POSMODERNISMO EN SPRINGFIELD

POSMODERNISMO EN SPRINGFIELD

 

Richard Gándara*

 

Los Simpson

 

Tu me recuerdas a un poema del que ya no me acuerdo. A una canción que nunca existió. Y a un país que no creo que haya visitado nunca.” Estas fueron palabras de Abraham Simpson mientras intentaba conquistar a una dama. Este es uno de los típicos argumentos que “suenan muy bonito”, pero lamentablemente no nos dicen nada. ¡Quién iba a pensar que el Abuelo Simpson tuviera la sabiduría del más grande pensador postmodernista! Es por esto que luego de leer el artículo “Economía y Postmodernismo” vinieron a mi mente varios episodios de Los Simpson.

 

En la televisión, el molde de las caricaturas lo impusieron William Hanna y Joseph Barbera durante la primera mitad del siglo pasado. Sus personajes eran muy optimistas. Miraban al mundo como un gran escenario fantástico donde podían cumplir sus más grandes y ambiciosos sueños. Pedro Picapiedra, George Jetson, Meteoro, Don Gato, eran algunos de los personajes que por décadas hicieron reír a nuestros padres, nos han hecho reír a nosotros y seguramente, lo seguirán haciendo con las generaciones venideras. El humor blanco e inocente que Propusieron, sentó un precedente al formato de la caricatura cómica estándar. En el ambiente de este comentario, pudiéramos decir que este es el “Modelo Clásico” de las caricaturas. Era un método “comprobado y exacto” que los escritores sabían que si lo seguían al pie de la letra, obtendrían muy buenos resultados. Esto lo podemos apreciar con el rotundo éxito del Cartoon Network, de las caricaturas de clásicas de Warner Brothers, Merry Melodies, por mencionar algunas.

 

El Postmodernismo se inició en los años ochenta para los dibujos animados. Digo esto debido a que fue un período de transición, pues se pasó de un tipo de dibujos “clásicos”, a uno más desinhibido y controversial. Podíamos ver otro tipo de caricaturas, más violentas, más fuertes en contenidos, menos censuradas, etc. Tal es el caso de He-Man, X-Men, Duckman, Ren and Stimpy, Beavis and Butthead y Los Simpson, por mencionar algunas. Los anteriores programas son un claro ejemplo a la ruptura del molde clásico.

 

Recuerdo claramente a mis once anos, en quinto grado Primaria, que en vez de jugar “al gato y al ratón”, comenzamos a jugar de Wolverine, Magneto y Ciclops, protagonistas de X-Men. Fue un momento de transición en nuestros juegos infantiles. Comenzamos a jugar de “matarnos entre nosotros”, de lograr que la raza de los mutantes dominara a los humanos. Esto significa que, de niño, sin darme cuenta, padecí de los efectos del postmodernismo en mi vida, pues fue un fenómeno que impacto a todos, sin importar la edad o condición. Simplemente había que ver y entender la “serie del momento” para poder ser aceptado y para tener un poco de diversión infantil. Hay que recordar que los juegos son lo más importante en la vida de un niño. Tal era el grado de influencia de los dibujos animados, que hasta nuestras ropas eran con diseños de los personajes de nuestra caricatura favorita.

 

Mientras los clásicos animados proponían un humor tranquilo y predecible, los “postmodernistas” propusieron un humor mas picante, trayendo consigo grandes toneladas de controversia (así como de risas y entretenimiento). Beavis and Butthead era una caricatura carente de cualquier sentido, donde un par de adolescentes se revelaban contra el estudio, veían videos de Rock en MTV, hacían alarde de “procesos naturales del cuerpo” (como ir al baño), y pasaban la media hora completa sentados en su sofá diciendo incoherencias. Este tipo de caricaturas fueron pioneros para una nueva ola de sarcástico, político y revolucionario humor, que francamente estaba lejos de poderse llamar “para niños”. Esto es una manifestación de la cultura “Light” que impera hoy día (con su lema “mientras más fácil, mejor”) el cual es un argumento totalmente superficial. Este es el tipo de enseñanzas que se han dado y se dan, a través de la televisión. El punto es que estas series tuvieron una fuerte influencia en la vida de muchos jóvenes que hoy día son adultos y serán los que manejen el mundo (sino los que ya lo están haciendo).

Debo confesar confieso que yo también he sido víctima de esta masiva e imperceptible difusión de ideas. Uno de mis “pecados” predilectos es sentarme en la sala de mi casa con unos nachos y ver MTV, Los Simpson o videos viejos de Beavis and Butthead. Es por esto que insisto en la fuerte influencia de estas tendencias en nuestras vidas (siendo yo un representante de mi generación). Quiero aclarar que nosotros los jóvenes sí estamos al tanto de esta situación. El problema estiba en el hecho que muchos, debido a la sutileza de la forma en que se ha incrustado en nuestra mente este fenómeno, lo damos por normal o por aceptable y no reparamos en ello. Es por esto que se aprecia “pereza mental” en la mayoría de jóvenes. La lectura ya pasó a un segundo plano. Es más, se considera una “carga” o castigo para quien tenga que practicarla. Esto se refleja en la actitud de los jóvenes de hoy en día.

 

En esta tendencia surgió la serie animada más exitosa de la historia: Los Simpson. Matt Groening, su creador, se baso en Los Picapiedra (clásicos) para darle una bofetada al paradigma de su género. Concibió a su obra maestra, Homero, como una versión moderna de Pedro Picapiedra, un gordo haragán, jugador de boliche y con un peculiar sentido del humor. Es tal la coincidencia entre ambos que hasta la casa de los Simpson es como una versión moderna de la casa de Los Picapiedra en “Piedradura”. Los Simpson tomaron las enseñanzas de los clásicos y las convirtieron en suyas, agregándoles un toque de sátira social que ha entretenido a muchos. Es por esto que actualmente van por su XVI temporada, con más de una década de ininterrumpida creación de episodios.

 

De una manera muy sutil y divertida, Los Simpson se burlan de una sociedad conservadora que pide a gritos menos censura, mas “libertad de expresión” y menos reglas. Al principio de este fenómeno, podíamos ver el fuerte impacto en ciertos grupos conservadores. Recuerdo que incluso en mi iglesia dijeron que Los Simpson eran diabólicos (el viejo se expresa, el joven protesta). Ahora, la balanza esta más del lado de los fans de este programa. De tanto que se ha prohibido y censurado, se ha ido desarrollando una difundida aceptación del fenómeno (el joven se expresa, el viejo protesta). Sin embargo, su éxito está más que justificado. Cada familia puede identificarse con alguno de los personajes de esta serie. Es muy común tener al “gordito simpático” de la familia que hace bromas, o mira TV y bebe cerveza en las tardes (Homero). También a la mamá que regaña a sus hijos constantemente con el utópico deseo de que sean Presidentes de la Suprema Corte (Marge). Sino, al típico niño hiperactivo y rebelde que siempre está castigado o ideando su próxima travesura. También es usual toparse con un “matadito” estudioso o músico con un toque de conciencia a quien todos le dicen que “tiene los pies sobre la tierra”. En fin, pudiera describir al resto de personajes, pues son un reflejo de las vidas de muchas personas.

 

Sin embargo, por muy divertidos que sean no dejan de ser sólo eso: una caricatura. Sin afán de quitarles mérito (pues son mi serie de televisión favorita), quiero hacer ver que por más parecidos que tengan estos amarillos personajes con la realidad, simplemente es una forma de expresión de un americano contestatario que canaliza sus pensamientos a través de transistores, luces, sonidos y colores, marca Sony. Bien lo dijo Homero en un episodio donde los medios de comunicación lo hacían ver como un ogro y al final logró reivindicar su imagen: “¡Ahh, televisión! Nunca volvamos a pelear!”, mientras la abrazaba y besaba. Este cajón con pantalla tiene la peculiaridad de llevar mensajes hasta los más escondidos rincones del mundo. Lleva las ideas a lugares donde las simples palabras no pueden llegar. Es capaz de enseñarnos muchísimas cosas. Desde como hacer un pastel hasta el color de los calzones de Gloria Trevi. La televisión pasa más tiempo educándonos que muchos de nuestros familiares o incluso, que el colegio o centro educativo al cual asistimos.

 

 

 

Reflejo de la Realidad

Los Simpson son un reflejo de la manera de pensar del “americano promedio”. Simplemente podemos lograr cualquier cosa, sin importar como o cuando, sólo debemos estar tranquilos y confiados en que sucederá. “No importe lo que pasa, siempre hay algo que salva a los niños Simpson”, dijo Bart en un episodio de Noche de Brujas. “Homero es el empleado más incompetente de la Planta Nuclear de Springfiled y sin embargo tiene dos autos, una gran casa, una foto con el presidente, una bella esposa y hasta un hijo que tiene una fábrica en el centro”, dijo Frank Grimmes, un hombre desdichado que, azotado por la vida, no pudo soportar la “buena suerte” que tuvo Homero en su vida. Este tipo de vida es la que todos deseamos llevar: una donde todo está resuelto y simplemente sabemos que las cosas pasaran para bien. La burla que estos personajes hacen a la sociedad es muy común encontrarla en la gente. Esta actitud está tan arraigada en nosotros que somos incapaces de verla. No es para menos, si como dije antes, la televisión tiene el poder de reunir familias y hacerlas pasar ratos juntos que difícilmente tendrán de otra forma.

 

Es fácil encontrar ejemplos de la vida real que prueben la similitud de los oriundos de Springfield en nuestras vidas. Para no ir muy lejos, aquí en la Universidad, muchos estudiantes vienen y no tienen ni idea por qué lo están haciendo. Entran a clases y chatean en sus Laptops en vez de poner atención y darse cuenta que vienen a aprender de gente que sabe más que ellos y que ha vivido más. Una actitud básica del postmodernismo en el  aula es aquella que establece que profesor y alumnos llegan al aula para tener un “encuentro” interpersonal,  pero discutir (en el caso que los alumnos discutan, cosa que es muy rara de ver en las clases de hoy), instruir, aprender o corregir ya no es relevante. Piensan que no importa, que no hay problema porque sea como sea podrán salir adelante, con o sin educación. La Academia perdió todo su valor. Lo que importa es “el cartón” (el título), no los medios (¿el fin justifica los medios?). Es un ejemplo claro de la degeneración social, consecuencia del postmodernismo.

 

Los Ex-PAC y las Reformas Agrarias son otro claro ejemplo de esto. Van por la vida buscando the easy way out, pensando que pueden ser un Homero más que logra cualquier cosa con el mínimo esfuerzo, sin importar lo que dejen atrás. Bart puso su compañía en Internet, una productora de caricaturas llamada “Papá Enojado”. También mi vecino puso una “compañía” por Internet y todavía la tiene. Invirtió alrededor de $500 en la página y lo único que logró fue poder poner en su Currículo que tiene una página de Internet, pues ni clientes ni visitantes conocen ese sitio. Los Ex-PAC retomaron ideas (marxistas) como la lucha de clases, plusvalía, igualdad y solidaridad como base en sus vidas. Si lo vemos más detenidamente, es como si regresáramos al tiempo de la Biblia, donde la economía se basaba en la agricultura familiar. Lo que no ven es que el mundo en que creen estar, dejó de existir hace más de 2000 años. En el caso de las Reformas Agrarias, me imagino que los Diputados y burócratas que proponen o apoyan dicha postura no estarían de acuerdo con que se les despoje de sus pertenencias solo porque otros desdichados “lo merecen” más que ellos (¿merecer? ¿Quién son ellos para definir quién merece qué?). Por ejemplo, a propósito de las últimas elecciones en Guatemala, Lee, candidato socialdemócrata (que no llegó ni a un 2% de votos, por cierto), usaba la Reforma Agraria como principal arma de batalla. Estoy seguro que a él no le agradaría que su carro pase a manos del chofer que lo llevaba y traía, o que su casa pase a manos de la mucama que ha tenido por años. Es cuestión de ponerse en el lugar de los demás.

 

La vida no es tan simple y divertida como lo pintan Los Simpson. En la vida hay que trabajar para poder comer. Hay que estudiar para poder trabajar. Hay que escuchar a los padres para poder estudiar. En fin, hay que pasar ratos duros para poder lograr diversión. Debemos trabajar mucho para poder descansar. Una refutación al pensamiento postmoderno es precisamente esta: para poder introducir un pensamiento sólido que guíe las opiniones en un campo intelectual,  primero hay que pagar “el derecho de piso” al fundamentar cualquier postura intelectual en sólidos argumentos,  cosa que les es desconocida a los representantes de esta tradición.   La vida es una gran ironía, pues muchos sudamos la gota gorda para estar seguros de no sudarla después. Todo esto es puro sentido común. O como un pensador de apellido Mises hubiera dicho, Praxeología. El ser humano y su vida tienen ciertas características en común que estarán presentes en todo momento. Es cuestión de dejar de consumir hoy y producir, para poder consumir después. Depende mucho de las valoraciones temporales que la gente le da al trabajo y al descanso. Estas cosas son inherentes al hombre. ¡Que bueno que no soy un Simpson! Puedo pensar por mi mismo, trabajar y sentir el sabor de un cheque a fin de mes, que luego de arduo trabajo, recibo merecidamente por una labor realizada con éxito.

 

La vida no trata sólo de diversión, aunque es una parte importante de la misma. Trata de equilibrar una serie de actividades para lograr desarrollarnos de la manera que más nos satisfaga. Es por esto que si vemos a nuestro alrededor encontramos maestros, alumnos, prostitutas, sacerdotes, doctores, asesinos, cantantes, mimos, payasos, jueces, castos, polígamos, soleteros, casados, ladrones, policías, políticos y pensadores, por nombrar algunas de las cosas que el ser humano puede hacer (y hace). La vida nos ofrece un amplio abanico para escoger qué actividad queremos realizar para lograr esa perfecta homeostasis entre nuestras actividades diarias y lograr nuestra anhelada felicidad o satisfacción. Todos hacemos algo para lograr algún fin, para nosotros, más valioso. En esto se basa el pensamiento liberal, donde la única restricción moral es una ética de mínimos,  en el sentido de que las personas al menos deben respetar el marco normativo espontáneo y metaconsciente gracias al cual la conducta privada y deliberada es posible. De esto nos hablaba Hayek en su obra Los Fundamentos de la Libertad:

“La civilización comienza cuando en la búsqueda de sus fines, el hombre sobrepasa los límites de su ignorancia aprovechándose de los conocimientos q no poseía.”

 

El artículo “Postmodernidad y Economía” es una colección de ideas que francamente, he visto en varios de mis episodios de Los Simpson favoritos (una caricaturización de la filosofía). Es por esto que me llamó mucho la atención al leerlo. Muchas de las ideas del artículo suenan muy interesantes (y hasta convincentes). Sin embargo, creo que si lo ponemos a tres metros de distancia y lo analizamos “desde lejos”, podemos ver que el sentido que toma, al amalgamar los pensamientos que incluye, nos deja más del lado Simpson que del lado real. Es por esto que he decidido hacer un análisis del contenido del artículo para traer a colación las inquietudes que me provocó al leerlo.

 

El Postmodernismo: Ciencia sin Ciencia, Verdad Mentirosa

El postmodernismo no es una ciencia filosófica. La filosofía es un sistema bien elaborado de ideas que tiene la capacidad de responder y definir las más grandes cuestiones de la vida. De acuerdo al diccionario Larousse, es una ciencia general

de los seres, principios y de las causas-efectos de las cosas naturales. En la práctica, podríamos decir que es la respuesta del hombre a las múltiples contradicciones de la vida, a los principios básicos y a los orígenes intelectuales de la misma. El postmodernismo pudiera englobarse como un esquema mental pero nunca como una “filosofía” como tal. Viéndolo mas detenidamente, podemos decir que es una respuesta a las posturas del Modernismo, las cuales, a grandes rasgos, descansaban su confianza en el poder de las ciencias. El Modernismo, tal como lo afirma el Dr. Polanco, fue una era de confianza en la ciencia, donde la matemática, estadística, lógica, exactitud y planificación central cobraron un auge importante.

 

El Postmodernismo es una forma de pensar que se remonta hasta Foucault, Freud-Lacan, Descartes, Adorno, Derrida, hasta Richard Rorty y muchos pensadores actuales. Es importante mencionar que el término se acuñó en 1983 con Lyotard. De acuerdo al Dr. Julio César de León Barbero, el postmodernismo se puede separar en tres ramas principales. La primera, el Neomarxismo frankfurtiano (filósofos tributarios). El segundo, el llamado “Pensamiento Débil” (un híbrido entre modernismo y postmodernismo). Y el tercero, el “Pensamiento Fuerte”. Todas estas ideas han sido una clara crítica al progreso científico, a la explotación de la propiedad, a las ideas científicas, a las utilidades, pero principalmente a la razón y al ser. Es un intento por romper los paradigmas tradicionales y negarlos. Nada tiene sentido, es una de las principales tesis de este relativismo postmoderno. Lo que yo me pregunto es si de verdad nada tiene sentido ¿por qué lo postmoderno pudiera tener el más mínimo gramo de verdad? ¿No es todo falso? Según ellos, somos víctimas de un cuerpo repleto de sentimientos y de un cruel inconsciente que nos domina y jala las riendas de nuestra vida. Según Focault “no importa ni el contenido de la enseñanza ni la corrección o incorrección de lo que se enseñe, y tampoco si es verdadero o falso; sólo importa el “encuentro” mismo entre el profesor y el alumno”. Este tipo de argumentos postmodernos han sido tema central de varias bromas en Los Simpson. En un episodio, Bart logra que los maestros de su colegio entren a una fuerte huelga. Lisa, obsesionada con “estudiar” comienza a enloquecer y pide a gritos a su madre que le califique, que le escriba una A con lapicero rojo pararecordar las clases. Lo único que importa es ver la nota, no el contenido, que es al fin el objeto de estudiar.

 

Es interesante como la noción de estos constructos hipotéticos de “fuerzas” e “influencias” que dominan y hasta llegan a sustituir la capacidad racional del hombre, en verdad tienen un fundamento tan discutible, que impresiona el recibimiento que dichas nociones tienen en círculos supuestamente “serios” e “intelectuales”. Se basan en la razón para criticar la misma razón. Lo más molesto del caso es que los fieles seguidores de estas teorías se hacen llamar intelectuales y eruditos. Me parece una gran contradicción de términos. ¿Cómo puede una teoría defender lo mismo que ataca? Es como pedirle a un muerto que engendre a un vivo. Simplemente no es así.

 

¿Quién soy? De acuerdo al postmodernismo no soy un “yo”, sino más bien no tengo identidad alguna que me pueda hacer único y distinto a los demás seres humanos que cohabitan el planeta conmigo. No existe un “yo” que sea constante o al menos que sobreviva ante las crueles manecillas del reloj. Walter Truett Anderson menciona que hay cuatro conceptos clave que los postmodernistas usan para referirse al “yo”.

 

El primero de estos es multifrenia, el cual se refiere a las múltiples veces que en nuestras vidas y culturas se nos dice qué y quiénes somos. Anderson dice “en el mundo postmoderno, uno no llega a ser un “alguien” único y constante.” El segundo término es proteano. Bajo este concepto, el “yo” es capaz de adaptarse, estilo camaleón, a las circunstancias cambiantes de la actualidad. Esto refuerza el argumento de que no hay un “yo” estable. El tercero es el yo descentrado. Aquí se centra en la carencia del “yo”, donde afirma que el sujeto sufre cambios provocados por factores exógenos que mutan al “yo” constantemente. Somos lo que se nos describe que somos. El cuarto término es el-yo-en-relación. Este es el punto focal de muchos estudios feministas y raciales. Se refiere al hecho de que somos seres sociales. Vivimos en un mundo donde no estamos aislados, sino que vivimos rodeados de muchas personas y diversos contextos culturales. Entonces, ¿quién es el que se atreve a proponer algo, o tan siquiera a pensarlo? Según el postmodernismo, esto no es posible, pues la individualidad queda totalmente olvidada[1].

 

Al hacer una síntesis de los anteriores conceptos podemos ver a la persona como un velero en una tormenta, totalmente carente de rumbo, capaz de ir a todas las direcciones y a ninguna a la vez. Cambiamos constantemente y somos definidos por nuestras relaciones con nuestros semejantes. Nuestra personalidad interior no puede luchar contra estos conceptos o tomar el que más le convenga. El postmodernismo nos reduce a un simple constructo social. Hayek nos dice que la metodología de las ciencias sociales básicamente se compone de un método compositivo, lo cual quiere decir que debemos rastrear el origen de los fenómenos sociales en los individuos actuantes en un momento dado que sin darse cuenta les dieron origen.  Creo que esta postura, es una refutación clara a la supuesta “influencia sociocultural sobre el yo”,  ya que son los distintos yoes (individuos)  los que al actuar dan lugar a las tan alabadas influencias sociales. Es decir, cada persona juega diferentes papeles en la sociedad.

 

 

Somos creados de afuera hacia adentro, según estas ideas. Nuestras posturas, sentimientos y gustos son moldeados por una poderosa fuerza conocida como la moda. Ésta cambia constantemente y nosotros debemos hacerlo con ella para poder rescatar un poco de identidad. No existen diferentes tiempos. El pasado y futuro dejan de existir, pues lo único que importa es el presente[2]. No tenemos ninguna potestad de conocer la verdad, pues esta no existe. No existe una naturaleza meramente humana que nos brinde identidad. Todo cambia y todo es relativo. Todo lo que somos ha sido y será moldeado por alfareros externos. Soy lo que dicen que soy y lo soy ahora. La sociedad es un colectivo con fuerza e inercia del cual somos parte y seguiremos siéndolo. Según David Hirsch “los proveedores de las ideologías postmodernistas deben considerar si es posible anular a los seres humanos en la teoría sin, al mismo tiempo, hacer que las vidas humanas individuales no tengan valor en el mundo real”.

 

La mayoría de postmodernistas  encuentran sus raíces en Nietzsche. Él sostiene que el alma moderna le ha arrebatado poder al ser humano en un espiral decadente que empieza en Sócrates y termina con el envilecimiento actual europeo. Esta inferioridad humana se debe a haber centrado su conocimiento en las teorías modernistas, en el énfasis ciego en las ciencias, en la razón y la exactitud, llevándonos a la decadencia descrita anteriormente.

 

Heidegger es otra fuente de ideas postmodernas. Dice “todo funciona, esto es lo inquietante, que funcione y que el funcionamiento nos impele a un mayor funcionamiento”. Esto fue dicho en un contexto de nazismo al estilo de Nietzsche, quien a su vez influyó al pensador que acuñó el término “postmodernismo”. Lyotard en sus escritos provocativos niega la existencia de verdades e incluso de religiones. Da cabida a múltiples conceptos contradictorios, puesto  que todo es relativo. Una vez más se ve la ligereza del tratamiento de los temas,  ya que las materias de fe no pueden ser refutadas por la razón,  pues radican en creencias para las cuales no existe ninguna evidencia. Fe es convicción de lo que se espera y certeza de lo que no se ve, según la Biblia. Este argumento es claramente un asunto separado e incompatible con la razón.

 

El postmodernismo ha inspirado varias de sus teorías en la psicología. Basada en la desconstrucción, ha pasado por la psicoterapia pasando por varias teorías radicales de desconstrucción y construcción englobadas en el contexto de construccionismo social. Todo esto ha dado lugar a pensadores, políticos y económicos que han centrado sus esfuerzos en lograr una sociedad repleta de colectivos, donde el gobierno extiende su poder de decisión hasta el más recóndito rincón. Todo esto ha creado las ideas generalmente aceptadas actuales, consecuencia de la gran influencia (sobre todo en los educadores) que hoy día tienen sobre nuestros líderes sociales.

 

Otro postmodernista que merece nuestra atención es Richard Rorty. Este feroz  del postmodernismo prefiere que se le llame pragmático a postmodernista (aunque en realidad sí es postmodernista). No hay fuerza capaz de extraernos a nuestras condiciones subjetivas para revelar nuestra realidad o la de otros, según este pensador. Está de acuerdo con Hillary Putnam en que no hay una postura fija de Dios que revele realidad en sí mismo. Cada persona interpreta la realidad de acuerdo a la graduación de sus lentes y a su posición subjetiva. La subjetividad, por su misma naturaleza, tarde o temprano será corregida por una realidad donde no tiene cabida lo subjetivo. Un ejemplo de lo anterior lo podemos ver en el transito. Algunos pueden conducir a su manera, pero sea como sea, tendrán que apegarse al reglamento de transito vigente. Es esto lo que sucede con la formación de reglas (en general), pues ahí no hay cupo a lo subjetivo, pues hay que respetarlas para una convivencia pacífica.

 

 Rorty hace énfasis en la influencia social sobre el individuo y sus creencias. No utiliza el término verdad, en vez, emplea un argumento inter-subjetivo y general característico de una comunidad. Este permite a los miembros de una comunidad compartir lenguaje y establecer una realidad común mente aceptada. No cree en la búsqueda de una verdad absoluta. La única verdad absoluta es que no hay verdades. En vez, enfatiza sus creencias en la búsqueda de solidaridad hacia su comunidad, o en sus palabras “reducir la objetividad a solidaridad”. Dice que una vez la noción de verdad objetiva sea abandonada, el hombre entrará a la disyuntiva de escoger entre un relativismo autodestructivo y el etnocentrismo (ambos conceptos los justifica circularmente, por lo cual pierden validez). La verdad no puede existir independientemente.

 

En conclusión, el postmodernismo es un “fiambre de ideas”, donde todo es permitido y prohibido a la vez. Pasamos a través de un recorrido donde vimos brevemente las posturas de varios postmodernistas, centrándonos en sus puntos en común. Para resumirlo, podemos decir que el postmodernismo no acepta certezas, verdades, realidades e individualidades. “No existe ninguna verdad; esta es la única verdad”. Esto es un círculo vicioso donde el vicio es el postmodernismo mismo. Hay un episodio particular de Los Simpson que esboza a grandes rasgos al postmodernismo. Marge, esposa de Homero, estudió arte, y cabe mencionar que es muy buena. Homero, por su parte, es un polo opuesto (hasta su letra es apenas legible). Para una ocasión especial, Homero compró un asador de carne para armar. Cuando intentó armarlo, no pudo y armó un garabato inservible. Cuando se iba a deshacer de él, una señora “chic” le reprende por querer tirar tan grande obra de arte. Homero, desconcertado, decide escucharla y con su ayuda, abre una gran exposición de arte “postmo” titulada Ira. Para la señora “chic”, sus seguidores, su obra era grandiosa. Para Homero, su familia y yo, era simplemente un montón de basura, derivada de un intento fallido de asador de carne. En fin, llegó un punto en que Ira pasó de moda y ya nadie apreció las “obras” de Homero. Incluso le dijeron “ya no eres nadie”. En este episodio vemos la idea del yo, las modas, lo subjetivo y otros aspectos del postmodernismo, plasmados en la satírica historia de Homero.

 

Postmodernismo y Economía

Es momento de analizar el artículo sobre la postmodernidad, publicado en la edición julio-agosto de la revista Apuntes de Economía y Política. Análisis Económico de las Decisiones Públicas, escrito por el Dr. Moris Polanco. Como mencioné en la introducción de estos escritos, leer este artículo me recordó múltiples episodios de Los Simpson.

 

“Puede afirmarse que la economía como ciencia nació en la Modernidad.” Esta afirmación es verdadera en el sentido estricto de la palabra, puesto que en ese tiempo fue cuando se incorporó a nuestro lenguaje el término ciencia.  Es importante hacer ver que la economía como conjunto de ideas ha estado presente desde el principio de la humanidad. El hombre posee ciertas características constantes e innatas que están presentes en nuestro actuar. Muchos relacionan a la economía como aquella ciencia que pretende lidiar con la escasez. Ya lo dijo Mises “si uno quiere entender la economía hay que olvidarse del mundo externo y volver la vista al mundo interior”. Esto quiere decir que el proceso económico es uno de escogencia donde subjetivamente estamos constantemente relacionando medios y fines y escogiendo. Es un proceso interno.

 

“¿Qué nos depara la postmodernidad? Si de la Modernidad podemos esperar aceleración, cantidad… oposición, ¿Será que de la postmodernidad podemos esperar ritmo natural, cualidad…complementariedad? Parece claro que la balanza de las preferencias se va inclinando hacia la segunda lista de conceptos”. De acuerdo al autor, la gente en general está dispuesta a aceptar la segunda lista de conceptos que propone. Engloba las preferencias de todos los individuos con el término “balanza de preferencias”. A mi juicio esta es una falacia de generalización, donde según las preferencias de cierto grupo proyecta las del mundo entero. Los seres humanos no somos números ni una muestra representativa capaz de proyectar nuestras subjetivas opiniones a un universo de datos. Esto es debido a que en nuestro interior existe una serie de ideas meramente subjetivas, entre las cuales figuran nuestras preferencias. Es por eso que siento apropiado hacer la anterior aclaración. Estoy seguro que en el mundo la “balanza de preferencias” puede inclinarse hacia algún lado, pero paulatinamente regresará a su estado original o estará fluctuando. Las escalas de valores individuales son dinámicas: están en constante cambio, atingente a cada individuo.

 

Montgomery Burns es el jefe de Homero, dueño de la Planta Nuclear de Springfield. Entre sus intentos de controlar la vida ajena, decidió en un episodio, escoger lo que más le conviene a su comunidad. Entre su locura, construyó un gigante artefacto para obstruir la luz del sol. Esto trajo un gran descontento en los habitantes de la ciudad. Enmarcar las opiniones y preferencias de un grupo de personas según las ideas individuales de una persona sería como ser partidario del Sr. Burns y querer obstruir al sol. Es imposible lograr que todos los afectados estén de acuerdo cuando alguien decide por todos.

 

El autor ilustra el anterior cambio de paradigma con una película dirigida por Sean Penn. La película a la que hace mención trata de los atentados del 11 de septiembre. Narra la vida de un anciano y una planta que vivían en un edificio con vista a las torres gemelas. Debido a la sombra que esta gema arquitectónica producía en la vivienda del anciano, la planta vivía una vida triste al borde de marchitar. El anciano notó la destrucción de las torres la mañana del 12 de septiembre gracias a que su planta estaba más verde que de costumbre gracias a los nuevos rayos que sol que recibía.

 

La película me parece una entretenida narración de una de las curiosas reacciones ante tan trágico acontecimiento. El punto del Dr. Polanco es “que la vida (la vida autentica, no la artificial que a veces llevamos, conectados a Internet y esas cosas) necesita de lo de siempre: sol, luz, aire, lluvia… es una pena que ahora, para ver hermosos paisaje, tengamos que bajar un “descansador” de pantalla para adornar nuestro desktop. ¿Es eso calidad de vida? (¿Es eso vida?) Vida es la de la plantita del viejo, que no repara en que adelante tiene una de las maravillas de la ingeniería del siglo XX: dos torres gigantescas, orgullo y símbolo de la ciudad que se jacta de controlar los hilos financieros del mundo, que por otra parte, cuida muy bien de sus jubilados dándoles un cheque mensual  para cubrir sus necesidades vitales. El viejo necesitaba más de la compañía de la planta que de la vista de las torres, al final la planta y el viejo vivieron más.”

 

Lo anterior nos lleva a hacer un breve análisis de qué es vida. Siendo lo más frío posible, todo lo que respira y no está muerto, tiene vida. La vida o la calidad de vida, no la puede determinar un tercero, o una persona externa a la condición de la persona en cuestión. Solo el individuo en su interior podrá decidir subjetivamente lo que es calidad de vida para él. El postmodernismo diría que como no existe un “yo”, la calidad de vida o la vida la determina la comunidad. A mi juicio el individuo actúa y escoge. No escoge entre conjuntos, decide al margen, analiza unidades concretas, valora subjetivamente los bienes y vive según su escala de valores personal. Sería caer en el constructivismo y colectivismo el afirmar y encapsular el concepto “calidad de vida” a ciertos conceptos generados por una persona. En cambio, “vida” puede ser vista objetivamente como un fenómeno biológico que al fin es. Evidentemente, la plantita y la vida apacible del anciano son más atractivas para el autor,  en vez  que la participación en un mundo financiero y tecnológico, representado en las Torres Gemelas. Esta refutación  a nuestra civilización moderna  es solamente la proyección de las muy particulares preferencia de él,  cosa que no se puede imponer  como una opinión absoluta y generalizada. Aceptar eso sería como dejar que piensen por nosotros.

 

El Dr. Fink, científico que recientemente ganó el premio Nóbel en Los Simpson, quiso darle vida a su padre, artificialmente, en el especial de noche de brujas de la catorceava temporada de la serie. En su experimento, había conservado el cadáver de su padre por muchos años, hasta que descubrió una forma de otorgarle vida artificialmente. Jugando a Dios, el Dr. Fink logró el sueño de muchas personas, inmortalidad. Sin embargo, el padre del científico no logró una vida como la que nosotros conocemos. Necesitaba alimentarse de órganos humanos, puesto que no tenía los suyos. Es por esto que con el tiempo pasó lo inevitable: volvió a morir. El punto en común entre este episodio y mi argumento anterior es que nosotros somos incapaces, en nuestra limitada sabiduría, de decidir que es y que no es vida. Es por eso que el experimento del Dr. Fink no dio resultado (cabe mencionar que en el episodio mencionado el Nóbel se lo entregaron en reconocimiento a otro experimento).

 

Con respecto al comentario de que necesitamos ciertas cosas (sol, agua, luz, etc.) me parece una afirmación certera. Lo que no me parece adecuado es dudar que el hecho de navegar en Internet aprovechar la tecnología para hacer más eficientes nuestros actos, nos quite vida. La tecnología ha sido creada por el hombre para el hombre. Esto significa que nosotros, libre y espontáneamente, vamos creando tecnologías e instituciones que facilitan tanto nuestra vida en sociedad como nuestros trabajos. Afirmar que “vida es la de la plantita del viejo” me parece un argumento sesgado. ¿Qué pasa con la vida de todos aquellos que murieron en los atentados? ¿Qué pasa con la de aquellos que fue negativamente afectada, e incluso arriesgada, por los atentados? ¿Será correcto decir que la vida de una planta vale más que la de cientos de personas? Creo que la vida de un viejo y su planta valen menos que la de millones de personas que fueron afectadas por la perdida de las torres. Los millones de fallecidos en el lamentable siniestro, vistos individualmente, eran proveedores de bienes o servicios para la sociedad. Eran parte de una extensa red de cooperación social, similar a la que propuso David Ricardo. Si existe una torre que se interpone en nuestro camino, nuestra racionalidad nos lleva a buscar una solución viable, por ejemplo mudarse. Hoy en día la tecnología de punta se está convirtiendo en algo casi vital, en el sentido que hace que nuestra vida sea mucho más fácil y eficaz (muchos ya no concebirían sus vidas sin un celular, por ejemplo). Creo que es equivoco afirmar lo contrario puesto que si en las torres gemelas no hubiera existido una firma de computadoras que hizo las computadoras que usaron los auditores que asesoraran a la firma de arquitectos (dentro de las mismas torres gemelas) que construyeron el apartamento del viejo,  éste no hubiera podido ni siquiera estar en la película del Sr. Penn. La vida, aparentemente, necesitaba más a las torres que al viejo. ¿Qué cree usted?

           

Homero, en una de sus múltiples aventuras, decidió engordar hasta que lo declararan incapacitado y le proporcionaran las facilidades necesarias para establecer su oficina en su casa. Entre los cambios que hicieron fue instalarle una computadora, conectada en red con la Planta Nuclear.  El problema era que Homero no sabía como manejar un ordenador. En su ignorancia, tomó un “pajarito que bebe” (un juguete con agua en un extremo y peso en el otro de tal modo que la gravedad movía su pico de arriba hacia abajo) encima de la tecla “y”, de tal forma que a cualquier cosa que la computadora le preguntara, respondiera que sí (yes).  Las consecuencias de las malas prácticas de Homero, quien era el inspector de seguridad de la planta, llevaron a una crisis nuclear que fortuitamente se resolvió. Esto no hubiera pasado si Homero hubiera conocido las mínimas bases de la computación. Lo que quiero decir, es que la tecnología le hubiera permitido a nuestro robusto personaje, la oportunidad de realizar el mismo trabajo que hacía en la planta desde su casa. Esto es, hacerlo más eficiente pues reducía sus costos de transporte y podía tener una “Vida más fácil”. El hecho de no aceptar los cambios tecnológicos implica vivir en un pasado que margina a las personas de oportunidades que pudieran aprovechar (y no lo hacen).

 

“¿Quién decide quién vive en nuestro mundo? El mundo antiguo era más equitativo que el mundo moderno: dejaba que todos vinieran a él, y que vivieran los más fuertes. La vida era emocionante. El mundo moderno es más tacaño (recuerde: los recursos son escasos), y racionaliza la entrada a la vida. Decide a priori quién merece vivir y quién no. Detrás de actitudes como ésta, encontramos supuestos interesantes: Primero, que los recursos son escasos. Segundo, que la gente no siempre actúa “racionalmente”, buscando su mejor interés (por ejemplo, si usted es pobre no responde a su mejor interés tener hijos); tercero, que la “alfabetización económica” puede hacer que la gente busque su mejor interés; por último, todo se reduce a un problema de educación.”

 

Este argumento me recuerda un poco a La República de Platón, a Imagine de John Lennon y a la sociedad que anhelaba Karl Marx: Una donde no hubiera propiedad y todo fuera “equitativo”. Siento que pensar de la vida en términos de equidad o igualdad no es lo más correcto por hacer. Económicamente, se han probado las nefastas consecuencias que esto trae (escasez de bienes, desempleo, mercado negro, etc.). Si se nos tratara a todos igual, necesariamente produciríamos resultados distintos. Por ejemplo, bajo una misma Constitución, hay ricos y hay pobres, puesto que algunos aprovechan mejor sus recursos que otros. Si en cambio, se buscara equidad, sería válido proponer que se les quite a los que tienen y se les dé a los que no. Esto, no solo merma la eficiencia de los que tienen, sino que los que no tienen no podrán manejar esos recursos y en el largo plazo dejarán de tener (contrario a los que sí tienen, que seguramente volverán a tener).

 

La entrada a la vida sólo puede ser decidida por los individuos ya sea en el mundo moderno o en el más arcaico de los mundos. Las parejas siempre han racionalizado la entrada a la vida. La diferencia de épocas se ve en los métodos que usaban para dicha labor.  Antes, brutalmente, se mataba a los niños, a las mujeres embarazadas o simplemente les retiraban de su cuerpo sus órganos reproductivos. Ahora, un preservativo, por nombrar un método, hace ese trabajo. Sino, recordemos los esqueletos de bebés que se encontraron en las catacumbas de los Conventos de Antigua Guatemala. Las monjas del tiempo colonial mataban a sus bebés sin importar “racionalizar” la entrada a la vida. Igual sucedía con el resto de mujeres de esa época.

 

El comentario sarcástico del artículo con respecto a la escasez me parece fuera de lugar. En el mundo moderno, los recursos son escasos, al igual que lo han sido desde la época de los dinosaurios. El Tiranosaurio Rex tenía que cazar y pelear por sus alimentos. Debido a que eran escasos no podía darse el lujo de sentarse y esperar a que los alimentos cayeran como maná del cielo. El fenómeno de la escasez lleva a la gente a decidir cuantos hijos tener. No es “La vida” quién a priori decide quien merece vivir y quién no. Son los hombres que racionalmente deciden tener hijos. Malthus decía que el atraso de las sociedades se debía al crecimiento demográfico. Ha sido empíricamente probado que mientras más pobre es un país, más hijos per cápita se tienen. Julian Simon dice que el recurso más importante en el mercado es la mente de los hombres.  No es una maldición que haya gente,  la maldición es que dicha gente vena a un mundo que no les presta condiciones para sacarle provecho a sus recursos (socialismo, totalitarismo, dictaduras, etc.).

 

Un campesino pobre del altiplano ve a sus hijos como un salario mínimo más, por lo cual mientras más hijos tenga, más ingresos devengará. Esto es un pequeño ejemplo del hecho que el crecimiento demográfico es consecuencia de la pobreza y no al revés. El campesino del ejemplo anterior sí esta actuando respondiendo a su mejor interés al tener hijos siendo pobre. En su ignorancia, cree que al tener más hijos llegará a tener más ingresos. Si no es éste el caso, en el momento de la concepción de la criatura, el hombre razonó que prefería procrear a un individuo a hacer otra cosa, esto sigue siendo una muestra de buscar su beneficio racionalmente.

 

 “El Vaticano prohibió los anticonceptivos. Prefieren niños con hambre que un preservativo. Las cigüeñas trabajan a dobles turnos, pensarán abrir sucursales en Saturno”. Así versa Ricardo Arjona en su canción Noticiero. Esta frase nos pone a pensar ¿Qué es preferible, niños muriendo de hambre o un preservativo? Los métodos anticonceptivos fueron desarrollados y aceptados por el hombre. Ellos escogieron que preferían estos métodos a tener niños con hambre. Han sido los grupos extremistas y radicales quienes  se han opuesto a estas disposiciones. ¿Quiénes son estos grupos para decidir qué es lo que más les conviene a las personas? Paul McCarney decía “live and let die” (vive y deja morir), procurando inculcar en la gente un espíritu de tolerancia hacia los actos ajenos. Creo que no somos nadie para intervenir en las decisiones y preferencias individuales de nuestro prójimo. ¿Qué es preferible, evitar una concepción ó concebir un niño, matarlo cuando nazca, que a la madre le surjan daños psicológicos severos ó que se suicide? Creo que la respuesta a esta pregunta corresponde a cada quién.

 

Con respecto a que todo se reduce a un problema de educación, siento que tiene, en parte, mucha razón. La educación de calidad mejorará el nivel de vida de las personas. El problema radica en el contenido y la forma de la educación. Mientras los postmodernos dicen que hay que educar por educar, la economía nos dice que hay que educar para mejorar. Sino será un simple desperdicio de recursos. Por ejemplo, en una conferencia dada por la Licenciada María del Carmen Aceña, Ministra de Educación actual, tuve la oportunidad de ver ciertos libros de texto que utilizan en las escuelas públicas. En vez de llamarle Estudios Sociales, yo nombraría a esa materia Marxismo I, puesto que desde pequeños se le enseña a nuestra niñez las bases de la lucha de clases. Creo que la Educación de calidad sí es una forma de evitar estos problemas. Al decir de calidad obviamente excluyo las posturas postmodernistas.

 

Cleto es un campesino de Los Simpson. Es el estereotipo satírico del campesino común americano. Este pintoresco personaje es de los más pobres de Springfield. Tiene más de 8 hijos, lo cual es comparable con el resto de ciudadanos promedio (de más alto nivel socioeconómico) quienes tienen alrededor de 2 hijos per cápita. Es jocoso el hecho que Matt Groening pinta su sociedad de esta manera. Es importante hacer ver que si Cleto tuvo 8 hijos fue porque, en su ignorancia y cultura, prefirió “pasar un rato con su mujer”. Esto es como decir que cada quien es responsable por lo que hace y deja de hacer.

 

“Por muy encumbrado que se encuentre el hombre moderno su vida no es, y nunca será segura. ¿Qué le dice la postmodernidad a la economía? Que sus certezas le dan risa”. Esta es la cruda conclusión del Dr. Polanco con respecto a la postmodernidad y la economía. Es una manera muy radical (si se quiere, precipitada) de criticar a una ciencia. A mi punto de vista, es la economía quien se burla del artículo (no de la postmodernidad porque ésta se burla y descarta a sí mismo) y no al revés. Incluso, hasta el más obtuso de los individuos puede ver las grandes inconsistencias que se plantearon en el caricaturesco artículo, objeto de este comentario.

 

 Los Simpson son una caricatura actual que no pasa de ser eso: una serie de dibujos animados con afán de hacernos reír. La sutileza de los personajes de Matt Groening estriba en su parecido a la realidad y en los rasgos de postmodernidad que ésta posee. Leer el artículo Postmodernidad y Economía es casi tan gracioso como ver media hora de Los Simpson. Homero Simpson dijo un domingo, como excusa pasa no ir a la iglesia “Marge, ¿Para qué salir si hay que regresar de todos modos?” Eso es el postmodernismo: un paseo teórico del cual se regresa cuando se sale. Por esto digo que Los Simpson y el artículo Postmodernidad y Economía dan risa.

 

*Estudiante de la Universidad Francisco Marroquín.

 

Referencias:

www.probe.org/espanol/adonde_se_ha_ido.html

www.iespana.es/massoni/cp.htm

www.princeton.edu/~jknobe/rorty.html

www.antroposmoderno.com/biografias/Foucault.html

http://www.monografias.com/trabajos15/antropologia-filosofica/antropologia-filosofica.shtml

www.mises.org

 

 



[2] El nombre técnico de esto es pasotismo que significa “vivir al día”.

 

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