseos reales, para respetar, no porque fuera una represión, sino por el respeto como si se tratase de una exigencia de mi razón, que además puedo demostrar.

Bacon, además indicó que el conocimiento es poder, pero ¿qué sabemos y cómo?, hoy en día ese saber es cada vez más pobre, y no porque no haya acceso a cultura, libros, sino porque el mundo se ha tecnologizado cada vez mas rápido y más pronto, que los niños desde muy pequeño comprenden la manera básica de usar un smartphone, esto ha llevado al uso de las redes sociales donde claramente no es utilizado para informarse, sino simplemente para llenarse de personas que “piensan” similares, incluso para insultar, pues no hay deliberacion, no hay dialogo. Y aquí quiero destacar lo que señala el politologo español, Fernando Vallespin, en una Conferencia dada en la ciudad de Valparaiso, Chile en el año 2017 cuyo tema es “Cuando el populismo se toma el espacio público[5], citando al filosofo Jürgen Habermas quien indica cómo hoy en día nos encontramos frente a un enjambre, donde seguimos una tendencia que se acomoda a nuestras preferencias, a nuestros sentidos, de tal manera que hemos llegado a lo llama “cámaras de eco” (escucho lo que creo o pienso), y creo que si a ello sumamos que el objeto observado debe ir acompañado de imágenes, palabras que seduzcan la atención, terminamos enfrascados en una solución acuosa dulzona como la misma miel que gusta a varios.

Sin embargo resulta importante hacer un paréntesis en el tema, ya que esas emociones están conectadas como lo que llamamos “valores”, entonces qué sucede hoy en día con eso. Sir Roger Scruton, a raíz del relativismo moral señaló “para Marx, los juicios morales no tienen valor intrínseco, sino que son parte de una ideología, de una realidad que hemos de entender en términos de relaciones de poder que los juicios morales reivindican o apoyan (…)”[6], de ser así, la “lógica” de que los valores son subjetivos, nos lleva a preguntarnos porqué hoy se condena el racismo, porqué se habla de la esclavitud de la mujer si finalmente son valoraciones que dependen de cada uno ¿quién dice que eso está mal? ¿no se ha hace uso de la razón para llegar a una convicción tal que aquello es correcto y esto no lo es? Cuestiones como estas son las que nos llevan a contradicciones y a una serie de sinsentidos que implican una subversión, y no es de sorpender que quien lee a Sartre, Marcuse, Guattarí, Laclau, Deleuze, Foucault, Butler, Zizek, Preciado, entre otros, tienen exactamente la misma idea, el mismo mínimo común denominador, donde se comparten el crédito de los conceptos, nuevas denominaciones, muchos de ellos “revolucionarios” de mayo 68 en Francia, que resultó ser la cuna para el cuasidespotismo intelectual nihilista que, pese a sentar sus bases en momentos históricos muy diferentes a los actuales, todavía tienen un lugar en la enseñanza académica, todavía resulta llamativo para los mentecatos “la gran revolución del proletariado” y la obsesión empedernida con el hombre burgués como representación de todo lo que está mal y requiere perfectibilidad desde la liberación del deseo como tal, y justamente en esa perfectibilidad, para quien haya leído e investigado lo suficiente, podrá llegar a la época de la ilustración con Jean Jacques Rosseau, quien proclamó que el hombre nace bueno y es la sociedad quien lo corrompe, pues él ya señalaba que los sentimientos eran mucho más confiables que la razón, y nada hizo presagiar que eso llevaría a Kant finalmente a cuestionar la razón en su obra citada anteriormente.

Allan Bloom, en su obra “El cierre de la mente Moderna” (The closing of the american mind), como muchos otros grandes intelectuales, fue protagonista de lo que empezó a ser el cierre del pensamiento crítico, de la investigación y el paso a la tergiversación filosófica y la neolengua. Ahí mismo especifica aquello que Nietzche dijo con respecto a Dios ha muerto, no porque fuera producto sencillamente de su ateísmo, sino como gran pesar, porque desde la ilustración significó el desencanto por los valores, por la preservación más elemental del ser humano: su cultura. Cito a Bloom, quien dice “No es la inmoralidad del relativismo lo que yo encuentro terrible, lo asombroso y degradante es el dogmatismo con que aceptamos ese relativismo y nuestra desenfadada falta de preocupación por lo que significa para nuestras vidas”[7]. Y en mérito de ello hemos llegado al concepto de posverdad, ya definido por la RAE como “ Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, y en parte esto se debe a que nunca pudimos sentar las bases de una de las libertades que surgieron con la reforma de Lutero y es “la libertad de la ignorancia”, pues hemos llegado al punto en que no importa la historia, sus evidencias, todo lo construido históricamente, sociológicamente; sino “lo que yo creo” y gran mérito tiene el proseletismo en esta materia, ya que en el afán o empeño de influir, se puede (de)construir la historia a la manera que mejor convenga, pues una mentira contada mil veces se transforma en verdad.

Y en esto quiero detenerme un poco, porque cuando Stuart Mill indica, en su obra citada anteriormente, que “Existe una diferencia entre presumir que una opinión es verdadera, porque a pesar de todas las tentativas hechas para refutarla no se consiguió, y afirmar la verdad de ella a fin de no permitir que se la refute (…)[8]”, probablemente estamos frente al segundo caso, y porque aquella ignorancia en la que está inmerso la sociedad contiene trozos de intolerancia, no precisamente porque no se esté de acuerdo con una opinión disidente en el momento de un debate cualquiera, sino porque no se soporta que dicha opinión sea capaz de sacarnos de nuestras casillas emocionales en aquello que se cree con tanto fervor, ¿o es que no se sabe que Marx fue un estafador y nunca trabajó en su vida, por lo que vivió siempre como un mantenido en parte por Engels y sin embargo todavía se habla del marxismo clásico? ¿o es que nadie comprende la historia real del “revolucionario” Che Guevara, que nunca en su vida terminó ninguna carrera, nunca trabajó, pero era “un tonto útile” para Fidel, pues gustaba matar a personas, y sin embargo es una figura clave en revueltas juveniles, quienes llevan en sus poleras su imagen?, y es así como esa intolerancia comienza a molestar, a ser odiosa la convivencia entre las personas, y en parte, creo que Sir Roger Scruton tiene razón cuando menciona que “La tolerancia no tiene que ver con no discriminar en absoluto las perspectivas de los rivales; y aceptar todas las visiones como igualmente válidas, sino que tolerancia significa lo opuesto: aceptar lo que uno desaprueba, o aquello con lo que no está de acuerdo”[9]. Y cuando esto no ocurre, nos encontramos con una serie de problemáticas, de ataques, de correcciones políticas que terminan por ir de a poco aniquilando lo más preciado que tiene el ser humano: Pensar, en su sentido más puro e infinito, pues nuestra mente no tiene limites.

Ahora bien, ¿Tiene la masa alguna necesidad de ciertas cosas como verdades? ¿Cuándo, por ejemplo, Felix Guattari señala “la mejor forma, la única forma, consiste en escuchar lo que dice la gente, no hablar por ella ni desfigurar sistemáticamente lo que trata de expresar”[10], no es finalmente la creación de una necesidad, no es acaso, la prueba de crearles el concepto de explotados, de reprimidos, conviettiendose en una desfiguración sistemática de lo que ni siquiera han expresado? Y ahí reflexionamos que no pensamos en una necesidad sin una idea previa sobre ello, no nació por arte de magia en el feminismo radical, por ejemplo, la idea de esa odiosa guerra entre los sexos, sin previas ideas sobre lo mismo que terminaron por desfigurar aquella lucha de derechos civiles y sociales para las mujeres (que surgió en la primera ola del feminismo) a una metralleta de sandeces ideológicas como “mujer no se nace, se hace”, pues con esa declaración de Simone de Beauvaoir, las feministas parece que sintieron un descubrimiento de otra dimensión, sin percatarse que provenían de una mujer fetichista y subyugada a las distorsiones sexuales de su propia pareja Jean Paul Sartre.

¿Nos habrán engañado con esa idea, en palabras de Guattari, de que “El poder siempre quiere controlar la producción del significado porque considera que es perrogativa suya el decirnos qué es lo que “hay que saber” y lo que no”[11]?, porque eso indudablemente nos ha llevado a un mundo mimado, un mundo donde se oculta gran parte de las opiniones por temor a futuras represalias y acusaciones, por el odio hacia quien se exige y potencia sus capacidades para diferenciarse de otros, y en esto, tomo las palabras de José Ortega y Gasset, quien en su obra La Rebelión de las masas señala “El nuevo vulgo ha sido mimado por el mundo en torno. Mimar es no limitar los deseos, dar la impresión a un ser de que todo le está permitido y a nada está obligado”[12], el hecho de hacernos creer que nos gobierna un poder, una máquina controladora de toda nuestra existencia por medio de la familia, la educación, sexualidad, trabajo y todos los dispositivos capitalistas, nos han llevado a creer que tenemos derecho a todo, sin ninguna obligación, que si me siento ofendido por algún comentario, imagen o sello, puedo recurrir a las instancias administrativas que correspondan sin tener que probar absolutamente nada, más que a señalar que esa microagresión me discrimina, me ofende, o me margina. Todo esto, nos ha llevado a que creernos el cuento del proletariado, del marginado, del pobre, del negro, del transgénero como víctimas del sistema, seres reprimidos y oprimidos del deseo, pues tales idea han tenido un asidero indiscutible en una masa que pretende rebelarse y sin embargo les gusta tener a su alcance el mejor iphone, la mejor navegación de internet para jugar, contar con redes sociales donde pueden postear en cosa de segundos sus historias, sus sentires de la forma más reducida posible. Es extraño ver multitudes indignadas con una serie de pancartas e imágenes revolucionarias deseando un “mundo mejor, un mundo feliz”, sin tomarse el tiempo de analizar cómo la sociedad ha llegado donde está, y esto se debe en parte a que desde el siglo XIX se comenzó a perder cultura histórica, pese a que hubieron grandes avances en la ciencia, llegando al siglo XXI pensando menos y con ganas de destruir más, pues parece ser que el resentimiento, nublando el sano juicio, sembró en las mentes la porfía de no querer aprender de la historia, pues se cultivó la idea de que todo lo pasado fue malo, de que lo presente no es lo suficiente y sin embargo, se ha de trabajar hacia un futuro que ni siquiera existe.

Esa idea de la liberación de representanciones dominantes en la ciencia, el arte, la revolución, la sexualidad, etc, nuestras representaciones del deseo por medio de los sentidos alineados por los imperativos de las relaciones de producción dominantes, nos han dado un dolor intelectual tremendo, pues hay quienes creen que estaríamos frente a un doble vinculo, entre lo que debemos hacer por un sistema estratificado que nos domina y lo que queremos hacer (deseo libidinal) donde debemos liberarnos de dichas estratificaciones, porque nos ha modificado ese placer, transformándolo en aquello integrante de lo dominante que ha provocado mutilar o abolir nuestro ser, y parece que nadie repara en el real significado de lo que escribió una vez Nietzche en su obra Aurora (304) “Los destructores del Mundo. Hay quien no es capaz de hacer algo, y termina diciendo rabioso: “¡ojalá no queden del mundo ni los cimientos!”. Esta forma tan odiosa de pensar es el colmo de la envidia, que razona así: “Como yo no puedo conseguir tal cosa, que el mundo entero no posea nada, que deje de existir”[13], a qué reflexión nos lleva esta cita, sobretodo cuando hemos aceptado y continuamos haciéndolo, la perspectiva posmoderna que hoy se encuentra apunto de colapsar de triviales retóricas aniquiladoras del sentido común que navegan en nuestros mares manipulándolos por medio de la mejor arma que encontraron, después de los grandes fracasos del pensamiento marxista clásico prometedor, y ésta son: las palabras.

Hoy podemos inventar lo que sea, pues nos hemos liberado de la certeza, no hay restricciones y la lengua en este sentido cumple un rol fundamental, porque ahora la gracia es deconstruir, deshistorizar (en palabras de Pierre Bordieu), pues la noción posmodernista de dejar la verdad a un lado, la conciencia del ser y la nada, nos lleva a enfocarnos en el poder de lograr todo cambio social que anhelemos, y en esto Frank Lentricchia lo señala en su obra Criticism and social change, cuando escribe “La tarea de los profesores posmodernos es ayudar a los estudiantes a localizar, confrontar y trabajar en contra de los horrores políticos de su época”[14], por lo que no se les enseña a pensar, sino a sentir, esa filosofía escéptica caló en las mentes de muchos intelectuales que hoy en día apoyan sus teorías, no innovadoras, en pensadores de segunda categoría; y éstos en los forjadores de un pensamiento, muchas veces tergiversado al real interés de cada quien, que espera penetrar y forjar un cambio radical, similar a la de la Ilustración, en nuestra sociedad actual, ¿podrá ser esto posible?. Podrá ser que este pensamiento antirrealista, antirracionalista logre su cometido en una sociedad obnubulada de la historia misma, que no usa la razón, la lógica ni la ética, porque simplemente no la conocen ni desean conocerla, una sociedad sin apetito de conocimiento de ninguna verdad, porque no existe, llena de abstracciones emotivas. ¿No será el terreno perfecto para ejercer un poderío intelectual en estas máquinas concretas que estallan en todas direcciones de un deseo provocado por una idea que racionalmente no existe, pero emocionalmente; vende?. Todo esto, puede explicarse, desde la aparición del gran filósofo influyente (ya citado anteriormente)que dio paso a lo que después sería la contrailustración, Immanuel Kant con su obra La crítica de la razón pura, obra compleja de leer, sin embargo importante para comprender lo que transcurrió luego con el neokantismo, pues con Kant se separa objeto y sujeto, comienza a concebirse un pensamiento diferente al de la ilustración, esto es, cuestionar los fundamentos de la razón, al punto de señalar que ésta es limitada, no podemos conocer la realidad por medio de la razón, pues está hace uso de las percepciones sensoriales que construyen “la realidad”, por lo que habrá cosas que la razón no podrá explicar, esto es, la existencia de Dios, particularmente todos los fenómenos noúmenos (suprasensibles), pues él ante todo, tenía fe y así lo declara cuando dice “(BXXX) Debí, por tanto, suprimir el saber, para obtener lugar para la fe (…)”[15].. Por tanto, como lo explica el profesor de filosofía Stephen Hicks en su obra Explicando el posmodernismo y la crisis del Socialismo, él señala que “De las cinco características más importantes de la razón ilustrada-objetividad, competencia, autonomía, universalidad y el hecho de ser una facultad del individuo-, Kant rechaza la objetividad. Una vez que la razón es aislada de la realidad, el resto son detalles, que serán trabajados a lo largo de los próximos dos siglos. Para la época en que lleguemos a la concepción posmodernista, la razón ya se vería no solamente como subjetiva, sino también como incompetente, altamente contingente, relativa y colectiva. Entre Kant y los posmodernistas encontraremos el abandono sucesivo del resto de las características de la razón”[16].

¿Porqué resulta tan importante la historia para comprender el presente?, claramente las ideas de todo aquel que piensa tiene su base, su influencia de alguien que le antecede, pues tenemos la necesidad imperante de explicar el mundo, lo que nos rodea, pero parece que en esa explicación basada en “lo nuevo” se presenta un cierto hastío e incluso negación hacia lo pasado “lo viejo”, sin embargo no hay nada que nazca sin un tierra que ya existe. Cómo se explica hoy “la realidad” si no es a base de nuestras percepciones, y si resulta que, según Kant, es el sujeto el que define el objeto, y no al revés, cómo es posible si la razón al mismo tiempo no puede explicar aquello que pertenezca al mundo exterior, esta es la interrogante que surgió, y en las ansias de responderla, llegamos a teorías que sólo han mecanizado la capacidad de pensar a las atrocidades de una sociedad y la aspiración a un cambio que promete gente “más feliz, más preocupada del prójimo”, hoy en día se encuentra atrofiado ese pensar, que nos lleva a esta clase de cuestionamiento, y nos han llevado a una retórica del sinsentido y de la nadificación, donde somos todo y no somos nada al mismo tiempo, nos pertenecemos pero también le pertenecemos al otro, el lema es “carecemos de libertad porque nos la han arrebatado y debemos reivindicarla por medio de revoluciones” que prometen acabar con un sistema que se construyó con historia, con acontecimientos, que buenos o malos, nos llevan a dónde estamos. Si no fuera por aquellas épocas anteriores, ningún Locke existiría, ni un Descartés ni un Kant, ni un Galileo ni un Leonardo Da Vinci, y sin embargo cada nacimiento de estos intelectuales parece coincidir con su época, pues es poco probable que con un Foucault o un Derrida hubiésemos llegado muy lejos en la historia. Todos somos influenciados por otros, pues compartimos su pensamiento y aprendemos de él, pero cuando se decide conocer la historia, esta tiene dos caras, y ambas uno debe conocerlas a cabalidad, pues pese a que la razón sea subjetiva, sin embargo, como Hegel lo señaló, tiene una función creadora, y eso implica que al ser la realidad producto de la mente, se puede conocer toda la realidad, ¿esto llega aquí?, ciertamente no, hay más.

Hegel nos llevó a la idea de un nuevo y mejor tipo de razón, de tal manera que lidie constamente con las contradicciones para sí concebir toda la realidad. No obstante, después de Hegel, las perspectivas cambiaron y se hicieron irracionalistas, uno de sus exponentes fue Nietzche quien creía que los hombres comenzaron a hacer uso de su conciencia, siendo ésta una débil y falible arma del ser humano, para luego llegar a Martin Heidegger, de quien podría decir que muere la metafísica, pues para él los sentimientos de ansiedad y temor, principalmente el temor, resultan ser la guía más profunda de la razón, ¿si la forma en que percibo el temor es diferente al otro, cómo sería una guía para la razón y de esa manera concebir la realidad tal como es?, al sentar las bases de un nihilismo metafísico, se descartó el estudio de las contradicciones, la razón, y las otros aspectos que además Kant había dejado en el tintero, y con ello se produjeron grandes problemas en la filosofía, mostrando su incapacidad para dar respuestas a un mundo complejo lleno de crisis.

Vivimos en tiempos de revueltas, de revoluciones, como la de Francia en mayo de 1968 que nos trajo una serie de pensamientos románticos, antirracionalistas, anticientíficos, rupturistas, y de ahí la filosofía tuvo un cambio, pues centró su estudio no en aspectos ético-politico que fueron elementales en épocas anteriores, sino en la noción del “individuo” y en el “medio” en que es explotado, reprimido por un poder que invade hasta sus entrañas, y que sin embargo parece carecer de libre albedrio, un concepto reduccionista del pensamiento, pues ahora la violencia y el odio se suman a esos sentimientos que Heidegger llamaría sentimientos morbosos, que hoy toman protagonismo no para ser guía de la razón, sino para explicar realidades sociales en contextos diferentes que calza muy bien en una sociedad soberbia, que cree saber todo y al mismo tiempo no sabe nada, una sociedad que tiene el mundo en sus manos y parece creer que se construyó hace poco y necesita reformarse, porque lo “pasado” es obsoleto y no sirve, ignorando los cambios significativos obtenidos a lo largo de toda la historia. Hoy en día, pueden leer a Foucault, y no por eso conocer todo, un pensador brillante para este tiempo, que difícilmente lo hubiese sido si al lado tuviera a un Kant o un Hegel, se simplificó el pensamiento a tal grado, que es mejor leer a un escritor mediocre de pocas páginas y ojalá con letra grande y espacio que habla de alguna revolución ocurrida que leer a Kant o Hegel cuyas obras son extensas y complejas de entender.

A un lado se dejó el análisis de los conceptos más puro pertenecientes a la naturaleza humana, y sin embargo se dan por hecho su existencia, ¿cómo y por medio de qué fueron posibles?, y aún más, ¿para qué existen?, si nuestra conciencia es débil, si la razón está limitada, cómo armonizar aquello si entramos en un relativismo subjetivo, empero hablamos de Estado y sin embargo no se piensa que si no hubiese existido Hobbes con su absolutismo plasmado en El Leviatán, no hubiese habido un Locke con las división de poderes y la entrada al liberalismo. Qué sencillo es creer que somos dueños del mundo de manearlo como se nos plazca y sin embargo no nos damos cuenta que en realidad no nos  pertenece absolutamente nada.

¿Seguiremos en un posmodernismo que cubra las carencias que él mismo contribuyó hasta nuestro días? ¿regirnos por un antirracionalismo nos ha traído la promesa que los intelectuales de la década del 50 tenían en mente cuando deconstruyeron el lenguaje como arma poderosa de persuasión?, es probable que estemos en una fase decadente de este posmodernismo, un suerte de neoposmodernismo o posmodernismo desencantado[17], que no posee planteamientos sólidos, que parece reivindicar un pensamiento inductivo para finalmente creer en una realidad sobre supuesto no siempre observados, que no tiene ideas propias (nuevas), tal vez sea tiempo de retomar aquello que Kant dejó pendiente para analizar y volver a la razón o ¿es demasiado el letargo para levantar la vista hacia ella y creer que existe, haciéndonos finalmente libres de nuestras emociones sin control?, pues para algunos el pensar puede ser como una enfermedad, cuyos síntomas pueden llevar al desasiego, el pesimismo, a la desolación, a esa “angustia intelectual” (en palabras de Heidegger) e incluso al ostracismo de la ignorancia. Y en ese ostracismo quizás podemos entender algún día por medio de nuestro pensar, a qué se refería Niezche cuando escribe: “(…) Ojalá fuera yo otro cualquiera!, así solloza esa mirada: pero no hay ninguna esperanza. Soy el que soy: ¿cómo podría escaparme de mí mismo? Y sin embargo-¡estoy harto de mi!…”[18].

 

 

 

*Abogada, Licenciada en Ciencias Jurídicas de la universidad de Antofagasta.



[1] Citado por Scruton, Sir Roger “Breve historia de la Filosfía Moderna. De Descartes a Wittgenstein”. Editorial Ariel, S.A. España, 2020.Traduccion Vicent Raga, p.52 (Ebook).

[2] Mill Stuart, John “La Esclavitud femenina-Sobre la libertad”, Primera edición, diciembre del año 2018. Partido de la Revolución democrática, México, p. 189.

[3] Ob. Cit (1), p.83.

[4] Ingenieros, José “El Hombre Mediocre”, editado por elAlpeh.com, p.39.

[7] Bloom, Allan “El cierre de la mente moderna”. Editorial Plaza & Janés (1 enero 1989), colección “Hombre y Sociedad”, p.248

[8] Ob. Cit. (1), p.173.

[10] Guattari, Félix “La revolución Molecular”. Errata Naturae Editores, 2017, de la traducción, Guillermo de Eugenio Pérez, 2017, p. 167.

[11] Ibidem, p. 437.

[12] Ortega y Gasset, José. Editorial La guillotina, Mexico, mayo 2010 , p.80.

[13] Nietzche, Friedrich “Aurora”. M.E. Editores S.L, Madrid-España, 1994, p.202.

[14] Cita del autor se encuentra en Hicks, Stephen “Explicando el posmodernismo, la crisis del socialismo”. Primera edición- ciudad Autónoma de Buenos Aires-Barbarroja Lib. 2014. Traduccion Luis Kofman, p.10. (Ebook. ver cita de autor en libro).

[15] Kant, Immanuel, “Critica de la Razón Pura”. Primera edición- Buenos Aires, Colihue Clásica,2007, traducción, notas e introducción Mario Caimi, p.31.

[16] Ob. Cit (14), p.41.

[17] Ideas planteadas por la autora.

[18] Nietzche, Friedrich “La Geneología de la Moral. Un escrito polémico”. Ed. Cast. Alianza Editorial, S.A. Madrid, sexta reimpresión 2005. Introducción, traducción y notas de Andrés Sánchez Pascual, p.158. (III:14)

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