¿Quién es el individuo en el pensamiento liberal?

Juan José Ramírez Ochoa*

1.    La relevancia del individualismo en el siglo XXI.

            Siempre que alguno pregunta sobre los aspectos generales de la tesis de los grandes pensadores de la libertad,  ya sea éste uno de los clásicos como Adam Smith  o Bernard Mandeville;  o un teórico más reciente como Peter Boettke o Friedrich Hayek,  es casi seguro que más de alguna respuesta estará asociada al individualismo  que estos pensadores  usualmente propusieron, dentro de su cuerpo teórico, para dar una respuesta a la conformación de los procesos sociales espontáneos. 

            Y es que no es para menos,  pues es el concepto fundamental del individualismo  lo que ha dado origen a  múltiples innovaciones en la manera en que los científicos sociales razonan sobre la realidad social y todos sus  procesos y matices particulares.  Perfectamente, se puede decir que de la tesis individualista original, de por lo menos tres siglos de antigüedad, se han desprendido las propuestas de Carl Menger y su método compositivo, de Ludwig Von Mises  y su praxeología,  de Friedrich A. Hayek  y su método sintético,  de Peter Boettke y su teoría de la coordinación social,  y hasta un Max Weber con su método aplicado a la ciencia histórica. Sería justo decir que estos autores visualizaron en la teoría individualista  la clave para desarrollar sus diversas tesis en el campo de la economía política,  la sociología, la historia y la política.

            Es una feliz descubrimiento,  por lo tanto,  el advertir la fertilidad de la teoría individualista en las ciencias sociales ayer,  hoy  y, esperamos, también en el mañana.  Uno de los factores que han contribuido a esta diseminación tan productiva de esta teoría es la claridad y precisión técnica con que los autores explicaron la terminología fundamental de esta perspectiva.   Pues es de señalar que los autores seminales de esta perspectiva fueron, todos, científicos sociales de altos quilates.

            Sin embargo, es de resaltar que  sobre el individualismo se han hecho diferentes interpretaciones, si no es que alteraciones, las cuales han permeado la opinión popular.  Estas mutaciones en el sentido original del término individualismo no son de extrañar  pues, con cierta frecuencia,  los paradigmas emergentes en las ciencias sociales y en la filosofía social  utilizan términos desarrollados en las teorías anteriores,  no obstante,  las extensiones en el uso  y el significado de los mismos sobrepasan la línea de lo lógicamente derivable. 

            Algunas veces,  estas extensiones en el uso de los términos fundamentales de la teoría individualista  dan lugar a que surjan nociones como las de egoísmo,   egoísmo racional,  ética individualista, racionalismo individualista,  egotismo, atomismo social,  reduccionismo individualista, por mencionar algunos.  Y por ello,   no es sorpresa alguna que se pueda pensar que  el liberalismo, particularmente el liberalismo clásico,   propugna  que las personas busquen sus propias metas sin  parar mientes en la existencia de las demás personas dentro de la sociedad.  En fin,   se asocia al liberalismo con  un individualismo aplastante que,  al hacer un mínimo examen lógico,  resulta incompatible con los mismos valores liberales.

            La meta de este ensayo,  entonces,  no es otra sino  un análisis cuidadoso de uno de los conceptos principales del liberalismo  y examinar,  si a la luz de este análisis,  las nociones asociadas a él resultan  sostenibles o, sencillamente, han sido una de las tantas modas más que hay que dejarlas pasar en bien del individuo que lucha y se desarrolla dentro de una sociedad libre.

            También,  se espera dejar en el lector una inquietud   para que continúe en sus investigaciones  y reflexiones sobre este fascinante tema  y poder así ampliar las propuestas nuevas y recientes de nuestro liberalismo en el siglo XXI.

  

 

 

1.    La teoría social del individualismo: un primer acercamiento.

            Es probable  que el uso tan amplio que se le da al término individuo en nuestro idioma,  siempre tan rico en analogías,  haya hecho posible que el individualismo, como método en las ciencias sociales, se haya interpretado de maneras alternas en nuestra época.  Pero,  desde la perspectiva de las ciencias sociales, el término individualismo  hace referencia a aspectos muy concretos:

“¿Son las ideas que la mente popular se ha formado acerca de esos colectivos que son  la sociedad o el sistema económico,  el capitalismo o el imperialismo y otras entidades colectivas semejantes, lo que el científico social debe considerar provisionales, abstracciones populares, sin confundirlas con los hechos? La nota característica de ese individualismo metodológico, que está relacionada estrechamente con el subjetivismo de las ciencias sociales, es que el  científico social se abstiene de tratar esas pseudo-entidades como hechos y parte sistemáticamente de los conceptos que orientan a los individuos en sus acciones,  en lugar  de considerar las teorías que estos elaboran acerca de sus actos”[1]

            En este comentario, Friedrich Hayek (1899-1992)  coloca con toda precisión qué se entiende por individualismo en el ámbito de las ciencias sociales,  y es importante recalcar que este individualismo tiene un carácter metodológico en su esencia.   Fue precisamente esta manera sistemática de razonar  sobre los procesos sociales  lo que le permitió al liberalismo  oponerse a sistemas como el socialismo,  el cual basó  su método en el análisis de conceptos colectivistas  para comprender a la sociedad.

            Este individualismo, desde los conceptos seminales de los clásicos,  valora la comprensión de las propiedades de las acciones individuales como el medio dilecto para deducir las propiedades de los sistemas sociales más complejos,  tales como el mercado, el estado,  el lenguaje,  por mencionar unos pocos ejemplos.

            Quizá valga la pena citar acá, una vez más,  las palabras de este filósofo de la Escuela Austríaca de Economía, con relación al concepto individualista:

“¿Cuáles son, entonces,  las características esenciales del verdadero individualismo?  Lo primero que se debe mencionar es que éste es, principalmente, una teoría de la sociedad,  un intento para comprender las fuerzas que determinan la vida social del hombre  y, únicamente en segunda instancia, un conjunto de máximas políticas derivadas de dicha teoría social.  Este hecho debiera de ser suficiente en sí mismo para refutar el más absurdo  de los malentendidos ordinarios: la creencia de que el individualismo propone (o fundamenta sus argumentos en) el supuesto de la existencia de individuos auto-contenidos  o aislados,   en lugar de comenzar con la noción de la existencia de hombres cuya completa naturaleza y carácter se encuentran determinados por su vida en sociedad”[2]

            En esta cita se resalta todavía más el carácter teórico y metodológico del enfoque individualista en las ciencias sociales.  También se presentan distinciones importantes con respecto a algunas creencias populares acerca del término.  De estas distinciones se deduce que el  individualismo  pues es, ante todo,  un método de estudio de las relaciones sociales entre los hombres,  y es por ello, precisamente, que asociar este método con una sociedad compuesta de individualidades puras  fuera de este marco de relaciones recíprocas es una contradicción   y una falsificación de lo que el método individualista propone. El individualismo no implica negar el carácter social de las actuaciones humanas, más bien acepta e integra esta cualidad y la incluye en su análisis  para llegar a componer modelos de los resultados  de dichas actuaciones.

            Por tanto,  resulta importante retener que este individualismo es,  ante todo,  un método  y una teoría para la comprensión de la sociedad.  Y el talante individualista de este tipo de investigación viene dado por la selección sistemática de aspectos individuales de  acciones humanas tal y como suceden en la experiencia social, y estudiar sus múltiples combinaciones  y resultados  para así llegar a concluir principios generales de la vida social.  En otras palabras,  la meta de la investigación es ofrecer un modelo de los procesos sociales como el mercado, las leyes  o el régimen político,  modelo que surge de la combinación  y síntesis que hacemos de lo que asumimos como relevante en la manera como las personas conviven en sociedad.

Un buen ejemplo de aplicación de este individualismo,  sería el siguiente:

“Si los habitantes de una aldea necesitan mil cántaros diarios de agua para satisfacer sus necesidades, y disponen de un arroyo cuyo caudal se eleva a cien mil cántaros por día,  para estos habitantes  una cantidad  parcial concreta de agua,  por ejemplo,  un cántaro, no tendría ningún valor, porque aunque se les prive de esta cantidad o ésta pierda su calidad de bien, pueden seguir satisfaciendo plenamente sus necesidades. De hecho,  estos aldeanos dejan que se pierdan miles de cántaros de agua, sin que su satisfacción de esta necesidad sufra el menor menoscabo.  Mientras se mantenga la relación que  fundamenta el carácter no económico del agua,  la satisfacción de sus necesidades no depende de un cántaro hasta el punto de si no dispusieran de él no podrían satisfacerla y esta es la razón por la que esta cantidad de agua no tiene para ellos ningún valor”.[3]

            Este ejemplo clásico desarrollado por Carl Menger en sus Principios de Economía Política  nos ofrece una aplicación del método individualista  al ámbito de la economía,  en particular a la teoría de las cualidades de los bienes económicos y de la valoración subjetiva de los mismos. 

            Un discurso más abstracto en economía  nos diría que el mercado es el proceso mediante el cual los bienes económicos se intercambian acorde a las preferencias subjetivas  y a la escasez relativa de los mismos,  y con todo derecho  un estudiante o una persona curiosa preguntaría  al ponente de tal discurso: -¿y de dónde se obtienen  tales afirmaciones del mercado?-. Es aquí donde el ejemplo de los cántaros de agua  permite apreciar que tales conclusiones  provienen de un análisis sistemático de cómo actúa cualquier persona ante un bien económico en particular. 

            Y pues tenemos a la vista  lo que la gente hace en sus interacciones sociales  y vamos organizando  nuestras apreciaciones sobre las elecciones que toman,  para el caso de este ejemplo,  elecciones sobre si desperdicia los cántaros de agua,  los almacena,  los vende o los compra.  Luego tratamos de definir principios que nos ayuden a explicar las relaciones que se suscitan entre las actuaciones individuales en cuestión,  los principios de escasez  o de valoración subjetiva del bien económico  cumplen esta importante función  y constituyen lo que llamamos comúnmente teoría económica.

            Se puede advertir, entonces,  que el individualismo es un método,  una manera de razonar aplicada a la explicación de los procesos sociales.  Es por ello que asociar esta teoría con afirmaciones tales como que el individualismo es egoísta,   o que el individualismo  propone una indiferencia social, etcétera,  es darle a este término un significado que no se encuentra en sus textos originales.  Continuaremos con mayor detalle sobre los textos originales del individualismo en las siguientes secciones de este ensayo.

2.    Autores  proto-individualistas: Mandeville y su valoración del individuo.

            Bernard de Mandeville (1670-1733),  fue parte de la generación de los economistas clásicos,  podríamos decir que inspiró a los autores de la escuela clásica británica.  Este  filósofo holandés, escribió en inglés y desarrollo gran parte de su vida profesional  en Inglaterra.  Es por ello que no es de extrañar su gran influencia en el pensamiento de Adam Smith,  especialmente las nociones sobre laissez faire,   el principio de la división del trabajo  y el principio individualista.  Existen referencias y explicaciones sobre la obra de Mandeville,  tanto en Theory of the Moral Sentiments[4],  así como  ciertas analogías en The Wealth of Nations[5].

            F.B. Kaye, el comentarista  de The Fable of the Bees, de Mandeville,  nos menciona al respecto:

“En ‘La Fábula’, Mandeville sostiene,  y de manera explícita, la teoría que, al día de hoy, se conoce como la teoría del laissez-faire, la cual dominó el pensamiento económico moderno por cien años y que todavía es una fuerza potente. Ésta es la teoría que propone que los asuntos comerciales son de lo más agradables cuando éstos son los menos regulados por el gobierno, que las cosas tienden por sí mismas a encontrar su propio  y adecuado nivel; y de que la libre búsqueda del interés propio de parte de los individuos  en sociedad interactuará y se ajustará por sí misma de tal forma, que el resultado será de beneficio a  la comunidad.”[6] 

            Este comentario nos permite apreciar a Mandeville como  un proponente primario de la tesis individualista  y sobre los resultados no buscados,  a nivel social,  de actuaciones individuales.  Sin embargo,  vale la pena citar un extracto de la misma fábula de Mandeville:

“En el gran Conjunto de todas las Naciones, los distintos Tipos de Hombres deben de sobrellevar cierta Proporción los unos a los otros, como en los Números, para que así puedan rendir al conjunto una Combinación bien proporcionada. Y como esta Proporción debida es el Resultado y la Consecuencia natural de la diferencia que existe en las Cualidades de los Hombres, y de las Vicisitudes que acontecen entre ellos,  nunca es mejor alcanzada, o preservada, que  cuando nadie se entromete con ella. Por tanto, podemos descubrir, cómo la Sabiduría de cortos alcances, de Gente que quizá sea bien intencionada, nos roba  la Felicidad, que fluiría espontáneamente de la Naturaleza de cada gran Sociedad, si nadie interrumpiese o modificase la Corriente”.[7]

            Se puede ver en este extracto de la fábula de Mandeville  la primera formulación  clara y precisa de la teoría individualista de la sociedad,  la cual parte del  principio  fundamental de que es en la realidad del individuo donde se encuentran las fuerzas  que promueven estos fenómenos sociales más complejos.  Mandeville teorizó sobre cómo el bienestar general,  es promovido por las actuaciones,  y hasta los vicios,  individuales;  de allí  que su nombre haya sobrevivido hasta hoy  como el de ése teórico  para quien de los vicios privados se originan los beneficios públicos.  Es por ello que la “Felicidad”  fluye espontáneamente (sin planificación alguna),  al dejar que la “Corriente”  de múltiples actuaciones individuales  sigan su curso sin ninguna interrupción dentro de este gran río de la sociedad.

            En la Fábula de Las Abejas,  Mandeville hizo despertar el genio de la Escuela Británica  de economistas clásicos  para que éstos pudieran plantear de manera más formal  el problema del orden espontáneo  desde una perspectiva individualista.  Es por ello que, para la escuela británico-escocesa,  son  las circunstancias de la acción individual  las que nos permiten aislar  y comprender científicamente  las fuerzas motoras  que se encuentra detrás de cualquier fenómeno social.

3.    El individualismo británico-escocés: Adam Smith  y el concepto de “amor propio”.

            El individualismo metodológico tuvo sus semillas en los trabajos de los economistas clásicos,  quienes  si bien no llamaron individualista a su teoría social,  basaron muchos de sus principios y axiomas económicos  en ideas muy concretas acerca de cómo se comportaban los seres humanos.  La influencia de los clásicos no puede ser subestimada,  pues en la sencilla y popular práctica entre los economistas y científicos sociales actuales de hablar acerca de que,  en el mercado,  en la política  y hasta en la resolución de conflictos,  la mayor parte de veces las personas tienen como finalidad “su propia satisfacción”,  por no decir que,  para términos prácticos,  las personas proceden de manera egoísta en los asuntos sociales;  estos científicos no hacen otra cosa que referirse, con terminología parecida,  a lo que Adam Smith (1723-1790) denominó self-love.

            La traducción al español de este término sería sencillamente “amor propio”,  sin embargo,  como dice el viejo dicho italiano traduttore, traditore[8],  en la traducción de una lengua a otra,  se pierden ciertos giros del lenguaje que  modifican ciertos aspectos del significado original de una palabra.  Amor propio en español,  tiene un significado similar a self-love,   pues hace referencia al sentimiento positivo por uno mismo.  Sin embargo,  self  puede involucrar un sentimiento más complejo  que el mero gusto por sí mismo.  El self  involucra una identidad social  que se ha formado  ya  en una personalidad que se podría definir como una personalidad madura.  Pero más importante todavía que los aspectos sociológicos del concepto,  es la carga que este término puede llegar a tener para con el método individualista.

            La identidad de alguien,  pues además de que es necesariamente individual,  es un constructo que involucra algo más allá de las necesidades egoístas.  Es decir,  para Smith,  como para muchos otros autores de su tiempo,  esta identidad involucra todos y cada uno de los aspectos que resultan relevantes para la vida de una persona,  por ejemplo “su casa”,  “su familia”,  “sus amigos”,  “su club social”;  y hasta aspectos  tan variados  como “sus armas de cacería”,  “su  cancha preferida para jugar el deporte de su elección”,  por no decir aspectos no materiales como “su status”,  “su legado”, entre otros.

            Entonces,  cuando se postula que el self love es un principio importante,   lo que se quiere decir es que es la estima o el cuidado de sí mismo,  con todo y lo que esto significa,  el principio fundamental de la vida social y económica.

            Leamos un poco a Adam Smith:

“En casi todas las demás razas de animales cada individuo, cuando ya ha crecido hasta su madurez, es completamente independiente,  y en su estado natural  no tiene ocasión alguna de contar con la asistencia de otra creatura viviente. Pero el hombre tiene ocasión casi constante  para recibir  la ayuda de sus congéneres. Y es en vano para él esperar que esta ayuda provenga únicamente de la benevolencia de ellos. Es más probable que él tenga éxito si puede lograr que ellos vean como un asunto propio el interesarse en favor suyo,  y mostrarles que es en su propio beneficio que hagan lo que él requiere de ellos.   (…) Nosotros nos dirigimos no hacia su humanidad sino a su amor propio,  y nunca les hablamos acerca de nuestras necesidades propias sino de los beneficios que hay para ellos”. [9]

            En este pasaje del libro de Adam Smith, La Riqueza de las Naciones, se puede observar el uso que el autor le dio al término self-love  y se puede notar la naturaleza activa que se le da a este término en el desarrollo de los intercambios económicos,  especialmente de ése intercambio económico de la sociedad de mercado donde la división de labores es una de las reglas de juego indispensables.

            Es decir,  el amor propio  involucra algo más que los matices sentimentales del término;  probablemente,  si nosotros  considerásemos aspectos como el cuidado de sí mismo,  o alguna otra  expresión  que sugiriese este aspecto activo  del amor a sí mismo,  probablemente sería más fácil de comprender la teoría individualista de Adam Smith.  Cuando nos involucramos en un intercambio económico, en el sentido más amplio del término,  en realidad  lo que hemos logrado hacer es persuadir a otra persona que al hacer algo por nosotros,  está,  en realidad, haciendo algo mejor  para él mismo.  Para Smith,  la actividad económica implica una acción mutua,  que sucede porque nos hacemos la vida más práctica  y fácil  los unos a los otros,  pues el self-love  implica dedicar tiempo y recursos a materializar la vida propia  tal y como nos interesa a cada uno de nosotros.  Hacer más fácil el camino de realización de estos planes individuales,  por medio del intercambio mutuo, fue el principio descubierto por Smith.

            Hayek,  también agregó  unas palabras aclaratorias sobre el individualismo de Smith y sus contemporáneos:

“No puede caber duda que, en el lenguaje de los grandes escritores del siglo XVIII,  era precisamente el ‘amor propio’ de  los hombres, y se pudiera decir que hasta sus ‘intereses egoístas`,   lo que para ellos simbolizaba el ‘motor universal’, y que por medio de todos estos términos ellos a lo que hacía referencia, primariamente, era a una actitud moral,  actitud que ellos pensaban era ampliamente predominante.  Sin embargo,  estos términos no se referían a un egotismo el cual describe aquélla preocupación, exclusiva y más estrecha, por las necesidades inmediatas de la propia persona. El sentido de ‘sí mismo’ por el que supuesta, y únicamente,  debían preocuparse las personas incluía,  habitualmente, a sus familiares y amigos, y no habría hecho diferencia alguna en la línea de argumentación si dicho término hubiera incluido  cualquier otra cosa  que, de hecho,  le importase a las personas.”[10]

            Esta explicación de Hayek,  nos ayuda a confirmar  que para los clásicos,  como Smith,  el interés propio se refería más hacia una manera de actuar concreta de los seres humanos,  en la cual se asociaba al comportamiento social de las personas ése componente individualista de “cuidado” de las “cosas propias”.  Es decir, las personas en sus esfuerzos diarios,  concretos y personales de realizar de la mejor manera sus planes  y de cuidar de la mejor manera sus asuntos,  daban al científico social un objeto de estudio primario desde el cual construir sus teorías sociales. 

            Quizá,  un último detalle que no hay que dejar escapar, y que se deja entrever en el comentario de Hayek, es que el  concepto de amor propio de Smith era más una cuestión de hecho, un principio que describía como se comportaba realmente las personas en la sociedad.  Era una cuestión marcadamente empírica.

4.    La Escuela Austríaca de Economía: Carl Menger, el individualismo y el método compositivo.

            Hemos visto ya unas ideas básicas sobre el término del individualismo,  y  hasta hemos dado ya un ejemplo sencillo, sobre la demanda de los cántaros de agua provista por Carl Menger,  donde podemos ilustrar mejor algunas  aplicaciones de este interesante método de las ciencias sociales.

            Es de mencionar ahora  la formalización que tuvo este método por parte de una escuela particular de pensamiento: la Escuela Austriaca de Economía; escuela que surgió en la segunda mitad del siglo XIX,  y que tuvo entre sus figuras prominentes a Carl Menger (1840-1921).

            La Escuela Austriaca de Economía, es el nombre bajo el cual se ha brindado un techo intelectual a una forma de pensar sobre los eventos sociales que resultaban atípica para la época de Menger  y que,  en buena medida,  continúa siendo una línea de pensamiento diferente en el marco de los estudios sociales contemporáneos.  Los temas principales de esta escuela cubrieron amplios aspectos de la teoría económica, entre estos temas se encuentra el desarrollo innovador, para aquella época, del principio marginalista en el intercambio económico,  aunque también  se encuentran temas de política económica  y evolución de las instituciones sociales. 

            Para los fines de este ensayo sobre el individualismo metodológico  nos centraremos principalmente en los avances del llamado método compositivo propuesto por Menger  y que fue por primera vez  expuesto en su libro Untersuchungen  über die Methode  der Socialwissenchaften, und der politischen Oekonomie insbensondere[11].   Este método compositivo es lo que Hayek llamará método sintético en sus obras sobre metodología,   y también resulta sumamente similar al tratamiento que Von Mises le da a los procesos sociales utilizando su método praxeológico.  Sin embargo,  con similitudes y todo,  el contexto dentro del cual Menger  propuso su innovación metodológica fue único  para este autor austríaco.

            Menger se vio enfrascado en un debate,  si se le puede llamar así,  a un intercambio de ideas que tuvo con el profesor alemán  Gustav Schmoller, quien fuera la figura más prominente de la Escuela Histórica Alemana.  Este debate le llevó a él a indagar con mayor detalle sobre las propiedades o la orientación general de los estudios económicos  y sobre la importancia de la teoría pura (o exacta,  en la terminología de Menger)  para la comprensión y resolución de los asuntos económicos de su país.

            En el marco de este debate, es poco conocida la discusión de Menger sobre el principio individualista por excelencia: a las personas les guía el interés propio  en sus asuntos sociales y económicos.  Y en su Investigations   el tiene todo una capítulo  que lleva el título de “The Dogma of Self-interest”[12],  donde se discute desde una perspectiva bastante diferente el status teórico de este principio del comportamiento humano. 

            La discusión del tema comienza así:

“Lo que reclama nuestro interés en este punto es  más bien la tesis conocida bajo la designación anteriormente descrita, acerca de que los seres humanos son guiados, verdaderamente,  en su actividad económica por la consideración exclusiva  de sus intereses individuales.  Esta es la tesis que es considerada, tal y como asumen los representantes de la escuela histórica de los economistas alemanes,  como un axioma fundamental que encabeza los sistemas de economía política, al menos de parte de los adherentes a las escuelas “no históricas” [13] de nuestra ciencia. La importancia de esta tesis para los problemas teóricos que han sido tratados por nosotros  pudiesen,  entretanto, ser claros simplemente si tomamos en cuenta la circunstancia que, de parte de la escuela histórica se piensa que  la posibilidad de que existan leyes estrictas de los fenómenos económicos y también,  por consecuencia,  de una ciencia económica,  es algo que depende de la corrección de este principio.   O,  con referencia a lo erróneo de este “dogma”[14]  ya mencionado,   la posibilidad de una ciencia de las “leyes” de la economía es, simplemente, negada y un método especial, el del método histórico aplicado a nuestra ciencia, es exigido.”[15]

            Este ángulo del debate entre la Escuela Histórica Alemana y la Escuela Austríaca de Economía (que para fines de precisión histórica,  no existía tal cosa como Escuela Austriaca en la segunda mitad del siglo XIX,  sino únicamente Menger  y sus críticas a los historicistas alemanes[16]),  es un ángulo que se menciona poco en los libros de historia económica.  Es de recordar que el debate Menger-Schmoller  se catalogó como  un “debate de métodos”[17],   y  los integrantes de la Escuela Histórica defendían un  acercamiento empírico  centrado en los detalles de la experiencia social e histórica  para el estudios de los procesos económicos,  en tanto que la Escuela Austríaca  se proponía fundamentar a nivel teórico (“exacto”, en los términos de Menger) la explicación de estos mismos procesos. 

            Es por ello completamente comprensible la crítica vertida en la última cita por parte de la Escuela Histórica,  ya que en cuanto al concepto individualista del interés propio, ellos (los historicistas) perseguían desacreditar  al mismo  y,  por asociación,  una vez se hubiera demostrado  la falsedad de este concepto, quedaría demostrada la falsedad de la teoría de Menger.  Así de fundamental resultan los conceptos individualistas para la teoría económica de la Escuela Austríaca.  Pero  vale la pena indagar por qué la noción de interés propio resultaba errónea para la Escuela Alemana:

“La línea de argumentación de nuestros economistas históricos en este caso es, no obstante, el siguiente:

  La voluntad del hombre se encuentra guiada por innumerables motivos que, en parte, son verdaderamente contradictorios entre ellos mismos.  Es de esta manera, no obstante,  que una regularidad estricta de las acciones humanas,  en general, y de una economía, en particular,  es algo que a priori queda fuera de toda discusión.  Solamente, cuando pensamos que el hombre se encuentra siempre guiado por el mismo motivo, p. ej. , el interés propio, en sus acciones económicas, el factor de arbitrariedad parece estar fuera de discusión,  solamente entonces cada acción parece ser estrictamente determinada.  Solamente con estas suposiciones mencionadas anteriormente es, por tanto, que las leyes de la economía son concebibles, y junto a éstas también lo es una economía en el sentido de una ciencia exacta.

  Por ahora, y al juzgar por la experiencia, las personas no son guiadas en sus acciones económicas, ni en general y ni aún en lo particular, de manera exclusiva por algún motivo definitivo.  Junto  al interés propio, al cual se le puede reconocer lo más como el motor primario de la economía humana, también el patriotismo, el amor al prójimo, la costumbre, el  sentido de justicia, y otros factores similares, son los que determinan las acciones económicas del hombre.  Y, consecuentemente, el supuesto del que parten los economistas (no históricos) de la escuela de Smith es falso.  Pero junto con dicho supuesto también colapsa la base de las leyes estrictas de la economía independientes de toda condición temporal y espacial,  y de esto se desprende que también colapsa la base para una ciencia,  es decir, para una economía teórica en el sentido previamente concebido del término. La entera orientación de investigación  que ha sido caracterizada es, por lo tanto, no empírica, es una orientación que viola la verdad. Y, solamente, la investigación que ha sido purificada de estos supuestos erróneos podría alcanzar resultados en el campo de nuestra ciencia que correspondan a los fenómenos reales de la economía.

  Ésta es, aproximadamente, la línea del argumento de los economistas históricos alemanes cuando discuten en contra del ‘dogma del interés propio humano’.”[18]

            Reviste de una particular importancia la referencia que hace Menger a la posición de la Escuela Histórica Alemana con relación al principio del interés propio como fundamento de los procesos sociales y económicos,  pues se puede ver de una manera más fina  los puntos discordes entre estas dos perspectivas.  Al examinar la crítica de Schmoller, citada por Menger,  se puede apreciar que el argumento trata de expresar que este principio teórico del interés propio individual es un concepto abstracto,  desprovisto de todo contenido empírico  y que por tanto, además de ser un principio infértil para la ciencia económica,  ayuda a demostrar lo insostenible de la propuesta de una economía teórica defendida  por Menger.  El lector puede apreciar  los matices más finos de esta discusión de los métodos que se suscitó entre estos dos grandes pensadores de la economía,  y sobre todo,  cómo esta discusión abordó en detalle  cada uno de los aspectos esenciales de la metodología “austríaca” versus la metodología “alemana” de aquella época. 

            Los historicistas alemanes criticaron el concepto del interés propio    pues veían a este  como  un concepto inmutable  y sin ningún tipo de consideración hacia los variados motivos e intereses que se pueden considerar  como el corazón de lo que se ha llamado “interés propio.   Menger,  responde  que esta crítica es sencillamente falsa,  al ser una interpretación errónea de lo que él está proponiendo como interés propio,  y que para el autor de este ensayo,  es una propuesta muy similar a lo que Adam Smith propuso desde la escuela británica (pues tampoco ha de escapar al lector la clasificación de  Smith como  un economista “no-histórico” en la cita previa).

            Menger,  responde a la crítica de los economistas  históricos,  y la respuesta que él ofrece no sólo refuta las críticas de esta escuela sino que nos ayuda a situar en su lugar exacto qué se entiende por “interés propio”  y cuál es su función dentro de las ciencias sociales, además de brindar ciertos elementos de juicio  sobre otros aspectos importantes que el científico social debe considerar al explicar el comportamiento de los hombres.  Vamos por partes,  primero está la réplica de Menger acerca del supuesto “colapso” del concepto de interés propio”:

“Aún si los seres humanos en sus asuntos económicos en todo tiempo y lugar se han permitido ser guiados exclusivamente por su interés propio,  la estricta regularidad de los fenómenos económicos  habría, no obstante, de ser considerada imposible  debido al hecho,  refrendado por la experiencia, de que en un sinnúmero de casos ellos mismos yerran acerca de sus intereses económicos, o son ignorantes acerca de la situación económica. (…) El supuesto de una regularidad estricta de los fenómenos económicos, y junto a éste el de una economía teórica en todos los significados asociados al término, se refiere no sólo al dogma de un interés propio y siempre constante,  sino también al dogma de la “infalibilidad” y el de la “omnisciencia” de los seres humanos en materia económica.

  Nosotros estamos muy lejos  de afirmar de que con  los dogmas anteriores todos los supuestos de una teoría rigurosa de los fenómenos económicos,  en el sentido que nuestros historiadores piensan acerca de ellos, se han agotado ya.”[19]

            Se puede observar en esta cita que Carl Menger está tomando distancia de la crítica de los economistas históricos con relación a que el principio del interés propio  es un principio abstracto  y desprovisto de la flexibilidad necesaria para reflejar la diversidad de motivos e inclinaciones  que guían la conducta de las personas en los negocios de su vida diaria.  Es decir,  Menger  critica la pertinencia de la crítica planteada por Schmoller,  y  busca dar nuevos elementos que ayuden a comprender el principio individualista del interés propio de una manera más exacta. 

            Es interesante,  que aunque Menger presenta una refutación sólida y vigorosa de la versión historicista de este concepto en cuestión,  su propósito al hacer esta crítica se ubica más en la línea de una explicación más profunda no sólo acerca de  qué se entiende por interés propio,  sino también de cuál es la posición de este concepto en su perspectiva teórica del método compositivo.

            El mismo Menger continúa en este esfuerzo con las siguientes líneas:

  “¡Pero volvamos a nuestra materia con toda seriedad! La orientación exacta de la investigación teórica en el dominio de los fenómenos sociales –y únicamente con respecto a éste  puede darse, propiamente dicha, alguna pregunta sobre el dogma del interés propio-  tiene, tal y como lo hemos expuesto completamente ya, la tarea de ‘reducir los fenómenos humanos a las expresiones más originales  y a las fuerzas e impulsos más generales de la naturaleza humana’.  La misma tiene la tarea de que ‘de allí en adelante se debe indagar hacia qué tipo de formaciones conduce el libre juego de las inclinaciones básicas de la naturaleza humana de cada individuo, sin la influencia de otros factores…”[20]

            En este párrafo se encuentra enunciado el núcleo del llamado método compositivo propuesto por Menger,  y continuado  por los posteriores integrantes de la Escuela Austriaca de Economía.  Y  acá, nuevamente, se afirma que el principio del interés propio es un principio que fundamenta  el análisis individualista de los procesos sociales. 

            ¿Qué es el interés propio para Menger?,  pues bien es un ejemplo de estas fuerzas originales y generales de la naturaleza humana  hacia la cual  la explicación de los procesos sociales debe referirse.   El lector puede notar  lo importante que resulta la posición que se le otorga  a este concepto  individualista en la teoría social  y,  cuando Menger elabora un poco más en los detalles de este individualismo  y su relación con el método compositivo,  no se le escapará al lector lo similar que resultan las palabras de Hayek que citamos al inicio de este ensayo  cuando este otro autor de la Escuela Austríaca se refirió al individualismo como  una teoría de la sociedad.    Hayek,  siguiendo a Menger en esto,  afirma la misma idea acerca de que la meta de los estudios sociales es descubrir   estos conceptos individualistas  hacia los cuales se reducen los fenómenos sociales.

            Al revisar  los conceptos vertidos por Menger sobre el método compositivo  se puede apreciar que, para este autor,  la teoría individual de la sociedad es el camino metodológico concreto que nos permite desentrañar  y explicar por qué suceden ciertos  fenómenos en la sociedad.  Todos los conceptos individualistas,  como el concepto de interés propio,  constituyen no meras hipótesis abstractas sobre elementos rebuscados de la naturaleza humana,  sino que constituyen,  mejor dicho,   aspectos de la realidad individual humana que le brinda un soporte firme a  los modelos,  éstos sí,  más abstractos  y falsificables de la vida social,  tales como el modelo del mercado,  del estado,  de la ley, del lenguaje, por mencionar  los principales. 

            Es por ello que, desde el método compositivo,  se puede afirmar que modelar un sistema económico de mercado donde el principio del interés propio  no exista es sencillamente falso,  debido a que,  al nivel más original y general de la antropología humana,  cuando se actúa  se hace con referencia a las metas,  situaciones  y valoraciones que se consideran “propias” o “de uno mismo”.  Pensar en un individuo que actúa pensando en unas metas o situaciones que le son ajenas, y construir sobre ello una teoría social, sencillamente es,  a un nivel científico, un absurdo.

            Si el lector quisiera ahondar  sobre el individualismo metodológico y la manera en la que Menger  lo conceptualizó,  un trabajo accesible es “Rückher zu Menger”.[21]

5.    Ayn Rand: egoísmo  e individualismo.

            Finalmente,  y para adecuar el contenido al espacio que nos brinda este corto ensayo,  es importante analizar la propuesta individualista de Alisa Zinóvievna Rosenbaum (1905-1982),  quien es más conocida bajo su pseudónimo, Ayn Rand.  El pensamiento de Rand ha permeado mucho de los círculos contemporáneos  de los pensadores libertarios y de libre mercado,  y este pensamiento se considera como la quintaesencia del individualismo “radical” de nuestra época.   Ahora bien,  como decíamos al principio de este ensayo,  el individualismo se ha convertido en una palabra a la que se le han hecho  muchas analogías y,  probablemente,  un pensador “individualista” del día de hoy  se podría encontrar en la posición de que su propuesta tiene poco que ver con el individualismo metodológico de las ciencias sociales.

            En primer  lugar,  el individualismo de Rand  es un individualismo de carácter ético.  Las personas,  si quieren vivir una existencia plena,  auténtica y hasta virtuosa definitivamente deben optar por el egoísmo  como  su norte principal en su comportamiento,  pues hacer lo contrario implicaría traicionar  la misma naturaleza humana.  En esto  Rand  fue particularmente clara, basta leer una de sus más conocidas obras literarias:

“Ustedes no han escuchado de otro concepto de moralidad sino el místico o el social. Se les ha enseñado que la moralidad es un código de comportamiento impuestos sobre ustedes al capricho, al capricho de un poder sobrenatural o de la sociedad, para servir al propósito de Dios o al del bienestar de sus vecinos, para complacer a una autoridad  más allá de la sepultura o al que vive al lado  –  pero no para servir a su vida o placer.  Que su placer, han sido enseñados,  ha de ser encontrado en la inmoralidad, que sus intereses serían servidos de la mejor forma por el mal,  y  que cualquier código moral no debe ser diseñado para ustedes,  sino contra ustedes,  no para promover sus vidas, sino para drenarlas.”[22]

            Podemos encontrar también una definición del egoísmo randiano en escritos más sistemáticos:

  “Así como el hombre no puede sobrevivir por medios arbitrarios sino que debe  descubrir y practicar los principios que su supervivencia requiere, así tampoco puede el interés personal del ser humano ser determinado por ciegos  deseos o caprichos  arbitrarios,  sino que debe ser  descubierto y logrado mediante la guía de principios racionales. Esta es la razón por la cual la ética Objetivista es una moral de interés personal racional, o de egoísmo racional.[23]

            El concepto de egoísmo proveído por Ayn Rand tiene, entonces,  cargas epistemológicas y éticas que son importantes de considerar al momento de comparar el “individualismo”  y “egoísmo” randiano con la teoría individualista de la metodología desarrollada por los clásicos,  como Smith  y Mandeville;  y por autores como Menger  o Hayek.

            Este concepto básico del egoísmo,  tiene extensiones hacia la teoría política de esta autora,  que es lo que de manera más específica  ella denomina “individualismo”.  Rand en Cartilla del Americanismo”,   nos ilustra con su característico estilo proposicioncista  y definicional:

“El problema básico que existe en el mundo hoy en día, es la elección entre dos principios: Individualismo y Colectivismo.

El Individualismo sostiene que el hombre posee derechos inalienables que no le pueden ser arrebatados por ningún otro hombre, ni tampoco por cualquier número, grupo o conjunto de hombres. Por lo tanto, cada hombre existe por su propio derecho y para sí mismo, no para el grupo.

El Colectivismo sostiene que el hombre no tiene derechos; que su trabajo, su cuerpo y su personalidad pertenecen al grupo; que el grupo puede hacer con él lo que le plazca, en la forma que quiera, por cualquier motivo que el grupo haya decidido que es su propio bien. Por consiguiente, cada hombre existe sólo con el permiso del grupo y en beneficio del grupo.

Estos dos principios son las raíces de dos sistemas sociales opuestos. El problema básico del mundo hoy en día es la elección entre estos dos sistemas.”[24].

            En realidad,  en este aspecto político y social del  sistema randiano  es donde el lector iniciado en la literatura libertaria y de libre  mercado  puede valorar los aportes de esta controversial autora a la literatura de la libertad.  Y si nos quedásemos con sus aspectos políticos exclusivamente,  diríamos que Ayn Rand fue una de las más acérrimas defensoras de los sistemas sociales libres.

            Sin embargo,  como  mencionábamos en el inicio de esta sección,  y retornando a nuestra línea de discusión en torno a la teoría individualista en los diferentes autores que hemos revisado, el concepto individualista de Rand,  está fundamentado en concepciones epistemológicas y éticas,  cuestión reconocida por Rand:

“El Objetivismo es un movimiento filosófico y, dado que la política es una rama de la filosofía, el objetivismo defiende ciertos principios políticos –especialmente,  los del capitalismo de laissez faire- como consecuencia y aplicación práctica de sus principios filosóficos fundamentales.

(…)

La política se basa en tres disciplinas filosóficas: metafísica, epistemología y ética,  sobre una teoría de la naturaleza del hombre y de la relación del hombre con la existencia”[25]

            Aquí es donde se requiere un análisis más cuidadoso del individualismo randiano y del individualismo metodológico  o teórico.  Se puede decir que para Rand,  la naturaleza racional del egoísmo y de la voluntad,  justifica que las personas  por medio de su inteligencia y discurso lógico pueden sopesar los diferentes fines  que se le ponen delante y elegir el que de manera más razonable satisface o llena sus expectativas egoístas (subjetivas,  si se quiere).  El análisis racional de las alternativas y la elección de la “mejor” es un proceso que,  aunque defiende bien el uso de la razón  y la elección prudente de estas alternativas individuales,  deja  una conexión abierta para un tipo de racionalismo de vieja data,  y que fue el racionalismo subjetivo (a la Descartes) ampliamente criticado  por los autores individualistas.   Como se puede apreciar en este extracto:

“El argumento racionalista, especioso y aparentemente lógico, de la tradición francesa, con su halagadora presunción sobre los poderes ilimitados de la razón humana, fue sin embargo, el que ganó  progresiva influencia, mientras decaía la menos articulada y menos explícita tradición de la libertad inglesa”.[26]

.           Probablemente,  un randiano replicaría que el Objetivismo no propone una “razón  ilimitada”  sino sujeta al contexto  y a la realidad misma,  por lo que Rand,  está en la línea de los autores británico-escoceses.  Sin embargo,  para esta escuela británica  la crítica al racionalismo  iba más allá de la creencia en los “poderes ilimitados” de la razón,  iba mucho más profundo al indagar sobre la constitución última del ser humano.

            Para los individualistas británicos,  el problema del racionalismo  era la pretensión que los seres humanos  muestran una inclinación natural  hacia un comportamiento racional en la sociedad. Y aquí, es donde existe un corte que divide a los individualistas británicos y a los individualistas randianos. Pues para los individualistas británicos:

“La diferencia es singularmente evidente cuando se llega a las respectivas presunciones de las dos escuelas en lo que respecta a la naturaleza del individuo.  Las teorías racionalistas de la planificación  se basaron necesariamente en  presumir  la existencia de una cierta presunción del individuo para la acción racional, así  como en la natural inteligencia y bondad de dicho individuo. La teoría evolucionista, por el contrario, demostró como ciertos arreglos institucionales inducirían al hombre a usar su inteligencia encaminándola hacia las mejores consecuencias y cómo las instituciones podrían concebirse de tal forma que los individuos nocivos hicieran el menor daño posible.”[27]

            La crítica contra el racionalismo planificador que hizo Hayek,  bien podría hacerse  también al “egoísmo racional” de Ayn Rand,  y no necesariamente porque Rand defienda elecciones basadas en la ponderación racional de diferentes alternativas,  sino en la evidente confianza de Rand de que los seres humanos tienden,  si no es que “deben”,  comportarse racionalmente.  El error que se puede señalar acá a Rand,  no es tanto sobre su atinada defensa de una elección subjetiva de los fines individuales,  sino en su confianza, un tanto ingenua,  en que a los seres humanos les interesa,  por fuerza de su íntima voluntad,  comportarse racionalmente en la sociedad.

            Se puede apreciar esta debilidad en la propuesta de Rand,  en este extracto del discurso pronunciado por el más célebre de sus personajes literarios, John Galt:

  “La llave de lo que se considera `naturaleza humana`, el secreto descubierto con el que se debe vivir, es el hecho de que el hombre es un ser de consciencia volitiva”.[28]

            Continúa  unas páginas adelante:

  “El hombre ha sido llamado un ser racional, pero la racionalidad es una cuestión de elección, y la alternativa que su naturaleza le ofrece es: ser racional o animal suicida.  El hombre ha de ser hombre por elección;  debe mantener su vida como un valor,  por elección;  ha de aprender a sostenerla por elección;  a de descubrir los valores requeridos y practicar sus virtudes, por elección”. [29]

            Para el sistema randiano,  los seres humanos deben elegir ser racionales  y realizar así su naturaleza humana,  y se podría llegar a argumentar que esta es una cuestión de hecho,  pues los seres humanos  por su misma condición de serlo,  son razonadores  volitivos.  Esto nos lleva a pensar que la sociedad libre  y plena,  en el sistema randiano, se compone de multitud de individuos que eligen desarrollar una consciencia racional por elección.  El lector puede apreciar que de esta línea de argumento se desprende que la sociedad randiana es una sociedad heroica,  pues en la misma ya todos dieron el paso de vivir plenamente racionales  y,  si alguno no tomase esa decisión,  dejaría de ser parte de la sociedad y pasaría  a la categoría de “animal suicida”.

            En cambio,  para los individualistas  clásicos,  en la sociedad habitan todo tipo de individuos,  desde los más racionales,  hasta los de pocas luces,  si no es de mencionar a los auténticos antisociales.  Pero la garantía no está en ése momento supremo de elección racional,  sino en reglas externas al individuo  que le orientan en su comportamiento,  siempre imperfecto  y falible,  en los negocios sociales.  Si existe una elección racional implícita en los pensadores clásicos,  esta elección es,  por amplio grado de diferencia,  más modesta que la elección randiana.  Se podría decir que la elección racional de los clásicos  se constituiría en que el hombre utilice  herramientas institucionales (las reglas del mercado,  del lenguaje y de tantas otras manifestaciones sociales) de las que sabe casi nada, pero le inducen a moverse competentemente en la sociedad (y sin que este deseo de “funcionar competentemente”  este presente en muchos que siguen este mínimo de normas,  como  los vagos).

            Pasando a otro aspecto, el carácter ético del egoísmo en el sistema de Rand,  plantea a primera vista  un argumento a favor de la libertad,  y porque no decirlo  a favor del individualismo,  pues qué puede ser más individual  que el deseo perseguir los fines propios,  y qué mejor,  que esta persecución de lo propio se considere como “buena”.  Es aquí donde una vez más debemos de hilar más fino.  En la teoría de los clásicos,  el individualismo y la importancia de la persecución de los fines propios está ligada más  al aspecto de la extensión del uso del conocimiento individual  en el ámbito de lo social.

            Al respecto,  en el artículo Individualism,  true and false,  de Hayek, se puede leer:

  “Mucho más  importante que esta actitud moral[30],  que pudiese ser considerada como voluble, es el indisputable hecho intelectual, hecho que nadie puede esperar cambiar y que es un fundamento suficiente en sí mismo de las conclusiones elaboradas por los filósofos individualistas.  Éste  se refiere a la limitación fundamental del conocimiento e intereses del hombre,  el hecho de que  él no puede conocer más que una parte minúscula de la totalidad de la sociedad y que,  consecuentemente,  todo lo que puede ingresar dentro de sus motivos son  los efectos inmediatos que tendrán sus propias acciones en la esfera que él conoce.  Todas las diferencias posibles en las actitudes morales de los hombres importan muy poco,  en cuanto la importancia que tengan para con la organización social,  en comparación  con el hecho que todo lo que la mente del hombre puede  comprender efectivamente son los hechos dentro del círculo estrecho donde él es el centro;  ya sea  él completamente egoísta o el más perfecto de los altruistas,  las necesidades humanas por las cuales él puede, efectivamente,  interesarse constituyen una fracción casi insignificante de las necesidades de todos los integrantes de la sociedad.  Es por ello que la cuestión verdadera no es si el hombre es,  o debiera ser,  guiado  por motivos egoístas, sino si podemos permitirle  ser guiado en sus acciones por aquéllas consecuencias inmediatas que él pueda conocer y le interesen,  o bien,  si se le debiera hacer actuar  acorde a lo que le parece apropiado a alguien más, quien se supone posee una comprensión más completa de la importancia de estas acciones para con la sociedad en su conjunto.”[31]

            En esta cita de Hayek,  se puede reconocer el matiz característico de la teoría individualista de los clásicos,  el hecho de que los seres humanos no  pueden,  no utiliza  para nada  el término “no deben”,  ocuparse  o interesarse en cosas,  personas  o cualquier otro elemento de la realidad que no esté en contacto directo,  mejor dicho  dentro de su esfera o radio de actuación individual.  Para el individualismo metodológico,  el  carácter egoísta  o altruista de la motivación de un individuo es de importancia secundaria,  y es por ello que no formula una tesis ética  individualista,  pues su interés principal es comprender los procesos sociales,  y no el proveer argumentos éticos  a favor de una “actuación individual”.  Esta es una diferencia que separa al individualismo metodológico de los clásicos de la teoría ética randiana sobre el egoísmo.

            Sin embargo,  existe un punto de conexión entre,  la doctrina política derivada del individualismo metodológico de la que es derivada del sistema randiano.   Ambos sistemas  defienden, como se puede leer en  textos clásicos de ambas propuestas[32],   la preeminencia de lo individual sobre lo colectivo,  y, en eso,  Rand fue una verdadera campeona de la libertad del siglo XX.   Sin embargo,  a nivel del discurso teórico que fundamenta sus doctrina política,  al hacer ella un énfasis en el egoísmo racional  y volitivo  le abrió una puerta a interpretaciones excesivamente racionales del comportamiento individual dentro de la sociedad  y,  también,  al ser el comportamiento racional una cuestión de elección  y esta elección se constituye en un pre-requisito para funcionar competentemente en la sociedad, pasó por alto que en las sociedades tal y como se encuentran en nuestra mundana realidad,  lo que importa es el sistema de instituciones,  poco articulado racionalmente,  lo que interesa rescatar y promover para que, aún y con vagos, delincuentes o seres humanos racionalmente imperfectos  (o que sencillamente no les interesa para nada “ser racionales”), la sociedad libre tenga una oportunidad  para darse y crecer.

            Entonces,  se puede decir que  aunque para Rand  el egoísmo debe ser una característica de la sociedad libre,  para los individualistas clásicos el egoísmo fue de una segunda importancia  ante el hecho de que es  la realidad particular  e inmediata al individuo lo que interesa para explicar su acción.  Pero bien,  aún  con todo,  el insistir en la conveniencia  del egoísmo como  una actitud ética  pudiera ser plausible,  el punto débil del randianismo es el aspecto racional de la ética,  y en este racionalismo  puede existir el germen de un absolutismo racional “individualista”, y esto se encuentra muy alejado de las modestas aspiraciones de los clásicos,  quienes esperaban tan poco de este tipo de racionalismo  y sus construcciones, que mejor confiaron en las instituciones espontáneas para regular el comportamiento humanos.  Quizás,  los individualistas  clásicos  no fueron tan sofisticados para proveer una ética sistemática al estilo de la  Rand,  pero ¿quién sabe?  y fueron sagaces al final de todo.

6.    Conclusiones sobre el individualismo,  para las ciencias sociales de hoy.

            Para resumir,  existen  puntos fundamentales sobre el individualismo como fundamento para el estudio de los eventos sociales  y económicos que vale la pena recordar, antes de concluir nuestra discusión en este ensayo.

            Primer punto, y  siguiendo en esto a los pensadores de la economía clásica del siglo XVIII,  a los integrantes de la Escuela Austríaca de Economía desde el siglo XIX  y a pensadores en el siglo XX y XXI (P. Boettke y F. A. Hayek),  el individualismo,  fundamentalmente, es una teoría de la sociedad,  es una manera de explicar los fenómenos del mercado,  del gobierno,  de las leyes y de la evolución de las demás instituciones sociales.  Se denomina individualista a esta teoría,  pues su enfoque fundamental  está en explicar, sobre la base de cómo actúa la gente y de los estímulos de esta acción individual,  la composición de estos procesos sociales más complejos.  Y  el adjetivo metodológico  para este individualismo  se refiere a que esta teoría se desarrolla sobre la sistemática observación  y explicación de las acciones individuales,  como las realidades primarias,  por no decir,  como el objeto principal de estudio del científico social.  Este individualismo metodológico  pues,  además de ser una teoría social,  también se constituye en una estrategia científica eficaz contra el error teórico que constituyen las visiones colectivistas de la sociedad,  visiones que otorgaron  cualidades antropomórficas a las realidades sociales que se pretendían explicar (el mercado “inmisericorde”,  la competencia “salvaje”,  la “frialdad” de los contratos,  la “robotización” del hombre de la era industrial).    La teoría social del individualismo  se aparta, metodológicamente,  de estos constructos populares que las personas se hacen de las instituciones sociales,  y se acerca, metodológicamente,  a los hechos y comportamientos efectivos de los seres humanos ante estas mismas instituciones.  El individualismo, es pues una explicación de la sociedad,  y es de hacerse notar que las variantes éticas  y políticas de este individualismo  fueron desarrollos posteriores  a este primer esfuerzo científico de entender a la sociedad.  Hay que diferenciar al individualismo teórico  de las diferentes doctrinas aplicadas,  no porque las doctrinas no sean relevantes,  sino porque el valor de la teoría individualista  no puede ser juzgado por sus linaje  doctrinario,  sino que es al contrario,   toda doctrina ética,  política o de otro campo aplicado,  si es que ha de llamarse individualista y liberal,  es necesario contrastarla con los aspectos de la teoría pura del individualismo.  La prueba final de estas doctrinas aplicadas,  es su coherencia lógica con las ideas abstractas de las que nacieron. 

            Es importante,  pues,  recordar que el individualismo es una teoría de la sociedad,  y como tal,  aún quedan  muchos esfuerzos que hacer en las ciencias sociales del siglo XXI.  Por ejemplo: ¿qué diría el individualismo  sobre los problemas de la alta regulación de los mercados globales,  de los problemas de la extensión de la burocratización en la vida privada de las personas por medio del uso más intenso de las técnicas de espionaje y vigilancia, o bien, de las enormes brechas de pobreza  que aún existen en el tercer mundo?  Definitivamente,  se requiere de la aplicación del individualismo metodológico para explicar estos modernos problemas sociales,  pues qué otro factor común pueden tener estos temas que el retroceso en la valoración y promoción del  uso creativo de los recursos individuales.   Siempre que estemos ante la sombra de una sociedad de hombres-masa (al mejor estilo de José Ortega y Gasset, el filósofo español),  el individualismo tiene un llamado de emergencia que atender.

            Segundo,  el concepto de interés propio,  derivado del  original self-love o bien self-interest de los clásicos británicos,  es una noción que merece la pena ser revisada y ampliada por los modernos teóricos que se adscriban al individualismo metodológico.   Resulta de capital importancia recalcar lo elaborado de este concepto,  tal como  ya lo señaló Friedrich Hayek  y hasta el mismo Adam Smith;   ya que es el interés propio incluye toda una variedad de objetos,  ideas y proyectos  por los cuales todos los individuos cuidan en su actividad social, especialmente en su actividad económica.  Esta ampliación del concepto de interés propio,  puede ser de gran utilidad para evitar interpretaciones erróneas del liberalismo,  especialmente la interpretación del liberalismo que ve a éste como  una promoción abierta de intereses mezquinos y reducidos al ámbito  de las puras necesidades primarias de los seres humanos.  Pues el liberalismo no propone una  sociedad de individuos preocupados por sus estómagos  y sus urgencias viscerales,  ni enarbola la bandera de las bebidas gasificadas y las hamburguesas para todos.  El concepto de interés propio involucra un cuidado más fino de sí mismo,  donde se incluye a la familia propia,  la comunidad inmediata,  la casa, el bienestar futuro de los seres queridos,  entre muchos otros ejemplos.  

            Solamente cuando visualizamos este aspecto más elaborado del interés propio,  se puede explicar a las instituciones tan recientes y frágiles, como las inversiones a largo plazo,  los seguros,  en fin,  la economía “de los bienes futuros”.  Pero aún más importante que esta faceta sofisticada y detallista del interés propio,   se encuentra la función científica de este concepto  dentro de la teoría individualista liberal,  la cual no es otra sino establecer el hecho incontestable de que,  en los asuntos de la gran sociedad,  debemos reconocer el hecho fundamental  de que las personas no pueden interesarse en aspectos que se extiendan más allá de su realidad individual,  por  tanto,  la acción individual depende exclusivamente de los estímulos,  motivos e intereses que pueblan  esta esfera  de intereses personales.  El principio del interés propio es,  por tanto,  una antítesis aplastante contra todas las quimeras teóricas que han hecho de nociones como “consciencia social”,  “justicia social”, “interés nacional” (y hasta global)  sus soportes teóricos.  De elaborar con mayor claridad este hecho incontestable de que los seres humanos cuidan de su propia vida y que sus elecciones no pueden deberse a cosas ajenas  o extrañas a este mundo propio es ciertamente una de las afirmaciones más contundentes contra los sistemas teóricos colectivistas  y sus hijos doctrinales: el totalitarismo y el intervencionismo.

            Tercero,  el individualismo  y su estrecha unión con la teoría de los fenómenos complejos es otra faceta  importante  ya que,  siguiendo a Menger,  es en la hipótesis individual de la sociedad donde se revelan las fuerzas  primarias de los procesos sociales.   La aplicación de la teoría individualista a los problemas teóricos de las ciencias sociales es uno de los aspectos más conocidos,  pero  no necesariamente  bien comprendidos  por el gran público.  Es por ello que incluimos un ejemplo sencillo: la valoración de unos cántaros de agua en una poblado,  ejemplo desarrollado por Menger  para explicar temas de teoría económica;  y es que ciertamente  estos ejemplos pueden ayudar mucho a la enseñanza y difusión de los temas centrales del método compositivo propuesto por la Escuela Austríaca de Economía. 

            El aspecto interesante del individualismo,  no es tanto  la singularidad  de los individuos en su comportamiento social,  pues el individualismo  no trata acerca de los detalles concretos del por qué  una persona decidió  tomar un camino de acción.  El  individualismo como tal es contrario a las tesis colectivistas,  pero en el aspecto concreto de la acción.   Por tanto,   la crítica  del individualismo  no ha sido tanto  en que las realidades sociales no existan (el mercado,  los sindicatos,  el gobierno,  etc.),  sino que estas realidades sociales son consecuencia  de las acciones individuales.  Es por ello que la advertencia que se hace desde individualismo es que  no podemos dar por resuelto el tema de los procesos sociales,  sencillamente al decir que los colectivos  “actúan”.  Este es el gran fruto del individualismo  y su asociación con el método compositivo,  el haber demostrado la falacia antropomórfica  del colectivismo (en otras palabras,  que el mercado  u otra institución “hace cosas”,  es aparentemente convincente,  pero lógicamente falso). 

            Cuarto, el individualismo  es una teoría contraria al exceso  de confianza en la razón humana.  A nivel teórico,  el individualismo  fue un duro crítico del racionalismo continental francés,   y  a nivel práctico,  el individualismo  fue contrario al  racionalismo planificador.  Esto es un  punto que desde la lectura de los economistas clásicos,  hasta los sistemas modernos de un Hayek  o un Boettke,  debiera de estar lo suficientemente clarificado.  Sin embargo,  existen versiones de un moderno liberalismo  racional,  abrigado en propuestas como la de Ayn Rand,  que plantean un racionalismo individualista,  este planteamiento merece un análisis  cuidadoso.   

            Como se ha dicho anteriormente,  el randianismo  y su  hijo filosófico,  el objetivismo,  se pueden clasificar como  dos grandes amigos de la libertad;  en esto  no  hay discusión  y la labor de difusión de los valores de independencia,   logro de metas y el mantenimiento de un Estado de Derecho  es una labor que se ha logrado con  bastante eficacia por medio de las obras,  principalmente literarias,  de Rand.   Sin embargo, al analizar el individualismo metodológico de los clásicos  y contrastarlo con el individualismo racional randiano,  se encuentra un punto discorde  y contrario entre ambas tradiciones.  En este punto específico,  Rand no es una autora liberal, sino que es más bien hija del racionalismo al que tanto se ha criticado a nivel teórico y práctico.  Pero, ¿por qué ha pasado desapercibido este racionalismo randiano dentro de las filas liberales?,  es que el racionalismo de Rand  no es cartesiano,  pues no busca una justificación subjetiva de la realidad al estilo del cogito ergo sum;   y  tampoco es un racionalismo planificador,  pues Rand también fue una dura crítica del orden tipo taxis (siguiendo la terminología hayekiana).  Sin embargo,  el racionalismo de Rand  es una racionalismo ético,  o para decirlo más llanamente,  un egoísmo racional.    Al presentar de esta forma su racionalismo,  Rand  aparentemente colabora con la tradición liberal, pues  ¿qué más importante que una base ética de la libertad? ,  o bien,  ¿qué hay de sospechoso en que en una sociedad liberal las personas persigan sus fines egoístas?  Sin embargo,  Rand,  al darle importancia  a la razón  como recurso fundacional de la ética   y colocarla como  la herramienta dilecta  de los seres humanos para organizar sus prioridades individuales,  le dio  una categoría de realeza a la razón nuevamente.   Y  fue precisamente la larga y penosa lucha de los liberales y de los individualistas demostrar que la razón,  en cualesquiera de sus formas,   es fruto de un delicado proceso de evolución  y herencia de las instituciones sociales.  Este es un punto importante,  pues    si se le pregunta a un randiano ¿de dónde se origina la tan preciada razón?,  si es que es un randiano consecuente,  dirá que la razón  brota de la voluntad del individuo,  pues ser racional es una decisión.  ¡Oh!,  en esto los liberales dirían: -¡qué ingenuidad  e inocencia…!-,  ya que la capacidad racional de los seres humanos es un fruto frágil de la civilización  y si dependiera de la decisión de usarse o no  por parte de los individuos dentro de la sociedad,  sería un sueño imposible el disfrutar de una sociedad libre como  la hemos llegado a conocer. 

            Para Rand  la razón es volitiva,   para el individualista liberal, la  razón es una pauta de comportamiento;   y  la sociedad,  para Rand,  depende de la decisión de actuar racionalmente;  y para los individualistas,  la sociedad depende de la protección  de estas pautas sociales,  pues siempre habrá uno que otro que no quiera actuar racionalmente,  pero no por ello la sociedad estará en peligro fatal.  Lo que para Rand es elección,  para los liberales clásicos es pauta de comportamiento.  Es por ello que para los randianos  la razón es una soberbia herramienta de la vida social,  en cambio,  para los liberales,  la razón individual es una herramienta tan frágil  y sujeta a errores que es mejor mantener su delicado equilibrio dentro de pautas sociales perfeccionadas a lo largo de generaciones.

            Quinto y último,  de la discusión del punto cuarto  se puede comprender fácilmente la importancia que una teoría ética pueda tener para la teoría liberal e individualista.  Hemos de reconocer a Rand  el mérito de haber abierto el debate ético dentro de las filas del liberalismo moderno,  no obstante,  también es de reconocer que la tarea de desarrollar esta teoría ética liberal todavía está en ciernes.   Sin embargo,  algunas luces nos puede dar la visión antropológica   contenida en el individualismo.  Por un lado,   se puede apreciar de manera evidente que,  desde sus inicios,  la teoría individualista mostró  una desconfianza,  y con razones a su favor,  de  todo esfuerzo racionalista para desarrollar una teoría ética,  sin embargo  esta desconfianza se debía,  de manera más puntual,  al hecho de que ellos comprendían  las consecuencias de sustituir las condiciones verdaderas en las que se desenvuelve la acción individual  por conceptos enteramente idealistas que,  fácilmente,  daban sustento a doctrinas totalitarias.   Entonces,  si aventurásemos una ética liberal,  ésta necesariamente debiera estar basada en la realidad del individuo  y su manera de responder a su ambiente inmediato.

            Al posicionar al individuo en su contexto  individual inmediato,  la teoría liberal  “eleva”,  por decirlo de una manera elegante,   la dignidad de los seres humanos por encima de la simple satisfacción de necesidades  inmediatas.  Lo anterior,  debido a que el individuo  puesto en la escena social,  organiza sus acciones acorde a las prioridades congruentes con ese constructo que hemos llamado self.  Por tanto,  un segundo elemento de una propuesta ética individualista  estaría relacionado con el enriquecimiento  y expansión de la acción conectada con este self-love.   Cuidar de sí mismo,  se convierte entonces en algo bueno

            Un tercer elemento  de esta propuesta ética,  tendría un carácter negativo,   en el sentido de que si el hecho fundamental individualista,  a nivel de la constitución cognoscitiva humana,  es que nadie puede ocuparse de realidades,  ideas,  conceptos  y valores  que se encuentren más allá de su experiencia e intereses individuales,   se debiera retirar y proteger a las personas de posibles intromisiones de valores y metas ajenas en su experiencia vital.  Este tercer elemento  sería,  de paso,  una protección contra las modas racionalistas que ven en entes abstractos (la razón,  la justicia,  la voluntad racional, por mencionar algunas instancias) la clave para deducir valores e ideas hacia los cuales los individuos deberían  mostrar una tendencia  o aprobación si  quieren desarrollar una vida, éticamente, buena.  Este tercer elemento  garantizaría,  no  la perfección  moral,  pero sí  el carácter moral de las decisiones individuales,  pues cada individuo debiera responder,  al menos,  de lo que sucede en su realidad inmediata. 

            Esta propuesta ética individualista,  que reúna estos tres elementos: fundamento de las acciones en la realidad individual,  promoción  activa del cuidado y cultivo de los intereses propios (self-love)  y la protección de intromisiones extrañas  en los intereses privativos a cada individuo,  pareciera ser una propuesta ética liberal  congruente con  la teoría fundamental   y  que evitaría  los riesgos, ya mencionados, de un exceso de confianza en   un racionalismo ético.   Además de que brindaría un esquema ético desde el cual cualquier persona  encontraría nuevos valores por los cuales adherirse al liberalismo  en el nuestros días.  

7.    Conclusión.

            Desde la introducción al ensayo se planteó el objetivo fundamental del mismo,  el cual  no fue otro sino la revisión de la teoría individualista en sus textos originales y su contraste y discusión con términos asociados popularmente a la propuesta individualista.

            Dado este objetivo se revisaron  los textos originales de Bernard de Mandeville,  Adam Smith, Carl Menger,  Ayn Rand  y Friedrich Hayek.  La selección de estos autores se realizó  para presentar en el espacio de estas treinta páginas,  los conceptos centrales del individualismo  y una discusión substancial de sus modernas interpretaciones.

            En base a la presentación de estos autores y sus obras se desarrollaron cinco puntos de discusión que se esperan hayan sido relevantes para el lector  interesado en la teoría individualistas.  Estos cinco puntos versaron  sobre el carácter teórico del individualismo,   el fundamento de esta teoría en la noción de interés propio,  los resultados de la aplicación del individualismo al método compositivo,  los riesgos para la teoría individualista provenientes del teorías como la del egoísmo racional  y,  finalmente,  una propuesta ética  viable  basada más en la teoría  que en juicios o apreciaciones de valor.

            Sólo me resta explicar  que abordar la teoría del individualismo  es posiblemente la mejor estrategia para la defensa de las sociedades libres hoy en día,  porque  las razones a favor de la libertad  y de la prosperidad económica  se pueden encontrar de manera definitiva en el esqueleto teórico y abstracto de la teoría liberal.   Este ensayo  cumple el cometido de que,  por medio de una revisión accesible de este importante aspecto teórico acerca de la acción individual como fundamento de la sociedad,  el lector advierta  que la libertad  no es otra cosa sino la defensa  de este espacio de acción individual.  

            La libertad es, por tanto,   la consecuencia del valor que le hemos dado ya  al individuo. Le invito a defender esta libertad,  haciendo más extensa la difusión de las ideas que la sustentan.

* Profesor en el Centro Henry Hazlitt de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. 

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[1]   (Hayek, La Contrarrevolución de la Ciencia, 2003) Página 67.

[2]  What, then, are the essential characteristics of true individualism? The first thing that should be said  is that it is primarily a theory of society, and attempt to understand the forces which determine the social life of man, and only in the second instance a set of political maxims derived from this view of society. This fact should by itself be sufficient to refute the silliest of the common misunderstandings: the belief that individualism postulates (or bases its arguments on the assumption of) the existence of isolated or self-contained individuals, instead of starting from men whose whole nature and character is determined by their existence in society”.  (Hayek, Individualism and Economic Order, 2009) Página  6.

[3] (Menger, Principios de Economía Política, 1997) Página 175.

[4] (Smith, The theory of moral sentiments, 2002)

[5] (Smith, An Inquiry into the nature and causes of The Wealth of Nations, 1965)

[6] “In the Fable Mandeville maintains, and maintains explicitly, the theory at present known as the laissez-faire theory, which dominated modern economic thought for a hundred years and is still a potent force. This is the theory that commercial affairs are happiest when least regulated by the government,  that things tend  by themselves to find their own proper level; and that unregulated self-seeking on the part of individuals will in society  so interact with and check itself that the result will be for the benefit of the community.”  (Mandeville, 1924). Página cxxxix.

[7] “In  the Compound of all Nations, the different Degrees of Men ought to bear a certain  Proportion to each other, as to Numbers, in order to render the whole a well-proportion´d Mixture. And as this due Proportion is the Result and natural Consequence of the difference there is in the Qualifications of Men, and the Vicissitudes that happen among them, so it is never better attained to, or preserv´d, than when no body meddles with it.  Hence we may learn how the short-sighted Wisdom, of perhaps well-meaning People, may rob us of a Felicity, that would flow spontaneously from the Nature of every large Society, if none were to divert or interrupt the Stream.”  (Mandeville, 1924) Página cxxxix.

[8] Nota del autor: la traducción del término es: “Traductor, traidor”.

[9] “In almost every other race of animals each individual, when it is grown up to maturity, is entirely independent, and in its natural state has occasion for the assistance of no other living creature. But man has almost constant occasion for the help of his brethren.   And it is in vain for him to expect it from their benevolence only. He will be more likely to prevail if he can interest their self-love in his favour, and shew them that it is for their own advantage to do for him what he requires of them.  (…) We address ourselves, not to their humanity but to their self-love, and never talk to them of our own necessities but of their advantages.” (Smith, An Inquiry into the nature and causes of The Wealth of Nations, 1965). Página: 14.

[10]  “There can be no doubt, of course, that in the language of the  great writers of the eighteenth century it was man´s ‘self-love´,  or even his `selfish interests` which they represented as the  `universal mover`, and that by this terms they were referring primarily to a moral attitude, which they thought to be widely prevalent.  These terms, however, did not mean egotism in the narrow sense of concern with only the immediate needs of one´s proper person.  The `self` for which alone people were supposed to care, did as matter of course include their family and friends,  and it would  have made no difference to the argument if it had included anything for which people in fact did care.”   (Hayek, Individualism and Economic Order, 2009) Página: 13.

[11] (Menger, Investigations into the Method of The Social Sciences, 1996)

[12] (Menger, Investigations into the Method of The Social Sciences, 1996) Páginas: 54 a 62.

[13] Nota del autor: es importante recalcar que, en el pensamiento de los economistas históricas alemanes,  las escuelas no históricas  eran las escuelas cuya meta era una ciencia teórica,  por lo que la propuesta de Menger  y,  también, la escuela británica clásica fundada por Adama Smith,  son consideradas propuestas no históricas.

[14] Nota del autor: “dogma”  se refiere al “dogma del interés propio”.

[15] “What claims our interest at this point is, rather, the thesis, known under the above designation, that humans truly are guided in their economic activity exclusively by consideration of their individual interests. This is a thesis which, as the representatives of the historical school of German economists assume, is placed like a basic axiom at the head of their systems of political economy by the adherents of the “unhistorical”   schools of our science, at least. Its significance for the theoretical problems dealt with by us may, meanwhile,  be clear simply from the circumstance that on the part of the historical school the possibility of strict laws of economic  phenomena and thus also of an economic science is thought of as dependent on its correctness.  Or, with reference to the erroneousness of the above “dogma”,   the possibility of a science of the “laws” of economy is simply denied and a special method, the historical method of dealing with our science, is demanded.” (Menger, Investigations into the Method of The Social Sciences, 1996) Página: 55.

[16] Para una referencia más precisa sobre la historia de la Escuela Austriaca de Economía y la influencia de Carl Menger, se refiere al lector a: (Mises, 1984)

[17] Sobre la significancia histórica del Methodenstreit (el debate sobre los métodos), resulta ilustrativo consultar: (Mises, 1984).

[18] “The line of argument of our historical economists in this case is, however, the following:

                Man´s will is guided by innumerable motives in part really in contradiction with each other.  Thereby, however, a strict regularity of human actions in general and of economy in particular is a priori out of question. Only when we think of man as always being guided by the same motive, e.g., self-interest, in his economic actions, does the factor of arbitrariness appear to be out of questions, only then does each action appear to be strictly determined.  Only with the above presuppositions are laws of economy conceivable, accordingly, and with them also an economics in the sense of exact science.

                But now people in their actions are guided, to judge by experience, neither in general nor even in particular in their economic actions exclusively by a definitive motive. For along with self-interest, which at most can be recognized as the mainspring of human economy, also public spirit, love of one´s fellow men, custom, feeling of justice, and other similar factors determine man´s economic actions. And the presupposition with which the (nonhistorical) economists of the Smith school start is accordingly false. But with the above presupposition there also collapses the basis for strict laws of economy independent of temporal and spatial conditions, and with that the basis for a science thereof, that is, a theoretical economics in the previously conceived sense of the word.  The entire orientation of research thus characterized is therefore unempirical, one that violates truth. And only research purified of these erroneous presuppositions could attain results in the field of our science which correspond to the real phenomena of economy.

                This is approximately the line of argument of Germany´s historical economists in fighting the ‘dogma of human self-interest’.”  (Menger, Investigations into the Method of The Social Sciences, 1996) Páginas: 55 y 56.  Nota del autor: es de mencionar que  en esta cita,  Menger coloca a su vez una referencia al término del último párrafo  al escrito original de Gustav Schmoller: (Schmoller, 1874) página 42.

[19] “Even if economic humans always and everywhere let themselves be guided exclusively by their self-interest, the strict regularity of economic phenomena would nonetheless have to be considered impossible because of the fact given by experience that in innumerable cases they are in error about their economic interests, or in ignorance about the economic state of affairs. (…) The presupposition of a strict regularity of economic phenomena, and with this of a theoretical economics in the multiple meaning of the word, is not only the dogma of ever-constant self-interest, but also the dogma of the “infallibility” and “omniscience” of humans in economic matters.

                We are far from asserting that with the above dogmas the entirety of presuppositions of a rigorous theory of economic phenomena, in the sense in which our historians thing of it, is already exhausted.”   (Menger, Investigations into the Method of The Social Sciences, 1996)

[20] “But back to the matter in all seriousness!  The exact orientation of theoretical research in the realm of social phenomena –and only with respect to this can there properly be any question of the dogma of self interest- has, as we have already set forth fully, the task ‘of reducing human phenomena to the expressions of the most original and the most general forces and impulses of human nature`.  It has the task ‘of hereupon examining to what formations the free play of each individual basic propensity of human nature leads, uninfluenced by other factors…”  Ibidem. Página 59.

[21] (Herrera, Primavera del 2004, del 21 de marzo al 21 de junio)

[22]  “You have heard no concepts of morality but the mystical or the social. You have been taught that morality is a code of behaviour imposed on you  by whim, the whim of a supernatural power or the whim of society, to serve God´s purpose or or your neighbor´s welfare,  to please an authority  beyond the grave or else next door –but not to serve your  life or pleasure. Your pleasure, you have been taught, is to be found in immorality, your interests would best be served by evil, and any moral code must be designed not for you, but against you, no to further your life, but to drain it”. (Rand, 1996) Página 925.

[23] (Rojas, 2012) Página 197.

[24] (Rand, Cartilla del Americanismo, 1961). Página 1.

[25] (Rojas, 2012) Página 220.  Esta cita es una traducción de este autor de la fuente original de:  (Rand, The Objectivist Newletter, 1962)

[26] (Hayek, Los fundamentos de la libertad, 1998). Página 83.  Nota del autor: la tradición inglesa que se menciona en la cita hace referencia a la tradición evolutiva británico-escocesa,  a la cual pertenecieron autores como Adam Smith y Bernard Mandeville.

[27] (Hayek, Los fundamentos de la libertad, 1998) Página 92.  Nota del autor: en la cita,  la tradición evolucionista se refiere,  como es natural,  a la tradición británico-escocesa.

[28] (Rojas, 2012) Página 78.  La cita es una traducción de este autor del original: (Rand, Galt Speech, for the new intellectual, 1961) Página 146.

[29] (Rojas, 2012) Página 78. La cita es una traducción de este autor del original (Rand, Galt Speech, for the new intellectual, 1961) Página 149.

[30] En esta cita,  “actitud moral”  hace referencia a una actitud egoísta,  que es el tema que el autor viene discutiendo poco antes de este fragmento.

[31] “Far more important than this moral attitude, which might be regarded as changeable, is an indisputable intellectual fact which nobody can hope to alter and which by itself is a sufficient basis for the conclusions which the individualists philosophers drew. This is the constitutional limitation of man´s knowledge and interests, the fact that he cannot know more than a tiny part of the whole of society and that therefore all that can enter into his motives are the immediate effects which his actions will have in the sphere he knows.  All the possible differences in men´s moral attitudes amount so little, so far as their significance for social organization is concerned, compared with the fact that all man´s mind can effectively comprehend are the facts of the narrow circle of which he is the center; that, whether he is completely selfish or the most perfect altruist, the human needs for which he can effectively care are an almost negligible fraction of the needs of all members of society.  The real question, therefore,  is no whether man is, or ought to be, guided by selfish motives but whether we can allow him to  be guided in his actions by those immediate consequences which he can know and care for or whether he ought  to be made to do what seems appropriate to somebody else who is supposed to possess a fuller comprehension of the significance of these actions to society as a whole.”  (Hayek, Individualism and Economic Order, 2009)  Página 14.  Nota del autor: El resaltado en negrita es mío.

[32] (Hayek, Los fundamentos de la libertad, 1998) para el individualismo y (Rand, Cartilla del Americanismo, 1961) para el randianismo.

 

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