Milton Friedman
(1912 – 2006)
Julio H. Cole*
Milton Friedman, quien falleció en la madrugada del 16 de Noviembre, 2006, era mundialmente famoso como economista, y como defensor de la economía de mercado libre. Gran parte de su celebridad derivaba de su actividad como intelectual público, un aspecto de su obra que se reflejaba mayormente en las columnas de opinión que escribió durante muchos años para la revista Newsweek, y en libros populares, tales como Capitalismo y Libertad (1962) y el tremendamente exitoso Libertad de Elegir (1980) – ambos escritos conjuntamente con su esposa, Rose (y el segundo basado en la serie televisiva del mismo título).
Aunque ya era famoso cuando recibió el Premio Nobel de Economía, en 1976, ese galardón sin duda consolidó su status como figura pública y como analista de políticas públicas, y esto es lo que se ha enfatizado en los innumerables testimonios públicos y necrologías recientes.
Es bueno recordar, sin embargo, que su carrera también tuvo otros aspectos, y que estos otros aspectos son considerados por la mayoría de los economistas profesionales como mucho más importantes que sus ocasionales incursiones en la arena política. En efecto, incluso si “Friedman el intelectual público” nunca haya existido, “Friedman el economista científico” seguiría siendo honrado y respetado (aunque quizá no como celebridad de talla mundial), y su memoria perdurará por mucho tiempo en los anales de la ciencia económica.
El tema de este ensayo será principalmente este segundo aspecto de su vida y obra.
1. Educación y Formación Profesional.
Milton Friedman nació en Brooklyn, Nueva York, el 31 de Julio, 1912, siendo el hijo menor y único varón de una familia de pobres inmigrantes judíos originaria de Cárpato-Rutenia (entonces parte de Austria-Hungría, actualmente parte de la república de Ucrania).
Asistió a las escuelas públicas de la ciudad de Rahway, New Jersey, donde pasó su infancia y adolescencia, y en 1928 obtuvo una beca estatal para asistir a la Universidad de Rutgers, a la que ingresó con intención de especializarse en matemática (su plan original era de eventualmente dedicarse al actuariado). En la universidad, sin embargo, intervino el azar, en la forma de “dos extraordinarios maestros [de economía] que tuvieron un importante impacto sobre mi vida”: Homer Jones y Arthur F. Burns (Friedman, 1986, p. 81). Bajo su influencia, decidió cambiarse de la carrera de matemática a la de economía.
Al graduarse de Rutgers en 1932, en plena Gran Depresión, Friedman recibió dos ofertas de becas para estudios de post-grado, la una para estudiar economía en la Universidad de Chicago, la otra para estudiar matemática aplicada en la Universidad Brown. Ambas ofertas, al parecer, eran igualmente atractivas: “Casi fue el lanzamiento de una moneda lo que determinó cuál oferta acepté” (Friedman, 1986, p. 82). Habiendo optado por Chicago, Friedman se convirtió en economista.[1]
En Chicago, donde recibió su maestría en 1933, tuvo como maestros a Frank Knight, Lloyd Mints, Henry Simons, Henry Schultz y Jacob Viner.[2] Allí también conoció a dos compañeros de clase, W. Allen Wallis y George J. Stigler, con quienes llegó a formar estrechos y perdurables lazos de amistad.[3] La amistad con Stigler fue especialmente significativa porque el equipo Stigler-Friedman con el tiempo llegaría a definir y personificar lo que llegó a conocerse como la “Escuela de Chicago.”[4]
Al año siguiente Friedman recibió una beca para la Universidad de Columbia, donde estudió estadística matemática bajo Harold Hotelling, y economía bajo Wesley C. Mitchell y John M. Clark. Después retornó a Chicago como asistente de investigación de Henry Schultz, quien entonces estaba terminando su famoso estudio sobre curvas de demanda empíricas.[5] Entre 1937 y 1940 trabajó en análisis de encuestas de gastos e ingresos en el National Bureau of Economic Research (NBER).
En este punto es conveniente comentar brevemente sobre esta extraordinaria experiencia educativa. Aunque en apariencia fue el resultado de una combinación de factores más bien fortuita, hubiera sido difícil planear deliberadamente un programa más adecuado para su futuro desarrollo profesional. En el plano teórico la influencia de Chicago fue por supuesto decisiva, aunque uno de los aspectos más importantes del enfoque de Friedman – su cuidadoso y minucioso análisis de la evidencia empírica – no provino de Chicago sino de su contacto con Wesley Mitchell y el NBER. De hecho, aunque la investigación empírica es en la actualidad una característica saliente de la “Escuela de Chicago,” esto es al menos parcialmente resultado de la influencia posterior del propio Friedman. En los años 30’s, y con las excepciones un tanto marginales de Paul Douglas y Henry Schultz, en Chicago se enfatizaba más la teoría que el análisis empírico (Reder, 1982).
En el corto plazo, sin embargo, la influencia más inmediata fue la de Hotelling. En efecto, al principio Friedman dio más señas de convertirse en un eminente estadístico que en un gran economista. Una de sus primeras publicaciones profesionales desarrollaba una técnica no-paramétrica para el análisis de varianza bajo ciertas condiciones (Friedman, 1937). Al igual que la mayoría de sus contribuciones analíticas, la motivación para la “prueba de Friedman” fue facilitar la solución de problemas prácticos planteados por el análisis de datos (en este caso, datos sobre gastos e ingresos).[6]
Durante la Segunda Guerra Mundial, y luego de un interludio en el Departamento del Tesoro, Friedman fue miembro del “Statistical Research Group” (SRG) de la Universidad de Columbia, trabajando en análisis de problemas bélicos y en inspección de calidad de materiales.[7] Este grupo comprendía una notable colección de brillantes mentes estadísticas, y su trabajo conjunto habría de resultar, entre otras cosas, en el desarrollo del “análisis secuencial,” un importante adelanto teórico. En esencia, Friedman, conjuntamente con Allen Wallis y un capitán de la Marina (Garret Schuyler), observaron que el método convencional de tomar muestras de un tamaño prefijado era ineficiente, dado que no tomaba en cuenta la información generada por el mismo proceso del muestro. La idea fue después desarrollada rigurosamente por Abraham Wald, quien demostró el teorema básico que fundamenta el testado de hipótesis secuencial, que rápidamente se adoptó y adaptó como el método estándar de inspección estadística.[8]
Después de la guerra, Friedman sirvió brevemente en la facultad de la Universidad de Minnesota, y en 1946 regresó a la Universidad de Chicago como profesor en el Departmento de Economía, donde permaneció hasta su jubilación en 1977. El retorno a Chicago coincidió con un cambio importante en sus intereses académicos: con el tiempo se alejó de la estadística pura, y eventualmente llegó a concentrarse casi exclusivamente en la economía.
Estaba de vuelta en casa.
2. La Metodología de la Economía Positiva.
Friedman tuvo un profundo impacto sobre la investigación económica durante su vida, y su influencia irradió mucho más allá de los campos específicos que escogió para sus propias investigaciones. Gran parte de esta influencia se debió a sus opiniones sobre temas metodológicos, que fueron clarificadas en una etapa temprana de su carrera. Un famoso ensayo de 1953 sobre “La Metodología de la Economía Positiva” es probablemente su trabajo más conocido entre los economistas profesionales, a la vez que uno de los más controversiales.
Friedman empezó su ensayo distinguiendo entre la economía positiva, “un cuerpo de conocimientos sistematizados referente a lo que es,” y la economía normativa, que es “un cuerpo de conocimientos sistematizados que discute criterios respecto a lo que debería ser” (Friedman, 1953, p. 3; a no ser que se especifique lo contrario, todas las referencias de páginas entre paréntesis en esta sección corresponden a esta obra). Ambas disciplinas están relacionadas, aunque las conclusiones de la economía positiva son independientes de posiciones éticas o juicios normativos. El objeto de la economía positiva es “suministrar un sistema de generalizaciones que pueda utilizarse para hacer predicciones correctas acerca de las consecuencias de cualquier cambio en las circunstancias” (p. 4). Las teorías económicas deben evaluarse según criterios estrictamente empíricos: “Considerada como un cuerpo de hipótesis sustantivas, la teoría ha de juzgarse por su poder de predicción respecto a la clase de fenómenos que intenta ‘explicar.’ Unicamente la evidencia empírica puede mostrar si es ‘correcta’ o ‘incorrecta,’ o, mejor aún, si es ‘aceptada’ tentativamente como válida o ‘rechazada’” (p. 8). Esta observación es repetidamente enfatizada:
… la única prueba relevante de la validez de una hipótesis es la comparación de sus predicciones con la experiencia. La hipótesis se rechaza si sus predicciones se ven contradichas (“frecuentemente,” o más a menudo que las predicciones de una hipótesis alternativa); se acepta si no lo son; se le concede una gran confianza si sus predicciones han sobrevivido numerosas oportunidades de contradicción (pp. 8-9).
Usando lenguaje que hoy en día se asocia con la filosofía de la ciencia de Karl Popper (Popper, 1959 [1934]), Friedman agrega que “la evidencia empírica no puede ‘probar’ nunca una hipótesis; únicamente puede fracasar en rechazarla, que es lo que generalmente queremos decir, de forma un tanto inexacta, cuando afirmamos que una hipótesis ha sido ‘confirmada’ por la experiencia” (p. 9).[9]
Por cierto que la naturaleza de los fenómenos económicos presenta dificultades especiales, ya que por lo general no es posible realizar experimentos controlados, diseñados explícitamente para eliminar las más importantes fuerzas perturbadoras. En vista de esto, “debemos apoyarnos en la evidencia proporcionada por los ‘experimentos’ que ocurren casualmente” (p. 10). Friedman sostuvo, sin embargo, que “la incapacidad para llevar a cabo los denominados ‘experimentos controlados’ no refleja, … , una diferencia básica entre las ciencias físicas y las sociales, tanto porque no es algo peculiar de las ciencias sociales – piénsese, por ejemplo, en la astronomía – como porque la distinción entre un experimento controlado y otro que no lo está es, … , solamente cuestión de grado. Ningún experimento puede controlarse completamente, y cada experiencia está parcialmente controlada, en el sentido de que algunas influencias perturbadoras son relativamente constantes durante su curso” (p. 10).
Además, “la evidencia no-experimental es abundante y a menudo tan concluyente como los resultados de experimentos preparados, y en consecuencia la incapacidad para realizar experimentos no es un obstáculo fundamental para verificar una hipótesis por medio del éxito de sus predicciones” (p. 10). Por otra parte, se debe admitir que existen serios problemas prácticos: esa evidencia “ … es mucho más difícil de interpretar. Frecuentemente es compleja, y siempre indirecta e incompleta. La tarea de recogerla es, a menudo, ardua, y su interpretación exige generalmente un análisis más sutil y supone cadenas de razonamientos que rara vez llevan consigo una convicción real” (pp. 10-11). El experimento “crucial” no es posible en economía, lo que hace difícil la prueba adecuada de las hipótesis, pero “esto es mucho menos significativo que la dificultad que origina en el logro de un consenso razonablemente inmediato y amplio acerca de las conclusiones justificadas por la evidencia disponible” (p. 11). El proceso de descarte de hipótesis falsas es más lento que en otras ciencias. En ocasiones, sin embargo, la experiencia proporciona evidencia tan dramática y contundente como los resultados de un experimento controlado (la relación empírica entre el crecimiento monetario y la inflación de precios es un buen ejemplo).
En el enfoque de Friedman el criterio de aceptación o rechazo de una hipótesis es entonces netamente empírico. A diferencia de su maestro Wesley Mitchell, sin embargo, Friedman no se oponía a la teoría abstracta per se. Más bien, uno de sus objetivos era precisamente defender la naturaleza abstracta de la teoría económica neo-clásica, que a menudo es criticada por la falta de realismo de sus supuestos. Friedman pensaba que estas críticas son erradas, y que las hipótesis científicas no deben ser juzgadas por el realismo de sus supuestos, ya que estos supuestos nunca pueden ser “realistas” en un sentido descriptivo. De hecho,
… la relación entre el significado de una teoría y el “realismo” de sus “supuestos” es casi la opuesta a la sugerida por la opinión que estamos criticando. Se comprobará que hipótesis verdaderamente importantes y significativas tienen “supuestos” que son representaciones de la realidad claramente inadecuadas, y, en general, cuanto más significativa sea la teoría, menos realistas serán los supuestos (en este sentido).[10] La razón es simple. Una hipótesis es importante si “explica” mucho con poco, esto es, si abstrae los elementos comunes y cruciales de la compleja masa de circunstancias que rodean al fenómeno, permitiendo predicciones correctas sobre la base de esos elementos únicamente (p. 14).
Los supuestos de una teoría son simplificaciones de la realidad, y en este sentido deben ser descriptivamente falsos (i.e., toman en cuenta sólo los factores que son considerados importantes, ya que el éxito de la hipótesis muestra que las otras circunstancias son irrelevantes para la explicación del fenómeno). Para Friedman, la cuestión del realismo de los supuestos carece de importancia, y “la pregunta relevante a formularse acerca de los ‘supuestos’ de una teoría no es si son descriptivamente ‘realistas,’ puesto que no lo son nunca, sino si son aproximaciones suficientemente buenas para el propósito que se tiene entre manos,” lo que puede determinarse únicamente “observando si la teoría es eficaz, lo cual significa suministrar predicciones suficientemente ajustadas” (p. 15).
El ensayo sobre “Metodología” fue (y sigue siendo) bastante controversial, y generó una enorme literatura secundaria.[11] Friedman, sin embargo, habiendo planteado su posición, dejó que otros la discutieran, y nunca contestó a ninguno de sus críticos. Más bien, optó por concentrarse en la aplicación de sus principios en la práctica.
3. Estudios Monetarios.
Desde más o menos 1950 sus intereses empezaron a centrarse en los problemas monetarios, y en este campo alcanzó su mayor prominencia. Una notable colección de estudios empíricos editada por Friedman (Studies in the Quantity Theory of Money, 1956) se basó en tesis doctorales supervisadas en su famoso Taller de Dinero y Banca en la Universidad de Chicago. Un proyecto de largo alcance resultó de su asociación con el NBER, donde se hizo cargo de los aspectos monetarios de un proyecto más amplio sobre los ciclos económicos. Las detalladas investigaciones relacionadas con este proyecto resultaron en tres volúmenes escritos en colaboración con Anna J. Schwartz: A Monetary History of the United States (1963), Monetary Statistics of the United States (1970), y Monetary Trends in the United States and the United Kingdom (1982).
El marco teórico que une estos esfuerzos empíricos, y el vínculo con las anteriores tradiciones monetarias de Chicago, es la importante reformulación de la teoría cuantitativa del dinero (Friedman, 1956). Friedman interpretó esta teoría como, ante todo, una teoría de la demanda de dinero. Aunque las autoridades monetarias pueden controlar la masa monetaria nominal, lo importante para el público es la masa monetaria real (esto es, la masa monetaria expresada en términos de su poder adquisitivo). El problema científico consiste en identificar las variables que determinan la demanda de dinero, i.e., los saldos monetarios reales retenidos por el público. Según Friedman, la demanda de dinero es una función estable del ingreso real y del costo de oportunidad de retener saldos monetarios. (Esta idea y sus implicaciones fueron posteriormente exploradas empíricamente en Friedman [1959, 1966] y en Friedman y Schwartz [1963a].)
La estabilidad de la demanda de dinero tenía ciertas implicaciones para el efecto de variaciones en la masa monetaria que eran incompatibles con el análisis keynesiano entonces dominante. El asalto frontal a la teoría keynesiana vino en un extenso estudio empírico (Friedman y Meiselman, 1963) que comparó dos teorías muy básicas: (1) un modelo keynesiano, relacionando, vía el “multiplicador,” el ingreso nacional con los gastos “autónomos” (inversión, gasto público y exportaciones netas), y (2) un modelo “monetarista” (el término aún no se había inventado), relacionando el ingreso con la masa monetaria vía la velocidad de circulación del dinero. Los resultados demostraban que en la práctica la masa monetaria tenía mucho más poder explicativo que los gastos autónomos. El estudio Friedman-Meiselman desató el debate entre keynesianos y monetaristas que habría de dominar las discusiones sobre políticas macroeconómicas durante muchos años.[12]
Las principales conclusiones de éste y posteriores estudios “monetaristas” fueron que: (1) aunque un mayor gasto público tiene un efecto de impacto sobre el ingreso nominal, éste pronto desaparece, mientras que un aumento en la masa monetaria tiene un efecto permanente; (2) el ajuste del ingreso nominal a una mayor tasa de crecimiento monetario involucra retardos “largos y variables”; (3) en el largo plazo un incremento en la tasa de crecimiento monetario sólo afecta la inflación, y no tiene efecto sobre el nivel de producción real; (4) en el corto plazo, sin embargo, las variaciones en la tasa de crecimiento monetario tienen efectos, a veces de magnitud devastadora, tanto en los precios como en la producción real (siendo el caso más notorio la “Gran Contracción” de 1931-33, como se explica en el Capítulo 7 de A Monetary History ).[13]
4. El Economista como Intelectual Público.
Poco después de recibir su Premio Nobel, Friedman se jubiló de la Universidad de Chicago, y los Friedman se mudaron a San Francisco, donde él asumió el cargo de investigador en la Hoover Institution, de la Universidad de Stanford. Aunque se mantuvo activo en la investigación económica por varios años después de su jubilación, la mayor parte de su obra científica estaba concluida, y sus intereses se centraron cada vez más en la redacción de libros populares y en cuestiones de política pública.
Ya era bastante conocido entre el público general como severo crítico de las intervenciones del gobierno en la economía, y como exponente de las virtudes de una economía de mercado libre, puntos de vista que había expresado en Capitalismo y Libertad (1962), y en las columnas que escribió para la revista Newsweek de 1966 a 1984. Su salto a la celebridad, sin embargo, vino con la filmación de “Free to Choose,” un documental televisivo, y la publicación de un libro con el mismo título (Friedman y Friedman, 1980) que eventualmente se convirtió en bestseller.[14]
No viene al caso elaborar aquí sobre sus ideas generales sobre el capitalismo y la economía de mercado, ya que éstas son bien conocidas. Más bien, trataré de explorar brevemente algunas de las razones que explican su notable éxito al difundir sus ideas entre el público general.
Parte de su éxito como comunicador probablemente se debió al hecho de que su estilo retórico era mucho menos ideológico que el de otros defensores del mercado libre. Aunque él mismo tenía un fuerte compromiso ideológico con valores como la libertad personal y la responsabilidad individual, sus argumentos sobre políticas específicas tendían a enfatizar cuestiones prácticas, tales como la eficiencia económica, y cómo las intervenciones del gobierno muchas veces producían consecuencias peores que los males que trataban de evitar. Este enfoque permitía que muchas personas coincidieran con él, aun cuando no aceptaran toda su filosofía social. Otro aspecto que se relaciona con esto es lo que podríamos llamar su acercamiento “incremental” al ideal de una economía de mercado libre. Muchas problemas de política económica no son cuestión de “todo o nada” sino de “más o menos,” y Friedman a menudo estaba muy dispuesto a conformarse con soluciones parciales si éstas ofrecían una clara posibilidad acercarse un poco más al ideal de un mercado libre.
Un buen ejemplo de esto es su participación activa en el movimiento que eventualmente logró abolir la conscripción militar en los Estados Unidos. Esta no era una cuestión abstracta, sino un asunto muy concreto con enormes implicaciones para la libertad personal de millones de individuos de carne y hueso. También era una causa que, en ese tiempo y en medio de una guerra impopular, logró motivar a muchas personas con identificaciones ideológicas muy diversas.[15]
Otro ejemplo es su propuesta del “bono escolar” (school voucher), elaborada en el Capítulo 6 de Capitalismo y Libertad, y basada en un trabajo anterior (Friedman, 1955). Bajo este sistema el gobierno, idealmente, ya no estaría involucrado en el manejo de instituciones escolares, aunque seguiría financiando la educación, y por tanto no es, estrictamente, una solución de mercado. Por otro lado, obviamente se trataba de un “paso en la dirección correcta,” desde el punto de vista de Friedman.[16] Al separar el financiamiento público de la educación de la operación de escuelas gubernamentales, argumentó, los padres de familia tendrían mayor libertad de elegir a cuáles escuelas mandar a sus hijos. Es más, no es necesario aceptar la visión de Friedman de un mercado totalmente privado en materia educativa para apreciar la eficiencia del bono escolar como solución “intermedia”: mayores opciones para los padres de familia implicaría mayor competencia entre escuelas, y por tanto mayor eficiencia en la provisión de servicios educativos.[17]
Por ultimo, otro factor que probablemente explica su éxito en la difusión de sus ideas, especialmente entre los economistas profesionales, es que Friedman (y los economistas de Chicago en general) usaba esencialmente el mismo lenguaje que los demás economistas. En efecto, como señaló Israel Kirzner muchos años atrás:
La teoría de precios que fundamenta las contribuciones de los autores de “Chicago” no es fundamentalmente diferente a la que aceptan los economistas norteamericanos en general, incluyendo aquellos que desconfían profundamente de la eficiencia y justicia del sistema de mercado. Es simplemente que los economistas de “Chicago” aplican su teoría más coherentemente y con más seguridad, …. La teoría de precios de “Chicago”, al igual que la que se enseña en la mayoría de los departamentos de economía en Estados Unidos, está sólidamente arraigada en la tradición neo-clásica anglo-americana derivada principalmente de Alfred Marshall (Kirzner, 1967, p. 102).
En este sentido, y para utilizar un poco de jerga económica, se podría decir que Friedman tenía una “ventaja comparativa” para comunicarse con economistas convencionales, a diferencia de otros importantes economistas liberales tales como Ludwig von Mises y F. A. Hayek, cuyos antecedentes en la “Escuela Austriaca” eran mucho más ajenos a la experiencia de otros miembros de la profesión.
Por supuesto que estas son mis impresiones y conjeturas personales, y podría estar equivocado en mi interpretación de los factores que explican el notable éxito de Friedman como crítico social y analista de políticas. Cualesquiera que hayan sido las razones de su éxito, sin embargo, el hecho en sí es innegable.
V. Una Reminicencia Personal.
Hace unos años, Alan Greenspan preparó un prólogo para una colección de ensayos en honor de Milton y Rose Friedman, y en ese prólogo escribió lo siguiente:
Mi primer contacto con Milton fue en 1959, cuando le envié por correo un ejemplar de un artículo acerca del impacto de la relación entre precios de acciones y costo de reposición sobre la inversión de capital. Estoy seguro de que no me conocía, y sin embargo se tomó la molestia de contestarme, dándome varias sugerencias muy atinadas. Eso nunca lo he olvidado (Greenspan, 2004, p. xii).
Esta no era la primera vez que yo había leído o escuchado sobre experiencias similares, y no creo que sean casos aislados. Más bien, la experiencia de Greenspan refleja un importante aspecto de la personalidad de Friedman. Era muy generoso de su tiempo, incluso con extraños, y de esto puedo dar testimonio personal.
Yo también mantuve una vez una correspondencia con Milton Friedman. La primera vez que le escribí fue para comentar sobre uno de sus artículos en Newsweek. Yo vivía entonces en Bolivia, y trabajaba en un ingenio azucarero. Por supuesto, no esperaba que me contestara. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿A un perfecto desconocido? Imaginen mi sorpresa, entonces, cuando recibí a vuelta de correo una carta muy amable y detallada.
Le contesté, ¡y él me contestó de vuelta! Y ese fue el inicio de una correspondencia que duró varios años. Incluso tuve oportunidad de conocerlo en persona, poco después de iniciar mi carrera como profesor universitario. En ese tiempo yo estaba traduciendo algunos de sus estudios monetarios. El estaba interesado en el proyecto, y me alentaba, y todo era por cartas – no había e-mail en esa época – y puesto que constantemente yo le hacía consultas sobre muchos detalles menores, en determinado momento me sugirió que talvez yo debería visitarlo, para que pudiéramos sentarnos por un día entero con los materiales y resolver todas mis consultas. Pues lo hice. Acordamos una fecha, viajé a San Francisco, y nos reunimos en su oficina en la Universidad de Stanford.
Fue una sesión muy productiva, aunque pronto me di cuenta de que, aunque el propósito ostensible de la reunión era para discutir sus trabajos, él no estaba realmente muy interesado en hablar sobre su obra. Más bien, se mostró mucho más interesado en saber sobre mis propios quehaceres y proyectos. ¿Qué cursos enseñaba yo? ¿Había publicado algo? ¿En qué otras cosas estaba trabajando? Justamente por esas fechas yo estaba trabajando en mi primer libro, sobre la inflación en América Latina, y recuerdo que de hecho pasamos más tiempo ese día hablando sobre mi libro que sobre sus propios escritos.
A mediodía me invitó a almorzar en el Faculty Club (nos acompañó George Stigler), y en la tarde conversamos más, y seguimos conversando hasta que fue hora de regresar al aeropuerto para mi vuelo de retorno. Siempre recordaré su amable generosidad, sus palabras de aliento, y su disposición de dedicar parte de su tiempo valioso a un joven e incipiente académico. Significó mucho para mí.
Milton Friedman fue un gran economista y un gran ser humano. Tuvo una vida larga y productiva. Que descanse en paz.
* Professor de Economía, Universidad Francisco Marroquín, Guatemala, Guatemala, 01010 (jhcole@ufm.edu.gt).
Referencias
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[1]¿Quién sabe si hubiera tenido una carrera igualmente ilustre si hubiera optado por estudiar matemática en Brown?
[2]Friedman tenía gratos recuerdos de Viner – “[Su] curso fue incuestionablemente la mayor experiencia intelectual de mi vida” (Friedman, 1986, p. 83) – y varias generaciones de alumnos han atestiguado sobre las cualidades de Viner como maestro, aunque también parece que era bastante temible en clase. Otro gran economista recuerda: “Tuve la oportunidad de tomar el célebre curso de Jacob Viner sobre teoría económica avanzada – célebre por su profundidad analítica, pero también por la ferocidad con que trataba Viner a sus alumnos … No solo hacía llorar a las mujeres, … En sus días buenos incluso fornidos ex-paracaidistas quedaban reducidos a histeria y parálisis” (Samuelson, 1972, p. 161).
[3]Otra compañera de clase fue Rose Director, su futura esposa y co-autora. Se casaron el 25 de Junio, 1938.
[4]Véase el cálido tributo de Friedman a su amigo y colega (Friedman, 1999), y también la recientemente publicada correspondencia Friedman-Stigler (Hammond y Hammond, 2006). La “Escuela de Chicago” llegó a tener una posición de gran eminencia académica, y el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago es, a la fecha, la institución con el mayor número de Premios Nobel de Economía en su haber. (Ver Rowley [1999] para perfiles de cinco nobelistas de Chicago.)
[5]Schultz (1938). En la introducción a esta obra, Schultz escribió: “En el otoño de 1934, cuando regresé de una larga estadía en el extranjero, y me confrontaba la perspectiva de tener que entrenar a un equipo completamente nuevo de asistentes a fin de terminar el trabajo, un antiguo estudiante mío, Milton Friedman, vino a mi rescate y por un año me prestó servicios muy valiosos” (p. xi). Más adelante, Schultz agrega: “Estoy profundamente agradecido con Mr. Milton Friedman por su invaluable ayuda en la preparación y redacción de estos capítulos [i.e., Capítulos 18 y 19] y por su permiso para resumir parte de su trabajo inédito sobre curvas de indiferencia en la Sección III, cap. xix” (p. 569, nota 1). La sección a la que aludía Schultz se titula “The Friedman Modification of the Johnson-Allen Definition of Complementarity,” y se basa en un trabajo inédito de Friedman titulado “The Fitting of Indifference Curves as a Method of Deriving Statistical Demand Curves” (Enero 1934). Este es probablemente el primer trabajo técnico de Friedman en economía (nótese que contaba entonces con 21 años de edad). Nunca fue publicado, aunque ocasionalmente es citado en la literatura sobre complementaridad (véase, por ejemplo, Samuelson [1974]), y recientemente dos investigadores japoneses desarrollaron algunas implicaciones del análisis de Friedman (Tsujimura y Tsuzuki, 1998). (Agradezco al Sr. Takashi Yoshida, de la Universidad de Keio, el haberme amablemente proporcionado un ejemplar del trabajo de Tsujimura y Tsuzuki.)
[6]Aunque no es muy utilizada por economistas, en otros campos es muy conocida. De hecho, se ha vuelto tan estándar en el campo de la estadística no-paramétrica que generalmente se la conoce simplemente como la “prueba de Friedman,” sin otra atribución, y por tanto la mayoría de las personas que la utilizan rutinariamente probablemente no saben que el creador de esta técnica y el famoso economista son en realidad la misma persona. Véase, por ejemplo, Gibbons (1976), pp. 310-17.
[7]Sobre la historia del SRG-Columbia véase Wallis (1980). Véase además Rees (1980), quien proporciona una discusión más breve del material cubierto por Wallis, pero situada en un contexto un poco más amplio. Wallis menciona algunos de los títulos de estudios preparados por el SRG. Un título en especial es bastante llamativo: “Efectividad Relativa de Cañones Calibre 0.50, Calibre 0.60, y de 20 mm como Armamento para Ametralladoras Anti-Aéreas” (Agosto 28, 1945). Este informe fue escrito por Milton Friedman.
[8]Véase Armitage (1968) para una breve introducción a la literatura sobre análisis secuencial. Stigler también fue miembro del SRG, pero por menos tiempo que Friedman (10 meses y 31 meses, respectivamente). El comentario de Stigler sobre su experiencia es característico: “[El SRG] fue un ejemplo pionero de la nueva disciplina llamada investigación de operaciones, que aplicaba la teoría estadística y económica a problemas de combate y de aprovisionamiento de materiales bélicos …. Nuestro grupo tuvo grandes éxitos, tales como la invención, por parte de Wald, de un nuevo método de análisis estadístico llamado análisis secuencial. El uso de ese método de inspección de calidad ahorró a nuestra economía más dinero por mes en la compra de propulsantes para cohetes que el costo total de nuestra organización durante toda la guerra. Mi propio aporte a nuestro trabajo fue tan modesto, que lo más que puedo decir es que no ayudé al enemigo” (Stigler, 1988, pp. 61-62).
[9]Friedman en ninguna parte cita a Popper en su ensayo, lo que a primera vista podría parecer extraño, dada la similitud de sus puntos de vista a este respecto. La explicación, al parecer, se debe a que al momento de su primer encuentro con Popper, Friedman ya había desarrollado sus opiniones metodológicas independientemente: “Poco después de que completé mi primer borrador [del ensayo de 1953], George Stigler y yo tuvimos largas discusiones con Karl Popper durante la primera reunión de la Sociedad Mont Pelerin en 1947. La parte de esas discusiones que más recuerdo tenían que ver con el tema de la metodología de la ciencia. El libro de Popper, Logik der Forschung, publicado en Viena en 1934, ya se había convertido en un clásico de la metodología de las ciencias físicas, pero mi alemán era demasiado pobre como para poder leerlo, aunque puede que haya sabido de su existencia. Fue traducido al inglés recién en 1959, … , de modo que estas discusiones en Mont Pelerin fueron mi primer encuentro con sus puntos de vista. Los hallé muy compatibles con las opiniones que yo había formado independientemente, aunque mucho más sofisticados y más plenamente desarrollados” (Friedman y Friedman, 1998, p. 215). La Sociedad Mont Pelerin es una asociación internacional de académicos, fundada durante una reunión en 1947 organizada por F. A. Hayek, y dedicada a la preservación y difusión de los ideales del liberalismo clásico. (Sobre la historia de la Sociedad Mont Pelerin véase Hartwell [1995]. Dicho sea de paso, Friedman, a la edad de 34 años, ha de haber sido uno de los más jóvenes de los 39 miembros fundadores. Puesto que tuvo una vida muy larga, es probable entonces que él haya sido el último sobreviviente de ese grupo original.)
[10]En este punto, Friedman inmediatamente señala que no debe concluirse que los supuestos irreales garantizan por sí mismos que una teoría será significativa (p. 14n).
[11]Véase Boland (1979) para una buena revisión de la literatura crítica inicial. La mayoría de los economistas hoy en día probablemente estarían de acuerdo con la evaluación de Mayer, quien afirma que el ensayo de Friedman debería interpretarse como “un intento de proporcionar a los economistas practicantes ciertas reglas útiles, y específicamente como una forma de cerrar la desafortunada brecha que existía [en ese tiempo] entre la economía teórica y la economía empírica … Friedman trató de proporcionar una heurística para economistas practicantes y no un análisis filosófico sofisticado …. y [su] ensayo es, a grandes rasgos, compatible con la metodología que hoy en día comparten la mayoría de los economistas, al menos en principio” (Mayer, 1993, pp. 213-14). Son muy pocos los científicos que prestan mucha atención a lo que escriben los filósofos sobre la ciencia (o sobre cualquier otro tema, para ese caso), por lo que no es muy sorprendente que las críticas desde esa esquina nunca hayan mellado mucho el atractivo de este ensayo, lo que no significa, por otro lado, que esté por encima de toda crítica. De hecho, ha sido objeto de críticas devastadoras, y no por parte de un filósofo, sino de un economista (y un economista de Chicago, nada menos): “La opinión de que la validez de una teoría debe juzgarse únicamente en base a la bondad de sus predicciones me parece errada …. Con muy raras excepciones, los datos necesarios para testar las predicciones de una nueva teoría … no estarán disponibles o, si lo están, no estarán en el formato requerido por las pruebas y, … , requerirán de manipulaciones de un tipo u otro antes de que puedan generar las predicciones deseadas. ¿Y quién estará dispuesto a llevar a cabo estas arduas investigaciones? …. Para que las pruebas valgan la pena, alguien tiene que creer en la teoría, al menos al grado de pensar de que bien pudiera ser cierta …. Si todos los economistas siguieran los principios de Friedman al escoger sus teorías, nunca encontraríamos un economista dispuesto a creer en una teoría hasta que ésta haya sido testada, lo que tendría el resultado paradójico de que las pruebas no se llevarían a cabo … [por lo que] la aceptación de la metodología de Friedman paralizaría la actividad científica. El trabajo continuaría, sin duda, pero no surgirían teorías nuevas” (Coase, 1988, pp. 64, 71). Aunque yo mismo soy un convencido positivista friedmaniano, debo admitir que no sé cómo responder a esta crítica.
[12]En este contexto, vale la pena mencionar de que, aunque Friedman era un gran crítico de la “economía keynesiana,” siempre expresó gran admiración y respeto por Keynes el economista. Véase, por ejemplo, Friedman (1997).
[13]Para dos resúmenes breves y no muy técnicos de estos estudios monetarios ver Friedman (1968, 1970).
[14]Sobre el impacto de Free to Choose ver los trabajos reunidos en Wynne, Rosenblum y Formaini (2004), y especialmente el trabajo de Boettke (2004).
[15]Para un primer planteo de sus puntos de vista a este respecto, véase Friedman (1967). Sobre la participación de Milton Friedman y otros economistas prominentes en la comisión presidencial de 1969 que estudió la posibilidad de eliminar la conscripción (“President’s Advisory Commission on an All-Volunteer Force,” también conocida como la “Comisión Gates”) y otras iniciativas que eventualmente resultaron en la abolición de la conscripción, ver Henderson (2005). Hay una interesante anécdota relacionada con las audiencias de la Comisión Gates que vale la pena relatar. Entre los economistas, Friedman tenía la reputación de ser el mejor polemista verbal de la profesión. Esto lo descubrió el General William Westmoreland, ex-comandante en jefe de las fuerzas estadounidenses en Vietnam:
Al igual que casi todos los militares que testificaron, [Westmoreland] se declaró contrario a un ejército de voluntarios. En el curso de su testimonio, afirmó que no le gustaría comandar un ejército de mercenarios. Lo paré y le dije, “General, ¿preferiría comandar un ejército de esclavos?” El se cuadró, y dijo, “No me gusta que se refieran a nuestros patrióticos conscriptos como esclavos.” Yo contesté, “A mí no me gusta que se refieran a nuestros patrióticos voluntarios como mercenarios.” Y agregué, “Si ellos son mercenarios, entonces yo, señor, soy un profesor mercenario, y usted, señor, es un general mercenario; somos atendidos por médicos mercenarios, usamos los servicios de un abogado mercenario, y obtenemos nuestra carne de un carnicero mercenario” (Friedman y Friedman, 1998, p. 380).
No se sabe si el general tuvo algo más que decir, después de recoger su cabeza del suelo. En todo caso, según Friedman, “ya no se volvió a hablar de mercenarios.”
[16]“Murray [Rothbard] me acusaba de ser estatista porque estaba dispuesto a utilizar fondos del gobierno. Pero yo veo el bono escolar como un paso intermedio entre un sistema gubernamental y un sistema privado” (Doherty, 1995, p. 36). La referencia para la crítica de Rothbard es Rothbard (2002 [1971]).
[17]Sobre el progreso de la idea del bono escolar, a medio siglo de la propuesta inicial de Friedman, ver los trabajos reunidos en Enlow and Ealy (2006). Este tema era muy importante para Friedman, y en 1996 él y su esposa establecieron la Milton and Rose D. Friedman Foundation, exclusivamente dedicada a promover una mayor gama de opciones para los padres de familia en materia escolar.