Leibniz y el diálogo de la experiencia armónica

Mario Germán Gil Claros*

Sólo el esprit de Leibniz, su principio sanguíneo, materialista-idealista, fue lo que primero arrancó a los alemanes de su pedantismo y escolasticismo filosóficos.

Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Ludwig Feuerbach 

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Resumen

Naturaleza y gracia vienen a constituir el tema central en la filosofía de Leibniz, la cual busca articular la sustancia (material) y la gracia (inmaterial), por medio de una experiencia armónica en franco diálogo. La alternativa de este encuentro se da en un mundo terrenal y no trascendental o paralelo; fruto de un choque transparente (atomístico) en un orbe plural (espontáneo). Así, el diálogo entre lo material y lo inmaterial potencia la vida como principio energético de libertad.

Palabras clave: Armonía, conocimiento, diálogo, experiencia, material, mónada, inmaterial, sustancia.

Leibniz and the dialogue of the harmonic experience

Abstract

 Nature and grace are the focus of the philosophy of Leibniz which aims to articulate the substance (material) and grace (immaterial) by a harmonic experience in open dialogue. The alternative of this meeting is given in an earthly world, but a transcendental or parallel one, as result of a transparent crossing (atomically) in a plural orb (spontaneous). Thus, the dialogue between the material and the immaterial thing promotes life as energy beginning of freedom.

Keywords: harmony, knowledge, dialogue, experience, equipment, monad, immaterial substance.

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El diálogo en Leibniz se da en medio del disenso y la pluralidad que establece una armonía relativa y no absoluta, monolítica y maquinal, sino ágil y compensada en la “identidad”1 de una existencia “rebosada” de vida, de encuentros, de fugas, que permite saber de lo sensible y de lo espiritual en permanente fluir vital.2 Es decir, el encuentro se experimenta por medio de sustancias monadológicas que se confunden en sus cruces y pliegues con otras semejantes. En estos encuentros existenciales, nada permanece, todo está en constante movimiento, ligado a la materialidad y a lo espiritual. Leibniz lo dice así: “Filósofo (E). – Lo que el conatus es en un cuerpo, la tendencia afectiva lo es en el alma”.3 Son conatos que en muchas ocasiones mueren, se desvían, son paralelos o se pliegan existencialmente. Por tanto, en la existencia está el diálogo de lo material-inmaterial, como una posible experimentación armónica y mística, plástica y flexible, donde se pierde toda razón y toda espiritualidad.4

Lo importante del sistema de Leibniz en su época fue la preocupación por explorar en la filosofía el diálogo y la conciliación del mundo material-mecanicista y el inmaterial-espiritual, a través de pliegues que se dan en las mónadas. En este sentido, Leibniz se esfuerza por resolver lo que no pudo hacer Descartes: la concordia entre cuerpo y alma, en un mundo lleno de pluralidades sustanciales, que poseen acción y pasión. Sustancias que Leibniz define así: “Es cierto que, cuando muchos predicados se atribuyen a un mismo sujeto, y este sujeto no se atribuye a ningún otro, se le llama sustancia individual; pero esto no es bastante, y semejante explicación es, tan sólo nominal”.5 La sustancia nominal es el sujeto moderno, dispuesto para el diálogo, punto de conciliación y de reciprocidad con otros pliegues monadológicos. Así, la sustancia nominal es, en primer lugar, acabada, no necesita de otras. A la vez, en segundo lugar, expresa lo universal a su manera, como espejo que refleja el mundo.

En Leibniz la pluralidad es la base primordial para la armonía universal, pues la sustancia “a su manera, al modo que una misma ciudad se representa diversamente según las diferentes situaciones del que la mira. Así el Universo aparece en cierta manera multiplicado tantas veces cuantas son las sustancias, y se redobla la gloria de Dios mediante otras tantas representaciones, todas diferentes, de su obra”.6 Irónicamente, para algunos postmodernos y defensores del proyecto de la modernidad, Leibniz es el filósofo por excelencia del reconocimiento de las divergencias, de las individualidades, a la vez es el filósofo del diálogo en medio de la pluralidad, para un mundo de la experiencia armónica. A lo anterior se agrega una posición crítica de Leibniz a su presente, a los filósofos modernos que descartaban cualquier encuentro con otras maneras de pensar;7crítica que realiza a partir de su ontología de las sustancias nominales, en un mundo descentrado. Esta concepción de mundo se posibilita por medio de la metafísica, para llegar a una comprensión y comunicación con el mundo inmaterial, dada por medio de la experiencia de los dos mundos, que en realidad son una sola manifestación. Veamos: “Pero esta omisión y este abuso de las formas no es razón para desechar una cosa, cuyo conocimiento es tan necesario en metafísica, que sin él, sostengo que no se pueden conocer bien los  primeros principios ni elevar el espíritu al conocimiento de las naturalezas incorpóreas y de las maravillas de Dios”.8En consecuencia, es preciso conocer los primeros principios, que es la physis misma, en ella está la materia primera y su impulso; sin ella no podríamos hablar de una metafísica, ni mucho menos de un mundo inmaterial (incorpóreo), parte vital del universo sustancial leibniziano.

La materia instaura un puente que permite el diálogo epistemológico con el mundo inmaterial, que Leibniz llama alma. Es la forma sustancial que une la percepción y la imaginación.9 En este sentido, el mundo plural de Leibniz es percepción, que facilita la comunicación con otras sustancias de la misma naturaleza;10 y provoca en ella comprensión (ampliándola) o incomprensión (limitándola). “Y así sostengo que toda acción de una sustancia, que tiene percepción, envuelve algún placer, y toda pasión envuelve algún dolor, y, sin embargo, puede suceder, por la inversa, que una ventaja presente sea destruida por un mal posterior mayor”.11 En esta dirección, la preocupación de Leibniz, asumida en el texto Sistema nuevo de la naturaleza es la siguiente: “Esta reflexión hace posible el reconciliar la filosofía mecánica de los modernos con la circunspección de algunas personas inteligentes y bien intencionadas, que temen con alguna razón que nos alejemos demasiado de los seres inmateriales con perjuicio de la piedad”.12 

Veamos la siguiente reflexión sobre la física. Por un lado, es importante tener en cuenta, en dirección al presente escrito, que la perfección y la comunicación de los dos mundos, el material y el inmaterial, no están exclusivamente en el mundo físico como causa final, donde místicamente se da la armonía de la experiencia; la perfección que se da entre ambos, es por medio de pliegues, como una especie de sucesión atomista, que se intercambia o cambia de estado, pues al mundo inmaterial también lo rigen ciertas leyes de la naturaleza; es de deducir que pertenece a ella;13 al igual que el  mundo de la materia.

Hasta el momento se está en el campo del saber, del conocimiento de ambos mundos, que en un momento dado se transforman en algo místico para la razón, es decir, es un tipo de saber que gira en torno a…y se vuelve fuerza gravitacional que todo lo arrastra sin que sepamos qué es lo que nos tira y cómo viajamos en él. Aquí está el interés real del cambio: “y por lo tanto, no es posible que los cambios de esta masa extensa que se llama nuestro cuerpo, influyan nada sobre el alma, ni que la disipación de este cuerpo destruya lo que es indivisible”.14 ¿Cómo se explica la unión o mejor el cambio de lo material y lo inmaterial en la filosofía de Leibniz? La respuesta se da en la física que pertenece a la naturaleza, que es el universo con sus caprichosos y múltiples cambios. Veamos: “He aquí la verdadera razón de esto. Hemos dicho que todo lo que suceda al alma y a cada sustancia es un resultado de su noción, luego la idea misma o esencia del alma exige que todas sus percepciones nazcan (sponte) de su propia naturaleza y de modo que correspondan de suyo a lo que se realiza en todo el universo, y más particular y perfectamente, a lo que se realiza en el cuerpo a que está afecta, porque el alma expresa en cierta manera y por un tiempo dado, y según la relación de los demás cuerpos con el suyo, el estado del universo”.15 La dificultad está en la particularidad de la comunicación; Leibniz nos dice que las percepciones en este campo se tornan confusas por la infinidad de información, hoy diríamos por la saturación de la misma en las sociedades de comunicación,16 de la cual sólo nos queda el aturdimiento o un mero murmullo poco comprendido. “Es, sobre poco más o menos, como el murmullo confuso que oyen los que se aproximan a la orilla del mar, y que nace de la reunión de repercusiones de olas innumerables”.17

Como vemos, el cambio que se da en el encuentro sustancial, reafirma la tesis de la no destrucción de la materia, sino su cambio, su transformación por algo desconocido por nuestro entendimiento, que puede ser mera fuerza concentrada, de la cual no sabemos mayor cosa: “es preciso reconocer que estas almas y estas formas sustanciales no pueden perecer enteramente, como no pueden perecer los átomos o las más ínfimas partes de la materia en opinión de otros filósofos; porque ninguna sustancia perece, por más que pueda transformarse”.18 Transformación que se encuentra ligada a la nominalidad del yo consciente. Por tanto, lo interesante del planteamiento en Leibniz, es que tanto lo material como lo inmaterial son parte del universo, dejando entrever al universo como Dios creador de las cosas.

Entremos al punto que más interesa en el pensamiento leibniziano: la comunicación entre lo material y lo inmaterial, expuesto en el texto  Nuevo sistema de la naturaleza y de la comunicación  de las sustancias, así como también de la unión entre el alma y el cuerpo,19 escrito en 1695. Leibniz, después de confrontar su formación filosófica, de cotejar pensadores como Descartes en lo referente a la materia, formula una posición respecto a la misma: “todo en ella es mera colección o amontonamiento de partes, hasta el infinito”.20 En esta dirección es necesario preguntar: ¿qué importancia tiene la materia y el principio filosófico de los atomistas acerca de ella? Lo originario en el mundo son las unidades de los átomos, que para Leibniz son las unidades sustanciales, cuya naturaleza primordial es la fuerza que afecta al alma; es la potencia primitiva que hace que las cosas tengan su movimiento. Por tanto, en este campo original, las unidades sustanciales, como el alma, son indivisibles.

¿Cuál es la relación entre materia y alma? La materia es una creación de la misma naturaleza, el alma es una creación divina.21 ¿Cómo se realiza la unión entre materia y alma? La respuesta de esta unión es el Yo. ¿Cómo se forma y cómo se conforma? Leibniz parte de los átomos sustanciales, fuente de formación de las cosas, puntos “metafísicos”, que son materiales y a la vez inmateriales, ya que poseen vitalidad y percepción. Es decir: “sólo los puntos metafísicos o de sustancia -constituidos por las formas o almas- son exactos y además reales; y sin éstos no habría nada real, puesto que, sin verdaderas unidades, no habría muchedumbre”.22 La vida en su delgada tela (pliegue) depende del capricho de estas formas sustanciales, que son individuales en apariencia, que conforme a su materialidad se explaya hacia una fina inmaterialidad, que se afectan mutuamente en todo momento.23 La clave de esta preocupación en Leibniz se resuelve en la forma sustancial; es la comunicación, es el diálogo que establece la parte con el todo y viceversa, por medio de las percepciones sustanciales. ¿Cómo se explora este mundo sustancial? La contestación se encuentra en la física que indaga cada vez más tanto en la materia como en la antimateria. Es pues que, sólo nos queda la física para desarrollar hasta donde sea posible esta reflexión, que es la culminación de todo principio de armonía: “en el momento en que el alma quiere, sin que uno perturbe las leyes de la otra, y los espíritus y la sangre tienen entonces, justamente, los movimientos necesarios para responder a las pasiones y percepciones del alma; esta mutua relación, de antemano dispuesta en toda sustancia del universo, es la que produce lo que llamamos comunicación de las sustancias, y constituye únicamente la unión del alma con el cuerpo”.24 Así, lo que hace que se den las cosas, la armonía entre cuerpo y alma, materia e in-materia, es la forma sustancial, que tiene el secreto de la comunicación y el diálogo entre lo corpóreo y lo incorpóreo; secreto resumido en la fuerza o energía universal,25 productora de la experiencia armónica leibniziana.

En Leibniz, el conocimiento está ligado como verdad al mundo material e inmaterial, ambos se comunican y desarrollan la capacidad de conocer por medio de dicha experiencia armónica.26 “Por lo demás, hay muchos indicios de los cuales podemos colegir que en todo momento existe en nuestro interior una multitud de percepciones que no van acompañadas de apercepción ni de reflexión, sino que representan simplemente variaciones en el alma, de las cuales no somos conscientes, porque sus impresiones son, o demasiado débiles o numerosas, o demasiado uniformes, hasta tal punto que no presentan ninguna nota diferencial suficiente. No obstante, unidas unas con otras producen su efecto y se hacen sentir, por lo menos de una manera confusa, en la totalidad de la impresión”.27 El secreto del universo estaría en la partícula que representa el todo, o en la forma sustancial imperceptible, donde residiría lo íntimo de la filosofía o del cosmos. “Y hasta puede decirse que en la fuerza de estas pequeñas percepciones, el presente está preñado del porvenir y repleto del pasado, que todo se relaciona (súmp noiapanta, como dijo Hipócrates), y que una mirada tan penetrante como  la de Dios podría leer en la más humilde sustancia la historia entera del universo”.28 (…) “Por las percepciones imperceptibles explico yo también aquella armonía preestablecida entre el cuerpo y el alma, y aun de todas las mónadas o sustancias simples que debe admitirse en vez del insostenible influjo recíproco, y que, en opinión del autor del más excelente diccionario que se ha escrito, eleva la grandeza del poder divino sobre toda medida”.29

La anterior postura escapa al chantaje en el cual se encuentra encerrada la cultura occidental: la separación arbitraria de la filosofía materialista y la filosofía idealista. Esta postura filosófica que se refleja en Leibniz, al igual que en pensadores contemporáneos como Foucault y Deleuze, se caracteriza por una actitud de percepción material e inmaterial del mundo en las relaciones entre los sujetos. Al respecto, Leibniz nos dice: “Las percepciones imperceptibles son, en una palabra, tan importantes en la pneumática (ciencia del alma) como los cuerpos imperceptibles en la física, y es igualmente absurdo en ambos casos desdeñarlas bajo el pretexto de que caen fuera del balance de nuestros sentidos”.30Leibniz es muy claro respecto a este tipo de materialismo incorpóreo armónico; quien pase por alto la observación imperceptible genera opiniones erróneas, pues esta posición va más allá del mero empirismo y del mero idealismo. En este sentido, a Leibniz lo vemos como el filósofo que se halla en permanente devenir, aquel que se encuentra entre pliegues; no está en la pesada profundidad de la materia mecanizada, ni en la abstracción de las ideas. Así, conocer está en el delgado pliegue de la superficie, está en las percepciones imperceptibles, pues la materia presenta “un cierto grado de inflexibilidad así como de fluidez y no halla ningún cuerpo que no pueda ser susceptible de la mayor solidez y de la mayor fluidez; por consiguiente, no debemos concebir ni un átomo de inflexible dureza ni una masa completamente refractaria a la división”.31 La eliminación de esta falsa contradicción se da en el encuentro entre la materia y la antimateria, en una experiencia vital, próxima a una reflexión y vida estética del hombre.

La filosofía de Leibniz es un pliegue que se desliza con gracia en la superficie del mundo como unidad sustancial,32 lo cual nos permite ser y vivir; donde lo único cierto es el presente-siendo, en donde el recuerdo toma importancia sólo por su vivacidad en el mismo presente.33 Las unidades sustanciales se caracterizan por su función relacional o comunicativa, al igual que las mónadas que se relacionan entre sí en el universo,34 penetrando lo sólido y lo etéreo. “Cuando se imprime un choque a un cuerpo, se produce (o mejor, se determina) en él una infinidad de torbellinos como un líquido, porque en el fondo todo cuerpo sólido tiene un cierto grado de fluidez, y todo fluido un cierto grado de solidez, y estas vibraciones interiores no llegan nunca a desaparecer completamente. De aquí se colige que así como el cuerpo nunca está en reposo, tampoco el alma carece nunca de percepción”.35 Para Leibniz es claro que en la naturaleza existe una multitud de afectos imperceptibles o débiles percepciones, de las cuales no tenemos conciencia, pero que perturban nuestro comportamiento y manera de ser.36 A estos afectos se les llama impresiones imperceptibles.

Ahora bien, las impresiones se hallan en las unidades sustanciales, las cuales realizan el intercambio y la comunicación dialógica entre el cuerpo y el alma en un campo energético y universal;37 sólo en ellas se encuentra el ser,38 gracias al movimiento que hace que la materia y lo que ella logra desarrollar sean. Podemos decir que el movimiento juega un papel clave, como puente sustancial, para comunicar y llegar por medio de las impresiones imperceptibles a lo incorpóreo; el movimiento agiliza lo corpóreo y lo incorpóreo, escapando a lo meramente racional, ya que es más rápido que la misma razón. El movimiento hace que el flujo de las percepciones, como partículas, sea vertiginoso en este caso, las percepciones materiales se vuelven cada vez imperceptibles, de las cuales no nos enteramos y finalmente terminan en percepciones incorpóreas que escapan al mundo de las percepciones fuertes,39 que tienen una duración fugaz.40 En este sentido, para que exista la duración, según Leibniz,41 hay que tener una serie constante de ideas, que van más allá de lo infinito divorciado de las partes. La diferencia radica en que el instante no tiene idea del espacio infinito,42 pero sí desarrolla el detalle, donde está el quid de la inmensidad del pensamiento bombardeado por infinidad de percepciones imperceptibles, que en la mayoría de las veces causan deseo y placer, elevados al plano de lo estético y de la contemplación vital. “Esta consideración de los pequeños socorros o las pequeñas liberaciones y desfogues imperceptibles de la tendencia cohibida que engendran un placer notable, sirve también para darnos a conocer más distintamente la idea confusa que tenemos y debemos tener del placer y del dolor, así como la sensación del calor y de la luz resulta de una gran cantidad de pequeños movimientos que expresan los de los objetos, conforme a lo que dije anteriormente (cap. IX,§ 13), y no difieren de ellos sino en apariencia, y porque no nos damos cuenta de este análisis, mientras que muchos creen hoy en día que nuestras ideas de las cualidades sensibles difieren toto genere de los movimientos y de lo que pasa en los objetos, y son algo primitivo e inexplicable y aun arbitrario, como si Dios hiciese sentir al alma aquello que le parece, en lugar de lo que pasa en el cuerpo, lo que está muy alejado del análisis verdadero de nuestras ideas”.43 En el mundo sustancial es donde se logra el pleno desarrollo del entendimiento y de la libertad;44 libertad que descansa en el querer hacer y el cambio. “Frecuentemente es una percepción insensible que no podríamos discernir ni discriminar y que nos hace inclinarnos mejor hacia un lado que hacia otro, sin que podamos dar la razón de ello”45. Entonces, no es la voluntad, ni la racionalidad la que mueve al hombre en su libertad, sino el deseo como inquietud por satisfacer demandas; el deseo es el que arrastra a la voluntad, que en muchos casos es imperceptible en su accionar, pero que está ahí y tiene fuerza, sin que muchas veces conozcamos su causa.46 Precisamente porque pertenece a ese mundo de lo imperceptible que vive en nosotros y que afecta al cuerpo, que en su transitar hace que se incline, tienda y muchas veces caiga en pasiones o en dolores.47 En consecuencia, lo que se produce en el cuerpo y en el pensamiento son afecciones y percepciones distintas en pleno movimiento.48 Es decir, lo que caracteriza al mundo, a las cosas, al hombre, es el movimiento, nada está una vez para siempre, sólo se está pasajeramente para su posterior transformación.

Lo expuesto hasta el momento se puede expresar con las siguientes palabras de Leibniz, para aquellos que no toleran otras formas de conocimiento. “Teo.-Por mi parte, yo creo que esta opinión de nuestra ignorancia viene de que se pida una forma de conocimiento que el sujeto no tolera”.49 O sea, más allá de una mera racionalidad, de lo pesado y de lo blando.50 En el fondo se experimenta una nueva manera de percibir y de pensar, que para nuestro tiempo se ajusta claramente con la tecnología y la virtualidad;51 a través de un flujo atomístico que traspasa la existencia. “§ 6. Fil. – Esto demuestra también en qué consiste la identidad de un mismo hombre; a saber: en que disfruta de la misma vida continuada por partículas de materia que están en un flujo perpetuo, pero que en esta sucesión van vitalmente unidas al mismo cuerpo organizado”.52 Una acción básica para nuestro presente tecnológico y virtual es cortar con la pesada figura de la máquina, heredada del espíritu de la filosofía del siglo XVII y la revolución industrial del siglo XIX, en la comprensión de un materialismo incorpóreo, que quiebra la falsa dicotomía cuerpo-alma; pues: “Teo. – Un ser inmaterial o un espíritu no puede ser despojado de toda percepción de su existencia pasada”.53  Así, la materia no es indiferente a lo inmaterial.54  

¿Cómo se piensa en un mundo material e inmaterial? La respuesta la da Leibniz: “una sustancia inmaterial que piensa”.55 En este caso, para que exista vida, para que exista el pensamiento, se precisa la unión de lo material e inmaterial bajo formas sustanciales, en lo que sería un materialismo incorpóreo, que nos permite comunicarnos con lo Otro de manera sustancial, “es decir, la percepción y sus efectos, nos sentimos transportados, por decirlo así, a otro mundo, o sea, al mundo inteligible de las sustancias, mientras que antes no salíamos de los fenómenos de los sentidos. Y este conocimiento del interior de la materia nos hace ver de lo que ella es capaz naturalmente, y que siempre que Dios le dé órganos propios para expresar el razonamiento, la sustancia inmaterial que razona no dejará de serle dada también, en virtud de esta armonía, que es una consecuencia natural de las sustancias. La materia no podría subsistir sin sustancias inmateriales, es decir, sin las unidades”.56 En el encuentro entre lo material y lo inmaterial, prima el azar como punto de resolución de los hechos que escapan a la racionalidad. El azar es la forma de explicar, por medio del movimiento, lo que se da en el mundo. Por otro lado, el encuentro configura la expresión de la vida misma en continua transformación, que se encumbra a estados que rompen con la pesadez de la misma materia.57

Finalmente, el punto donde se realiza y se lleva a cabo el encuentro de lo material y lo inmaterial, es la mónada como unidad sustancial simple. En este caso, lo más sencillo viene a constituir la manifestación de la energía como principio básico y fundamental del universo. “3Ahora bien; donde no hay partes, no puede haber ni extensión, ni figura, ni divisibilidad. Y las tales mónadas son los verdaderos Átomos de la Naturaleza y, en una palabra, los Elementos de las cosas”.58 La mónada, al ser la expresión más simple en la naturaleza, carecería de disolución, pues no existe hasta el momento algo más sencillo en el universo. En consecuencia, carece de entrada y de salida. ¿Cómo se comunican las mónadas entre sí? Todo cambio, todo movimiento en la sustancia llamada mónada, proviene de su interior y no del exterior, pues carece de entrada y salida; en este sentido, la sustancia sufre una multiplicidad de afecciones, de percepciones y de relaciones respecto a las demás sustancias. La mónada como sustancia simple, como energía, carece de partes inicialmente, porque es el punto de partida, es el puente que comunica lo material y lo inmaterial.59 Por tanto, para Leibniz lo que se da o se crea, ya no se destruye.60

 

 

BIBLIOGRAFÍA

Feuerbach, Ludwig.  Tesis provisionales para la reforma de la filosofía. Calden. Buenos Aires, Argentina. 1969.

Leibniz. La profesión de fe del filósofo. Aguilar. Buenos Aires. Argentina. 1978.

Leibniz. Discurso de metafísica. Porrúa. México.1977.

Leibniz. Nuevo sistema de la naturaleza y de la comunicación de las sustancias, así como también de la unión entre el alma y el cuerpo. Aguilar. Buenos Aires. Argentina. 1963.

Leibniz. Nuevo tratado sobre el entendimiento humano. Porrúa. México. 1977.

 



* Ph D en filosofía. Profesor del Departamento de Humanidades y Artes de la Universidad Santiago de Cali. Colombia. Director del grupo de investigación Humanidades y Universidad. Integrante de la red latinoamericana de Biopolítica.

1Leibniz. La profesión de fe del filósofo. Aguilar. Buenos Aires. Argentina. 1978.

2 Cf. P. 69.

3 Ibíd. P. 97.

4 Cf. P. 99.

5Leibniz. Discurso de metafísica. Porrúa. México.1977. p. 11.

6 Ibíd. P. 12.

7 Cf. P. 13.

8 Ibíd. P. 13.

9Cf. P. 14.

10 Cf. P. 17.

11 Ibíd. P. 18.

12 Ibíd. P. 21.

13 Cf. P. 24.

14 Ibíd. P. 32.

15 Ibíd. P. 32

16 Cf. P. 33.

17 Ibíd. P. 33.

18 Ibíd. P. 33

19 Leibniz. Nuevo sistema de la naturaleza y de la comunicación de las sustancias, así como también de la unión entre el alma y el cuerpo. Aguilar. Buenos Aires. Argentina. 1963.

20 Ibíd. P. 41

21 Cf. P. 44.

22 Ibíd. P.45.

23 Cf. P. 45.

24 Ibíd. P. 46.

25 Cf. P. 47.

26 Leibniz. Nuevo tratado sobre el entendimiento humano. Porrúa. México. 1977. Pp. 65-66.

27 Ibíd. P. 65.

28 Ibíd. P. 66

29 Ibíd. P. 67.

30 Ibíd. P. 67

31 Ibíd. P. 70.

32 Cf. P. 101

33 Cf. P. 102.

34 Cf. P. 104.

35 Ibíd. Pp. 104 – 105.

36 Cf.  P. 107.

37 Cf. Pp. 107 – 108. 

38 Cf. P. 117.

39 Cf. P.119.

40 Cf. P.130.

41 Cf. 130.

42 Cf. 135.

43 Ibíd. P. 140.

44 Cf. Pp. 142-171

45 Ibíd. P. 151.

46 Cf. P. 157.

47 Cf. P. 159.

48 Cf. Pp. 170-171.

49 Ibíd. P. 175.

50 CF. P. 175.

51 Cf. Pp. 181- 192.

52 Ibíd. P. 183.

53 Ibíd. P. 187.

54 Cf. P. 188.

55 Ibíd. P. 282

56 Ibíd. P. 282

57 Cf. P. 345.

58 Ibíd. P. 389.

59 Cf. P. 405.

60 Cf. P. 405.

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