Rasgos modernistas en Por cuatrocientos dólares,

de Arévalo Martínez

 

Julio César De León Barbero*

 

Introducción.

 

Como movimiento literario propio de América, el Modernismo se inicia entre 1880 y 1910. Quienes se identificaron con la corriente tenían en común una particular debilidad por la belleza. Tanto poetas como prosistas no se conformaban con estar en posesión de un tema interesante. Su ideal era realizar una verdadera proeza: elaborarlo en un lenguaje artístico.

 

El cubano José Martí y el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera ya poseían fama en todo el Continente hacia 1896. Las ciudades del modernismo fueron México, Buenos Aires, Caracas, Bogotá y Guatemala. Guatemala, aparte de sus propios escritores contó, en ocasiones variadas, con la presencia de figuras destacadas como Darío y Barba- Jacob, entre otras. Entre los propios cabe mencionar a Gómez Carrillo y a Rafael Arévalo Martínez.

Arévalo Martínez nació en 1884, comenzando a publicar en la primera década del Siglo que está por terminar. Uno de los méritos de Arévalo Martínez es que en sus obras Una Vida  y Manuel Aldano, por vez primera en la historia de la novela autóctona se lleva a cabo una exposición del mundo interno, íntimo del autor.

 

Arévalo Martínez llevó a cabo su labor literaria, en parte durante la dictadura de Estrada Cabrera, lo que quizá haya influido en que se preocupara por la cuestión de la sociedad utópica, como bien se ve en

El mundo de los maharachías (1938) y en Viaje a Ipanda  (1939).

 

Fue criado por su madre solamente pues el padre murió cuando Rafael contaba menos de un año de edad. Su otra compañía de crianza fue su hermana quien era menor que él. Siendo un niño precoz, descubrió muy pronto, en la escuela, la soledad. Soledad acentuada de alguna manera por la miopía que padeció.

 

Es posible que todas estas circunstancias de su existencia desencadenaran las preocupaciones de sus personajes. Estos se encuentran abrumados por la cuestión de la virilidad; por una relativa incapacidad para enfrentar la vida; por la timidez tanto como por sus conocimientos y erudición que los inhabilita para el éxito inmediato en la sociedad.

 

Por otro lado, la situación socio-política, tanto del país como del Continente, lo condujeron a una particular identificación con la Patria; a un singular desprecio por lo indígena (Manuel Aldano, p. 137); a lamentar la explotación de los recursos nacionales; a criticar los procederes bárbaros de los anglosajones (Manuel Aldano, p. 141). En fin, haciendo eco al sentir de Soto-Hall, de Rodó y de Darío, Arévalo Martínez, critica en su obra el  denominado imperialismo norteamericano que tan agresivamente se manifestara, entre los intelectuales latinoamericanos, en los primeros veinte años de este Siglo.

 

Arévalo Martínez, en sus obras, interrumpe de vez en cuando el relato para evidenciar sus propios sentimientos, haciéndolo con gran sinceridad. Quizás sea poco preciosista, pero sabe testimoniar esa enorme sensibilidad que caracterizó profundamente a los espíritus pertenecientes al movimiento modernista.  Seymour Menton no duda en llamarlo: "Poeta muy fino y sensible, cuentista original y penetrante…" [1]

 

El argumento del Cuento.

 

De Arévalo Martínez es el cuento que analizo aquí, con el propósito de encontrar en él algunos rasgos del Modernismo. Su título: Por cuatrocientos dólares, con el subtítulo: Un guatemalteco en  Alaska.

 

El argumento del cuento se desarrolla por boca del protagonista, quien es el narrador y de quien no aparece nunca el nombre. Se ubican los acontecimientos en fechas posteriores a los terremotos de 1917 y 1978. Siendo el protagonista un adolescente impedido de seguir estudiando por las condiciones dejadas por los sismos, es enviado a la finca del cuñado. Allí se convierte en encargado de una "pequeña" hacienda. La madre, al darse cuenta de la vida que lleva decide, juntamente con la familia, enviar al  muchacho a los Estados Unidos.

 

En Norteamérica sigue su vida licenciosa, haciéndose amigo de un tal Amenábar de cuya hermana, casada, se hace amante. Siguiendo al amigo, se embarca en una expedición hacia Alaska. La misión: la pesca del salmón. Es inmediatamente asignado al grupo de los "licenciados centroamericanos", especie caracterizada sobre todo por su amor a la poesía, particularmente rubendariana.

 

Entre los expedicionarios (ninguno de los cuales pertenece a la mejor especie) es normal el consumo de alcohol en cantidades "que hubieran envenenado a un coloso". También se encuentra presente la homosexualidad.

 

Habiendo llegado a Alaska, tienen que esperar a que el salmón comience su retirada del desove para poder atraparlo. Mientras, se dedican al juego de cartas y a beber. Con otros expedicionarios de otra pesquería, arman un festín vulgar, jocoso, donde nadie puede quedarse sin hacer alguna "gracia", en el que abunda el alcohol. El aporte del protagonista al jolgorio es liarse a golpes con un filipino, tarea de la que sólo por fortuna sale bien librado.

 

Narra la pesca del salmón y el complejo proceso de enlatarlo para el mercado americano. Asi mismo, la desesperación y el agotamiento por el arduo trabajo que era menester realizar en sólo veinte días.

 

Concluye con el día del retorno al punto de partida (el viaje ha durado ciento veinte). Allí, el poco dinero que aún le quedaba por cobrar es utilizado, en compañía de su amigo Amenábar (que también iba en la expedición) en saciar el apetito sexual de modo que los centavos que aún quedaban "Todos quedaron en manos de las prostitutas…!"

 

Algunos rasgos modernistas.

 

Creo ubicar algunos rasgos del espíritu modernista en este cuento de Arévalo Martínez. El primero a subrayar es la vida "bohemia", licenciosa, entregada a los amores carnales prohibidos, al alcohol y a la marihuana.

 

Esta imagen de la vida que ronda permanentemente las páginas escritas por los modernistas se tradujo incluso en una visión estereotipada del poeta, del escritor, en las incipientes sociedades burguesas. Se le consideraba un individuo entregado al vicio y a las pasiones más execrables.

 

Ángel Rama escribe al respecto: "Ser poeta pasó a constituir una vergüenza. La imagen que de él se construyó en el uso público fue la del vagabundo, la del insocial, la del hombre entregado a borracheras y orgías, la del neurasténico y desequilibrado, la del droguista, la del esteta delicado e incapaz…" [2]

 

En Por cuatrocientos dólares se evidencia esta vida con claras alusiones a relaciones sexuales adúlteras y homosexualismo; y el recurso a la marihuana y al alcohol: "bebía el aguardiente en grandes vasos de herradura"; "Pronto su hermana, casada con un tipo que también trabajaba con nosotros, fue mi querida"; "En el terrible grupo, donde habían muchos embriagados, algunos de mal aguardiente a pesar de la ley seca, y otros de marihuana…"; "confieso que los creí mujeres, aunque pronto hube de saber que eran maricones; dos pertenecían a una buena familia de México, una -acéptese el femenino aunque en rigor debiera decirse uno- muy depravada, guapa, con el pelo hasta aquí -el narrante señala el hombro- y muchos collares sobre el pecho desnudo, pintada de un rojo subido en labios y mejillas, al asomar yo estaba en las piernas de otro. La llamaban la yegua; celebraba con aquél que la sostenía, su luna de miel en Alaska y al querido lo llamaban, por natural derivación el caballo".

 

 En el contexto del Cuento la existencia de licencia y vicio parece ser una especie de denuncia en contra de la sociedad aburguesada que se instala en Hispanoamérica. El narrador- protagonista dice, al referirse a la hacienda que le tocó dirigir, de nombre "El Retiro" retiro de qué?…Y…me contestó: retiro de la civilización, de todo lo que en el mundo se llama cultura y dominio de las fuerzas naturales".

 

Se trata de una vida que no entra a pelear en contra de los instintos, de las fuerzas naturales; la cuestión no es dominar esa esfera -cosa civilizada- sino estar a su servicio. Él mismo, al referirse a su familia (representación de los valores de la civilización), la llama "mi aristocrática familia, decadente…"

 

Era ese ambiente familiar, fiel representación de la moralidad tradicional aburguesada la que le había provisto de una "delicada sensibilidad" que saltó en pedazos ante la fuerza de una voluntad cuasi-animal que surgió incontenible en el ambiente de la hacienda: "así es que callé escrúpulos y timideces y en mí saltó el negro, el negro en toda su pujanza. Dueño y señor del predio, en aquella gran finca de caña, empecé  vivir en una continua parranda; eran mis amantes todas las indias jóvenes del contorno y me volví un cazador empedernido".

 

El otro rasgo, propio del modernismo, que puede detectarse es el de una nostalgia por lo autóctono. Aunque los modernistas son europeizados, afrancesados más concretamente, su cosmopolitismo no oculta un substrato rural, conservador. Refiriéndose a esto, Rama encuentra que esta especie de conflicto cultural marca la obra de Rubén Darío, por ejemplo. Dice: "…mantenía en capas separadas y escalonadas jerárquicamente una concepción moderna, urbana, inyectora de extranjerías, que coronaba la sociedad, y otra tradicionalista, de inserción rural, españolista y conservadora…" (3)

 

Arévalo Martínez, evidencia ese rasgo. En medio de los hielos permanentes de Alaska, al describir la majestuosidad de la luz solar -quizás en las auroras boreales-, recurre a imágenes propias del trópico guatemalteco. Dice: "…el sol, fuente de vida y padre de aquella luz que iba a trastornar hasta nuestros duros sentidos de hombres ebrios, tomaba la semejanza, en escala enorme, del corazón de un gajo de piña tropical, de esos que surgen cuando nuestras indias pelan la fruta de la dura corteza que le da nombre por su forma, y luego dividen el sabroso cono de su carne, longitudinalmente, en redondas rodajas. Así era el sol, con aquella extraña y divina carnación amarilla, como si fuera un enorme gajo de piña…"

 

Sustrato nostálgico por lo propio, que se halla ligado a un interés particular por la naturaleza, y que el modernismo supo siempre oponer al proceso de industrialización, de la producción  en masa, basada en la división del trabajo. De modo que en la misma Alaska el protagonista-relator encuentra tiempo para detenerse a ponderar lo poco de natural que se da entre la blancura de los hielos.

 

 “Veía crecer un musgo pálido y hasta, en algunos sitios, privilegiados, entre el musgo brotaba  una solitaria especie de moras, que producía sus pequeñas frutas, anunciadas durante algunos días por unas maravillosas florecitas pálidas".

 

Podríamos afirmar que este acercamiento e interés por lo natural, en el cual hemos enmarcado su nostálgico recurso a lo propio, puede ser clasificado como un tercer elemento propio del movimiento literario modernista.

 

Arévalo Martínez contrasta esta escasa muestra de la naturaleza en un inhóspito ambiente, con la producción a nivel industrial del salmón enlatado. Desde la clasificación y limpieza de los peces, pasando por el pesado exacto, los botes de hojalata, los hornos de caliente vapor, las calderas y la soda cáustica, hasta el etiquetado y el apilado correcto de las latas de salmón, esta vida mecánica es todo un proceso ordenado, racional y teleológico. ¡Hay que lograr cinco millones de latas en veinte días!

 

Obviamente esta existencia fabril contrasta con la vida apegada a la naturaleza, a lo instintivo, al goce espontáneo. Ni la muerte es vista con admiración o sospechas. Ella también es natural: En Alaska los hombres solo pueden dormir y guardar un poco de calor durmiendo en ataúdes con su respectiva tapadera. De este modo, la vida y la muerte se hallan tan cerca la una de la otra como es en la realidad. Lo que sucede es que la existencia superficial, mecánica, civilizada, parece alejar al hombre de todos aquellos hechos naturales inherentes a la vida.

 

Así pues, luego de "enterrar"  a dos desesperados expedicionistas con sendos ramitos de florecillas de mora sobre los pechos, el relator-protagonista se pregunta: "¿No se dijo que en el hondo corazón de la vida late la embriaguez dionisiaca, aquella que mezcla el horror, el fervor y el amor en dosis apropiadas para sembrar en el oscuro pecho del hombre el amor a la vida, a la dulce vida dura?"

 

Parecería que toda aquella experiencia expedicionaria valió la pena por cuatrocientos dólares.

 

*El doctor Julio César De León Barbero es director de Area de Filosofía del Centro Henry Hazlitt, de la Universidad Francisco Marroquín

 

 

Bibliografía

 

Arévalo Martínez, Rafael. "Por cuatrocientos dólares (un guatemalteco en Alaska), en EL HOMBRE QUE PARECIA UN CABALLO Y OTROS CUENTOS. Editorial Universitaria, Guatemala, 1951. págs. 53-81.

 

EL MUNDO DE LOS MAHARACHIAS. Unión Tipográfica, Guatemala, 1938.

 

MANUEL ALDANO. Talleres Gutenberg, Guatemala, 1922.

 

Castillo, Homero. ESTUDIOS CRITICOS SOBRE EL MODERNISMO. Biblioteca Románica Hispánica, dirigida por Dámaso Alonso, Gredos, Madrid,1974. (II. Estudios y Ensayos, 121).

 

Menton, Seymour. HISTORIA CRÍTICA DE LA NOVELA GUATEMALTECA. Editorial Universitaria, Guatemala, 1960.

 

Rama, Ángel. RUBEN DARIO Y EL MODERNISMO (circunstancia socioeconómica de un arte americano). Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970.

 

 

 

 


[1] Menton, Seymour. HISTORIA CRITICA DE LA NOVELA GUATEMALTECA, Editorial Universitaria, Guatemala, 1960. p. 150.

[2] Rama, Ángel. RUBEN DARIO Y EL MODERNISMO (circunstancia socioeconómica de un arte americano. Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1970. p.57.

 

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