En el texto de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina”, se habla acerca de cómo “la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder”

Relaciones causales incorrectas:  Una crítica a

“Las venas abiertas de América Latina” de         Eduardo Galeano

 

 

Natalia Gurdián*

 

En “Las venas abiertas de América Latina” Eduardo Galeano habla acerca de cómo la protagonista de la historia, América Latina, ha estado perdiendo siempre, tanto económicamente como social y espiritualmente, desde la colonización hasta nuestros días.  Además de que ésta ha estado siempre en desventaja,  se afirma que aquella pérdida  recae en aquellos países “capitalistas” y avaros que en cierta manera se apropian de  casi toda la riqueza y dejan a los demás en la pobreza.  

 

Durante todo el texto del escritor uruguayo se intentan hacer responsables de la pobreza latinoamericana también a mecanismos que el hombre ha utilizado para lograr la civilización que hoy conocemos; mecanismos, procesos, abstracciones que no tienen un habla propia, ni una intención ni cuerpos propios, sino que son resultados de las millones actuaciones humanas que están constantemente variando.

 

A todas estas acusaciones se le observan mezcladas todo tipo de relatos documentados acerca de cómo los indígenas fueron cruelmente explotados, abusados y despojados de su libertad, tratando de relacionar la coacción y el sufrimiento de éstos a los procesos  mencionados por un lado y a los países ricos por otro.

 

Este es un libro que,  al parecer,  pretende causar malestar  y consternación y  que  logra  incitar  la autocompasión  y escándalo de la mayoría de los lectores. Pero si  en alguna forma procura estimular la acción hacia un mejoramiento de América Latina, sin involucrar el juego de culpables y víctimas, sino con una acción tanto económica, política o social latinoamericana responsable,  esta intención no se manifiesta de ninguna manera.

 

En el primer párrafo del  texto de Eduardo Galeano se habla acerca de cómo “la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder (…) América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través del mar y le hundieron los dientes en la garganta. Pasaron los siglos y América Latina perfeccionó sus funciones.

 Aunque en la actualidad y desde hace años es claramente visible que la mayoría de América Latina ha sido rezagada en cuanto al desarrollo económico comparado con los “países del primer mundo” como lo es Estados Unidos, el término “división internacional del trabajo” es incorrectamente empleado en el contexto que Galeano pretende utilizarlo.

 

 Manuel Ayau aclara que “En una economía de mercado, -en que los intercambios son voluntarios por definición- no se puede hacer fortuna a costa de otros, sino sólo ofreciéndoles a los demás una mejor opción; es decir, haciéndolos más ricos, o lo que es lo mismo, menos pobres[1]

Lo que este ensayo pretende es mostrar que existen a lo largo del texto de Galeano relaciones causales  que éste construye, que son incorrectas para explicar fenómenos económicos y que estas asociaciones son mezcla de intuición, emoción y hechos históricos aislados. 

 

Galeano pretende desacreditar la división del trabajo sugiriendo que en el intercambio entre América Latina y los países desarrollados, ésta siempre termina perdiendo y por si fuera poco,  está “especializada en perder”. Desea demostrar que los países colonizados han resultado desfavorecidos por el intercambio que inevitablemente hace perder a unos y ganar a otros, un intercambio que permite que los países en desventaja negocien, sean sometidos y robados. Pero en realidad no existió un “intercambio” en el nuevo mundo, ni realmente una “división del trabajo” como lo propone Galeano, en donde por resultado de estos mecanismos y la posición desventajosa de los indios, se haya tornado en la gran desgracia que todavía hoy padece América Latina.

 

Cuando los españoles llegaron a América no hubo una “economía de mercado”, los españoles no competían con otros individuos por permanecer en el mercado. Existía un sometimiento de parte de los españoles hacia los indios, y estos no tenían más remedio que atacar las leyes o pelear.

Los europeos no ganaron riqueza satisfaciendo las necesidades de los aborígenes, ganaron  riqueza por la posición de poder que tenían  resultado de su superior desarrollo cultural en todo sentido. No quiere decir que los aborígenes hayan intercambiado con los europeos y hayan perdido en el intercambio, puesto que no hubo intercambio. El intercambio es por definición libre.

 

España tuvo por mucho tiempo un monopolio comercial sobre sus colonias, en la mayoría de productos sólo se podía comerciar con España, y a ésta sólo se le podían comprar los productos. Además existían una gran cantidad de impuestos, los principales eran la alcabala, que se pagaba por la venta de cualquier producto u objeto; la alcabala Barvolento, impuesto de aduana que pagaba cualquier producto que pasaba por los puertos del Reino; el almojarifazgo, impuesto de aduana que se pagaba en los puertos de España por todo producto que venía de América; el diezmo, diez por ciento que pagaban los hacendados sobre toda clase de productos, destinado a la Iglesia.

Por último  estaba el tributo, que era el impuesto que debían pagar indios.

 

Se puede ver, por lo tanto, que los países colonizados estaban lejos de ser libres comercialmente y en todo sentido, y que por lo tanto, no se puede argumentar que América Latina siempre perdía ante el intercambio, como si este fuera un medio que los europeos usaran para robar y someter a los indios.  Lo que los europeos utilizaban eran las amenazas, los castigos y  se aprovechaban de sus ventajas para permanecer en el poder, fueron egoístas y avaros, al mismo tiempo que impusieron un sistema que les permitió serlo.  

En este ensayo no se pretende negar que hubiera un gran abuso e injusticia por parte de los europeos hacia los indios, sino que eso estuviera relacionado de alguna forma con supuesta división de trabajo “mal distribuida” entre españoles e indígenas a la que recurre Galeano.

 

Mises, dice que “La división del trabajo, con su corolario la cooperación humana, es el fenómeno social fundamental. (…) las condiciones naturales que determinan la vida y el esfuerzo humano dan lugar a que la división del trabajo incremente la productividad por unidad de esfuerzo invertido” [2]

 

Los aborígenes fueron despojados de su libertad y sus pertenencias, obligados a trabajar arduamente mediante la coerción,  a “convertirse” al catolicismo y susceptibles a ser asesinados sin escrúpulos tal como lo relata Galeano, pero  no  es correcto el argumentar que los ricos y poderosos hayan utilizado el mercado, el capitalismo, la división del trabajo como métodos para someter a los aborígenes y aprovecharse de ellos.

 

Fue una violación a la libertad, bien relatada por el escritor uruguayo la que no permitió que la división del trabajo “siguiera su curso”, no es el problema la división del trabajo, el problema fue el prejuicio y la coacción.

 

Es cierto que Estados Unidos, y Europa en su mayoría son más desarrollados y que obtienen un ingreso por cápita mucho mayor que América Latina, pero eso no quiere decir que “América Latina está al servicio de las necesidades ajenas como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos”. Es ilógico que un país se encuentre “al servicio” del otro sin recibir beneficios de parte de éste, y que no se perciban estos beneficios superiores. De lo contrario, el país no actuaría de esa forma, o no actuaría libremente.

 

Además de tratar de culpar a elementos que claramente no son responsables porque en primer lugar, no son personas que actúan, el texto de Galeano parece eximir de responsabilidad a los países Latinoamericanos.

 

Aunque este es un ensayo crítico hacia un libro en específico de Galeano, es necesario hacer referencia a otros textos del mismo autor para ilustrar la línea de pensamiento de éste: “Pero el verdadero autor del pánico planetario se llama Mercado. (…) Es un todopoderoso terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como Dios, eterno”. [3]

“¿Hasta cuando los países latinoamericanos seguiremos aceptando órdenes del mercado como si fueran una fatalidad del destino?[4]

 

Estas afirmaciones hechas por Galeano evidencian el carácter de persona que pretende brindar a constructos teóricos, como lo es la palabra “mercado”.

El mercado, según el diccionario de economía y finanzas referido por Carlos sabino es “En términos generales, el contexto dentro del cual toma lugar la compra y venta de mercancías, o donde se encuentran quienes demandan bienes y servicios con quienes los ofrecen. El concepto económico es mucho más abstracto: se refiere al conjunto de interacciones humanas que, si bien tienen algún punto espacial de referencia, no deben por fuerza limitarse a un lugar determinado

Mises lo define de esta forma: “El mercado no es ni un lugar ni una cosa ni una asociación. El mercado es un proceso puesto en marcha por las actuaciones diversas de los múltiples individuos que entre sí cooperan bajo el régimen de la división del trabajo” [5]

¿Cree ser como Dios eterno? , ¿Ordenes del mercado como si fueran fatalidad del destino? Se puede hablar del mercado como un resultado de cooperación humana, pero no de un ente que conspira contra personas.

 

Pretender condenar un proceso resultado de actuaciones de millones de individuos, y llevarlo hasta el extremo sugiriendo que éste es el responsable de la pobreza, es un argumento no lógico.

Los únicos entes a los que se pueden adjudicar responsabilidad, u órdenes son los seres humanos, individuales.

 

Puede ser que los españoles hayan puesto una serie de obstáculos tales como impuestos y restricciones que hayan impedido a Guatemala, y otros países el desarrollo.     Es posible que desde ese entonces a Guatemala, y a otros países, les haya sido difícil progresar desde ese estado inicial. Pero aunque fuera de esta forma no se puede asegurar que debido a eso los países desarrollados América Latina están subdesarrollados. .

Los gobiernos de América Latina y sus políticas,  han sido muchas veces responsables del subdesarrollo de los países. Cuando me refiero a los gobiernos de América Latina, hago alusión a las personas específicas que han gobernado los países y han puesto todo tipo de impedimentos para el desarrollo económico.

 

 Galeano relata la historia de América Latina y los países desarrollados como si fuera la analogía de unos niños disputándose de los dulces de una gran piñata. Cuando rompen esta piñata, los dulces (el dinero) salen desperdigados por todas partes, y los niños más grandes y fuertes (los países ricos o desarrollados) consiguen coger más dulces que los niños débiles y delgados (los de América Latina). Una historia en donde la cantidad de dulces esta fijada y limitada, y en donde mientras más dulces tengan los niños grandes, menos dulces tendrán los débiles.

Esta es la <<falacia empobrecedora>> que llama Manuel Ayau.    En la que se cree que “los ricos son ricos porque los pobres son pobres. Que la pobreza se debe a que los ricos explotan a los pobres como si la cantidad de riqueza disponible fuese una cantidad fija y, por lo tanto, lo que uno tiene es porque otros ya no lo tienen” [6]

Si una empresa tiene más dinero para invertir y gana más, los trabajadores (en una economía de mercado) indiscutiblemente ganarán más también, porque si la empresa no paga más a los trabajadores según sus ganancias los trabajadores se irán a trabajar a otras empresas.

 Es imposible que un país enriquezca sólo a los pobres pero no a los ricos. Es igualmente imposible que un país se desarrolle y haga a ganar dinero a todos igual, nadie menos, nadie más.

En otra parte de su ensayo, Galeano dice <<la división del trabajo, tal como fue surgiendo junto con el capitalismo, se parecía mas bien a la distribución de funciones entre un jinete y un caballo, (…). Los mercados del mundo colonial crecieron como meros apéndices del mercado interno del capitalismo que irrumpía>> <<al fin y al cabo, tampoco en nuestro tiempo la existencia de los centros ricos del capitalismo puede explicarse sin la existencia de las periferias pobres y sometidas: unos y otras integran el mismo sistema>>

El problema no es, como dice Galeano, que la acumulación de capital en América se desviaba a la construcción de palacios, compra de joyas, muebles, etc., sino a la falta de libertad y de apertura económica en ese entonces. Nada hubiera importado que los españoles gastaran lo que quisieran en joyas y fiestas si no hubieran coaccionado al resto de los indígenas, atado de manos y tratado como inferiores. Los indígenas nunca tuvieron desde el principio igualdad ni oportunidad como lo tuvieron los españoles, como bien lo menciona Galeano, y por ello mismo se empobrecieron.

Porque no había libertad, es que hubo tanta pobreza. Si Galeano afirma que los indígenas eran maltratados, si acepta que eran coaccionados, esta afirmando que no tenían libertad. Debería así mismo vislumbrar que por falta esa falta de libertad hizo surgir la pobreza, el maltrato y todos los males de los que habla.

Claro existió una gran opresión, pobreza y sometimiento, existió por ende un opresor o dominador. Este actuaba de esa forma puesto que poseía el poder y creía tener la verdad y superioridad  incluso superioridad humana.

Los defensores del liberalismo al igual que Galeano se oponen a la coacción, al sometimiento y abogan por una igualdad, pero la diferencia es que los defensores del liberalismo abogan por una igualdad de oportunidades, mientras que Galeano desea la igualdad de riqueza, de poder, de desarrollo y progreso.

No me refiero a que el liberalismo no desee que todos los países posean riqueza, poder, desarrollo, es más, está convencido que el libre mercado es la mejor manera de que los países, independientemente de que región puedan progresar. Sin embargo, los partidarios de la economía de mercado saben que es imposible obtener una igualdad de riqueza y progreso, y mucho menos obtenerla sostenidamente por medio del estado.

Como dijo Milton Friedman, quien trata de poner encima la igualdad de la libertad, termina sin ninguna de las dos, mientras que quien trata de poner por encima la libertad de la equidad, termina con una gran porción de las dos.

Para Galeano, así mismo que el mercado, el capital es en cierta forma caprichoso, por el hecho que parece ser que los países ricos tienen “capital” y no sólo no lo quieren compartir, sino que al tenerlo ellos dejan a los demás sin nada. Así lo expresó en su texto: “la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial”.

 

En el segundo párrafo, está escrito: “Desde el descubrimiento hasta nuestros días, todo se ha transmutado siempre en capital europeo o, más tarde, norteamericano, y como tal se ha acumulado y se acumula en los lejanos centros de poder”.  Se expresa de tal manera como si en todo este tiempo América Latina y  su gente no hayan sido más que un espectador, y como si el mercado y la división del trabajo hayan “conspirado” contra ella.

El capitalismo como para muchas personas parece, no es sinónimo de avaricia  y egoísmo. El capital como lo dice Mises “Representa bienes acumulados o etapas intermedias del proceso productivo, es decir herramientas y productos semiterminados, o bien artículos de consumo que permiten al hombre abandonar el sistema de producción de menor lapso temporal, pero de inferior productividad, por otros que, si bien exigen mayor inversión de tiempo, son de superior fecundidad, sin que la ampliación del plazo productivo obligue a quienes en el mismo participan desatender sus necesidades. Denominamos bienes de capital a esos bienes acumulados” [7]

Eduardo Galeano se enfoca en lo que le falta a unos porque a otros le sobra, en vez de enfocarse en lo que le falta a los pobres para poder tener un sistema propio que los enriquezca.

Puede ser que el descubrimiento de metales preciosos ayudó momentáneamente a los europeos a poseer más capital, pero esto no quiere decir que el capital o capitalismo es culpable de la pobreza de América Latina.

El fin de acumular bienes de producción y el ahorrar no constituyen un mal en sí mismo, es más, contribuyen como lo ha dicho Mises, al progreso de la civilización humana. Sin embargo, los medios en que se acumuló este capital tan bruscamente y sin dejar espacio a la libertad contribuyeron enormemente a la pobreza y al subdesarrollo. En todo caso se puede hablar de medios de enriquecimiento como inadecuados e inmorales.

América Latina si no consigue suficientemente capital para su desarrollo puede ser por sus políticas de gobierno, falta de libertad a sus propios ciudadanos, restricciones a la empresarialidad e impuestos,  falta de moneda estable,  poca continuidad jurídica, corrupción, o todas juntas según cada país. Si bien los españoles impidieron, como se ha mencionado anteriormente, la acumulación de capital a los indígenas, no ha sido porque ellos  (los europeos) mismos han sido “capitalistas” y han funcionado por medio de la división del trabajo dejándoles la peor parte y las sobras a los indígenas, sino porque coaccionaron a los indígenas y no los dejaron progresar, no los dejaron tener el fruto de su trabajo.

Hace poco me encontraba en la fila en un supermercado, comprando algún artículo de cocina cuando el cajero le pregunta a un sujeto si desea donar los centavos que le sobran del vuelto para la educación, (este es un proyecto en el que por medio de donar los centavos que le sobran al vuelto, se recauda dinero para la ecuación pública), éste negó con la cabeza y recibió su dinero completo de vuelta (cosa que no es para nada reprochable porque aunque podría parecer mejor la otra opción,  está en su completa libertad de donar o no su vuelto), pero lo que me hizo reflexionar fue el comentario que tuvo lugar después, y dijo: “ y sabe porqué no lo hago, porque ese es deber del estado sabe”. Este tipo de pensamiento paternalista, y cómodo, en el que esperan que el “padre” resuelva los problemas y eximen de responsabilidad a todos los demás es el que hace daño a América Latina en todo sentido. Así como Galeano culpa a la colonización, a los países ricos, al mercado, el capital y distribución de riqueza, a todos menos a las personas individuales que crean proteccionismos y obstaculizan el mercado libre, restringen la libertad. Espera que las autoridades hagan algo a pesar que a su punto de vista lo hacen tan mal desde hace tanto.

 

Se aferra a un hecho histórico para justificar la pobreza de América Latina. Se aferra a la riqueza de unos como la causa de la pobreza de otros, cuando el retraso de América Latina, lo ha constituido, por una parte sí, el atraso y la pobreza con que arrancaron después de la época colonial que se reduce a (falta de libertad de parte de los españoles para con los indígenas), y los gobiernos socialistas y dictaduras (falta de libertad).

 

De cualquier forma que se le vea en todo caso el autor de Las venas abiertas de Latino América, podría muy bien condenar la falta de libertad pero en vez de hacerlo de esa forma escoge lo más cómodo, la victimización, “el capitalismo” avaro. Y al excluir el tema de libertad, excluye la responsabilidad también pues exime de ésta a los gobernantes latinoamericanos, y a los habitantes de cada país.

 

Una sociedad libre deja a las personas para que en busca de sus objetivos, beneficien a los demás. Si los españoles hubieran liberado a los indios probablemente los dos se hubieran enriquecido puesto que gran parte de los aborígenes se hubieran dedicado a la manufacturación de toda clase de bienes por los europeos, y éstos hubieran pagado por sus servicios.

La historia nos cuenta otro acontecimiento, pero eso no significa que por la historia estemos atados de manos, que por el capital y el liberalismo estemos siendo oprimidos.

 

Si somos oprimidos hoy, estamos siendo oprimidos por las mismas personas  que tenían la misma avaricia, y poder, ingenuidad y falta de conocimiento que los europeos. Personas latinoamericanas cuyos ciudadanos siguen votando por ellos por falta de conocimiento o exceso de corrupción.

Seguimos así por falta de libertad, y de una economía de mercado, y por cada uno de nosotros cuando preferimos lo inmediato a lo postergado, la victimización a la acción, la negación a la responsabilidad propia.

La pobreza de América Latina no se ha debido a que los países ricos nos han explotado, pues al contrario, estos han comprado nuestros productos que algunos de nuestros habitantes ha comerciado libremente. La pobreza de América Latina se debe a la misma falta de libertad, en todo aspecto (social, económico jurídico, político) que algunos gobernantes han impuesto a sus propios habitantes, limitando y negando el acceso de la mayoría de la población, a la libertad necesaria para crecer económicamente, para crecer como personas.

*Estudiante de la Universidad Francisco Marroquín.

Referencias

Contreras., Daniel, Breve historia de Guatemala, Editorial Piedra Santa, Guatemala, 2003.

Wriston, Walter B., Como atraer Capital, Año: 12, Septiembre 1970 No. 229.

(Síntesis del discurso dedicado por el autor, en su carácter de funcionario del First National City Bank of New York, al congreso celebrado por los clientes extranjeros en 1963)

Manuel F. Ayau, la falacia empobrecedora, Año: 24, Julio 1982 No. 513

Manuel F. Ayau, Un juego que no suma cero, Centro de Estudios Económicos-Sociales, Guatemala, 2006.

Doti L. James, Lee R. Dwigth, The Market Economy: A Reader, United Status Of América, 1991, Roxbury Publishing Company.

 

 

 



[1] Manuel Ayau, El juego que no suma cero,  CEES, Guatemala,  2006,  pag, 42

[2] Ludwig Von Mises, La Acción Humana: Tratado de economía, Unión Editorial, Madrid 1995, pag 189.

[3] Tomado de:
Brecha, Montevideo, viernes 13 de diciembre de 2002.

[4] Brecha, Montevideo, viernes 9 de Agosto de 2002

[5] Ludwig Von Mises, La Acción Humana: Tratado de economía, Unión Editorial, Madrid 1995, pag 314.

[6] Manuel F. Ayau, La falacia empobrecedora, Centro Estudios Económicos Sociales, CEES, Año 24, Julio 1982, No. 523.

[7] Ludwig Von Mises, La Acción Humana: Tratado de economía, Unión Editorial, Madrid 1995, pag 316

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