Karl Popper, filósofo de la Sociedad Abierta:
a quince años de su fallecimiento
Mark A. Notturno*
Septiembre de 2009 marca el XV aniversario de la muerte de Sir Karl Popper. Popper (1902-1994) es reconocido alrededor del mundo como el más grande filósofo de la ciencia del siglo XX y como el más influyente crítico del marxismo y de las sociedades cerradas. Es famoso por proponer la falsabilidad como criterio científico. Pero es más famoso por su falibilismo, por su identificación de la racionalidad con la actitud crítica, por su crítica del autoritarismo en la ciencia y en la sociedad, y por su caracterización de la ciencia como una interminable actividad de resolución de problemas que crece a través del ensayo y el error. Y quizás, Popper sea más importante aún por su defensa de la sociedad abierta y la libertad de pensamiento.
Popper creció en Viena, y su vida se vio profundamente afectada por los conflictos políticos que plagaron la ciudad tras la Primera Guerra Mundial. Su padre era un destacado abogado, pero la pobreza que veía en la calles lo condujo hacia el socialismo y, brevemente, al comunismo. Hasta que comprendió, al enterarse que sus camaradas veían la masacre de trabajadores como una victoria para la causa, que no podía admitir la constante disposición comunista para sacrificar vidas humanas. Popper decía que esta experiencia le enseñó acerca de los peligros de aceptar acríticamente una teoría filosófica, y también acerca de las maneras en que la mente humana intenta inmunizarse frente a la crítica. Posteriormente también abandonó el socialismo, afirmando que era peor que la enfermedad que pretendía curar. Pero nunca abandonó su espíritu humanitario.
Popper fue también influenciado por esa combinación de música, ciencia y filosofía que conformaba la Viena de inicios del siglo XX. Estudió composición para piano en el Conservatorio y física matemática en la Universidad. Trabajó con niños abandonados junto a Alfred Adler, cuyo confiado diagnóstico de un paciente al que no examinó lo dejó para siempre escéptico respecto de las ‘confirmaciones’ psicoanalíticas. Fue uno de los primeros estudiantes admitidos en el Instituto Pedagógico de Viena, donde conoció a Karl Bühler, quien más tarde dirigiría su tesis doctoral sobre el problema del método en psicología. Popper enseñó ciencia y matemática durante varios años tras doctorarse. Sin embargo, la muy mentada afirmación de que el marxismo era científico lo condujo hacia la filosofía de la ciencia, adonde realizó aportes originales que se contraponían a los de Ludwig Wittgenstein y el Círculo de Viena. Publicó su primer libro, La lógica de la investigación científica, en 1934. Pero continuó enseñando hasta 1937 cuando, anticipando la Anexión nazi de Austria, aceptó un puesto de profesor en la Universidad de Nueva Zelanda. Pasó los siguientes nueve años en Christchurch enseñando filosofía y escribiendo su magnífica crítica del autoritarismo, La sociedad abierta y sus enemigos (1945). Tras lo cual se trasladó hacia Inglaterra, en donde asumió como profesor de la London School of Economics, fue nombrado Caballero en 1965 y dedicó el resto de su vida a los problemas filosóficos.
Desarrolló su filosofía como un intento de solución del problema de la inducción y la demarcación. Quería explicar cómo el conocimiento científico puede crecer empírica y racionalmente. Cosa que resultaba altamente problemática dado que Hume, al postular que nuestras ideas derivan únicamente de la experiencia y que la inferencias inductivas son inválidas y por tanto irracionales, había concluido que las palabras que no pueden ser rastreadas hasta experiencias carecen de sentido, y que nuestro conocimiento empírico-científico está basado en la costumbre y el hábito en lugar de en la razón. Kant intentó salvar la racionalidad de la ciencia afirmando que el conocimiento empírico-científico se fundamenta en intuiciones a priori, conceptos a priori y principios válidos. Sin embargo, Wittgenstein y los positivistas lógicos regresaron a Hume cuando los mejores ejemplos encontrados por Kant de ciencias válidas a priori –la geometría euclidiana y la mecánica newtoniana– fueron desafiados por Einstein. Al realizar esta operación, Wittgenstein y los positivistas argüían que el sentido de un enunciado reside en su método de verificación y que la verificabilidad es lo que distingue a la ciencia de la metafísica, y al sentido del sin sentido.
Popper estaba de acuerdo con Hume respecto de que justificar nuestro conocimiento en forma inductiva conduce al irracionalismo. Pero, negaba que los científicos normalmente utilicen inferencias inductivas. A su vez, estaba de acuerdo con Kant acerca de que la experiencia y la observación presuponen ideas a priori. Pero, negaba que esas ideas a priori sean necesariamente verdaderas. Finalmente, estaba de acuerdo con Wittgenstein y los positivistas en que no podemos recurrir a principios válidos a priori para justificar la ciencia empírica. Pero, consideraba que la metafísica no tenía porqué carecer de sentido y que la verificabilidad es incapaz de distinguir a la ciencia de la metafísica puesto que no puede dar cuentas de la cientificidad de las leyes científicas, las cuales no pueden ser verificadas a través de argumentos inductivos derivados de la experiencia.
Aquí, Popper cortó el nudo gordiano al sugerir que las teorías científicas, en última instancia, no pueden ser justificadas. También al afirmar que el conocimiento científico es racional, no porque lo hayamos justificado, sino porque podemos criticarlo.
Para Popper, cualquier intento por justificar nuestro conocimiento debe aceptar algún enunciado como verdadero sin justificación alguna, a fin de evitar el regreso infinito. Wittgenstein y los positivistas habían apelado a la experiencia para justificar nuestro conocimiento. Al contrario, Popper afirmó que ‘el principal problema de la filosofía es el análisis crítico del recurso a la autoridad de la ‘experiencia’ –precisamente la ‘experiencia’ que todo partidario del positivismo ingenuamente da por sentada’.
Popper creía que los enunciados observacionales jamás pueden suponer la veracidad de una ley universal. Además, Popper afirmó que sólo basta un contra-ejemplo para mostrar que una ley universal es falsa. Así, concluyó que es la falsabilidad lo que distingue a la ciencia de la metafísica. También postuló que la asimetría lógica entre los enunciados universales y singulares –las teorías científicas pueden ser falsadas, mas no verificadas; los enunciados observacionales pueden ser verificados, aunque no falsados– significa que la distinción entre ciencias naturales y metafísica no puede coincidir con la distinción entre enunciados con sentido y carentes de él.
Nuestro filósofo también negó que las teorías científicas sean descubiertas a través de un proceso inductivo. Popper pensaba que los científicos no desarrollan sus teorías generalizando observaciones, sino que inventan dichas teorías a modo de soluciones hipotéticas para los problemas con los que se enfrentan; y que deben recurrir a la experiencia y a las observaciones –no para justificar– sino para testear sus hipótesis. Por tanto, el crecimiento de la ciencia es tanto empírico como racional. Es empírico porque podemos testear nuestras hipótesis frente a observaciones y a la experiencia. Es racional puesto que utilizamos las formas válidas de argumentos de la lógica deductiva para criticar las hipótesis que contradicen enunciados observacionales que pensamos son verdaderos, y porque nunca arribamos a la conclusión de haber demostrado que una teoría es verdadera cuando la misma ha sobrevivido a nuestros tests.
Popper fue también muy crítico de las tendencias autoritarias e irracionalistas en política. Criticó al platonismo debido a su elitismo tribal y al marxismo por su creencia ‘historicista’ en leyes que predicen el curso de la historia. Atribuía el historicismo de Marx a la fundamental confusión de éste respecto del carácter del conocimiento y el método científico. Popper introdujo la idea de la sociedad abierta que, tal como la ciencia, ‘libera la capacidad crítica del hombre’ como una alternativa al marxismo. Fue un gran defensor de la democracia por considerarla como el sistema mejor preparado para defender una sociedad abierta. Ello, no obstante, no lo privó de considerar que todo sistema político es potencialmente peligroso, citando frecuentemente a Lord Acton: ‘el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente’.
Según Popper, la vida es un continuo intento de resolución de problemas a través de la cual buscamos un mundo mejor. Para él, la verdad es absoluta y la ciencia objetiva. Pero también enseñó que no hay tal cosa como ‘el método científico’ más allá del ensayo y la eliminación de errores. En consecuencia, sostuvo que el conocimiento científico es intrínsecamente falible; que todo intento por justificarlo debe apelar en última instancia a la autoridad; que esta apelación a la autoridad es la antítesis de la razón; y que toda filosofía que pretenda que la verdad sea una cuestión de consenso posee un núcleo autoritario. Popper decía que en lugar de comportarnos con deferencia para con la autoridad debemos buscar los errores de una teoría y eliminarnos lo más efectivamente que podamos. Y también enseñó que, en lugar de intentar probar que estamos en lo cierto, debemos buscar adónde nos estamos equivocando.
Popper alguna vez me dijo que toda su filosofía podía resumirse con las siguientes palabras: ‘puedo estar equivocado y tú puedes estar en lo cierto, y a través de un esfuerzo, ambos podemos acercarnos a la verdad’.
Cuando murió, la visión generalizada era la de que su filosofía era correcta pero estaba obsoleta. Muchos decían que ya era algo obvio que las teorías científicas no pueden ser demostradas como verdaderas. Los que postulaban el fin de la historia decían que la crítica popperiana a las sociedades cerradas, muy importante en su momento, había sido ya totalmente asimilada por el pensamiento occidental y su relevancia, en caso de haberla, se restringía a las democracias en transición que intentaban emerger tras el colapso soviético. Pero la filosofía es como el mar. Sus olas van y vuelven. A quince años de la muerte de Popper, las bombas terroristas provenientes de sociedades cerradas se escuchan alrededor del mundo; el fascismo, y ciertamente el marxismo, se encuentran en alza una vez más; y el consenso científico sobre cualquier cuestión es mostrado, y ampliamente aceptado, como una prueba de verdad.
A quince años de su fallecimiento, pienso que todo esto es motivo más que suficiente para que recordemos a Sir Karl Popper.
*Mark A. Notturno es Ph.D. Fuetne: Fundación Bases